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sábado, 7 de octubre de 2023

Contemplar a María, la amada y agraciada del Señor nos recuerda que también somos bendecidos de Dios con su presencia en nosotros y con nosotros

 


Contemplar a María, la amada y agraciada del Señor nos recuerda que también somos bendecidos de Dios con su presencia en nosotros y con nosotros

Zacarías 2, 14-17; Sal.: Lc 1, 46-55; Lucas 1, 26-38

Qué bien nos sentimos cuando sabemos con certeza que quien nos ama está a nuestro lado. Sentimos seguridad en la vida, nos sentimos con fuerzas para afrontar los caminos que tengamos que recorrer, hay una alegría en el corazón que nos hace ver las cosas de manera distinta, nos sentimos amados y eso nos hace felices. Son experiencias humanas y muy gratificantes, el amor nos da confianza para saber que esa presencia no la vamos a perder, y aunque muchas veces no lo veamos con los ojos esa fe que ponemos en aquel que amamos y que sabemos que nos ama nos da seguridad, aunque siempre podamos tener la tentación de la duda. Si nos faltara esa presencia parecería que la vida se nos derrumbaría.

He querido comenzar con esta experiencia humana que todos habremos vivido de una forma o de otra, porque quiero hablar de otra presencia. De nuevo hemos escuchado el evangelio del relato de la anunciación del Ángel a María en Nazaret. Lo hemos meditado muchas veces pero siempre hay algo nuevo que nos dice, algo en lo que podemos encontrar una nueva noticia de parte de Dios para nosotros.

Quiero fijarme en el saludo del ángel. No es un simple buenos días o buenas tardes como nosotros solemos expresar. Viene de parte de Dios y trae una buena noticia para María que va a ser inicio de más grandes buenas nuevas para toda la humanidad. El saludo viene de parte de Dios, ‘Dios te salve, María’, parece un buen deseo para comenzar pero es que le va a decir algo más y es la forma que nosotros empleamos para repetir las palabras del ángel. Pero el ángel quiso decir algo mucho más hondo porque no es un deseo sino un constatar una realidad; ‘Alégrate, llena de gracia, porque el Señor está contigo’, es realmente lo que le dice el ángel.

Es la llena de gracia, la amada y bendecida de Dios en quien se ha derramado todo el amor de Dios, ha encontrado gracia ante Dios, es la agraciada de Dios ‘porque el Señor está contigo’. Como solemos decir más vale caer en gracia. María le cayó en gracia a Dios, ha encontrado gracia ante de Dios y eso va a significar que para siempre Dios va a estar en María. Con toda seguridad, con toda la seguridad de lo que es el amor de Dios, con toda la seguridad de ese regalo de Dios para siempre.

María será la virgen pura, será la que se siente pequeña aunque reconoce que Dios está realizando obrar grandes y maravillosas en ella y por eso su corazón cantará siempre agradecido al Señor, será la humilde esclava del Señor porque se siente en sus manos y se deja hacer por Dios, será servidora fiel que siempre se pone en camino para estar allí donde la necesitan, para abrir los ojos a las necesidades o los problemas de los demás y la vemos caminando a casa de Isabel o la vemos con los ojos bien abiertos en las bodas de Caná, será la que se deje inundar por el Espíritu de Dios que la hará fecunda para que Dios sea para nosotros siempre Dios con nosotros, y será la que está con el grupo de los discípulos para enseñarles y enseñarnos a abrir nuestro corazón al Espíritu Dios, será la que plante la Palabra de Dios en su corazón de manera que para ella ya no hay otra cosa que cumplir, que realizar esa Palabra del Señor, y la que nos enseñe también a hacer lo que El nos diga, porque siempre nos llevará hasta Jesús.

