Is. 22, 19-23;
Sal. 137;
Rom. 11, 33-36;
Mt. 16, 13-20
Seguían aun por las zonas fronterizas del norte de Palestina. El domingo pasado lo veíamos en la región de Tiro y Sidón con la cananea que llena de fe acudía a Jesús pidiendo la curación de su hija. Hoy está en la región de Cesarea de Filipo, allá muy cerca de las fuentes del Jordán.
Jesús aprovecha siempre estos momentos de mayor soledad e intimidad con el grupo de sus discípulos más cercanos para irlos instruyendo, vemos en otros lugares del evangelio, o como en este caso para entrar en un diálogo profundo de mayor intimidad. ¿Qué piensan de El? La opinión de la gente y también de sus propios discípulos. Es como una encuesta. ‘¿Qué dice la gente que es el Hijo del Hombre?’ Y tras la primera respuesta será más directo con ellos. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’
Las respuestas de la opinión de la gente es diversa. ‘Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas’. No todos lo tendrán igualmente de claro aunque vean en El algo especial. Pero a la pregunta directa a ellos será Pedro el que se adelanta. Ya conocemos sus impulsos, pero en este caso van a ser sorprendentes. Adelantándose a la respuesta de los demás, ‘Pedro tomó la palabra y dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’.
Detengámonos aquí. ¿ No seguirá Jesús haciendo esa doble pregunta hoy? ¿No será la pregunta que está en el aire detrás de esta gran manifestación de la Jornada Mundial de la Juventud que se está celebrando en Madrid? Será, sí, la pregunta que se están haciendo y queriendo dar respuesta esos miles y miles de jóvenes que allí estos días se han congregado. Será la pregunta que les está haciendo Jesús a cada uno de ellos, como nos las hace a nosotros también, allá en lo profundo de su corazón en esos momentos especiales que cada uno de ellos está viviendo en los encuentros, en las catequesis, en las celebraciones, en la escucha de la Palabra del Papa.
Pero pienso también que es la pregunta que se les hace también a cuantos rodean estas jornadas, quizá como espectadores, quizá con curiosidad ante esta masiva afluencia, o quizá también a esos que se ponen a una cierta distancia o que se oponen y hasta luchan contra esta Jornada. Ahí está la pregunta. ‘¿Qué dice la gente que es el Hijo del Hombre?’ o la pregunta mas directa que se le hace a cada uno. ‘Y vosotros, y tú, ¿Quién dices que soy yo?’
Las respuestas en unos y otros pueden ser variadas también. Pero seguro que a la mayoría de esos jóvenes que han venido de tan diversos lugares allá en su corazón, como a Pedro que el Padre del cielo se lo revelaba, se les está revelando ese misterio de Jesús que hace que merece que lo dejemos todo por seguirle. Han venido esos jóvenes queriendo afirmar valientemente, y lo están haciendo, su fe en Jesús, queriendo sentirlo en lo hondo de su corazón; pero habrán venido también muchos en camino de búsqueda porque quieren encontrar esa respuesta que les haga conocer profundamente a Jesús para confesar también valientemente su fe en El. ¡Cuántas cosas suceden en el corazón por la fuerza de la gracia del Señor! Ojalá a todos llega la gracia de Dios y les mueva el corazón, también a esos que miran desde posturas bien distantes.
Para eso y por eso hemos orado mucho en estos días por la Jornada Mundial de la Juventud, como ellos también lo hacen, porque no se han reunido simplemente para una fiesta o para escuchar a un cantante de moda. Han venido por Jesús en el que quieren creer, al que quieren buscar, al que quieren llevarse en su corazón. A muchos no les habrá sido fácil, pero ahí están en torno al sucesor de Pedro, en torno al Papa que con la misión que Cristo le confió ha venido a confirmar en la fe a sus hermanos, ha venido a alentarnos en nuestra fe y a ayudarnos a caminar y encontrarnos con Cristo.
