El
vino nuevo se echa en un odre nuevo, nos dice Jesús, y así lo dos se conservan,
no añoremos el vestido viejo sino vistamos el vestido del hombre nuevo
Amós 9, 11-15; Salmo 84; Mateo 9, 14-17
De una manera o de otra a todos los
persiguen las añoranzas, aunque algunas veces digamos que no. Los mayores
pensamos en nuestros tiempos y nos decimos que las cosas no eran como ahora y
quizá comenzamos a resaltar valores que ahora nos parece que nos faltan, los
jóvenes incluso en la alocada carrera en que viven recuerdan sus tiempos de
niñez pasados que ahora incluso les parecen lejanos y se preguntan cómo es que
vivían o hacían algunas cosas que ahora no entienden, la gente de mediana edad
añora quizás sus tiempos jóvenes que consideraban de una libertad más sana porque
no falta el que siempre nos estemos haciendo comparaciones.
¿Fueron mejores o peores? ¿Querríamos
que volvieran al menos en algunas cosas? Es ahí quizás donde ya no nos ponemos
tanto de acuerdo, pero dentro de nosotros queda algo de esa añoranza. ¿Por qué
no pensamos que cada momento tuvo su tiempo? Fueron otras las circunstancias de
la vida y decimos que todo va cambiando pero tendríamos que decir que para que
sea vida en verdad tiene que haber evolución, crecimiento, y también nosotros
crecemos con la vida, y ahora se nos pedirá algo que no podíamos pensar que
hubiéramos podido realizar en otro momento, pero miremos el tiempo presente que
estamos viviendo al que tenemos que dar una respuesta.
Algo de eso podemos estar viendo en el
evangelio. Allá vienen los discípulos de Juan preguntando porque los discípulos
de jesus no hacen las mismas cosas que ellos hacían como seguidores de Juan el
Bautista. Como algunas veces nosotros en la iglesia que miramos para detrás en
el tiempo y ahora algunos se preguntan por qué no hacemos cosas que antes se
hacían.
¿Respondemos a los tiempos pasados o
respondemos a este tiempo en que vivimos? La Buena Nueva de salvación es cierto
que es única, pero es Buena Nueva, buena Noticia para el hoy de nuestra vida
con el momento que vivimos, con la respuesta que ahora tenemos que dar, con la
luz que en este momento tenemos que ser para nuestro mundo. Es cierto que no es
fácil, pero tenemos que aprender más a dejarnos guiar por el Espíritu del
Señor.
Y aquello que nos dice Jesús hoy en el
evangelio de paño nuevo o de odre nuevo, sigue siendo evangelio para nosotros
hoy. Cada día hemos de dar un paso más adelante, cada día tenemos que sentir
que es algo nuevo lo que nos está pidiendo Jesús, cada día tenemos que darnos
cuenta que no podemos dejar envejecer el vestido de nuestra vida, no podemos
dejar envejecer nuestra fe, sino que tiene que ser luminosa y brillante en cada
momento para que en este momento también pueda ser buena noticia para el mundo
que nos rodea.
Nuestra vida tiene que crecer para que
sea vida, cuando dejamos de crecer nos envejecemos y morimos. Por eso el
evangelio es siempre joven, y el que quiere vivir el evangelio de Jesús en cada
momento tiene que estar lleno de esa vitalidad. Crecer nos cuesta, madurar algunas
veces se nos puede hacer duro porque nos hace enfrentarnos a cosas nuevas,
vivir la renovación del Espíritu nos cuesta porque en todo lo que significa
renovación habrá muchas cosas que dejar aunque nos pareciera que en otro
momento fueron útiles, pero que ahora es otro el momento y es ese momento el
que tenemos que iluminar.
No es fácil desechar el odre viejo para
encontrar el odre nuevo que contenga ese vino nuevo que siempre es el
evangelio. No es fácil desechar esa vestidura que se ha vuelto vieja porque en
nuestra añoranza seguimos encariñados con ella, pero es necesario el vestido
nuevo, es necesaria es renovación que el evangelio de Jesús va produciendo
continuamente en nuestra vida. ‘El vino nuevo se echa en odres nuevos y así
las dos cosas se conservan’, nos dice hoy Jesús en el evangelio. ¿Cómo lo
vamos a aplicar en el día a día de nuestra vida? ¿Estaremos dispuestos a una
renovación?