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sábado, 16 de septiembre de 2023

Árbol bueno, abonado en la gracia del Espíritu, que produce buenos frutos, edificio cimentado en la roca firme de la fe fortaleza frente a los temporales de la tentación



 Árbol bueno, abonado en la gracia del Espíritu, que produce buenos frutos, edificio cimentado en la roca firme de la fe fortaleza frente a los temporales de la tentación

1 Timoteo 1,15-17; Sal 112; Lucas 6, 43-49

Queremos tener buenas frutas que poner en la mesa, queremos tener hermosas y olorosas manzanas que poder ofrecer a quienes llegan a nosotros, plantemos un árbol frutal, plantemos un manzano y cuidémoslo debidamente; nos podrá dar al final buenos frutos y hemos cuidado con esmero nuestro manzano. Lo habremos de plantar en buena tierra, atender a su cuidado y su poda todos los años, hemos de abonar a su tiempo para que sus raíces puedan extraer sus nutrientes de aquella tierra bien cuidada y abonada, para al final recoger una abundante cosecha. Esas raíces están hundidas en una tierra abonada quizás con el estiércol que hayamos conseguido por otra parte en el cuidado de los animales, y aunque el estiércol pudiera parecernos apestoso y desagradable, sin embargo de la tierra abonada con ese estiércol el manzano extraerá sus nutrientes que nos darán hermoso y oloroso fruto.

¿Sabremos dar fruto con nuestra vida? ¿Seremos ese árbol bueno que produce buenos frutos como nos está pidiendo hoy Jesús en el evangelio? Creo que nos estaremos dando cuenta de cómo hemos de cultivar el árbol de nuestra vida, enraizarlo debidamente en buena tierra, pero también darle los abonos necesarios y convenientes para que tenga esos nutrientes que nos lleven a dar esos frutos que tenemos que ofrecer. Seremos malos o buenos, quizás también reconocemos que hay cosas desagradables en nuestra vida por nuestra condición de pecadores, pero ahi está la tarea se superacion, de crecimiento espiritual, de maduración que hemos de realizar en nosotros, purificando, es cierto, esas cosas que muchas veces nos pueden desviar de nuestras metas con una poda tan necesaria que hemos de realizar continuamente en nosotros.

En esa tierra que somos nosotros, también con nuestros defectos y debilidades, con nuestros errores y tropiezos, porque esa es nuestra condición humana iremos avanzando en la vida porque sabemos buscar la fuente que alimenta nuestro espíritu, toda nuestra vida. No podemos descuidar esa tarea de ascesis que continuamente hemos de ir realizando en nuestra vida; es la forma de nuestro verdadero enraizamiento en la fuerza del Espíritu y de nuestro crecimiento espiritual para que un día esos frutos puedan madurar.

Hoy nos habla también el evangelio con otra imagen de cómo hemos de saber cimentar bien nuestra casa para que no se derrumbe ante el primer temporal que aparezca; y bien sabemos que serán muchos los temporales a los que tendremos que enfrentarnos a lo largo de la vida. Contratiempos y desviaciones del camino, cantos de sirena que nos atraen con muchas cosas pero que lo que pretenden es alejarnos de nuestra meta, malas tendencias e inclinaciones esclavizantes que pueden surgir de unas pasiones descontroladas, influencias que podemos recibir que nos invitan a una vida cómoda y a un dejarnos llevar y arrastrar por lo primero que nos salga al paso, orgullo y amor propio que nos tientan desde nuestro mismo interior, el materialismo de la vida y la vanidad que tan fácilmente nos ciega y nos esclaviza... muchos temporales a los que estamos sometidos continuamente.

Por eso nos está hablando Jesús de esa buena cimentación, no sobre una arena movediza de nuestros caprichos y vanidades, sino en la roca firme que fortalece nuestra fe y nos anima a caminar con paso firme. Desde esa casa bien cimentada y llena de fortaleza interior podremos incluso ser corazón de acogida para cuantos están a nuestro lado y ven como tantas veces se les derrumba su vida por no haberla bien fundamentado.

