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sábado, 22 de octubre de 2022

Los caminos de la justicia de Dios pasan por los caminos del amor, aprendamos a ser compasivos y misericordiosos

 


Los caminos de la justicia de Dios pasan por los caminos del amor, aprendamos a ser compasivos y misericordiosos

Efesios 4, 7-16; Sal 121; Lucas 13, 1-9

La pequeña parábola que nos propone Jesús en el evangelio es bien significativa. La higuera no da fruto, ¿para que la queremos en el huerto? Ocupando espacio, absorbiendo los nutrientes que podrían valer para otras plantas u otras hortalizas que tengamos allí sembrados, lo mejor es quitarla de en medio.

Es lo que hacemos tantas veces. Con aquello de que el mal hay que arrancarlo desde su raíz, no pensamos en la persona, no pensamos en una nueva oportunidad, sino que pretendemos quitarlo de en medio. Es el clamor que surge tantas veces en nuestro interior y que manifestamos de muchas maneras, cuando vemos este mundo injusto, tantas injusticias que hacen tanto daño a muchos y que de alguna manera están destruyendo nuestro mundo, y ahí estamos preguntándonos por qué Dios no quita de en medio a esos malvados.

Es la reacción que por otra parte dejamos salir con mucha facilidad cuando vemos que a alguien le sucede algo malo y enseguida pensamos que algo malo habrá hecho para que mereciera ese castigo. Nos volvemos justicieros, que no significa amantes de la justicia, y si de nosotros dependiera íbamos eliminando a tantos del camino de la vida porque los consideramos injustos, corruptos, malos desde la raíz, y no nos damos cuenta de cuáles son las actitudes que tenemos en nuestro corazón, muchas veces en esas ocasiones lleno de odio, con deseos de venganza, con ganas de eliminar todo lo que no sea como nosotros queremos o pensamos. ¿Dónde está el mal que habría que erradicar? Tenemos que pensarnos un poco más las cosas.

El motivo por el que Jesús les propuso la parábola a la que hacíamos mención, fue que vinieron contando a Jesús algo desagradable que había sucedido en aquellos días en el templo con la intervención del gobernador romano. Era considerado un sacrilegio, una profanación del lugar sagrado, y pronto comienzan a buscarse culpabilidades y a hacerse juicios de condena por aquellos hechos. Pero Jesús les recuerda, otro acontecimiento, el muro que se había caído de la piscina de Siloé y donde habían muerto varias personas. Ante la reacción que ante esos hechos se tiene con facilidad, Jesús se pregunta quienes eran realmente más culpables, quien merecería en verdad un castigo.

Y nos viene a enseñar Jesús que la manera de actuar de Dios no es a nuestra manera. Como se decía en los salmos los caminos de Dios no son nuestros caminos. En nuestros caminos buscamos siempre el castigo y la venganza pensando que ese es el camino de la verdadera justicia. Y nos viene a decir Jesús que Dios actúa de otra manera. Es la enseñanza de la parábola. El labrador de aquel campo no quiere arrancar la higuera; como ya nos había enseñado en otra parábola que la cizaña no se podía arrancar tan pronto porque podría dañar las buenas plantas de buena semilla. El labrador se ofrece a cavar de nuevo alrededor de la higuera, abonarla, podarla, cuidarla en la esperanza de que un día pudiera dar fruto.

Es la paciencia de Dios; es la misericordia y la compasión de Dios; es la verdadera justicia de Dios que siempre estará esperando nuestra vuelta, como el padre del hijo pródigo, como el pastor que busca a la oveja perdida. La justicia de Dios está en medio de los caminos del amor. Dios nos espera, Dios nos ofrece una y otra vez sus brazos, Dios quiere nuestra vuelta. ¿Por qué no vamos a esperar nosotros la vuelta de los que han errado el camino? ¿Por qué tenemos que arrancar de raíz esa planta?

Nos miramos a nosotros, con quienes Dios tantas veces se ha mostrado misericordioso, pero aprendemos a mirar a los demás, con los ojos de la misericordia de Dios. Seamos compasivos y misericordiosos como Dios, nuestro Padre, es compasivo y misericordioso.

viernes, 21 de octubre de 2022

Tendríamos que tener una mirada desde el Espíritu de Jesús de aquello que vivimos y nos sucede, para tener esa mirada de Dios y nuestro discernimiento sea mucho más sereno

 


Tendríamos que tener una mirada desde el Espíritu de Jesús de aquello que vivimos y nos sucede, para tener esa mirada de Dios y nuestro discernimiento sea mucho más sereno