Si para María fue una realidad que Dios estaba con ella, para nosotros es un deseo y podríamos decir también que un propósito. Con vosotros estoy, hemos cantado muchas veces, también recordando que Jesús nos prometió que estaría con nosotros para siempre hasta el final de los tiempos. Es un regalo que también nos ofrece el Señor y también tendríamos que sentirnos los agraciados del Señor. Sí, Dios también quiere estar con nosotros, quiere regalarnos su presencia, pero quizás no siempre la sabemos apreciar.

Abramos nuestras puertas a Dios, abrámonos a la presencia de Dios que quiere estar en nuestra vida, seamos conscientes de esa presencia que nunca nos falta para que sintamos esa paz y esa seguridad que tanto necesitamos, no echemos en olvido su presencia, no pongámonos obstáculos a su presencia. Decíamos al principio lo bien que nos sentimos cuando sabemos de la presencia junto a nosotros del amigo que nos ama y nos sentimos fortalecidos y no nos sentimos solos, sino con animo para seguir adelante haciendo el camino. Seamos conscientes de que no es una presencia cualquiera, no es la presencia del amigo, es la presencia de Dios en ti. Nada nos puede derrumbar, nada nos puede vencer porque Dios está con nosotros.

Aprendamos de María a abrir nuestro corazón, a plantar su Palabra en nosotros, a dejarnos conducir por el Espíritu del Señor.


viernes, 6 de octubre de 2023

Abramos nuestros oídos para escuchar lo que el Señor ahora nos está pidiendo y demos respuesta, abramos nuestro corazón para que en verdad Dios reine en nosotros

 


Abramos nuestros oídos para escuchar lo que el Señor ahora nos está pidiendo y demos respuesta, abramos nuestro corazón para que en verdad Dios reine en nosotros

Baruc 1,15-22; Sal 78; Lucas 10,13-16

Qué fáciles somos para hacer juicio sobre la conducta de los demás y para nuestras condenas. No nos miramos a nosotros mismos. Como nos dice en otro lugar el evangelio somos fáciles para ver la paja en el ojo ajeno pero no nos damos cuenta de la viga que hay en el nuestro. Y esos juicios crean desconfianzas, distanciamientos, marcamos con un sambenito a personas o lugares con mucha facilidad y ya siempre los estaremos viendo desde ese prisma turbio que nos hemos creado; nos encerramos por otra parte en nosotros mismos, porque claro con cualquiera no nos vamos a mezclar.

Y nos sucede hasta en las interpretaciones que nos podamos hacer del texto sagrado de la Palabra de Dios. Además parece más fácil aplicárselo a los demás que aplicárnoslo a nosotros mismos. Es una tentación que podemos tener con el evangelio que hoy se nos ofrece. Son las imprecaciones de Jesús a Corozaín, Betsaida y el propio Cafarnaúm, por la poca respuesta que están dando a la acción de Jesús en aquellos lugares. ‘Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotros, ya hay tiempo que se hubieran convertido…’ les dice. Y lo mismo le dice a Cafarnaúm.

Pero es aquí donde tenemos que detenernos en nuestra reflexión. Parece que nos contentamos con estas imprecaciones que Jesús hace a aquellas ciudades, y de ahí no pasamos. Es donde tenemos que hacernos una lectura de nosotros, de nuestra vida, de nuestra respuesta. Cuando hoy el evangelio nos está narrando este hecho no es solo para que veamos lo malas que eran aquellas ciudades, sino para que nos miremos a nosotros mismos.

Cuántas maravillas ha realizado el Señor en nosotros, en nuestra vida. Si quisiéramos hacer un listado de las veces que hemos escuchado el Evangelio a lo largo de nuestra vida, y con la escucha del evangelio tantas reflexiones que se nos han ofrecido en homilías, en charlas, en encuentros, la lista sería interminable. Si nos detuviéramos a pensar en cuántas ocasiones hemos visto la acción de Dios en nuestra vida, por ejemplo, que nos ha ayudado cuando hemos acudido con nuestros problemas y necesidades, ¿hasta donde llegaría esa lista? Y así podríamos seguir haciéndonos muchas más consideraciones, de las veces que hemos recibido el perdón en el Sacramento de la Penitencia, de las veces que hemos comulgado al participar en la Eucaristía… tendríamos que preguntarnos ¿y hasta donde llega nuestra respuesta?