'El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien... porque de lo que rebosa del corazón lo habla la boca', nos dice hoy Jesus. ¿Cuál es ese buen tesoro que llevamos en el corazón?


viernes, 15 de septiembre de 2023

María es el regalo que Jesús nos ha dado desde la cruz y es la señal de una senda nueva que hemos de asumir con responsabilidad



María es el regalo que Jesús nos ha dado desde la cruz y es la señal de una senda nueva que hemos de asumir con responsabilidad

1Timoteo 1, 1-2. 12-14; Sal. 15; Juan 19,25-27

Una responsabilidad que es un regalo. No sé cómo expresarlo mejor, un regalo que se convierte en toda una responsabilidad. Cuando recibimos un regalo nos sentimos obligados hacia quien nos hizo el regalo; es lo que queremos expresar cuando decimos gracias, cuando mostramos nuestra gratitud. Es curioso como en el lenguaje portugués para manifestar su gratitud hacia aquel de quien se ha recibido algo, se emplea la expresión, obrigado, se sienten obligados.

Si ese regalo es un don (ya lo expresa la palabra regalo) que se nos confía, al recibirlo estamos aceptando una responsabilidad, de la que de alguna manera estamos llamados a dar cuenta. No podemos aceptar ese don que en cierto modo es una misión que se nos confía de manera irresponsable, lo asumimos, por así decirlo, todas sus consecuencias.

Hoy queremos hablar de un regalo, y muy preciado. Es el que Jesús le hizo a la Iglesia que estaba naciendo de su costado con su muerte en la cruz. De su costado, con la lanza del soldado que lo atravesó para confirmar la muerte del reo, brotó sangre y agua. Entendemos que fueron los últimos borbotones de sangre de un corazón que acababa de apagarse y pensamos también en esos últimos humores que brotaron de sus pulmones, al verse rasgados por la lanza del soldado. Pero son todo un signo de la entrega hasta el final de Jesus dando hasta lo último de su ser; era la vida nueva que brotaba de aquella muerte, era el renacer de nuevo en la resurrección y que se hace realidad en nosotros por el agua y el Espíritu como un día anunciara a Nicodemo, era la expresión suprema del amor más grande de quien nos amaba como nadie hasta entonces nos había amado, pero parece que aún le quedaba algo a Jesús que quería también regalarnos, su madre.

Al pie de la cruz estaba el discípulo amado, junto con su madre y la hermana de su madre y María Magdalena. Allí está la madre sola que perdía a su Hijo en momento supremo de amor, pero allí estaba quien de alguna manera nos representaba, beneficiario el primero de los efectos salvadores de aquella muerte, por algo lo llamamos el discípulo amado y como signo de todos los que también habían de beneficiarse de aquella muerte redentora. Y es a él a quien confía el cuidado de la madre que ya desde ahora va a ser también su madre. 'Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre', les dice a ambos. 'Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa', la tuvo siempre consigo. La tradición incluso nos hablará de una casa de María allá junto a Efeso porque allí se sitúan también los últimos días de la vida de Juan, el evangelista, expresándose así la responsabilidad de quien desde aquel momento supremo de la cruz la tuvo siempre consigo en su casa.

Cuando este día conmemoramos y celebramos los Dolores de María al pie de la cruz de Jesús y hemos contemplado este regalo que Jesús nos hace, sentimos la alegría en el corazón y la responsabilidad de tenerla como madre. Nos sentimos obligados a recibirla en nuestra casa, en nuestro corazón. Es cierto que la presencia de María como madre siempre se ha hecho sentir en el seno de la Iglesia y de ahí tantos nombres como piropos con que queremos invocarla en cualquiera de los rincones de todo el orbe católico.

Será la madre cuya presencia podemos sentir en cada momento o circunstancia de la vida, en nuestros dolores y en nuestras alegrías, cuando caminamos agobiados por nuestras preocupaciones y problemas a ella siempre acudimos porque sabemos como madre estará a nuestro lado haciendo lo que hacen todas las madres, hacernos sentir la paz y la seguridad en el corazón, animando y fortaleciendo nuestro espíritu porque solo es suficiente la mano de una madre que se posa sobre nuestros hombros para sentir todo ese vigor interior que estamos necesitando para enfrentarnos a esos problemas de la vida.

