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sábado, 30 de julio de 2016

Madurez, equilibrio, fortaleza de ánimo, espiritualidad honda para sentirnos fortalecidos frente al mal

Madurez, equilibrio, fortaleza de ánimo, espiritualidad honda para sentirnos fortalecidos frente al mal

Jeremías 26,11-16.24; Sal 68; Mateo 14,1-12

Un signo de la madurez de una persona es saber ser fiel a sus principios y no dejarse influir simplemente por el temor al que dirán los que nos rodean, lo que puedan decir o pensar los otros sino que soy fiel a mi mismo haciendo en cada momento lo que juzgo más correcto; eso hará también que no me dejo llevar por el entusiasmo de un momento que tanto me puede llevar a ir rodando por la pendiente de la vida dejándome envolver por lo que sucede a mi alrededor, o por otra parte a hacer promesas que pueden llevarme a cosas injustas o que no pueda luego cumplir.
Entusiasmos de momento de fiesta y de jolgorio que pueden ir obnubilándome la mente cuando me dejo arrastrar por las pasiones o por otros estimulantes exteriores que pueden al final terminar por hacerme perder la razón y el conocimiento. Vendrán luego acciones cobardes e injustas que me harán sentir mal cuando recobre la razón y el sentido.
Es necesario un equilibrio interior, una madurez del espíritu, una fortaleza de ánimo para saber vivir también esos momentos de alegría y de convivencia de una forma sana y con la mejor de las alegrías que me hagan sentir siempre en paz conmigo mismo y no tengo luego nada de qué arrepentirme. Es algo que muchas veces cuesta porque el ambiente que nos rodea no es muy propicio pero es donde tenemos que manifestar esa madurez de nuestra personalidad.
Me podréis preguntar por qué me hago estas reflexiones que pudiera parecer que no vienen a cuento. Pues sí, me las hago a partir de ver la actitud y los comportamientos de Herodes en lo que nos cuenta hoy el evangelio. Cuando escucha hablar de Jesús surge en su conciencia aquello que había hecho mal cuando hizo decapitar a Juan el Bautista. En otro momento nos dice que Herodes apreciaba a Juan, sin embargo instigado por la mujer con la que convivía lo ha metido en la cárcel; finalmente en medio del fragor de la fiesta surge el sensual baile de la hija de Herodías y las promesas que luego, aunque sabe que es injusto lo que va a realizar, se verá ‘obligado’ a cumplir. Creo que podemos entender lo que reflexionaba en principio y que a mi me surge de estos hechos.
Claro que reflexionando sobre este texto lo primero que pudiera surgir es pensar en la integridad del Bautista que proféticamente denuncia allí donde está el mal, aunque eso le pueda llevar a la cárcel y a la muerte. Nos habla entonces de la integridad con que hemos de vivir nuestra vida, de la rectitud que hemos de tener en nuestra conciencia, de cómo no podemos casarnos con el mal para evitar, como se suele decir, males mayores.
También nos hace pensar en la corrupción de la vida de Herodes en su forma de vivir y como todo se va convirtiendo en una pendiente resbaladiza de la que nos es difícil arrancarnos y salir. Cuidado con esas pendientes del mal, aunque en principio nos parezcan cosas sin importante, en las que podemos caer y rodar hasta situaciones peores.
Y claro esta la primera reflexión que nos hacíamos de la madurez de nuestra personalidad con ese equilibrio, esa fuerza de voluntad, esa espiritualidad honda que hemos de saber darle a nuestra vida. Hundamos las raíces de nuestra vida en el Espíritu del Señor y sentiremos siempre la fortaleza de su gracia.

viernes, 29 de julio de 2016

Las desconfianzas hacen grietas que nos pueden dañar el edificio de nuestra vida y nuestra relación con los demás

Las desconfianzas hacen grietas que nos pueden dañar el edificio de nuestra vida y nuestra relación con los demás