Bien sabemos, y lo reconocemos, que somos pecadores que hemos vuelto a caer una y otra vez en las mismas cosas de las que nos habíamos arrepentido, bien sabemos cómo nos enfriamos espiritualmente con tanta facilidad y caemos en tibiezas y rutinas una y otra vez, bien sabemos las veces que le hemos dado la espalda y no hemos querido escuchar, hemos querido silenciar nuestra conciencia y buscamos mil justificaciones que de nada nos sirven porque nos falta sinceridad. ¿Quiénes somos para juzgar y para condenar a los demás?

Tenemos que ser más congruentes en la vida, obrar en consecuencia a esa fe que decimos que tenemos, aprender a superarnos de una vez por todas para recomenzar de una vez por todas esos caminos de rectitud y buena conciencia que tendríamos que tener. Abramos nuestros oídos para escuchar lo que el Señor ahora nos está pidiendo y demos respuesta a esa llamada del Señor, abramos nuestro corazón para que en verdad Dios reine en nosotros.


jueves, 5 de octubre de 2023

Acuérdate del Señor, tu Dios, que es el quien te da la fuerza para adquirir esa riqueza y te ha dado el bienestar en que vives

 


Acuérdate del Señor, tu Dios, que es el quien te da la fuerza para adquirir esa riqueza y te ha dado el bienestar en que vives

Deuteronomio 8, 7-18; Sal: 1 Crón 29, 10-12; 2Corintios 5, 17-21; Mateo 7, 7-11

¿Nos creemos merecedores de todo? Algunas veces parece que damos esa impresión. No es que vayamos buscando pleitesía pero sí pasamos como insensibles ante lo que recibimos y no tenemos palabras ni gestos para mostrar nuestra gratitud a los demás. Es cierto que mascullamos la palabra ‘gracias’ un poco por cortesía cuando nos dan algo, aunque también hemos de reconocer que esos buenos modales de educación también se van perdiendo hoy. Se nos puede quedar en una palabra de cortesía sin que lleguemos a mostrar una actitud interior de gratitud.

Son los pequeños detalles de la vida de cada día, que muchas veces nos faltan, pero también hemos de decir que nos sobra mucha autosuficiencia en que nos creemos que nos valemos por nosotros mismos sin necesitar nunca nada de los demás. Sí, es nuestra relación de los unos con los otros donde fallamos, pero reconozcamos que muchas veces nos envolvemos de una sequedad en la vida que nos hace caminar sin querer mirar a los lados, a los que caminan con nosotros, de los que estamos recibiendo mucho, o de la vida misma que nos regala multitud de ocasiones y oportunidades, que no siempre es que lo hayamos cosechado por nosotros mismos.

No sabemos mirar tampoco el conjunto de la vida, para dar gracias también por lo que por nosotros mismos hemos ido avanzando, pero también de la riqueza que estamos recibiendo de nuestro entorno, que tendríamos que ver con una trascendencia mayor. Quizás cuando pasamos por malos momentos buscamos apoyos y ayudas, no queremos sentirnos solos y queremos que nos arropen en nuestras luchas y esfuerzos, y ahí entra también nuestra dimensión espiritual donde estamos en esos momentos muy prontos para acudir a Dios que nos ayude o nos haga salir vivos de esas situaciones por las que estamos pasando. Pero bien sabemos que cuando pasa la tempestad pronto olvidamos todo aquello que antes habíamos pedido quizás con tanta angustia.