A ella la invocamos, con ella caminamos, a ella queremos sentirla siempre en lo más hondo del corazón como los hijos saben llevar siempre a la madre; ella será faro de luz en nuestras oscuridades, rayo de esperanza en nuestras flaquezas, ojos que nos alientan posando su mirada en lo hondo de nuestros corazones, mano que nos lleva de camino para que siempre vayamos al encuentro de los hermanos, voz que nos susurra continuamente cómo tenemos que escuchar a su Hijo y hacer lo que Él nos diga.

No nos desprendamos de María, convirtamosla en reina de nuestros corazones, disfrutemos del gozo de su presencia, y preparemos para ella el mejor altar y el mejor nido de amor para que ella siempre derrame sobre nosotros las gracias del Señor. Es el regalo que Jesús nos ha dado desde la Cruz, es la señal de una senda nueva que tenemos que asumir con responsabilidad.


jueves, 14 de septiembre de 2023

Envueltos en el sudario de la ternura del amor con la cruz de Cristo como estandarte hemos de ser signos de vida y esperanza para un mundo que se arrastra entre sombras de muerte

 


Envueltos en el sudario de la ternura del amor con la cruz de Cristo como estandarte hemos de ser signos de vida y esperanza para un mundo que se arrastra entre sombras de muerte

Números 21, 4b-9; Sal 77; Juan 3, 13-17

Hay ocasiones en que el camino se nos hace cansino, ya sea lo largo del camino que provoca nuestros cansancios, ya sean las dificultades que nos ofrece el mismo camino que nos hace vivir una tensión continua para superar los obstáculos que nos encontramos, que nos exige un esfuerzo continuado con perseverancia para mantener los ritmos, no perder el rumbo y poder llegar un día a la meta añorada. Vienen frustraciones porque no conseguimos lo que anhelamos tan pronto como hubiéramos deseado, nos aparecen las trampas que quieren desviarnos del camino que nos obliga a estar con mucha atención en los pasos que vamos dando. Cuando parece que todo se nos vuelve en contra nos parece que somos incapaces de seguir adelante, tenemos la sensación de sentirnos derrotados y casi sentimos la tentación de abandonar. Necesitamos un estímulo, tener unas metas, saber a dónde queremos llegar, estudiar bien todas sus circunstancias.

Son cosas que nos pasan en esos caminos físicos o geográficos que tenemos que recorrer, pero somos conscientes también que esta imagen del camino y de nuestros cansancios y derrotismos nos están hablando de algo más que un camino que tenemos que recorrer y que nos pueda llevar a algún lugar; es el camino de la vida con sus luchas, son las metas que nos trazamos en la vida y que ansiamos alcanzar; nos hablan de nuestro yo interior, de los valores por los que luchamos, de los planteamientos que nos hacemos sobre lo que da sentido a nuestra vida; nos pueden hablar de nuestra fe, de nuestra religiosidad, de todo lo que es el camino del seguimiento de Jesús. 

No siempre es fácil, reconocemos, en cualquiera de los aspectos a los que nos queramos referir recorrer esos caminos que nos hemos trazado o que se han abierto delante de nosotros. Necesitamos un estímulo, una fuerza interior que arranque de los más hondo de nosotros mismos, o una fuerza sobrenatural que nos eleve y sea un auténtico viático para nuestro camino; nos anima también quienes hacen el camino junto a nosotros o quienes sabemos que lo han hecho antes que nosotros.

Hoy Jesús en el evangelio nos hace recordar aquel camino que el pueblo antiguo iba realizando por el desierto rumbo a la tierra prometida, en el que también se sentían exhaustos y además amenazados por muchos peligros, y Moisés levantó una señal en medio del campamento que les recordaba que Dios estaba con ellos y les liberaba de todos aquellos peligros que sufrían mientras hacían el camino. Va a ser una imagen que se presenta como un signo de lo que iba a suceder a quienes quisieran seguir también su camino, pero que también iban a sentir la debilidad de sus corazones para mantener su fidelidad hasta el final.

Lo mismo que elevó Moisés la serpiente en el desierto, así va a ser levantado en alto el Hijo del Hombre para que todo el que cree en Él no perezca. Es un anuncio que nos hace Jesús de lo que en verdad iba a ser la salvación que Él venía a traernos. En ese signo de la cruz levantada en alto no era una muerte más lo que íbamos a contemplar. Era la señal del amor y de la vida, porque nadie iba a tener más amor que aquel que dió su vida por aquellos a los que amaba. La cruz no será una señal cruenta de muerte, sino será un estandarte de victoria y de vida. Ese es el verdadero significado de la cruz. Es la señal del amor. Es la victoria del amor. Es el triunfador de la vida.