Jer. 26, 1-9; Sal. 68; Mt. 13, 54-58
‘Jesus fue a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga’, nos dice el evangelista. Es el texto paralelo al que nos narra Lucas en el que incluso se nos dice cual fue el texto de Isaías que fue proclamado. En uno y en otro caso se nos habla de cómo la gente estaba admirada por lo que decía Jesús. ‘Tenían todos puestos los ojos en El’, nos decía Lucas.
Pero en uno y en otro caso vemos pronto la reacción de la gente. Mateo hoy nos dice que ‘desconfiaban de El’. Todos lo conocían, allí se había criado, por allá andaban sus parientes, habían conocido su infancia y su juventud. ‘¿De donde saca todo esto? ¿De donde saca esta sabiduría y estos milagros?’ Allí había llegado también la fama de lo que hacia en Cafarnaún y en otros lugares. Pero, como termina diciéndonos hoy el evangelista ‘no hizo allí muchos milagros porque les faltaba fe’.
Cuando hacemos la lectura y la reflexión sobre este texto podemos hacernos muchas consideraciones. Por una parte vemos como refleja muchas de nuestras actitudes y de la manera de actuar en nuestra relación con los otros. Estamos tan llenos de desconfianzas; nos decimos que conocemos a la gente; con qué facilidad vemos intenciones ocultas en lo que hacen los demás; cómo rápidamente ponemos ‘peros’ a lo bueno que puedan hacer los otros.
No tenemos fe los unos en los otros, caminamos en la vida con demasiadas desconfianzas y así no podemos crear verdaderas amistades porque con ello lo que estamos haciendo es creando grietas en nuestras mutuas relaciones; un edificio con grietas si no lo arreglamos prontamente se nos viene abajo. Por eso se nos hace difícil la convivencia, no creamos verdadera comunión entre unos y otros, damos la impresión de que cada uno vamos realizando nuestras batallitas y no somos capaces de unirnos a los demás. En esto se ha de manifestar también nuestro sentido cristiano de la vida, en esas nuevas actitudes que hemos de tener los unos con los otros expresamos nuestra postura de creyentes.
Podemos también ver cuál es nuestra relación con Jesús. También nos admiramos fácilmente por lo que vemos que hace cuando escuchamos el evangelio, pero ¿pasamos de la admiración a unas posturas de fe más comprometidas? ¿En verdad queremos traducir todo eso que nos dice el evangelio en los comportamientos de nuestra vida?
Nos puede suceder que también nosotros sepamos muchas cosas de Jesús. A lo largo de los años de nuestra vida hemos escuchado hablar de Jesús tantas veces que prácticamente podemos decir que conocemos todos los hechos de la vida de Jesús. Pero no nos podemos quedar ahí; nuestra fe en Jesús es mucho más que saber cosas de Jesús, porque nuestra fe nos hace ponernos en camino, un camino de seguimiento de Jesús para trasplantar a nuestra vida, a nuestras actitudes y a nuestros comportamientos, a lo que han de ser los principios de nuestra vida todo eso que Jesús nos enseña en el evangelio.
Y por fijarnos ahora en cosas concretas en esto mismo que hemos venido reflexionando sobre nuestras actitudes ante los demás, ahí hemos de reflejar todo lo que nos enseña Jesús en el evangelio de lo que es el verdadero amor al prójimo. Desterremos desconfianzas, no creemos grietas en nuestras relaciones, busquemos siempre la verdadera comunión entre unos y otros, seamos capaces de aceptarnos y valorarnos, pongámonos a trabajar codo con codo todos unidos por hacer nuestro mundo mejor.

jueves, 28 de julio de 2016

Es necesario tener criterios claros de lo que son los auténticos valores del evangelio para convertirlos en la riqueza de nuestra vida

Es necesario tener criterios claros de lo que son los auténticos valores del evangelio para convertirlos en la riqueza de nuestra vida