Efesios 4, 1-6; Sal 23; Lucas 12, 54-59

La vida no la resolvemos con recetas; aunque hoy estamos acostumbrados a que en la sociedad tenemos establecidos unos protocolos de antemano que nos dicen lo que tenemos que hacer en un momento o en otro, sin embargo en el discurrir de la vida de cada día, donde tenemos que tomar unas decisiones en momentos determinados, tenemos que hacer una elección entre una cosa y otra hemos de ser nosotros con nuestro libre albedrío los que hemos de discernir que es lo que tenemos que hacer. No es fácil, y muchas veces incluso podemos equivocarnos, y eso forma parte de la vida misma, que nos va enseñando de lo mismo que vamos viviendo.

Muchas veces cuesta ese discernimiento porque son muchas las influencias que recibimos, o vemos lo fácil que a otros les resulta, pero llegar al momento de tener que tomar una decisión es algo que se nos puede poner cuesta arriba, pero ahí iremos mostrando nuestra madurez, esa sabiduría que hemos aprendido de la vida misma o de cuanto antes hemos vivido, ahí aparece nuestra capacidad de ponderación para descubrir lo mejor y lo más positivo y así llegar a actuar con la mayor rectitud.

Pero también son muchos los signos y las señales que podemos descubrir en nuestro entorno, saber leer la vida, lo que no es fácil, para llegar a tener unos criterios, que no van a ser protocolos cerrados que nos digan lo que cogemos con una mano o qué hacemos con la otra, sino que está además nuestra libertad personal en esa toma de decisiones, aunque quizá en ocasiones nos pueda parecer que vamos a contracorriente de lo que todo el mundo hace.

Hoy Jesús les habla a los discípulos de los signos de los tiempos, tomando el ejemplo de la propia naturaleza, si hay nubes, si hace sol, si va a hacer bochorno, si vamos a tener tiempo de lluvia. Ya lo hacemos en la vida y eran las señales que nuestros mayores sabían descubrir y que les ayudaba en lo que era el desarrollo de su vida campesina con sus correspondientes siembras y cosechas.

Pero si Jesús nos pone ese ejemplo o nos habla de ello, es para hacernos pensar en algo más hondo. A la gente de su tiempo le costaba entender quien era Jesús, a pesar de los signos y señales que veían que Jesús realizaba, con lo que además se daba cumplimiento a lo anunciado por los profetas. Eran un pueblo con una visión creyente de la vida y sin embargo no supieron ver las señales de la presencia del Hijo del Hombre en medio de ellos.

¿Tendremos nosotros una visión creyente de la vida? ¿Sabremos hacer una lectura creyente, con ojos de fe, de cuanto sucede y nos sucede? No es que vayamos a ponernos fanáticos, como algunos que sacan a relucir las palabras más duras de los profetas, para contemplar lo que hoy nos sucede en nuestra sociedad. Pero sí tendríamos que tener una mirada desde el Espíritu de Jesús de aquello que vivimos, de aquello que nos sucede, para tener esa mirada de Dios, para saber escuchar a Dios que nos puede estar hablando desde esos acontecimientos.

Proféticamente pueden estar llegando palabras a nuestros oídos que nos despierten porque andamos muy adormilados por la vida. No busquemos palabras tremendistas – valga la palabra – sino que escuchemos palabras serenas que nos hagan reflexionar, que nos hagan pensar, que nos hagan tener otra visión de las cosas. Y esas palabras existen, esas palabras las podemos escuchar quizá en boca del que menos pensamos, pero nos pueden hacer llegar un punto de reflexión, de arranque para algo nuevo para nuestra vida.

Son señales, signos que Dios va poniendo hoy también a nuestro lado y que hemos de saber leer y escuchar. Seguro que nuestro discernimiento será mucho más sereno y descubriremos mejor lo que hemos de hacer.

jueves, 20 de octubre de 2022

No echemos agua para apagar el fuego del Espíritu, dejemos que prenda y arda, que nos renueve totalmente nuestra vida, que nos desconcierte, señal de que es buena noticia

 


No echemos agua para apagar el fuego del Espíritu, dejemos que prenda y arda, que nos renueve totalmente nuestra vida, que nos desconcierte, señal de que es buena noticia

Efesios 3, 14-21; Sal 32; Lucas 12, 49-53

Hay cosas que nos sorprenden porque no las esperábamos; y no se trata ya de un suceso, de algo extraordinario que sucede y que nos llama la atención, sino que más bien la sorpresa en ocasiones la recibimos de personas que quizás están en nuestro entorno, pero que no esperábamos de ellas una actuación así, esa manera de hacer las cosas en que parece que ahora todo lo cambian y hasta puede dar la impresión que pudiera ser contrario a lo que siempre ha sostenido, o al menos eso nos parece a nosotros y de ahí nuestra sorpresa.