Nosotros miramos al que está en lo alto del madero de la cruz, no para regocijarnos de forma masoquista en una señal de sufrimiento y de muerte, sino porque a quien está en ese madero nosotros lo contemplamos vivo, vencedor sobre  el sufrimiento y de la muerte, porque lo contemplamos vivo y glorioso, triunfante en su resurrección.


miércoles, 13 de septiembre de 2023

Dejémonos envolver por la generosidad del espíritu, por la apertura del corazón en que tengan cabida los que pasan por nuestro lado con esas mismas situaciones difíciles de la vida

 


Dejémonos envolver por la generosidad del espíritu, por la apertura del corazón en que tengan cabida los que pasan por nuestro lado con esas mismas situaciones difíciles de la vida

Colosenses 3, 1-11; Sal 144; Lucas 6, 20-26

Todos queremos ser dichosos. ¿Quién no quiere ser feliz? Y soñamos, y nos llenamos de ambiciones y deseos, y buscamos cosas o buscamos caminos cuanto más fáciles sean mejor, pero parece que no llegamos a realizar nuestros sueños, a alcanzar esas ambiciones y deseos, y no sé si al final nos sentiremos mejor o nos sentiremos peor.

Pero quizá tendríamos que pensar en cómo queremos ser dichosos, cuales son nuestros sueños y nuestras aspiraciones; porque ya estamos diciendo que buscamos cosas o buscamos caminos fáciles.  Tendríamos, pues, que pensar en qué ponemos esos deseos de ser dichosos. Porque nos miramos y nos vemos con tantas carencias y limitaciones y podríamos pensar si acaso así podríamos alcanzar esa dicha que deseamos. Porque, claro, cuando pensamos en cosas, estamos pensando en posesiones y desde nuestra pobreza quizás pensamos que nada podremos alcanzar y que entonces no podremos ser felices. Vemos nuestras limitaciones y nos sentimos incapaces de alcanzar algo bueno. Idealizamos mucho nuestros sueños y pronto esos sueños volarán o se difuminarán, quedando el humo del recuerdo de los sueños pero también la insatisfacción dentro del corazón.  ¿Qué hacemos entonces? 

¿Qué pensaría aquella gente aquella mañana en las llanuras de Galilea cuando Jesús al bajar del monte se pone a hablarles como siempre y lo primero que dice que los pobres serían dichosos porque de ellos era el Reino de los cielos? ¿Pasarían por su cabeza todos aquellos sueños que llevaban dentro de sí, pero también la frustración de no ver realizados sus sueños? ¿Cómo podía decirles ahora Jesús que los pobres serán dichosos si siguen permaneciendo en su pobreza porque a la vista no tienen caminos que les puedan sacar de aquella pobreza?

Pero jesús les está diciendo que serían dichosos porque para ellos es el Reino de los cielos; y lo mismo les dice a los que sufren y a los que lloran, a los que son perseguidos porque buscan el bien y la justicia y desean lo mejor para el mundo en el que viven, y para todos aquellos que se ven envueltos en tantos sufrimientos y limitaciones. ¿Cómo entender las palabras de Jesús?

Podrían sentir desconcierto porque les era difícil entender lo que jesús les quería decir; pero podrían también comenzar a renacer las esperanzas en sus corazones porque parece que lo que jesús quería decirles es que tuvieran esperanza y confiaran en su palabra, aunque ahora de entrada les cueste entenderlo. Porque Jesús mantiene su palabra, y les dirá que los ricos y los que se sienten satisfechos y parece que la vida siempre les es fácil no serán dichosos.

Sí, es un grito, un anuncio, una invitación a la esperanza. Desde que había comenzado a predicar venía anunciando que llegaba el Reino de Dios y que había que darle una vuelta al corazón para creer esa buena noticia que se les estaba anunciando y para que en verdad el Reino de Dios se hiciera presente entre ellos. Y ahora les anuncia ese Reino de Dios a los pobres,  a los que lloran y a los que sufren, y a los que son perseguidos y a todos los que sienten inquietud en el corazón. 

