Nos
sentimos tan unidos a Jesús que ya nuestro deseo es tener su misma vida,
vivirle a El, y con El no puede haber muerte porque hay plenitud de amor
Hechos 9, 1-20; Sal 116; Juan 6, 52-59
Decimos que
el don más preciado en la vida; de nada podríamos disfrutar si no tenemos vida,
está claro; no queremos morir, daríamos lo que fuese por conseguir el no morir;
incluso cuando algunas veces parece la vida nos castiga, se nos hace dura,
queremos vivir, tenemos ansias de salir adelante, no nos resignamos ante la muerte,
aunque nos parezca irremediable. ¿Cómo conseguir que la vida no se nos acabe? ¿Cómo
hacer para que la muerte no tenga la ultima palabra? Todos queremos vivir.
Abrían
puertas de esperanza las palabras de Jesús, porque tocaban la fibra más hondo
que todos llevamos dentro en ese amor a la vida, pero al mismo tiempo les
costaba a los judíos terminar de entender las palabras de Jesús. Hablaba Jesús
un lenguaje humano, un lenguaje que trataba de conectar con nuestros deseos más
profundos, nos estaba hablando de lo que todos deseamos, pero no llegaban a
comprender del todo el significado de las imágenes que Jesús nos proponía para
hacerse entender. Como siempre nos sucede nos quedamos en la ‘palabrita’, en su
interpretación literal, no terminamos de alcanzar el significado que nos
llevaba más allá de lo que incluso escuchamos. Nos sigue sucediendo.
Todo el
mensaje del evangelio es una invitación a la vida, pero a darle un sentido
nuevo a la vida, a darle profundidad a la vida. Y eso cuesta a veces, nos podemos
quedar en lo superficial. Pero Jesús dice tajantemente y no se desdice que hay
que comerle a El para tener vida para siempre.
Se me ocurre
pensar, cuando amamos profundamente parece que nos queremos comer aquello que
amamos, o a aquel a quien amamos. Pensemos en las expresiones de los enamorados
cuando se manifiestan su amor, pensemos en la ternura de una madre con su niño
pequeño que parece que se lo quiere comer, y el beso es como una expresión
sensible de ese deseo.
Cuando Jesús
nos dice que tenemos que comerle para tener vida para siempre, ¿no nos estará
diciendo que así tenemos que amarle, así tenemos que sentirle, así tenemos que
asimilar sus palabras y su vida? A Jesús nos sentimos tan unidos que ya nuestro
deseo es tener su misma vida, vivirle a El, y con El no puede haber muerte
porque hay amor. Cuando le amamos y entonces le vivimos a El entonces ya
seremos distintos, ya lo que hacemos tendrá otra amplitud, otro sentido, otro
valor, otra plenitud.
Qué
importante que nos sintamos unidos a Jesús. Es lo que de verdad nos hace
cristianos, porque ya no es nuestra vida sino la vida de Jesús que está en
nosotros. Nos sentimos plenamente unidos a Jesús y de nosotros tienen que
desaparecer todos los signos de muerte, estamos venciendo a la muerte, estamos
aprendiendo a vivir para siempre. Quien vive a Jesús no permitirá jamás que el
odio se apodere de su vida; quien vive a Jesús no podrá vestirse de falsedad,
de mentira, de hipocresía; quien vive a Jesús jamás se encerrará en si mismo
sino todo en él será donación de su mismo, será generosidad, será compartir,
será hacer que reine la paz y la armonía. Pero tenemos que vivir unidos a
Jesús.
Eso es comer
a Jesús, vivir en la plenitud de su amor. Lo expresaremos con signos, y tenemos
la Eucaristía que entonces decimos que es Cristo mismo que con su Cuerpo y con
su Sangre nos alimenta; la Eucaristía es entonces para nosotros presencia viva
de Jesús, presencia real de Jesús en nosotros, en nuestra vida, para nuestro
mundo. Por eso quien ama de verdad a Jesús y quiere permanecer unido a Jesús no
podrá vivir sin Eucaristía. Qué importante es para nosotros.
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