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martes, 12 de septiembre de 2023

Sepamos subir al monte para aprender a bajar a la llanura, sepamos ir a los momentos de silencio y hasta de soledad para poder crecer en esa fuerza interior que necesitamos

 


Sepamos subir al monte para aprender a bajar a la llanura, sepamos ir a los momentos de silencio y hasta de soledad para poder crecer en esa fuerza interior que necesitamos

 Colosenses 2, 6-15; Sal 144; Lucas 6, 12-19

Hay ocasiones en que nos creemos demasiado autosuficientes y autodidactas que nos queremos valer por nosotros mismos como si solo con nuestra fuerza o con lo que hemos aprendido por nosotros mismos podemos hacer de todo y podemos lograrlo todo. No es malo que nos queramos valer por nosotros mismos, no es malo que busquemos cómo salir adelante con nuestro esfuerzo y con nuestro deseos de crecer, de saber más, de hacerlo por nosotros mismos. pero cuidado caigamos en la autosuficiencia de no querer aceptar lo que podamos recibir de los demás, aprender de los que están a nuestro lado o saben más que nosotros, de acoger esa fuerza que podamos recibir para mantener ese deseo y esa tensión. reconozcamos también nuestras limitaciones, reconozcamos lo que podemos recibir.

Recogiendo de alguna manera el mensaje que hoy nos ofrece el evangelio, sepamos subir al monte para aprender a bajar a la llanura; sepamos ir a los momentos de silencio y hasta de soledad, para descubrir de donde podemos recibir esa fuerza interior que luego vamos a necesitar para ir al encuentro con la vida; no temamos irnos en la noche a la montaña, porque es donde vamos a aprender como luego bajar al valle en el que tan variados caminos y circunstancias nos vamos a encontrar.

Es lo que le vemos hacer hoy a Jesús en el evangelio. Ya nos dice el evangelista que subió a la montaña y pasó la noche en oración; es algo que muchas veces le veremos hacer. A la mañana vendrá al encuentro de los discípulos de entre los cuales escogerá a doce a los que llamará sus enviados, los apóstoles.

Después, como también le veremos en otro momento que les dice que tiene que ir a otros lugares y al encuentro de otros porque ha sido enviado para todos, bajará a la llanura donde se encontrará no solo con los discípulos que habían ido surgiendo a su paso por Galilea, sino también por muchos venidos de Jerusalén, pero también de las ciudades paganas de Tiro y Sidón. A otros también tenía que ir a anunciar la Buena Nueva. Allí estará con todos, le llevarán sus enfermos y los atormentados por los espíritus, todos querrán al menos tocarlo o tocar la orla de su manto, y a todos irá curando.

Ese camino o ese proceso, por llamarlo de alguna manera, que vemos en Jesús es el que hoy quiero fijarme. Pasó la noche en el silencio, en la oración. Solo después de ese momento vendrá al encuentro con los discípulos para escoger a los doce apóstoles; solo después bajará de la montaña para ir al encuentro con todos a los que ha de anunciar con sus palabras y con los signos que realizaba el Reino de Dios. ¿Será así nuestro camino?

Reconozcamos que muchas veces queremos hacerlo a la inversa. Decimos que tenemos tanto que hacer, que es mucha la mies o que es grande la labor y ya enseguida queremos ponernos manos a la obra sin haber tenido antes la necesaria noche del silencio. Fácilmente lo olvidamos los cristianos; tenemos incluso la tentación de considerar esas noches de silencio como si fueran inútiles e innecesarias. Nosotros sabemos lo que tenemos que hacer y cómo tenemos que hacerlo nos decimos; demasiado autosuficientes nos ponemos.

¿Permitiremos que un arquitecto nos diseñe el edificio o casa de nuestra vida si antes no ha estudiado la carrera de arquitectura para poder realizar y trazarnos con seguridad esos planos? Cuando nos presente su proyecto antes habrá pasado mucho tiempo, no solo en sus estudios previos mientras realizó su carrera, sino ahora en el estudio de lo que va a realizar para poderlo hacer debidamente.

En esa tarea tan hermosa que todo cristiano comprometido tiene que realizar en medio del mundo que le rodea con ese testimonio de nuestra fe, con esos signos de nuestro compromiso de amor que tenemos que manifestar, no podemos ir de cualquiera manera por nuestra cuenta. Necesitamos de ese fortalecimiento de nuestra fe, de ese apuntalar bien lo que son nuestros principios y nuestros valores cristianos, necesitamos crecer interiormente para poder tener toda esa fuerza del Espíritu que nos ayude y que nos impulse, necesitamos pasar por ese silencio de la montaña, por ese silencio de la noche, por ese tamiz de la oración, porque no vamos por nosotros mismos ni solo con nuestra fuerza. Es algo que no podemos descuidar, algo en lo que no necesitamos hacer carreras para llegar pronto, algo que necesita una honda preparación del espíritu. Cuidado no nos llenemos de autosuficiencias que harán nulo nuestro trabajo. 

¿Nos estará faltando algo de todo esto a los cristianos hoy para dar ese necesario testimonio ante el mundo?


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