Las desconfianzas hacen grietas que nos pueden dañar el edificio de nuestra vida y nuestra relación con los demás
Jer. 26, 1-9; Sal. 68;
Mt. 13, 54-58
‘Jesus fue a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga’, nos
dice el evangelista. Es el texto paralelo al que nos narra Lucas en el que
incluso se nos dice cual fue el texto de Isaías que fue proclamado. En uno y en
otro caso se nos habla de cómo la gente estaba admirada por lo que decía Jesús.
‘Tenían todos puestos los ojos en El’, nos decía Lucas.
Pero en uno y en otro caso vemos pronto la reacción de la gente. Mateo
hoy nos dice que ‘desconfiaban de El’. Todos lo conocían, allí se había
criado, por allá andaban sus parientes, habían conocido su infancia y su
juventud. ‘¿De donde saca todo esto? ¿De donde saca esta sabiduría y estos
milagros?’ Allí había llegado también la fama de lo que hacia en Cafarnaún
y en otros lugares. Pero, como termina diciéndonos hoy el evangelista ‘no
hizo allí muchos milagros porque les faltaba fe’.
Cuando hacemos la lectura y la reflexión sobre este texto podemos
hacernos muchas consideraciones. Por una parte vemos como refleja muchas de
nuestras actitudes y de la manera de actuar en nuestra relación con los otros.
Estamos tan llenos de desconfianzas; nos decimos que conocemos a la gente; con
qué facilidad vemos intenciones ocultas en lo que hacen los demás; cómo
rápidamente ponemos ‘peros’ a lo bueno que puedan hacer los otros.
No tenemos fe los unos en los otros, caminamos en la vida con
demasiadas desconfianzas y así no podemos crear verdaderas amistades porque con
ello lo que estamos haciendo es creando grietas en nuestras mutuas relaciones;
un edificio con grietas si no lo arreglamos prontamente se nos viene abajo. Por
eso se nos hace difícil la convivencia, no creamos verdadera comunión entre
unos y otros, damos la impresión de que cada uno vamos realizando nuestras
batallitas y no somos capaces de unirnos a los demás. En esto se ha de
manifestar también nuestro sentido cristiano de la vida, en esas nuevas
actitudes que hemos de tener los unos con los otros expresamos nuestra postura
de creyentes.
Podemos también ver cuál es nuestra relación con Jesús. También nos
admiramos fácilmente por lo que vemos que hace cuando escuchamos el evangelio,
pero ¿pasamos de la admiración a unas posturas de fe más comprometidas? ¿En
verdad queremos traducir todo eso que nos dice el evangelio en los
comportamientos de nuestra vida?
Nos puede suceder que también nosotros sepamos muchas cosas de Jesús.
A lo largo de los años de nuestra vida hemos escuchado hablar de Jesús tantas
veces que prácticamente podemos decir que conocemos todos los hechos de la vida
de Jesús. Pero no nos podemos quedar ahí; nuestra fe en Jesús es mucho más que
saber cosas de Jesús, porque nuestra fe nos hace ponernos en camino, un camino
de seguimiento de Jesús para trasplantar a nuestra vida, a nuestras actitudes y
a nuestros comportamientos, a lo que han de ser los principios de nuestra vida
todo eso que Jesús nos enseña en el evangelio.
Y por fijarnos ahora en cosas concretas en esto mismo que hemos venido
reflexionando sobre nuestras actitudes ante los demás, ahí hemos de reflejar
todo lo que nos enseña Jesús en el evangelio de lo que es el verdadero amor al
prójimo. Desterremos desconfianzas, no creemos grietas en nuestras relaciones,
busquemos siempre la verdadera comunión entre unos y otros, seamos capaces de
aceptarnos y valorarnos, pongámonos a trabajar codo con codo todos unidos por
hacer nuestro mundo mejor.
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