Pero se me ocurre pensar ahora si acaso el evangelio de Jesús nos causa alguna sorpresa. Quizás nos hemos acostumbrado a oírlo y hacerle siempre las mismas interpretaciones y pudiera ser también que lo edulcoramos tanto que pierde el sabor de ser una buena noticia. Una noticia nueva tendría que sorprendernos, porque de lo contrario dejaría de ser noticia, si es algo que ya nos sabemos desde siempre. Y se me ocurre pensar si acaso el evangelio ha dejado de ser noticia para nosotros, porque nos decimos que nos lo sabemos.

La presencia de Jesús, sus palabras y sus signos no dejaban de ser siempre una buena noticia que recibía la gente de su tiempo que lo escuchaba. Y sorpresa y desconcierto les causaba a algunas por esos nuevos gestos que realizaba Jesús, por esa manera de estar en medio de las gentes y por el mensaje que les trasmitía. Bien que se sentían desconcertados los fariseos y los principales dirigentes de Israel por las actitudes de Jesús. Ya sabemos cómo lo criticaban porque andaba entre publicanos y pecadores e igual dejaba que incluso las prostitutas se acercaran a El e incluso tuviera la valentía de defenderlas, como fue el caso de la mujer adultera. Si lo criticaban era porque se sentían desconcertados, porque era algo nuevo que ellos no podían permitir.

Las palabras y los gestos de Jesús podríamos decir que en cierto modo eran revolucionarias, porque presentaba una nueva manera de ver el acercamiento entre las personas, y cómo todos tenían un valor que siempre había que respetar y valorar. Era, sí, un fuego que Jesús quería encender porque en verdad muchas cosas tendrían que cambiar desde lo más hondo del corazón del hombre, pero que tendría que reflejarse en las posturas, en las actitudes, en los gestos, en la manera de relacionarnos los unos con los otros.

Es lo que nos está diciendo Jesús hoy en el evangelio y que tantas veces suavizamos, haciéndole perder el sentido de esa buena nueva, de esa buena noticia que tiene que ser el evangelio en nuestra vida, que nos tiene que cambiar desde lo más hondo de nosotros mismos. No nos andemos con componendas. De una vez por todas escuchemos a corazón abierto el evangelio, las palabras de Jesús y dejémonos transformar por su Espíritu.

‘He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!’ No echemos agua para apagar ese fuego, dejemos que prenda, que arda, que renueve nuestro mundo, que renueve totalmente nuestra vida y nos desconcierte. Señal de que es en verdad buena noticia para nuestra vida.

miércoles, 19 de octubre de 2022

Dejémonos envolver por el evangelio y nuestro corazón se llenará de paz y encontraremos muchos más motivos para vivir la responsabilidad de la vida

 


Dejémonos envolver por el evangelio y nuestro corazón se llenará de paz y encontraremos muchos más motivos para vivir la responsabilidad de la vida

Efesios 3, 2-12; Sal. Is. 12, 2-3. 4bcde. 5-6; Lucas 12, 39-48

No queremos que nos roben y es cierto que andamos con ciertos miedos por si acaso se nos meta un ladrón en la casa y nos haga destrozos, por eso andaremos preocupados y vigilantes, poniendo todos los medios de nuestra parte para que eso no suceda. No nos podemos dejar dormir. Es también aquel a quien le han confiado una tarea de gran responsabilidad que tratará de cumplir fielmente, no sea que venga aquel que nos ha confiado tal responsabilidad y nos exija cuentas; tenemos que estar preparados, o más bien tenemos que desarrollar nuestras tareas con gran responsabilidad para hacernos merecedores de tal confianza.

Por medio siempre anda el miedo a que nos roben, el miedo a que nos llamen la atención y nos dejen en evidencia, pero creo que la motivación para que seamos responsables en la vida no ha de ser solamente el miedo. Cuando actuamos desde esa motivación estaremos como a presión, no terminaremos de cogerle gusto a lo que hacemos, y se nos puede volver nuestra responsabilidad en una carga pesada.

