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viernes, 20 de octubre de 2023

Los cristianos tenemos que ser levadura en medio de la masa, porque nos diluyamos en medio del mundo contagiando de los valores que nos dan la verdadera grandeza

 


Los cristianos tenemos que ser levadura en medio de la masa, porque nos diluyamos en medio del mundo contagiando de los valores que nos dan la verdadera grandeza

 Romanos 4,1-8; Sal 31; Lucas 12,1-7

La levadura es ese fermento que se emplea para provocar ese proceso de fermentación que nos va a dar esas diversas sustancias y nutrientes importantes para la alimentación del cuerpo humano. Es lo que se utiliza en la masa de harina con la que elaboramos el pan, por ejemplo, lo mismo que en la repostería. Algo que se diluye en la masa de manera sutil, podríamos decir, que no se necesita en grandes cantidades, casi imperceptible pero necesaria para la manipulación de la masa para hacerla fermentar.

Pero lo podemos tomar como imagen de lo que podríamos llamar también manipulación de las personas y de las masas. Deja correr un bulo y veremos como se va difundiendo de manera sutil y al final todo el mundo se lo cree como si fuera una verdad, una cosa real. Queremos que la opinión de la masa vaya en un sentido, déjalo caer casi como una noticia imperceptible, y poco a poco a poco todo el mundo se lo terminará creyendo y actuando según aquello que se pretendía. Hoy nuestra sociedad es muy manipulada desde las distintas ideologías y quienes tienen el poder de la comunicación en sus manos van a influir, muchas veces de manera muy decisiva, incluso en la marcha de la sociedad.

Es necesario tener criterios firmes y convincentes; es necesario que formemos debidamente nuestra conciencia desde unos principios y desde unos valores para tener la seguridad de por donde caminamos, sin dejarnos arrastrar por esas distintas influencias que se van dando por distintos caminos en nuestra sociedad. Y en esto los cristianos tenemos que fundamentarnos debidamente para mantener la firmeza de nuestra fe, para caminar con pie seguro en esa construcción de nuestro mundo que queremos realizar desde los ideales y los valores del Reino de Dios. Y tenemos que preguntarnos si en esto no estaremos fallando por una falta de firmeza en nuestra vida.

Con lo que escuchamos hoy en el evangelio vemos cómo Jesús quiere prevenirnos, como quería entonces prevenir a los discípulos con la levadura de los fariseos. Jesús les habla de la hipocresía, de la falsedad de sus vidas. Hipócrita es el que tiene dos caras, tomando la palabra de aquellas caretas que se utilizaban en las obras teatrales para que el actor diera el aspecto de aquel papel que representaba; el actor no se representaba a si mismo, sino que con la careta tenía que hacer de otro personaje.

Jesús les echa en cara a los fariseos que como maestros enseñaban muchas cosas que luego ellos en su propia vida no realizaban. Aparentar con las palabras una cosa que estaba muy distante de lo que realmente era su vida. La hipocresía es una falsedad, una mentira, una apariencia que oculta lo que en verdad es la propia vida; es una vanidad y una ostentación; es una falta de autenticidad en la vida y de congruencia entre lo que son las palabras y las obras que luego realizamos; es una sutileza muy bien camuflada para manipular y por llevar a los demás por caminos de nuestra conveniencia; una manipulación de los que son débiles desde la malicia que reina en el corazón.

Cuidado con esas falsas levaduras llenas de maldad. Pero no olvidemos, por otra parte, que Jesús quiere que nosotros los cristianos seamos en verdad levadura en la masa; no porque manipulemos de mala manera a los demás o tratemos de imponer las cosas, sino porque nos diluyamos en medio del mundo que nos rodea para contagiar de esos valores del evangelio que tanta grandeza dan a nuestra vida.

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