Jeremías 18,1-6; Sal 145; Mateo 13,47-53

‘El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla…’ Sigue Jesús hablándonos en parábolas. Nos compara el Reino de Dios, nos da las señales del Reino de los cielos que nosotros hemos de vivir, nos habla con sencillez de lenguaje para que todos entendamos, queremos ser los pobres y los sencillos que acojamos en nuestra vida, que escuchemos allá en lo hondo del corazón esta Palabra de Jesús.
Nos habla hoy de la red que echan en el mar y que recoge toda clase de peces. Es la imagen del anuncio del Reino que a todos se hace, que todos pueden escuchar; es la llamada y la invitación para que todos escuchemos ese anuncio, seamos buenos o nos lo creamos o no seamos tan buenos porque somos pecadores; el anuncio es para todos, porque para todos es la salvación.
Es la primera lectura que hacemos de esta parábola; ojalá no seamos excluidos porque no seamos capaces de cambiar nuestra vida, porque nos encerremos en nosotros mismos, porque queramos permanecer en nuestro pecado. La llamada es una gracia porque es un regalo del Señor pero al que damos respuesta para vivir en gracia, para vivir en santidad.
Pero con la parábola podemos pensar en algo más. Vivimos en un mundo muy amplio y muy diverso; en ese mar de la vida hay toda clase de peces, nos encontramos con muchas cosas, una buenas otras no tan buenas, unas que nos ayudan a progresar en los verdaderos valores, otras que nos arrastran como rémoras y nos quieren hundir en la ciénaga del mal.
Tenemos que aprender a discernir, a distinguir lo bueno de lo malo, a tener las ideas claras y la voluntad firme para no dejarnos arrastrar por el mal; la tentación nos acecha continuamente; el mundo que nos rodea quiere confundirnos, nos dicen tantas cosas, eso no tiene importancia, eso es poca cosa y total no vamos a ser perfectos siempre, mira lo que hacen todos a tu alrededor ¿tú vas a ser distinto, vas a nadar contracorriente? Y así tantas maneras de hacernos ver como bueno lo que no es tan bueno.
Es necesario tener criterios claros; tenemos que dejarnos iluminar por la luz del evangelio, hemos de saber trabajar siempre por los verdaderos valores, tenemos que cultivar la virtud en nuestra vida, hemos de sabernos dejar impregnar por el sentido de Cristo. Ese ha de ser nuestro camino, nuestro esfuerzo, nuestra lucha por superarnos día a día aunque nos cueste. El Espíritu del Señor Jesús está con nosotros y es nuestro verdadero guía y nuestra verdadera fortaleza.

miércoles, 27 de julio de 2016

Jesús es ese tesoro escondido que hemos de saber encontrar siendo capaces de darlo todo por seguir su camino

Jesús es ese tesoro escondido que hemos de saber encontrar siendo capaces de darlo todo por seguir su camino