No lo van a entender y por supuesto no lo podrán vivir aquellos que se sienten satisfechos en sus riquezas y los que en la vida parece que todo les va bien siempre. Aunque parecen satisfechos los que mucho tienen cada día querrán tener más y todo se convertirá en una carrera que nunca tiene bien porque siempre queremos más. Lo pueden entender los que viviendo en sus carencias y en su pobreza sin embargo van a saber ser felices en lo pequeño, ser felices en lo que son en su misma vida, ser felices porque desde la propia realidad de sus carencias y sentirse necesitados quizás de los demás, sin embargo sabrán tener un corazón comprensivo y misericordioso con los demás, con los que los rodean.

Jesus les está diciendo que algo nuevo comienza para ellos, pero que sin embargo todo va a depender en cierto modo de las actitudes que tengan en su corazón. No es porque sean pobres o porque sufran, es por la buena actitud que tienen en el corazón porque lo que se van a sentir verdaderamente dichosos y felices. es la apertura a la vida que siempre ha de reinar en nuestros corazones, que significa también actitudes nuevas hacia los demás. 

¿Llegaremos a entender lo que Jesús nos está anunciando y proponiendo? ¿Tendremos deseos de verdad de vivir esos valores nuevos que se nos ofrecen con el Reino de Dios?  ¿Iremos por la búsqueda de cosas o estaremos dispuestos a dejarnos envolver por esa generosidad del espíritu, por ese corazón abierto en el que tengan cabida cuantos vamos encontrando por el camino, por esa misericordia y comprensión para, incluso con nuestra pobreza o con nuestros sufrimientos, saber estar al lado de los que pasan también por esas situaciones difíciles de la vida?


martes, 12 de septiembre de 2023

Sepamos subir al monte para aprender a bajar a la llanura, sepamos ir a los momentos de silencio y hasta de soledad para poder crecer en esa fuerza interior que necesitamos

 


Sepamos subir al monte para aprender a bajar a la llanura, sepamos ir a los momentos de silencio y hasta de soledad para poder crecer en esa fuerza interior que necesitamos

 Colosenses 2, 6-15; Sal 144; Lucas 6, 12-19

Hay ocasiones en que nos creemos demasiado autosuficientes y autodidactas que nos queremos valer por nosotros mismos como si solo con nuestra fuerza o con lo que hemos aprendido por nosotros mismos podemos hacer de todo y podemos lograrlo todo. No es malo que nos queramos valer por nosotros mismos, no es malo que busquemos cómo salir adelante con nuestro esfuerzo y con nuestro deseos de crecer, de saber más, de hacerlo por nosotros mismos. pero cuidado caigamos en la autosuficiencia de no querer aceptar lo que podamos recibir de los demás, aprender de los que están a nuestro lado o saben más que nosotros, de acoger esa fuerza que podamos recibir para mantener ese deseo y esa tensión. reconozcamos también nuestras limitaciones, reconozcamos lo que podemos recibir.

Recogiendo de alguna manera el mensaje que hoy nos ofrece el evangelio, sepamos subir al monte para aprender a bajar a la llanura; sepamos ir a los momentos de silencio y hasta de soledad, para descubrir de donde podemos recibir esa fuerza interior que luego vamos a necesitar para ir al encuentro con la vida; no temamos irnos en la noche a la montaña, porque es donde vamos a aprender como luego bajar al valle en el que tan variados caminos y circunstancias nos vamos a encontrar.

Es lo que le vemos hacer hoy a Jesús en el evangelio. Ya nos dice el evangelista que subió a la montaña y pasó la noche en oración; es algo que muchas veces le veremos hacer. A la mañana vendrá al encuentro de los discípulos de entre los cuales escogerá a doce a los que llamará sus enviados, los apóstoles.

Después, como también le veremos en otro momento que les dice que tiene que ir a otros lugares y al encuentro de otros porque ha sido enviado para todos, bajará a la llanura donde se encontrará no solo con los discípulos que habían ido surgiendo a su paso por Galilea, sino también por muchos venidos de Jerusalén, pero también de las ciudades paganas de Tiro y Sidón. A otros también tenía que ir a anunciar la Buena Nueva. Allí estará con todos, le llevarán sus enfermos y los atormentados por los espíritus, todos querrán al menos tocarlo o tocar la orla de su manto, y a todos irá curando.