Es necesario detenernos, recapacitar, reconocer, descubrir nuevas actitudes y nuevos valores que tendríamos que tener más en cuenta. Algunas veces no sabemos cómo hacerlo. Pero es necesario. Tenemos que mirarnos menos a nosotros mismos para descubrir la riqueza que tenemos a nuestro alrededor, para apreciar lo que recibimos de los demás, lo que nos viene por la gracia de Dios.

Estamos en un día en que la Iglesia con la luz de la Palabra de Dios quiere hacer que nos detengamos un poco. En el lenguaje litúrgico lo llamamos las témporas de acción de gracias, de petición de perdón y de petición y súplica confiada al Señor en todas nuestras necesidades. En ese sentido la Palabra de Dios que hoy escuchamos nos da un toque de atención.

En la primera lectura Moisés, antes de la entrada en la tierra prometida, les recuerda que no olviden las acciones del Señor. Vendrán momentos de paz y de bienestar cuando se establezcan en la tierra prometida cuando ya puedan comer del fruto que les de la tierra en sus cosechas; pero no pueden olvidar el camino recorrido desde que salieron de Egipto, no pueden olvidar cómo el Señor les ha conducido por el desierto, como una nube luminosa que les iluminaba el camino en la noche o como una nube de sombra que suavizaba los ardores del sol durante el día. Lo han de recordar siempre. Han de ser agradecidos al Señor.

Nos insiste Jesús en el evangelio cómo hemos de tener toda nuestra confianza para pedirle al Señor en nuestras necesidades; somos pobres y débiles, humildemente hemos de saber reconocer que solo por nosotros mismos no sabremos salir siempre adelante.

Nos viene bien esa cura de humildad para que alejemos de nosotros esa soberbia y esos orgullos que tanto daño nos hacen, porque nos creemos prepotentes. Nos viene bien reconocer esa pobreza, esa incapacidad, que no se enfríe nuestra fe porque es la pendiente por la que pronto resbalamos cuando nos llenamos de autosuficiencia creyendo que en todo nos valemos por nosotros mismos.


miércoles, 4 de octubre de 2023

¿Nos atreveremos de verdad a ponernos al paso del camino de Jesús?

 


¿Nos atreveremos de verdad a ponernos al paso del camino de Jesús?

Nehemías 2,1-8; Sal 136; Lucas 9,57-62

Seguro que en más de una ocasión le hemos dicho a un amigo o a alguien vamos a dar un paseo; no se pretendía llegar a ninguna parte, sino simplemente caminar un rato, pero un paseo que seguramente ha servido para algo más que para estirar las piernas, como se suele decir; ese caminar al paso de alguien tranquilamente hablando ha servido quizás para muchos desahogos, para un hablar con confianza, para algo más que hablar de cosas intrascendentes, porque seguramente la conversación se ha vuelto seria y confidencial a lo largo del paseo; seguramente habremos deseado volvernos a encontrar y quizás ha sido unos de los propósitos que han quedado como conclusión.

Hablando de caminos, de caminos que hacemos juntos, habremos escuchado, no sé si alguien lo habrá experimentado, lo que significa el camino de Santiago. Esos caminos que desde toda Europa atraviesan valles, montañas y llanuras para llegar a la tumba del Apóstol en Compostela. Algunos quizás lo emprenden como camino turístico, pero he tenido la suerte de escuchar confidencias de personas para los que significó mucho hacer ese camino, de silencios y de soledades, de compañías muchas veces encontradas al azar, de expresiones de solidaridad para saber caminar juntos, de encuentros con uno mismo que les han llevado a encontrar la auténtica trascendencia de sus vidas.

En el evangelio escuchamos muchas veces como Jesús y los que lo seguían iban de camino; de camino atravesando pueblos y aldeas de Galilea en ese anuncio del Reino de Dios que les llevará en ocasiones a lugares un tanto lejanos, de camino en sus subidas a Jerusalén en distintas ocasiones, de camino porque con algunos de ellos sube a lo alto de la montaña del Tabor con todo lo que significó ese momento, como tantas veces hemos reflexionado.