Jeremías 15,10.16-21; Sal 58; Mateo 13,44-46
Todos tenemos prioridades en la vida. Hay cosas que consideramos muy importantes y por las que estamos dispuestos a darlo todo. Pero entre todas las cosas que consideramos buenas e importantes siempre habrá una que ocupe el primer lugar, lo que es la verdadera prioridad. Es importante tener prioridades, porque es señal de que sabemos o al menos intentamos tener claro hacia donde vamos. Por esos principios o esos valores seremos capaces de sacrificarnos, incluso, por conseguirlo. Por ello merece la pena luchar; es una meta que nos ponemos en la vida.
Podrán ser prioridades de esa meta que nos ponemos en la vida, podrán ser prioridades en nuestro trabajo o en lo que queremos conseguir en la vida, aquello en lo que nos desarrollamos como personas, serán prioridades desde el ámbito de la familia o en el entorno social en donde vivimos; pero creo que hemos de tratar de buscar, si somos verdaderamente creyentes, lo que serian esas prioridades desde nuestra, porque en el fondo eso es lo que va darnos un sentido en la vida y que le darán un tinte, un valor o un sentido a todo eso que como decíamos queremos conseguir. Es necesario tener una verdadera escala de valores.
Hoy en el evangelio escuchamos dos parábolas de Jesús, el tesoro escondido o la perla preciosa. En una y en otro caso quien los ha encontrado será capaz de vender todo lo que tiene por conseguir ese tesoro o por conseguir esa perla. Y es ahí donde hemos de preguntarnos ¿cual es ese tesoro para nosotros, cual es esa perla? ¿Tendrá que ver algo el evangelio de Jesús con ese tesoro o con esa perla?
Aquel hombre de la parábola encontró el tesoro en el campo. En eso de encontrar me hace recordar aquel momento en que Andrés después de pasar una tarde y una noche con Jesús, a la mañana siguiente se fue hasta donde su hermano Simón para decirle ‘hemos encontrado al Mesías’, y se trajo a su hermano hasta Jesús. Era su tesoro porque el que merecía dejarlo todo como un día hicieran cuando Jesús les invitó a ser pescadores de hombres, ‘dejaron las redes y la barca y lo siguieron’.
Es bueno y creo que tenemos que decir necesario que nosotros encontremos ese tesoro, nos preguntemos si en verdad nuestra fe eso significa para nosotros. ¿Será en verdad Jesús nuestro tesoro por el que somos capaces de dejarlo todo para seguir su camino, para vivir su vida? ¿Cuál es la prioridad que le damos a nuestra fe? Queden ahí esas preguntas que tenemos que hacernos con sinceridad para que descubramos bien cuál es la sinceridad y autenticidad con que queremos vivir nuestra vida cristiana, nuestro seguimiento de Jesús. 

martes, 26 de julio de 2016

San Joaquín y santa Ana, los abuelos de Jesús, nos hacen reconocer la buena semilla que nuestros mayores sembraron en nosotros

San Joaquín y santa Ana, los abuelos de Jesús, nos hacen reconocer la buena semilla que nuestros mayores sembraron en nosotros

Ecles. 44, 1. 10-15; Sal. 131; Mt. 13, 16-17
Hoy la liturgia de la Iglesia celebra la memoria de san Joaquín y santa Ana. ¿Quiénes son san Joaquín y santa Ana? La tradición nos los señala como los padres de María, la madre de Jesús; en consecuencia, podríamos decir, que son los abuelos de Jesús.
