La Asunción de María nos habla de esperanza de plenitud y de camino comprometido de fe haciendo nuestro mundo mejor
Apoc. 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab; Sal 44; 1Cor. 15, 20-27ª; Lc.
1, 39-56
Por una parte podemos hablar del ansia de vida en
plenitud que está en lo más hondo del corazón del hombre, de su sed de
perfección, de vida sin fin y de trascendencia que está en sus deseos más
hondos; no en vano la muerte se siente como un truncarse en si misma la vida si
no se tuvieran esos sueños de trascendencia y de algo más allá y más grande de
lo que en esta vida con los sentidos podamos experimentar.
Y podríamos decir que la fe cristiana viene a responder
a esas ansias profundas del corazón del hombre, a esa sed de vida sin fin que
llevamos dentro de nosotros llenándonos de esa esperanza de trascendencia
cuando nos habla de resurrección y de vida eterna. Pero no son solo unos sueños
de los que no nos queramos despertar sino que es algo que podemos vivir más
profundamente cuando contemplamos la resurrección de Jesús que se convierte en
el eje de nuestra fe. ¿Cómo será esa resurrección y cómo será esa vida eterna?
Aunque contemplamos el misterio de la resurrección de Jesús sigue siendo un
misterio y nos dejamos guiar por la fe desde la certeza de la resurrección de
Jesús.
Pero es la esperanza también que se alienta y se
fortalece cuando contemplamos el misterio de María. María, humana como
nosotros, pero a quien hoy celebramos y contemplamos glorificada en los cielos,
participando de ese misterio de Cristo en su glorificación desde la unión
profunda que con El vivió desde su fe. No contemplamos nunca el misterio de
María separado del misterio de Cristo; contemplar hoy su glorificación en su
Asunción a lo cielos, como hoy proclamamos, es contemplarla participando en
plenitud del misterio de Cristo, participando de la gloria de su resurrección.
Pero eso, como decíamos, viene a alentar y fortalecer
nuestra fe y nuestra esperanza. Podemos alcanzar también ese misterio de vida
en plenitud, podemos alcanzar también la gloria del Señor igual que vemos
glorificada a María. Ella nos ayuda a descubrir mejor cómo siguiendo el camino
de Cristo llenaremos de verdadera trascendencia nuestra vida y esperamos con
toda seguridad esa glorificación también con el Señor en los cielos.
Las promesas de Dios se cumplen; Jesús nos ha hablado
continuamente de que si vamos a El y creemos en El tendremos vida para siempre,
que El nos resucitará en el último día.
Delante de nosotros, pues, contemplamos a María la mujer de la fe, la que se fió
de Dios de manera que se sentía la esclava del Señor para que en ella se
realizase siempre lo que era el designio divino. Por ese sí de la fe de María
Dios se encarnó y camino en medio de nosotros los hombres. ‘Dichosa tú que has creído’, la alababa su prima Isabel; y de ella diría
Jesús que era la que había plantado la palabra de Dios en su vida para cumplir
siempre y en todo lo que era la voluntad de Dios.
Así María se llenó de Dios - la ‘llena de gracia’ la llama el ángel - y así se sintió inundada de la
vida de Dios - ‘el Señor está contigo’
le dice también el ángel de la anunciación - ¿cómo no iba a tener María vida
eterna, cómo María no había de ser glorificada en una primicia de resurrección
que es lo que hoy estamos celebrando?
Es el camino que nosotros hemos de recorrer; un camino
de fe, un camino de abrirnos a Dios, de llenarnos de Dios, un camino de plantar
su palabra en lo más hondo de nuestro corazón para realizar siempre en nosotros
los designios de Dios. Es el camino que nos llenará de vida eterna, es el
camino que nos conduce también a la resurrección y a la glorificación en
plenitud junto a Dios para siempre. Lo estamos contemplando en María, podemos
verlo realizado también en nosotros.
La Asunción de María que hoy estamos celebrando es la
proclamación solemne de que la Virgen María secundó fielmente en su vida los
planes diseñados por la voluntad de Dios. Eso nos hace confiar y llenarnos de
esperanza, pero no una esperanza pasiva esperando que todo se cumpla sin poner
nada de nuestra parte. Es la obediencia a Dios como camino seguro para alcanzar
la plenitud de la vida en lo que tiene que manifestarse en nuestra vida esa
esperanza que ponemos en Dios, porque ‘Dios
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad’,
pero a eso hemos de dar respuesta queriendo por esa obediencia de fe realizar
esos planes y designios de Dios en nuestra vida para alcanzar la salvación.
Por eso la liturgia proclama que María es figura y primicia de la Iglesia que un día
será glorificada y que al mismo tiempo es consuelo y esperanza de los que aún peregrinamos en este mundo. Con
María se hace más viva y más fuerte nuestra esperanza; con María nos sentimos
más fuertemente alentados, consolados y fortalecidos en nuestras luchas en
medio de este camino que muchas veces es un valle de lágrimas pero al que
queremos dar un sentido profundo que nace de esa esperanza que hay en nuestro
corazón.
Que crezca nuestra fe; que con la luz que significa
María a nuestro lado vayamos encontrando esos caminos de vida, esos caminos de
amor que hemos de recorrer. En nuestra tierra en este día de la Asunción y
glorificación de María la contemplamos también como la Candelaria, patrona de
nuestra tierra.
Y María de Candelaria lleva una luz en sus manos; como
un signo esa vela, esa candela siempre encendida que le da nombre, pero que no
es otra cosa que hablarnos de Jesús a quien María porta también en su regazo
que es la verdadera luz de nuestra vida, la verdadera luz del mundo. Así nos
está señalando María que miremos a Jesús, que escuchemos a Jesús, que en El
descubramos los designios de salvación de Dios para nosotros y para nuestro
mundo y que con El nos comprometamos a hacer mejor nuestro mundo, esa tierra
nuestra concreta en la que vivimos, impregnándola de los valores del Reino, del
espíritu del Evangelio.
Porque nuestra fe y nuestra esperanza de plenitud no
nos desentienden de ese mundo en el que vivimos; esa fe y esa esperanza nos
hacen caminar más comprometidos en hacer mejor los caminos de nuestro mundo
sabiendo que un día lo podremos vivir en plenitud en el Reino eterno de Dios.
Con María hoy nosotros queremos también cantar la
gloria del Señor que nos hace grandes y que realiza maravillas en nosotros.