Necesitamos
aprender a confiar, despojándonos de soberbias y autosuficiencias, despertando
la verdadera fe nuestra vida porque nos sentimos envueltos por el amor
1Juan 1, 5 — 2, 2; Sal 102; Mateo 11, 25-30
Necesitamos
en la vida aprender a confiar. Pero ¿en qué confiamos? ¿Qué nos merece esa
confianza? Ahí está la sabiduría. El poderoso confía en su poder, el rico
confía en sus riquezas, el que se cree sabio su autosuficiencia lo hace
sentirse el ombligo del mundo, pero se nos acaba el poder, se nos gastan las
riquezas, se diluye esa autosuficiencia de creer sabedores de todos porque
pronto nos daremos cuenta de lagunas de nuestra vida, ¿en qué nos quedamos?
Vacíos, indefensos, hasta nos sentimos inútiles. Por eso tenemos que saber
tener esa sabiduría para encontrar lo que verdaderamente merezca nuestra
confianza.
Son los
pequeños, los sencillos, los que nada tienen los que entienden mejor lo que es
la confianza; aprenden a fiarse y eso les dará más fortaleza espiritual para
superar carencias y limitaciones, los hace humildes porque se han despojado de
su autosuficiencia; en ese camino nos damos cuenta de la importancia de confiar
porque aprenderemos apoyarnos en cosas que tengan verdadera hondura. Nuestro espíritu
se eleva por encima de las materialidades dándonos cuenta de que somos más que
un trozo de materia. Y aquí entramos en el ámbito de la fe que es dar nuestro
voto de confianza, porque experimentamos como nadie lo que es sentirnos amados,
aunque nos parezca que de tan pequeños que somos no tenemos ningún
merecimiento.
Hoy vemos uno
de esos momentos del evangelio en que Jesús llega a expresar incluso el gozo
interior que le embarga, que le llena hasta rebosar. Podríamos decir que las
palabras que escuchamos hoy a Jesús en el evangelio son como una canción. Da
gracias al Padre porque los pequeños y los sencillos lo han escuchado y Dios a
ellos se ha revelado. Eran de verdad los más dispuestos a la confianza,
entonces, a creer. No estaba la autosuficiencia de los que se creen sabios o
poderosos, por eso se fían, por eso confían. Y Jesús da gracias al Padre porque
a ellos se revela de manera especial.
Pero nos
continua diciendo Jesús que sigamos confiando a pesar de lo duro que nos pueda
parecer el camino, a pesar de que notemos nuestros cansancios y nuestras
debilidades. El se nos ofrece como nuestro descanso, El nos manifiesta también
la mansedumbre y la dulzura de su corazón para que así confiemos totalmente en
El. ‘Venid a mí los que estáis cansados y agobiados… aprended de mi que soy
manso y humilde de corazón… encontraréis vuestro descanso…el yugo no es tan
duro’, es liviano porque está forrado del amor.
¿Cómo no
vamos a creer? ¿Cómo no vamos a confiar? En El encontraremos la verdadera
sabiduría, El será en verdad nuestra paz. El nos da confianza para que sigamos
caminando a pesar de nuestras flaquezas y debilidades, porque es Dios el que
confía en nosotros, a nuestro lado está, nos hace sentir su amor, nos regala su
perdón y nos envuelve con la fuerza del Espíritu. Quien se siente así amado
confía, quien se siente así amado mantendrá firme su fe.
Un camino
nuevo emprendemos donde vamos a hacer gala de nuestra confianza. Aprenderemos a
confiar en los demás, aprenderemos a caminar juntos, aprenderemos a creer en
las personas y darle nuestro voto de confianza aunque tantas veces nos cueste,
no defraudaremos a los demás porque hemos aprendido a caminar de manera
distinta; el amor que nos ha envuelto ha transformado nuestra vida y nuestra
vida estará ya siempre hecha para el amor.