Hoy nos habla también el evangelio de que mientras iban de camino... y nos señala tres encuentros, pero nos deja lo que tras esos momentos Jesús va como destilando de su corazón, para que comprendamos de verdad lo que significa ir de camino con El, seguirle. Siguiendo al paso de Jesús surgen ofrecimientos generosos y con buena voluntad, o surgen también invitaciones de Jesus. Es lo que dan los encuentros cuando se trata de conectar el alma.

¿Tras esos momentos de caminar junto al amigo, como antes reflexionabamos, no suele surgir el entusiasmo por la amistad reencontrada y de la que no nos queremos apartar nunca? Vamos a ser buenos amigos, nos decimos, vamos a hacer que esta amistad dure para siempre, aunque en esos momentos no calibramos las dificultades que podamos encontrar para mantener esa amistad. Son los ofrecimientos que le van haciendo aquellos que han venido a caminar con Él.

Pero ahí Jesus nos va dejando lo que son las condiciones, de lo que es la manera de caminar con El. El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza, les dice. ¿Buscamos seguridades que nos lo den todo resuelto? El camino hay que hacerlo con la dureza que lleva en sí mismo el camino; ponerse a caminar es arriesgarse, para ponerse a caminar hay que ser consciente de la dureza del camino, ponerse a caminar no es cosa de un momento porque ahora me siento más enfervorizado, ponerse a caminar es mantener el ritmo del camino pero con el deseo de llegar a una meta, ponerse a caminar no es solo contentar al amigo unos momentos sino asumir que ese camino que se emprende es para siempre, ese camino es un sentido de la vida.

Por eso les hablará Jesús también de que dejen que los muertos entierren a sus muertos o que quien emprende el camino y pronto está volviendo la vista atrás añorando lo que antes había sido su vida no es digno de emprender ese camino. Emprender ese camino es una opción seria con la que no podemos estar jugando ahora sí, ahora espera un poco, ahora no. El que no está conmigo desparrama, nos dirá en otra ocasión.

¿Nos atreveremos de verdad a ponernos al paso del camino de Jesús? 


martes, 3 de octubre de 2023

Intentemos hacer el camino de la vida al paso de Jesús con la misma decisión de su subida a Jerusalén y emprenderemos un camino de entrega y de amor

 


Intentemos hacer el camino de la vida al paso de Jesús con la misma decisión de su subida a Jerusalén y emprenderemos un camino de entrega y de amor

Zacarías 8,20-23; Sal 86; Lucas 9,51-56

De camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén'.

¿No sucederá de una forma semejante también en nuestra sociedad de hoy? Aunque es bonito hablar de derechos humanos, de que todos somos iguales y cosas muy lindas por el estilo, sin embargo a la hora de la verdad nos hacemos nuestros 'distingos', no nos aceptamos todos de la misma manera, siguen existiendo discriminaciones. 'Yo no soy racista' nos dice más de uno, pero es que a ciertos individuos - y nos citan países o regiones de origen, y nos hablan del color de la piel, y nos recuerdan cosas del pasado - no me los puedo tragar, te dicen. Muchas veces también nos dejamos llevar por las apariencias, y cómo la gente hoy viste como quiere, y hay personas con las que no nos sentaremos a su lado, por ejemplo. Ahi tenemos el problema de la inmigración irregular con gentes, por ejemplo en nuestra tierra, que nos llegan en pateras arriesgando sus vidas por buscar una vida mejor, y miremos la letanía de quejas que nos hacemos si los reciben, si los tratan bien, si los tienen en este lugar o en otro. Y así podríamos poner muchos ejemplos que suceden en nuestro entorno y en lo que nosotros algunas veces nos podemos ver tentados a caer.

