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lunes, 11 de septiembre de 2023

Tengamos siempre en cuenta por encima de todo la dignidad de toda persona, sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho y venga de donde venga

 


Tengamos siempre en cuenta por encima de todo la dignidad de toda persona, sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho y venga de donde venga

Colosenses, 1, 24-2, 3; Sal 61; Lucas 6,6-1

Si ante un grupo de personas hiciéramos la pregunta ¿qué es lo más importante para ti? seguramente recibiremos un variado repertorio de respuestas, seguramente muchas de ellas muy originales; nos hablarán de la felicidad y de la vida, nos hablarán de las cosas que desean poseer o de algo muy importante que guarden en su corazón, no hablarán de la familia y de la amistad, nos hablarán de riquezas o nos hablarán del amor... Muchas pueden ser las respuestas; seguramente todos con el deseo de ser lo más felices posible. Pero quiero que de alguna manera quede ahí en nuestra mente esa pregunta, para que nos definamos de verdad en lo que ponemos nuestra esperanza, por aquello que queremos luchar, lo que en verdad consideramos primordial, aquello en lo que ponemos la vida.

Vivimos muchas veces como encorsetados, normas que nos imponemos o que nos impone la sociedad, influencias que recibimos de las que no siempre sabemos liberarnos, agobios que podemos sentir en nuestro interior ante los problemas a los que nos enfrentamos cada día, presiones de un lado y de otro, ofertas de felicidad que recibimos desde todos los lados y desde los más variados sentidos de la vida, ¿seremos en verdad libres? ¿tendremos unos principios y unos valores por los que luchamos? ¿llegaremos a alcanzar esa felicidad que tanto deseamos? ¿a qué le damos importancia, a las cosas o a las personas? Aunque tanto hablamos de la dignidad de la persona, de los derechos humanos haciendo grandes proclamaciones, en verdad ¿respetamos la dignidad de toda persona o andaremos con discriminaciones?

Quizás son muchas las preguntas que me voy haciendo, pero creo que es necesario que afrontemos la realidad que muchas veces es muy cruda. Nos cuesta. Muchas veces preferimos soñar antes que actuar. Podemos también caer en palabras huecas y vacías que no nos lleven a encontrar una verdadera respuesta. pueden ser también muchas las cosas que nos inquietan en nuestro interior, pero si no nos ponemos a pensar, a planteárselo y a buscar respuestas, siempre andaremos en lo mismo. No podemos andar como adormilados por la vida. No nos podemos cegar.

Quiero seguir planteándome qué lugar e importancia le damos a la persona. Podemos pensar en nuestra propia dignidad, cómo la vivimos o lo que nos cuesta para vivir en toda dignidad como personas, y no estoy refiriéndome solo a las carencias o no carencias de orden material que podamos tener, sino a algo más hondo que es lo que nos hace mantener nuestra dignidad con el cuidado de nuestra personalidad, con el crecimiento de verdaderos valores que contribuyan a mantener esa dignidad.

Pero estoy pensando en cómo salvaguardamos la dignidad de toda persona. Porque cuando toca respetar la dignidad de las demás personas, podríamos estar recibiendo muchas influencias negativas, naciendo de prejuicios, de costumbres, de normas de comportamiento, de racimos incluso que pudieran andar encubiertos en muchas actitudes y posturas de lo que vemos alrededor. Porque ese es una mala persona, dicen algunos, y no merece nada; porque si miramos su pasado aunque ahora se presente con buena cara, ya no pensaríamos lo mismo; porque es de aquí o de allí y aquí pueden añadir toda clase de discriminaciones, y así podríamos seguir. pero, ¿no es una persona? ¿No merece, por tanto, siempre el respeto a su dignidad sea lo que sea, haya hecho lo que haya hecho, tenga o no tenga no sé qué limitaciones o dependencias?

Podéis estar pensando quien está siguiendo esta reflexión, a qué viene todo esto. Primero que miro la realidad que nos rodea y no siempre es tan bonita como queremos aparentar a pesar de tan hermosas declaraciones que podamos hacer, pero me lo estoy haciendo también fijándome en un solo gesto que se nos ofrece hoy en el evangelio.

Era sábado, estaban en la sinagoga, esperaban a Jesus y estaban al acecho de lo que pudiera hacer o decir, como pasaba tantas veces, hay allí un hombre con una limitación en sus manos, todos están pendientes de lo que pudiera pasar, cada uno con sus prejuicios, cada uno con sus influencias, cada uno cargando con las normas que le imponía aquella sociedad en la que viven. Sabiendo Jesus quienes le están rodeando con sus pensamientos y con sus intenciones comienza con un solo gesto. Puso de pie allí en medio aquel hombre con su mano impedida. Era necesario que todos lo miraran.

¿Qué podía estar pasando por la mente de todas aquellas personas? Pero Jesus quiere que miren cara a cara a aquel hombre. Y solo se pregunta Jesús qué es lo que se puede hacer un sábado. ¿Se puede hacer el bien de liberar a aquel hombre de su limitación y dependencia o era mejor dejarlo como estaba porque predominaban las normas por encima del valor de la persona? Ya sabemos y entendemos la actitud y la postura de Jesus. Ya nos está diciendo por dónde deben ir nuestros valores. Creo que no es necesario decir mucho más sino que cada uno saque sus consecuencias en su interior.


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