Ese camino o ese proceso, por llamarlo de alguna manera, que vemos en Jesús es el que hoy quiero fijarme. Pasó la noche en el silencio, en la oración. Solo después de ese momento vendrá al encuentro con los discípulos para escoger a los doce apóstoles; solo después bajará de la montaña para ir al encuentro con todos a los que ha de anunciar con sus palabras y con los signos que realizaba el Reino de Dios. ¿Será así nuestro camino?

Reconozcamos que muchas veces queremos hacerlo a la inversa. Decimos que tenemos tanto que hacer, que es mucha la mies o que es grande la labor y ya enseguida queremos ponernos manos a la obra sin haber tenido antes la necesaria noche del silencio. Fácilmente lo olvidamos los cristianos; tenemos incluso la tentación de considerar esas noches de silencio como si fueran inútiles e innecesarias. Nosotros sabemos lo que tenemos que hacer y cómo tenemos que hacerlo nos decimos; demasiado autosuficientes nos ponemos.

¿Permitiremos que un arquitecto nos diseñe el edificio o casa de nuestra vida si antes no ha estudiado la carrera de arquitectura para poder realizar y trazarnos con seguridad esos planos? Cuando nos presente su proyecto antes habrá pasado mucho tiempo, no solo en sus estudios previos mientras realizó su carrera, sino ahora en el estudio de lo que va a realizar para poderlo hacer debidamente.

En esa tarea tan hermosa que todo cristiano comprometido tiene que realizar en medio del mundo que le rodea con ese testimonio de nuestra fe, con esos signos de nuestro compromiso de amor que tenemos que manifestar, no podemos ir de cualquiera manera por nuestra cuenta. Necesitamos de ese fortalecimiento de nuestra fe, de ese apuntalar bien lo que son nuestros principios y nuestros valores cristianos, necesitamos crecer interiormente para poder tener toda esa fuerza del Espíritu que nos ayude y que nos impulse, necesitamos pasar por ese silencio de la montaña, por ese silencio de la noche, por ese tamiz de la oración, porque no vamos por nosotros mismos ni solo con nuestra fuerza. Es algo que no podemos descuidar, algo en lo que no necesitamos hacer carreras para llegar pronto, algo que necesita una honda preparación del espíritu. Cuidado no nos llenemos de autosuficiencias que harán nulo nuestro trabajo. 

¿Nos estará faltando algo de todo esto a los cristianos hoy para dar ese necesario testimonio ante el mundo?


lunes, 11 de septiembre de 2023

Tengamos siempre en cuenta por encima de todo la dignidad de toda persona, sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho y venga de donde venga

 


Tengamos siempre en cuenta por encima de todo la dignidad de toda persona, sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho y venga de donde venga

Colosenses, 1, 24-2, 3; Sal 61; Lucas 6,6-1

Si ante un grupo de personas hiciéramos la pregunta ¿qué es lo más importante para ti? seguramente recibiremos un variado repertorio de respuestas, seguramente muchas de ellas muy originales; nos hablarán de la felicidad y de la vida, nos hablarán de las cosas que desean poseer o de algo muy importante que guarden en su corazón, no hablarán de la familia y de la amistad, nos hablarán de riquezas o nos hablarán del amor... Muchas pueden ser las respuestas; seguramente todos con el deseo de ser lo más felices posible. Pero quiero que de alguna manera quede ahí en nuestra mente esa pregunta, para que nos definamos de verdad en lo que ponemos nuestra esperanza, por aquello que queremos luchar, lo que en verdad consideramos primordial, aquello en lo que ponemos la vida.

Vivimos muchas veces como encorsetados, normas que nos imponemos o que nos impone la sociedad, influencias que recibimos de las que no siempre sabemos liberarnos, agobios que podemos sentir en nuestro interior ante los problemas a los que nos enfrentamos cada día, presiones de un lado y de otro, ofertas de felicidad que recibimos desde todos los lados y desde los más variados sentidos de la vida, ¿seremos en verdad libres? ¿tendremos unos principios y unos valores por los que luchamos? ¿llegaremos a alcanzar esa felicidad que tanto deseamos? ¿a qué le damos importancia, a las cosas o a las personas? Aunque tanto hablamos de la dignidad de la persona, de los derechos humanos haciendo grandes proclamaciones, en verdad ¿respetamos la dignidad de toda persona o andaremos con discriminaciones?