Aunque pudiera parecer que esto no tiene que ver con el evangelio, la actitud de aquellos samaritanos que no querían recibir ni a Jesús ni a los que le acompañaban porque iban a Jerusalén me ha dado pie para hacerme estas consideraciones. Nos viene bien porque es una invitación a reciclar viejas actitudes que también podemos tener en nuestro corazón. Además el evangelio nos hace pensar en algo más, las reacciones que ante esas diversas situaciones se pueden provocar en nosotros. Vemos lo que les sucedía a los propios discípulos de Jesús; vienen quejándose porque en aquel pueblo no han querido recibirles y en una reacción violenta ya están pidiendo a Jesús que baje fuego del cielo para castigarlos. ¿No será algo semejante a cuando decimos que a esos emigrantes que los manden a sus tierras?

Tenemos que andar con cuidado porque aunque nos decimos cristianos, que tenemos fe en Jesús y queremos escuchar su evangelio, también a veces nos sucede que nos contagiamos del espíritu del mundo y las reacciones que tenemos ante los diversos problemas que se nos van suscitando en la sociedad no siempre están guiadas por el espíritu del Evangelio.

Decíamos antes que tenemos que reciclarnos, es una forma de hablar, pero con ello queremos expresar cómo siempre hemos de estar en una actitud humilde de revisión de actitudes y comportamientos, porque fácilmente nos dejamos llevar, nos dejamos contagiar y no están resplandeciendo en nosotros los valores del evangelio.

Nos hace falta humildad, nos hace falta impregnarse de los sentimientos de Jesús, nos hace falta contemplar mucho el camino de Jesús para seguir en verdad sus pasos. Que resplandezca en nosotros la misericordia, la comprensión, la acogida, la cercanía y la escucha, la humildad y la sencillez que nos aleje de vanidades, la mansedumbre del corazón de Cristo. Que sepamos aceptarnos y acogernos, a pesar de las debilidades o sombras que podamos contemplar en la vida, que sepamos valorar y respetar la dignidad de toda persona, que sepamos poner amor que le dará un colorido nuevo a nuestros ojos y que le dará entonces un colorido nuevo a las relaciones mutuas entre unos y otros.

Camino bello si lo supiéramos caminar, aunque sabemos cuánto nos cuesta; pensar en nosotros rutinas y viejas costumbres, actitudes egoístas e insolidarias y muchas veces demasiado amor propio, pero es un camino que podemos realizar porque lo intentamos hacer al paso de Jesús en su subida a Jerusalén.


lunes, 2 de octubre de 2023

Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de la custodia y de la intercesión de los Santos Ángeles que cada uno tenemos a nuestro lado para conducirnos a la vida



 Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de la custodia y de la intercesión de los Santos Ángeles que cada uno tenemos a nuestro lado para conducirnos a la vida

Zacarías 8, 1-8; Sal 101;Mateo 18, 1-5. 10

En este día siempre recuerdo un cuadro que mis padres tenían en la cabecera de su cama, el santo Angel Custodio. La imagen de unos niños que están en un peligro pero el santo Angel Custodio que extiende sus alas para protegerlos del peligro inminente. Esto nos hace recordar aquellas oraciones aprendidas de niño que nuestras madres nos hacían rezar todas las noches antes de dormirnos que nos hablaban de las cuatro esquinitas de nuestra cama protegidas por cuatro ángeles que como guardianes custodiaban nuestro sueño para que no sucediera algo malo.

Hoy quizás no nos puedan valer de la misma manera esas imágenes tan infantiles, pero sin embargo encontraremos con frecuencia en las redes sociales cadenas que nos invitan a hacer novenas a los santos ángeles además atribuyéndose unos poderes espirituales, más allá de lo que es nuestra verdadera espiritualidad cristiana. Fácilmente se puede caer en supersticiones que nos pueden desviar de una verdadera religiosidad y una auténtica espiritualidad.

