Necesitamos
en la vida más que unas vacaciones un tiempo de encontrarnos con nosotros
mismos pero sobre todo de encontrarnos a solas con Jesús
Hebreos 13,15-17.20-21; Sal 22; Marcos
6,30-34
Hoy una cosa que se ansía en medio de
cualquier actividad o trabajo es el poder tener unas vacaciones. Ya vemos a la
gente con cuanto tiempo de antelación planifican sus vacaciones, esos días en
que suspendemos el trabajo, si nos es posible nos alejamos incluso de aquellos
lugares habituales de nuestra vida y buscando ese tiempo de descanso, de relax,
de romper el ritmo y la monotonía del trabajo de todos los días y poder
dedicarnos a otra cosa sin mayores obligaciones o responsabilidades.
Será desde nuestros trabajos en las
empresas, será desde la rutina que vivimos en nuestros hogares en aquellas
personas que no tienen otra responsabilidad que la de su hogar y su familia,
será el estudiante en su ritmo de estudios, pero es algo que todos ansiamos.
Años, como el que hemos pasado azotado por la pandemia, no los deseamos porque
incluso de esa rutina de unas vacaciones también nos hemos tenido que
desprender, y así algo nos ha faltado. Claro que no todos pueden tener
vacaciones.
Parece que eso de las vacaciones es tan
viejo como la misma humanidad, aunque exageremos un poco, pero por decirlo un
tanto superficial vemos que Jesús también quiere llevarse de vacaciones a los
apóstoles y discípulos más cercanos. Los había enviado a hacer un primer
anuncio del Reino y ahora están de vuelta contando todo cuanto les había
sucedido. Jesús quiere llevárselos a solas con El a un lugar apartado, ¿cómo un
descanso? Al menos para que tengan la oportunidad de compartir toda aquella
experiencia que habían vivido. Jesús quería que estuvieran a solas con El.
Pero las cosas se tuercen porque al
llegar la gente se les ha adelantado y mientras ellos iban en barca, por tierra
ha llegado mucha gente antes, con los que se encuentran cuando desembarcan al
llegar al lugar. No les dejaban tiempo ni para comer, dice el evangelista;
ahora les vemos que no les dejan tiempo ni para descansar. Porque allí afloró
el corazón lleno de amor de Jesús y compasivo y misericordioso se puso a
enseñarles y a curarles de sus enfermedades. No tendrían tiempo para todo lo
que deseaban estar a solas con Jesús pero la lección quedaría aprendida porque
el amor y el espíritu de servicio está por encima de todo que sería para
siempre la pauta de los apóstoles de Jesús.
Pero vamos a detenernos un poco en ese
deseo de estar a solas con Jesús a raíz de lo que hemos venido hablando de los
deseos de vacaciones o de descanso, de cambios de ritmo en la vida y de un
tiempo relajado para nosotros mismos. Ya sé que en los tiempos que vivimos
necesitamos de ese tiempo de descanso o de vacaciones, pero necesitamos también
un tiempo para nosotros mismos, para saber hacer un silencio y una parada en
nuestras carreras para encontrarnos más con nosotros mismos; un tiempo que no
es simplemente no hacer nada, que al final puede ser hasta un tiempo aburrido
del que nos cansemos, sino ser capaces de mirar nuestra vida, lo que hacemos y
sobre todo lo que somos; será el momento en que miremos hacia atrás y veamos
nuestro camino y analicemos muchas cosas, pero también un tiempo para mirar
hacia delante, descubriendo caminos por recorrer.
No se trata de coger una revista de
viajes, como todos entendemos, para ver a donde vamos a ir a parar – que
tampoco estaría mal si vamos al encuentro de otras culturas, de otras personas
-, sino que se trata del viaje de nuestra propia vida, en lo que somos y en lo
que tendríamos que ser, en ese camino de ascensión en nosotros o si queremos
llamarlo de otra manera de crecimiento espiritual.
Y aquí, aunque fuera brevemente, vuelvo
a incidir en lo de ir y estar a solas con Jesús. Es algo que un cristiano
necesita cada día, porque ahí está el verdadero motor de su existencia, de su
vivir, de su espiritualidad. Necesitamos esos momentos de silencio para
escuchar a Dios, necesitamos esos momentos de pausa para encontrarnos con Dios,
porque así aprenderemos también a tener esa pausa que necesitamos en la vida
para sabernos encontrar con los demás.
Pero en algún momento tiene que ser
algo más que ese rato de cada día, necesitamos de un tiempo más amplio, donde
seamos capaces de dejar a un lado también nuestros quehaceres y descubrir ese
quehacer de Dios en nuestra vida. Podremos descubrir maravillas. Intentémoslo.
No nos vamos a arrepentir.