Quizás son muchas las preguntas que me voy haciendo, pero creo que es necesario que afrontemos la realidad que muchas veces es muy cruda. Nos cuesta. Muchas veces preferimos soñar antes que actuar. Podemos también caer en palabras huecas y vacías que no nos lleven a encontrar una verdadera respuesta. pueden ser también muchas las cosas que nos inquietan en nuestro interior, pero si no nos ponemos a pensar, a planteárselo y a buscar respuestas, siempre andaremos en lo mismo. No podemos andar como adormilados por la vida. No nos podemos cegar.

Quiero seguir planteándome qué lugar e importancia le damos a la persona. Podemos pensar en nuestra propia dignidad, cómo la vivimos o lo que nos cuesta para vivir en toda dignidad como personas, y no estoy refiriéndome solo a las carencias o no carencias de orden material que podamos tener, sino a algo más hondo que es lo que nos hace mantener nuestra dignidad con el cuidado de nuestra personalidad, con el crecimiento de verdaderos valores que contribuyan a mantener esa dignidad.

Pero estoy pensando en cómo salvaguardamos la dignidad de toda persona. Porque cuando toca respetar la dignidad de las demás personas, podríamos estar recibiendo muchas influencias negativas, naciendo de prejuicios, de costumbres, de normas de comportamiento, de racimos incluso que pudieran andar encubiertos en muchas actitudes y posturas de lo que vemos alrededor. Porque ese es una mala persona, dicen algunos, y no merece nada; porque si miramos su pasado aunque ahora se presente con buena cara, ya no pensaríamos lo mismo; porque es de aquí o de allí y aquí pueden añadir toda clase de discriminaciones, y así podríamos seguir. pero, ¿no es una persona? ¿No merece, por tanto, siempre el respeto a su dignidad sea lo que sea, haya hecho lo que haya hecho, tenga o no tenga no sé qué limitaciones o dependencias?

Podéis estar pensando quien está siguiendo esta reflexión, a qué viene todo esto. Primero que miro la realidad que nos rodea y no siempre es tan bonita como queremos aparentar a pesar de tan hermosas declaraciones que podamos hacer, pero me lo estoy haciendo también fijándome en un solo gesto que se nos ofrece hoy en el evangelio.

Era sábado, estaban en la sinagoga, esperaban a Jesus y estaban al acecho de lo que pudiera hacer o decir, como pasaba tantas veces, hay allí un hombre con una limitación en sus manos, todos están pendientes de lo que pudiera pasar, cada uno con sus prejuicios, cada uno con sus influencias, cada uno cargando con las normas que le imponía aquella sociedad en la que viven. Sabiendo Jesus quienes le están rodeando con sus pensamientos y con sus intenciones comienza con un solo gesto. Puso de pie allí en medio aquel hombre con su mano impedida. Era necesario que todos lo miraran.

¿Qué podía estar pasando por la mente de todas aquellas personas? Pero Jesus quiere que miren cara a cara a aquel hombre. Y solo se pregunta Jesús qué es lo que se puede hacer un sábado. ¿Se puede hacer el bien de liberar a aquel hombre de su limitación y dependencia o era mejor dejarlo como estaba porque predominaban las normas por encima del valor de la persona? Ya sabemos y entendemos la actitud y la postura de Jesus. Ya nos está diciendo por dónde deben ir nuestros valores. Creo que no es necesario decir mucho más sino que cada uno saque sus consecuencias en su interior.


domingo, 10 de septiembre de 2023

No podemos cerrar los ojos, no podemos permitir que nuestra sociedad se hunda porque con ella nos hundiremos si no ponemos de nuestra mano nuestro grano de arena para hacerla mejor


 

No podemos cerrar los ojos, no podemos permitir que nuestra sociedad se hunda porque con ella nos hundiremos si no ponemos de nuestra mano nuestro grano de arena para hacerla mejor