No es fácil hablar de esto esto por esas mezclas que hacemos en las expresiones de nuestra religiosidad. Más allá de esas imágenes un tanto infantiles propias también de una época y una cultura, sí tenemos que reconocer con nuestra fe de la presencia de esos espíritus puros que están en la presencia de Dios alabando por toda la eternidad, pero que al mismo tiempo están a nuestro lado como una protección y un signo de la presencia de Dios.

Hoy precisamente el evangelio a partir de un planteamiento que le hacen a Jesús de quien va a ser el más importante en el Reino de los Cielos, nos habla de hacernos pequeños, sencillos y humildes como niños para poder entrar en el Reino de los cielos. Y nos dirá que el que acoge a un niño lo está acogiendo a Él. Quizás ante la extrañeza que pudieran producir estas palabras de Jesús en un mundo donde precisamente los pequeños hasta que no llegaran a una cierta edad eran poco considerados, Jesús les dirá que cuidemos de no despreciar a los pequeños 'porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial'.

Es aquello que aparece en el momento de las tentaciones de Jesús en el desierto cuando el diablo le invita a tirarse desde el pináculo del templo, porque seguro que no le pasaría nada y eso sería ocasión para ser aclamado por las gentes ante un hecho tan milagroso, porque, recordando episodios y textos del Antiguo Testamento, Dios pondría sus ángeles para que su pie no tropezará en ninguna piedra.

'El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege', rezamos con los ángeles. Expresión de esa presencia sobrenatural junto a nosotros para inspirarnos el bien en nuestros corazones y para sentir la fuerza de su presencia celestial vencer también las fuerzas del mal que nos tientan. Cuántas veces sentimos en nuestro interior esa fuerza que nos impulsa a hacer una cosa buena, cuántas veces aparecen palabras en nuestros labios que quizá nunca hubiéramos imaginado con las que dar un buen consejo, con las que dar una buena orientación. ¿Por qué no pensar que Dios nos asiste y nos inspira porque también nos concede la fuerza de su Espíritu?

Como nos enseña el catecismo de la Iglesia Católica “Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. ‘Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida’ (S. Basileo)”

Es algo que forma parte de nuestra fe, y más atentos tendríamos que estar a esas inspiraciones espirituales que nos alientan y que nos guían. Sintamos también que en nuestras luchas por superar la tentación, en los momentos en que nos encontramos con problemas y dificultades en la vida siempre tenemos a nuestro lado ese ángel que nos ayuda y que nos trae la gracia del Señor.

En ese Getsemaní de la vida por el que tantas veces tenemos que pasar cuando nos vemos agobiados con nuestros problemas, nuestros tropiezos, nuestras debilidades también estará con nosotros, como con Jesús en la agonía del huerto, el Ángel del Señor que nos conforta. Nunca estamos solos, el ángel del Señor nos acompaña y nos guía para traer sobre nosotros esa fuerza divina.


domingo, 1 de octubre de 2023

Llega la hora del compromiso de verdad, llega la hora de ir a trabajar en la viña del padre, llega la hora de que no se quede en palabras sino que eso sea vida de nuestra vida

 


Llega la hora del compromiso de verdad, llega la hora de ir a trabajar en la viña del padre, llega la hora de que no se quede en palabras sino que eso sea vida de nuestra vida

Ezequiel 18, 25-28; Sal 24;  Filipenses 2, 1-11;

Mucho predicar y poco dar trigo. Es una crítica que con frecuencia escuchamos y nosotros también hacemos frente a tanto bla, bla, bla... tantas palabras bonitas que escuchamos - y aquí englobamos todos los ámbitos de nuestra sociedad - pero que luego se quedan en palabras, promesas olvidadas, buenas intenciones - y no queremos entrar a juzgarlas - pero en la práctica de la vida no se ve nada, no se ve ningún resultado, no se aprecia ningún compromiso serio y eficaz. nos sentimos cansados de tanta palabrería desde todos los ámbitos de la sociedad que los medios de comunicación se encargan de proyectar y ampliar su conocimiento.

