Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de la custodia y de la intercesión de los Santos Ángeles que cada uno tenemos a nuestro lado para conducirnos a la vida
Zacarías 8, 1-8; Sal 101;Mateo 18, 1-5. 10
En este día siempre recuerdo un cuadro que mis padres tenían en la cabecera de su cama, el santo Angel Custodio. La imagen de unos niños que están en un peligro pero el santo Angel Custodio que extiende sus alas para protegerlos del peligro inminente. Esto nos hace recordar aquellas oraciones aprendidas de niño que nuestras madres nos hacían rezar todas las noches antes de dormirnos que nos hablaban de las cuatro esquinitas de nuestra cama protegidas por cuatro ángeles que como guardianes custodiaban nuestro sueño para que no sucediera algo malo.
Hoy quizás no nos puedan valer de la misma manera esas imágenes tan infantiles, pero sin embargo encontraremos con frecuencia en las redes sociales cadenas que nos invitan a hacer novenas a los santos ángeles además atribuyéndose unos poderes espirituales, más allá de lo que es nuestra verdadera espiritualidad cristiana. Fácilmente se puede caer en supersticiones que nos pueden desviar de una verdadera religiosidad y una auténtica espiritualidad.
No es fácil hablar de esto esto por esas mezclas que hacemos en las expresiones de nuestra religiosidad. Más allá de esas imágenes un tanto infantiles propias también de una época y una cultura, sí tenemos que reconocer con nuestra fe de la presencia de esos espíritus puros que están en la presencia de Dios alabando por toda la eternidad, pero que al mismo tiempo están a nuestro lado como una protección y un signo de la presencia de Dios.
Hoy precisamente el evangelio a partir de un planteamiento que le hacen a Jesús de quien va a ser el más importante en el Reino de los Cielos, nos habla de hacernos pequeños, sencillos y humildes como niños para poder entrar en el Reino de los cielos. Y nos dirá que el que acoge a un niño lo está acogiendo a Él. Quizás ante la extrañeza que pudieran producir estas palabras de Jesús en un mundo donde precisamente los pequeños hasta que no llegaran a una cierta edad eran poco considerados, Jesús les dirá que cuidemos de no despreciar a los pequeños 'porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial'.
Es aquello que aparece en el momento de las tentaciones de Jesús en el desierto cuando el diablo le invita a tirarse desde el pináculo del templo, porque seguro que no le pasaría nada y eso sería ocasión para ser aclamado por las gentes ante un hecho tan milagroso, porque, recordando episodios y textos del Antiguo Testamento, Dios pondría sus ángeles para que su pie no tropezará en ninguna piedra.
'El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege', rezamos con los ángeles. Expresión de esa presencia sobrenatural junto a nosotros para inspirarnos el bien en nuestros corazones y para sentir la fuerza de su presencia celestial vencer también las fuerzas del mal que nos tientan. Cuántas veces sentimos en nuestro interior esa fuerza que nos impulsa a hacer una cosa buena, cuántas veces aparecen palabras en nuestros labios que quizá nunca hubiéramos imaginado con las que dar un buen consejo, con las que dar una buena orientación. ¿Por qué no pensar que Dios nos asiste y nos inspira porque también nos concede la fuerza de su Espíritu?
Como nos enseña el catecismo de la Iglesia Católica “Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. ‘Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida’ (S. Basileo)”
Es algo que forma parte de nuestra fe, y más atentos tendríamos que estar a esas inspiraciones espirituales que nos alientan y que nos guían. Sintamos también que en nuestras luchas por superar la tentación, en los momentos en que nos encontramos con problemas y dificultades en la vida siempre tenemos a nuestro lado ese ángel que nos ayuda y que nos trae la gracia del Señor.
En ese Getsemaní de la vida por el que tantas veces tenemos que pasar cuando nos vemos agobiados con nuestros problemas, nuestros tropiezos, nuestras debilidades también estará con nosotros, como con Jesús en la agonía del huerto, el Ángel del Señor que nos conforta. Nunca estamos solos, el ángel del Señor nos acompaña y nos guía para traer sobre nosotros esa fuerza divina.
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