Caminemos
con fe, fortalezcamos nuestro espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu de
Dios que Jesús nos ha prometido, demos la cara por nuestra fe
Romanos 4,13. 16-18; Sal 104; Lucas 12, 8-12
Dar la cara por el amigo es lo menos
que se nos puede pedir. ¿Para que somos amigos, entonces? Somos amigos en las
duras y en las maduras, no solo en los momentos de alegría y de fiesta cuando
todo va bien, sino también cuando vengan los momentos difíciles, en las
dificultades, cuando surgen los problemas, ahí está el amigo, dando la cara,
prestando nuestra ayuda, no escondiéndonos y rehusando conocerle. No siempre es
fácil. Algunas veces cuesta. Hay que poner algo más que una cara bonita o una
sonrisa. Y no siempre lo hacemos; cuantas experiencias quizás podríamos contar
de vernos solos; es duro para el que lo padece; es duro mostrarnos así con un corazón
duro y uno no sabría qué pensar.
Jesús nos dice hoy que tenemos que
estar de su parte; la luz no se puede ocultar, nos había dicho en otra ocasión,
y si hemos encontrado la luz tenemos que hacer que brille, y que brille en
nuestra vida. Es tan importante el testimonio, porque estará manifestando la
congruencia de nuestra vida. Para llegar hasta el final.
Pero así como nos está diciendo que no
nos podemos ocultar, que tenemos que dar testimonio, también nos está
asegurando una cosa, con El nunca nos veremos solos. El es fiel. Su palabra es
veraz. Nos prometerá que estará con nosotros hasta el final de los tiempos.
Pero hoy nos asegura mucho más. Nosotros, si somos fieles a nuestra fe y a
nuestra condición de ser sus seguidores, vamos a encontrar dificultades. Ya nos
dirá que el discípulo no es mayor que su maestro, y si con el Maestro han hecho
lo que han hecho, nosotros también no vamos a encontrar oposición y persecución.
Nos llevarán también a los tribunales. Pero nos dice que no tengamos miedo, no
nos estemos preocupando lo que hemos de decir o como hemos de defendernos, su Espíritu
estará con nosotros y pondrá palabras en nuestros labios y fuerza en el corazón.
No hemos de dudar de El.
Es cierto que muchas veces nos aparecen
nuestras debilidades y nuestras flaquezas y habrá momentos en que nos costará
mantener la fidelidad, nos asaltarán dudas y tentaciones, habrá momentos que
hasta sentiremos rebelión en el alma, que no quisiéramos pasar por lo que
estamos pasando, que nos parece que se nos viene el mundo abajo y no tenemos
donde apoyarnos, pero de una cosa no podremos dudar nunca, de la presencia de
su Espíritu que está con nosotros, aunque no siempre lo veamos claro. Por eso
nos dice solemnemente hoy que el peor pecado que podemos cometer es negar al Espíritu;
andaríamos ya perdidos del todo. Y El quiere estar siempre con nosotros, y ser
nuestra fuerza y nuestra sabiduría.
Algunas veces nos entran muchas dudas
sobre todo esto cuando contemplamos el mundo que nos rodea que parece que todo
está en contra nuestra. Vemos cómo se desdibuja todo el mundo de lo religioso,
cómo tantos hacen sus interpretaciones o quieren manipularlo todo desde sus
explicaciones, cómo crece una sequedad espiritual en nuestro entorno porque
todo se ha materializado, cómo no se terminan de entender los valores que
nosotros presentamos desde el evangelio, cómo se está queriendo hacer un mundo
sin Dios, donde se quiere aparcar la fe solo al ámbito de lo privado y se
quieren eliminar todos los signos que nos hablen de lo espiritual, que nos
hablen de Dios.
Todo eso nos duele. No sabemos muchas
veces como reaccionar. Nos sentimos acobardados y tenemos la tentación de
escondernos. Es en ese momento donde tenemos que hacer resplandecer y brillar toda la firmeza de nuestra fe, de nuestra confianza en Dios, de la certeza de
que el Espíritu del Señor está con nosotros y El nos irá guiando en medio de
esos caminos que nos parecen muchas veces de tinieblas. No nos podemos
acobardar, tenemos que sentir la fortaleza del Espíritu, la sabiduría del
Espíritu que nos sostiene y que nos guía.
Caminemos con fe. Fortalezcamos nuestro
espíritu. Dejémonos conducir por el Espíritu de Dios que Jesús nos ha
prometido. Demos la cara por nuestra fe.