Esto que constatamos con toda facilidad viendo el mundo que nos rodea, sin embargo hemos de tener mucho cuidado de pensar que nosotros nos vemos libres de esa tentación. Reconozcamos la incongruencia que tantas veces aparece en nuestra vida, en lo que hacemos y en lo que decimos, porque no estamos lejos de esa debilidad, sabemos que nos cuesta ser fieles a lo que consideramos nuestros principios, que con frecuencia olvidamos aquello que planteamos muy solemnemente y pronto caemos en esa falta de compromiso. Nuestra vida personal está llena de luces y sombras, de altibajos y de inconstancias, de momentos de entusiasmo dispuestos a hacerlo todo y de cansancios y decaimientos que nos llevar a irnos arrastrando como todos.

Es a lo que nos quiere alertar hoy Jesús con esta breve parábola de los dos hijos enviados por el padre a trabajar a su viña. Allí estaban escuchándole los sumos sacerdotes y los maestros de la ley y al final Jesús nos sentenció diciéndonos que nos van a preceder en el Reino de los cielos los publicanos y las prostitutas. Es un interrogante muy importante el que Jesús nos plantea. Es una mirada sincera a nuestra vida la que hemos de tener. Es un reconocimiento humilde de nuestra debilidad que tendría que llevarnos a la actitud de aquel hijo que aunque había dicho que no, al final arrepentido fue a trabajar a la viña de su padre. ¿Seremos capaces de un reconocimiento así?

Es muy fácil hablar del amor, de que todos tenemos que querernos, de que tenemos que ayudarnos los unos a los otros, de que siempre tenemos que hacer el bien, de que hemos de ser sinceros en la vida y hablar claramente y sin tapujos sin falsas vanidades. Pero bien sabemos cuánto nos cuesta. Tenemos que aprender a elevar nuestra mirada. Tenemos que sentir la fuerza que nos viene de lo alto y nos impulsa y nos quiere guiar por caminos buenos. Pero hemos de querer tener la voluntad, que tantas veces es débil.

Hoy nos dice algo muy hermoso el apóstol en la carta a los Filipenses. 'Tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús'. Es alta la meta, el ideal que se nos propone. Hemos de levantar nuestra mirada, como decíamos, para contemplar la obra de Dios en Jesús. Por eso san Pablo nos está enseñando a cómo hemos de saber ser humildes pero también respetuosos con los demás, tener esas entrañas compasivas, como nos dice; alejar de nosotros toda ostentación y vanagloria, ser comprensivos con los otros, valorar lo que hacen los demás ante los que nos mostraremos siempre humildes para considerarlos incluso mejores que nosotros. Ya sé que no es fácil, porque el amor propio, el orgullo, la vanagloria nos aparece pronto por dentro.

Por eso, como nos dice el Apóstol, tenemos que fijarnos en Jesús. Ver su trayectoria, ver su camino de humildad y de entrega, 'se anonadó' nos dirá el apóstol, se hizo el último y el servidor de todos. Camino delante de nosotros. Por eso lo pedía con tanta insistencia a sus discípulos cuando los veía discutiendo entre ellos quien iba a ser el primero o el más importante. Siempre nos dirá que tenemos que hacernos los últimos y los servidores de todos. Hoy nos dice el apóstol 'considerad por la humildad superiores a los demás', por eso lejos de nosotros la ostentación y el orgullo.

Todo esto lo sabemos muy bien, porque muchas veces lo hemos escuchado en el evangelio y lo hemos meditado. Pero llega la hora del compromiso de verdad, llega la hora de ir a trabajar en la viña del padre, llega la hora de que no se quede en palabras sino que eso sea vida de nuestra vida. Confiamos en la bondad y en la misericordia del Señor para que perdone nuestras debilidades que son muchas, pero para que sintamos la fuerza de su gracia que nos haga actuar en la verdad del amor.