Pero, repito, es la pregunta que también se nos está haciendo a cada uno de nosotros los que ahora estamos aquí reunidos en esta celebración. Muchas veces se nos puede enturbiar la mente y el corazón y podremos andar un tanto confundidos. Pero una cosa podemos hacer, como Pedro dejemos que el Padre nos hable al corazón, y nos revele allá en lo hondo del corazón todo ese misterio de Jesús en quien queremos creer, a quien queremos seguir, a quien queremos amar desde lo más profundo de nosotros mismos.
‘Tú eres el Cristo, tú eres el Mesias, Tú eres el Hijo de Dios vivo?’, queremos nosotros confesar también reafirmándonos firmemente en nuestra fe y en nuestro seguimiento de Jesús. La verdad, confieso, que la contemplación en estos días de algo tan maravilloso como ha sido esta Jornada Mundial de la Juventud, viendo a tantos y tantos jóvenes entusiasmados por su fe, es un aliento, un aliciente en nuestra vida para seguir buscando más y más a Jesús, para también con valentía confesar nuestra fe en El.
A la respuesta de fe de Pedro por la revelación del Padre en su corazón se sigue una revelación de Jesús y es la Iglesia que El quiere convocar en torno a Pedro de todos los que también confiesan su fe en El. Es una revelación, porque Jesús nos está dando a conocer lo que es su voluntad para nosotros. Nos quiere Iglesia, nos quiere convocados – eso significa la palabra Iglesia realmente – y por eso le dirá a Simón: ‘Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Y te daré las llaves del Reino de los cielos…’
Tú serás la piedra en torno a la cual serán convocados a todos los que crean en mi nombre, le viene a decir; y no temas, grandes serán las fuerzas del mal pero no podrán con ella, porque os doy mi Espíritu, y tú serás el servidor de todos esos convocados, de toda esa Iglesia, que para eso te doy las llaves del que administra y sirve, que siempre os he dicho que ser primero es ser el servidor de todos. Esa es tu misión, Pedro.
Esta eclesialidad universal la estamos viviendo en estos días con la Jornada Mundial de la Juventud. Ahí está Pedro en su sucesor el Papa convocándonos para hacernos sentir de verdad Iglesia e Iglesia universal. Esa universalidad de nuestra fe y de la salvación de Jesús se palpa fuertemente en encuentros como los que estos días se están celebrando, donde vemos en este caso jovenes venidos de todas partes del mundo. Han venido de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur para sentarse en la mesa del Reino, como había anunciado Jesús. Y qué hermoso el espectáculo de ese banquete, con la fiesta, la convivencia, el encuentro, la alegría, el amor de hermanos que se palpa en todos los convocados.
Vuelvo a decir, todo esto es un aliciente, un empuje grande para nuestra fe y para que vivamos hondamente nuestro sentido de Iglesia. ‘Creemos en la Iglesia, una, santa, católica, apostólica…’ como confesamos en el credo. Porque todos nos hemos sentido en estos días en verdadera comunión aunque fisicamente quizá hayamos estado lejos porque no todos hemos podido asistir pero seguro que en el corazón lo hemos sentido muy vivo y lo seguimos sintiendo.
Junto a esa afirmación de nuestra fe en Jesús, tenemos que hacer afirmación también de nuestra fe en la Iglesia, la que Jesús instituyó, la que se siente siempre asistida por el Espíritu Santo, la que formamos todos los que creemos en Jesús que a pesar de nuestras debilidades sin embargo queremos ser rostro de Jesús en medio del mundo, como estos días se ha manifestado. Ni nuestras debilidades, ni las fuerzas del mal que quieren luchar contra la Iglesia podrán hundirla, porque por encima de todo eso está asistida por el Espíritu Santo. ‘El poder del infierno no la derrotará’, nos ha prometido Jesús.
Proclamemos firme y valientemente nuestra fe. Merece estar con Jesús y seguirle y amarle.