Ezequiel 33, 7-9; Sal 94; Romanos 13, 8-10; Mateo 18, 15-20

En ocasiones sentimos la tentación de decir que nadie se meta conmigo que yo tampoco me meto con nadie. Y parece como si quisiéramos ir por la vida aislados de los demás y sintiéndonos despreocupados de lo que nos sucede a nuestro alrededor. confesamos que a la larga no nos sentimos satisfecho con posturas así, pero quizás cansados de que los cotillas de turno siempre se estén metiendo con uno y parece como si siempre quisieran estar diciéndonos lo que tenemos que hacer, quizás agobiados por los problemas de la vida, por los problemas de la sociedad en la que vivimos a los que no siempre sabemos qué solución dar, parece como si quisiéramos poner una campana alrededor que nos aisle de todo. 

Pero vivimos en una sociedad, estamos creados para la socialización, para la relación, nos damos cuenta de que no podemos desentendernos así de todas las cosas, que lo que sucede en nuestro entorno nos afecta, que lo que es la vida de los que nos rodean también de alguna manera nos afecta, podríamos decir que tenemos que despertar de esas posturas aislacionistas y necesariamente tenemos que sentir preocupación por cuanto nos rodea y nosotros mismos en el camino que vamos haciendo por muy aislados que queramos vivir nos damos cuenta que nos necesitamos los unos a los otros. Mejor es tendernos la mano, mejor es tratar de poner algún granito de arena que contribuya a una mejor construcción de nuestra sociedad. Si dejamos que la sociedad se hunda sin que pongamos algo de remedio según seamos capaces, seguro que nos vamos a hundir en ese mismo hundimiento de la sociedad.

Hoy nos habla Jesús en el evangelio de la corrección fraterna. Y ya nos decía el profeta que nuestro hermano se hunde por el mal que ha dejado meter en su corazón sin corregirse, pero nosotros no hemos hecho nada por ayudarlo, él tendrá su culpa, pero Dios nos pedirá cuentas porque nosotros nos cruzamos de brazos y nada hicimos. Jesus nos está dando la pauta de cómo hemos de actuar, de la delicadeza que hemos de poner, porque en fin de cuentas es entrar en el sagrario del yo y del ser de la otra persona y eso no lo podemos hacer de cualquier manera, de cómo hemos de contar con otros para poder realizar esa labor, que no es ir con el chisme para decirle a los demás lo mala que es aquella persona, sino saber encontrar la forma de acercarnos al otro buscando la mejor manera de ayudarle. 

No podemos cerrar los ojos; no podemos permitir, aun respetando la libertad de cada persona y su personal responsabilidad en sus decisiones, que alguien se hunda porque no le advertimos del peligro, porque no seamos capaces de tener una mano para que pueda sortear ese momento difícil. Tenemos que sentir hondamente esa responsabilidad por el hermano y con él saber buscar caminos de vida.

Pero como hemos venido diciendo no nos quedamos reducidos a ese ámbito particular de cada persona, sino que eso ha de llevarnos a mucho más; es la responsabilidad que tenemos con la sociedad en la que vivimos. 

Es fácil que todos nos pongamos a hablar de lo mal que andan las cosas; hay momentos difíciles por los que pasamos con mucha frecuencia en nuestra sociedad que parece que nos encontramos como en un callejón sin salida porque los problemas se acumulan, porque no siempre somos capaces de entendernos o ponernos de acuerdo en las soluciones que le tenemos que ir dando a los caminos o a los momentos que vivimos, pero todo se nos va y se nos queda en nuestras críticas y en nuestros juicios, en culpar a los demás, sean personas, sean partidos, sean instituciones, de que las cosas vayan como están marchando, pero poco aportamos, pocos lazos de entendimiento buscamos, demasiados abismos creamos entre unos y otros, de excesiva tensión cargamos el más mínimo intento de diálogo que queramos entablar. 

¿No tendríamos que buscar otros caminos? ¿No tendríamos que bajarnos de nuestros pedestales de orgullo con los que queremos siempre imponernos a los demás? Algo nuevo y distinto tendríamos que hacer para mejorar el estado Si nos callamos, como nos decía el profeta, también a nosotros se nos pedirá cuenta de lo que no hicimos.