Por supuesto el evangelio no nos habla de ellos. Es piadosa tradición que hemos recibido desde antiguo. ¿Por qué no podemos pensar, celebrar y venerar a los que fueron los padres de María? Si habitualmente podemos decir que los padres se reflejan en los hijos y que todas aquellas buenas enseñanzas que ellos les trasmitieron tenemos la esperanza de que un día van a florecer en la vida de los hijos, cuánto podemos decir de los padres de María cuando en ella vemos tal grado de santidad y de gracia.
‘Aguardaban la futura liberación de Israel y el Espíritu Santo moraba en ellos’. Es frase del evangelio pero referida a aquellos buenos ancianos que en el templo pasaban día y noche esperando el cumplimiento de la promesa y que cuando Jesús fue presentado en el templo vieron satisfechas y cumplidas sus esperanzas. Nos referimos al anciano Simeón y a la profetisa Ana, de los que nos habla san Lucas. La liturgia en este día de la fiesta de san Joaquín y santa utiliza estas palabras como antífona antes del Evangelio. San palabras, pues, que podemos referir a los padre de María.
En esa esperanza vivía María, el cumplimiento de las promesas, y en verdad que podemos decir que de sus padres había aprendido esa esperanza. En la educación que le dieron a María – según las tradiciones su casa en Jerusalén estaba en las cercanías del templo y muy cerca de la piscina probática o de las ovejas y en el templo fue educada María – fueron plasmando toda aquella fe y esperanza que anidaba en sus corazones.
Esto nos puede llevar a hermosas consideraciones y consecuencias para nuestra vida; por una parte la esperanza que nunca ha de faltar en los padres a la hora de sembrar la semilla de la buena formación en sus hijos, porque un día todo eso bueno que ellos sembramos ha de florecer en anuncio de buenos frutos. Algunas veces los padres pueden sentir la tentación del cansancio y el desánimo porque no ven como quisieran en sus hijos la educación que pretendieron darle; pero la semilla siempre hay que seguir sembrándola con la esperanza de un prometedor fruto.
Por otra parte ya hacíamos mención a san Joaquín y santa Ana como los abuelos de Jesús; por eso en nuestras comunidades cristianas y de alguna manera se ha trasmitido a nuestra sociedad, tenemos este día como el día de los abuelos. Abuelos que merecen siempre nuestro respeto, nuestro cariño y nuestra consideración por la trayectoria de su vida recorrida y por la semilla que fueron sembrando en sus hijos y nietos que en ellos fueron dejando una huella. Respeto merecen por su larga vida de luchas y sacrificios, de trabajo y de entrega, de amor a sus familias y de sacrificio por ellas.
Hemos de reconocer en lo que somos hoy unos herederos de lo que ellos nos trasmitieron, que, es cierto, nosotros ahora lo vivenciamos en el hoy de nuestro tiempo y de nuestro día; aunque hoy le demos nuestra impronta, y no podría ser de otra manera, son herederos y reflejo de lo que ellos en nosotros han ido sembrando con el paso de los años.
Vaya nuestro homenaje de respeto y amor a nuestros mayores, a los abuelos; siguen siendo importantes en nuestra vida; son un espejo en el que mirarnos para aprender de su constancia en el trabajo y en el amor, para aprender de su sacrificio y entrega por sus familias, para recoger esa buena semilla que han sembrado en nuestra sociedad, para que sean un estimulo para nuestro caminar, una ayuda también para nuestro camino de fe y aprender de su esperanza.

