Que
se despierte ese ansia y espíritu misionero para sentir la urgencia del
evangelio porque ¡ay de mi si no anuncio el evangelio!
2Timoteo 4, 10-17b; Sal 144; Lucas 10,1-9
Con frecuencia escuchamos en cualquier reivindicación
laboral que se esté haciendo, y no digamos nada cuando se trata de colectivos
que tienen que realizar servicios públicos, que el personal no es suficiente,
que es mucho el trabajo, que tendría que contratarse más personal para poder
atender debidamente aquellos servicios. Nos vemos desbordados trabajando en
cualquier empresa por falta de personal y eso hará que en ocasiones las
empresas estén abocadas al fracaso si no se hace una conveniente reestructuración
del personal o se contratan más trabajadores. O son las tareas de casa que nos
desbordan y las madres se sienten agobiadas porque no pueden atender todas las
tareas y todo lo que quisieran a la familia; lo solucionamos cuando hay
posibilidades contratando a personas que ayuden en esas tareas para que la
familia esté debidamente atendida.
Me vienen a la mente estos hechos
precisamente escuchando el evangelio que en esta fiesta del evangelista san
Lucas se nos propone, pero contemplando la inmensa tarea de la Iglesia en medio
del mundo donde no siempre se cuenta con las suficientes personas que realicen
esa tarea pastoral. Y pensamos en la escasez de sacerdotes con tan pocas
vocaciones que nos garanticen un futuro relevo, pero pensamos también en el
poco compromiso que encontramos en nuestras comunidades en personas que
realicen esas múltiples tareas pastorales.
Algunas veces en nuestras parroquias y
comunidades cristianas parece que nos contentamos con una mínima pastoral de
mantenimiento realizando mismamente unas tareas para al menos llegar a los que
puedan estar mas cercanos o más interesados; echamos de menos una pastoral
misionera, aunque el Papa nos está repitiendo continuamente esa salida de la
iglesia de los cristianos para llegar también a las periferias, pero miro a mi
alrededor y contemplo a tantos y tantos a los que no llega el anuncio del
evangelio, notando además como crece a nuestro alrededor la indiferencia en lo
religioso pero también ante los valores cristianos que nos ofrece el evangelio.
Y la Iglesia tiene que ser misionera,
los cristianos hemos recibido esa misión de ir por delante anuncio la buena
nueva del Reino de Dios a todos. Y cuando estoy hablando de la Iglesia
misionera no estoy pensando en ese anuncio del evangelio que también hemos de
hacer llegando también a lugares lejanos. Pienso en ese mundo cercano y que nos
rodea, es mundo nuestro donde aun conservamos Iglesias y unas mínimas prácticas
religiosas en torno a la figura de Jesús, pero donde sabemos que hay un gran
desconocimiento de Jesús y del evangelio. Países que nos llamamos cristianos,
pero que realmente están descristianizados aunque se hayan conservado algunas
prácticas religiosas, pero donde no resplandecen demasiado los valores del
evangelio.
Oímos hablar con frecuencia de una
nueva evangelización, y algunas veces no terminamos de entender la densidad y
el compromiso que eso significa. Pero es una tarea urgente que hay que realizar
para que de nuevo el evangelio sea la sal de nuestra tierra y la levadura que
nos haga fermentar en una vida cristiana auténtica.
Hoy nos está diciendo Jesús que la mies
es abundante y los obreros son pocos; creo que con una mínima sensibilidad
somos conscientes de eso. Y Jesús nos pide que roguemos al dueño de la mies
para que envíe obreros a su mies. ¿Estaremos de verdad comprometidos en esa oración
tal como nos pide Jesús? No son solo las empresas las que necesitan más
trabajadores, como reflexionábamos al principio, sino que es la Iglesia la que
necesita más apóstoles y misioneros en medio del mundo.
Hoy estamos celebrando la fiesta del
evangelista san Lucas y puede ser un buen toque de atención a nuestras
conciencias para que se despierte en nosotros esa ansia y ese espíritu
misionero. Estamos en esta semana a las puertas de la Jornada del Domund que
celebraremos el próximo domingo. Un motivo más para despertar, un motivo más
para sentir esa urgencia del evangelio – como decía san Pablo ‘Ay de mi si
no anuncio el evangelio’ -, un motivo más para esa oración al Señor.
Ojalá pudiéramos decir como el apóstol
san Pablo, ‘Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de
mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones’.
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