lunes, 25 de julio de 2016

Jesús sigue confiando en nosotros a pesar de nuestras debilidades y flaquezas para que hagamos el anuncio del mensaje del evangelio

Jesús sigue confiando en nosotros a pesar de nuestras debilidades y flaquezas para que hagamos el anuncio del mensaje del evangelio

 Hechos  4, 33; 5, 12. 27b-33; 12, 2; Sal 66; 2Corintios 4,7-15; Mateo 20, 20-28

Un día después de llamar a Simón y Andrés a seguirle, pasando más adelante vio Jesús a Santiago y Juan repasando las redes con su padre junto a la barca y les dijo también, ‘venid conmigo y os haré pescadores de hombres’. Y ellos lo habían dejado todo y lo habían seguido. De manera semejante cuando la pesca milagrosa allí estaban también Santiago y Juan junto con otros pescadores que fueron a echarles una mano a Pedro y Jesús les dice que de ahora en adelante serán pescadores de hombres.
Habían comenzado a caminar con Jesús. Poco a poco se iba estrechando el amor y creciendo el conocimiento de Cristo. Vislumbraban ya que podía ser el Mesías por lo que anunciaba, los signos y milagros que realizaba y cómo la gente le seguía. Parecía que era el momento. Y ellos siguen siendo tan humanos y tan débiles como todos nosotros; por eso aparecen los sueños y las ambiciones en el corazón; como nos puede pasar a cada uno de nosotros, no somos ni mejores ni peores, sino simplemente humanos con nuestras propias debilidades. Pero podemos decir que el Señor sigue confiando en nosotros.
En este caso será la madre la que se convierta en intercesora. ‘Quiero que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda’. El amor de madre le hace soñar sueños que quizá no están tan lejanos de las mentes y de los corazones también de los hijos. Jesús no los rechaza, quiere hacerlos pensar, hacerles descubrir el verdadero sentido del Reino que El está anunciando. ‘¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?’ Pero aquellos dos buenos discípulos no se acobardan aunque quizá no entiendan el alcance de las palabras de Jesús. ‘Podemos’, fue la respuesta.
Vendrán las aclaraciones de Jesús, porque ya por allá aparece también la debilidad de los otros discípulos con sus sospechas, sus desavenencias, sus desconfianzas y aparece hasta quizá el orgullo y la envidia. El estilo de su reino no es como los reinos de este mundo, los primeros puestos no son de los poderosos a la manera como son los poderosos de la tierra que se crecen, que dominan, que quizá hasta se aprovechan de su cargo pensando solo en beneficio propio. En su reino la grandeza está en servir, en hacerse el último, el ser el servidor de todos. Ese es el camino que han de recorrer de transformación de sus corazones de aquellos discípulos que también tienen sus debilidades y ambiciones como todos nosotros tenemos.
Ese es el apóstol Santiago que hoy celebramos, cuya fiesta a todos nos alegra el corazón porque es el patrón de España. Muchas veces tenemos el peligro de contemplar a los santos que veneramos como si fueran superhombres venidos quizá de la estratosfera o de otros mundos. Son hombres como nosotros,  también con debilidades y pasiones en su corazón como nosotros podemos tener y sentir, pero que fueron fieles, que vivieron un camino de seguimiento de Cristo tratando de plasmarlo en sus corazones y en su vidas, que también tuvieron sus luchas de superación como las que nosotros cada día hemos de tener si queremos en verdad crecer como personas, y crecer en el camino del seguimiento de Cristo que es camino de santidad.
Y Cristo quiere seguir confiando en nosotros a pesar de nuestras debilidades, porque así se manifiesta mejor que no es nuestra obra, sino la obra de la gracia, la obra de Cristo la que queremos realizar. ‘Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros’. Así nos decía el apóstol san Pablo en la carta a los cristianos de Corinto.
Vemos la debilidad de nuestra vida que tantas veces nos hace tropezar e incluso caer, pero así se manifiesta la grandeza de la gracia; así aprendemos también a ser compasivos y misericordiosos porque hemos experimentado en nuestra vida esa compasión y esa misericordia del Señor; así será en verdad comprensivos con los demás para hacer brillar por encima de todo siempre la luz de Cristo. Porque seamos pecadores eso no nos exime de nuestra obligación y de nuestro compromiso como cristianos de hacer el anuncio de Jesús y de su evangelio; es más, eso nos dará más fuerza a nuestra vida y a nuestras palabras porque no es a nosotros a quien anunciamos sino a Jesús y su evangelio con la fuerza de su gracia que también transforma nuestros corazones.
Es el mensaje que yo hoy quiero traer para mi vida desde la fiesta del Apóstol Santiago. Que él interceda por nosotros, por nuestro país, para que se mantenga viva nuestra fe, para que no nos dejemos oscurecer por el mal y la indiferencia, para que resplandezca de verdad el nombre de Jesús en nuestros corazones, en nuestra vida y también en medio de nuestra sociedad.

domingo, 24 de julio de 2016

En la oración experimentamos el abrazo de amor de Dios que es nuestro Padre y siempre nos ama

En la oración experimentamos el abrazo de amor de Dios que es nuestro Padre y siempre nos ama

 Génesis 18, 20-32; Sal 137;  Colosenses 2, 12-14; Lucas 11, 1-13
‘Jesus estaba orando en cierto lugar, nos dice el evangelista, y cuando terminó uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos…’ La oración de Jesús hace surgir el deseo de aprender a orar como El; no es solo, aunque eso pudiera parecer, que igual que otros grupos de creyentes tenían su propia forma de orar - y aquí se menciona al Bautista y sus discípulos como serían los grupos de los fariseos o de los esenios del desierto del Mar Muerto – sino que en el fondo es el deseo de imitar a Jesús.
El evangelio nos presenta distintos momentos de esa oración personal de Jesús que se retira al descampado en la noche, o sube a la montaña como cuando fue con aquellos tres discípulos en el Tabor, o más tarde le contemplaremos en Getsemaní que se ve que era un lugar frecuentado por Jesús en los alrededores de Jerusalén, por mencionar algunos momentos.
¿Será también nuestro deseo? ¿Será nuestra petición de la misma manera? Muchas veces quizá pensamos también que no sabemos orar, que no sabemos hacer nuestras oraciones. Quizá nos contentamos de repetir las oraciones aprendidas de memoria, o valernos ritualmente de unas oraciones prescritas por la liturgia; quizá lo que hacemos es presentar nuestras listas de peticiones o de lamentos esperando el milagro de que se nos resuelvan nuestros problemas, o quizá buscamos algo más y allá en lo más hondo de nosotros mismos nos detenemos para sentir a Dios, para escuchar a Dios.
La oración es el abrazo de Dios, escuché decir a alguien. Nos gozamos en Aquel que sabemos bien que nos ama; nos gozamos en el amor porque también nosotros queremos amar y queremos sentirnos profundamente unidos en un abrazo de amor con quien sabemos que nos ama. Como el niño que se siente seguro en los brazos de su padre y no se cansa de llamarlo su papá nos gozamos en la ternura de Dios, nos sentimos abrazados por el amor de Dios. Por eso es la primera palabra que Jesús nos enseña a decirle a Dios, Padre, ‘Abba’ que en el propio lenguaje arameo de Jesús expresaba una gran ternura.
La oración sin dejar de ser comunicación es comunión, comunión de amor. Es comunicación porque es el dialogo entre la Palabra y nuestra palabra, pero es el diálogo que brota del amor del corazón de Dios y que nos hace entrar en comunión desde nuestro amor, desde lo más hondo de nuestro corazón.  ¿No sienten deseos de un abrazo de amor aquellos que se aman de verdad? Y no querrán que se abrazo se termine, ansiamos un abrazo eterno de amor. Cuando nos sentimos en una comunión tan hermosa de amor con Dios entonces no nos cansaremos, nuestra oración no podrá ser aburrida ni nada que nos canse ni nos desanime en ningún momento.
Jesús nos ofrece el modelo de oración que hemos de vivir gozándonos en su amor y queriendo repetirle una y otra vez lo gozosos que nos encontramos con El; por eso nuestra oración es alabanza al nombre de Dios – ‘santificado sea tu nombre’, decimos -, nuestra oración es deseo de permanecer unidos a El para siempre viviendo su reino, buscando su voluntad, apartándonos de todo mal, viviendo en la misericordia que en El encontramos y que a todos siempre manifestaremos, viviendo, en una palabra, todo el sentido del Evangelio del Reino que Jesús nos ha anunciado y enseñado.
Nuestra oración verdadera estará siempre impregnada del evangelio porque si no fuera así no seríamos capaces de hacerla con verdadero sentido, pero al mismo tiempo nos enseña y nos da fuerza para vivir ese espíritu del Evangelio. Quien no ha llegado a entender y querer vivir el evangelio de Jesús no podrá hacer con todo sentido la oración de Jesús. Por eso quizá muchas veces nos cuesta hacer nuestra oración.
Hoy Jesús nos hablará de nuestra perseverancia en la oración con la confianza de los amigos que saben acudir el uno al otro a cualquier hora y en cualquier momento, con la confianza de los hijos que saben que están confiando en un padre que siempre les dará lo bueno, les dará lo mejor. Es hermoso el texto que se nos ofrece por otra parte en la primera lectura, cómo Abrahán insiste y porfía en sus peticiones al Señor. ‘Me he atrevido a hablar a mi Señor… que no se enfade mi Señor si hablo una vez más…’ le dice. Es la insistencia de la amistad, es la insistencia del amor.
Santa Teresa del Niño Jesús decía que la oración e realidad es algo tan sencillo como ‘un impulso del corazón, una sencilla mirada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría’. Y ya sabemos lo que la gran maestra de oración, santa Teresa de Ávila, explicaba: ‘oración es hablar de amistad con quien sabemos nos ama’.
‘Señor, enséñanos a orar’, le decimos también nosotros hoy, enséñanos a gustar de la oración, haznos sentir ese abrazo de amor.