¿Tendríamos que tener otra motivación? Para empezar diríamos que está en nosotros mismos, en la voluntad que ponemos en hacer las cosas, en el gusto con que las hacemos, y eso incluso nos hará disfrutar hasta de los momentos más difíciles y problemáticos que se nos puedan presentar.  Estamos poniendo lo mejor de nosotros mismos, estamos sacando a flote toda nuestra responsabilidad y todas nuestras capacidades que si nos han confiado tal tarea es porque tenemos esa capacidad para realizarla. Cuando  hacemos las cosas con gusto hasta nos volvemos creativos en aquello que hacemos y se notará la felicidad que sentimos al realizarlo. ¿Por qué no lo hacemos así siempre?

Claro que cuando hablamos de que alguien nos puede pedir el que rindamos cuenta podrían entrarnos los miedos. Pero hemos de saber tener seguridad en nosotros mismos, creer en nosotros como han creído en nosotros aquellos que nos han confiado aquella tarea; vieron en nosotros esas posibilidades y su presencia junto a nosotros no será para recriminarnos sino para elevarnos el espíritu, para darnos ánimos, para que en verdad creamos en nosotros mismos y en esas posibilidades. ¿Sucede algo de esto en esas tareas y responsabilidades que nos confían en la vida? Todos somos limitados y no somos perfectos y pudiera suceder que quien nos ha confiado una responsabilidad, algunas veces olvide algo que tendría que ser importante para estimular a quien está desarrollando una actividad, es confiar en él, seguir creyendo en él, y ofrecerle también toda la ayuda que fuera necesaria. No siempre quizás en la vida nos encontramos personas así, y por eso andamos con algunos miedos.

Pero cuando nos estamos haciendo esta reflexión a partir del evangelio que hoy se nos ofrece, sabemos bien a quien esperamos y que viene a nosotros y ante el que hemos de presentarnos con las obras de nuestras manos. ‘Estad preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre´ nos ha dicho hoy el evangelio. Claro que aquí tendríamos que ver cual es la imagen que tenemos nosotros de ese Hijo del Hombre, de ese Dios que viene a nosotros.

Claro que si el Hijo del Hombre que viene a nosotros es aquel que nos dice que tuvo hambre y le dimos de comer, estaba sediento y le dimos de beber, estaba enfermo o en la cárcel y fuimos a verle, porque todo cuando hicimos al otro a El se lo hicimos, cambia nuestra perspectiva, cambia nuestra manera de actuar y también de prepararnos. 

Ya no serán los miedos los que nos dominen en la vida, sino que será el amor; será entonces la confianza porque sabemos bien quien nos está mirando a los ojos y tendiéndonos la mano. Nos sentiremos más motivados, nuestro corazón se llenará de buenos deseos, comenzaremos a sentir una paz dentro de nosotros que antes de ninguna manera habíamos sentido.

¿Por qué no nos dejamos envolver por el evangelio para que nuestro corazón se llene de paz? encontraremos muchos motivos para vivir las responsabilidades de la vida, que nunca será por miedo ni temor, sino siempre desde el amor.

martes, 18 de octubre de 2022

Allí donde estemos tiene que aparecer ese espíritu misionero que ha de haber en nosotros desde que creemos en Jesús, así que pongámonos en camino

 


Allí donde estemos tiene que aparecer ese espíritu misionero que ha de haber en nosotros desde que creemos en Jesús, así que pongámonos en camino

2Timoteo 4, 10-17b; Sal 144; Lucas 10,1-9

Ponerse en camino… es fácil decirlo, pero uno se lo piensa. ¿A dónde vamos? ¿Con qué contamos para el camino? ¿Sabremos hacer el camino? ¿Quién nos acompaña? ¿Tendremos fuerzas para llegar a la meta que nos proponemos? Y comenzamos a darle vueltas y vueltas, queriendo prepararlo todo, tenerlo todo bien atado para que nada nos falle, para que no fracasemos. ¿Será aquello de quien quiere levantar una torre primero tiene que ver si tiene las posibilidades de acabarla? ¿Tendremos que andar con esos cuidados antes de ponernos en camino?

Solo los arriesgados se lanzan poco menos que a ciegas, porque quieren la aventura. Están los deseos de llegar a otros sitios y conocer otros lugares y otras personas; está la curiosidad de lo que está más allá y ahora permanece oculto pero que podemos conocer; estará también la voluntad de querer llevar lo que somos, lo que tenemos, lo que es nuestra vida para que quienes están más allá puedan conocernos o conocer cuales son los ideales que podamos tener en la vida.

¿Nos atreveremos a ponernos en camino? De alguna manera en la vida siempre andamos en camino, conscientes o no, siempre estamos queriendo ir a otro sitio, encontrarnos con otras personas, conocer lo que hay mas allá; y entramos en relación con las personas que nos vamos encontrando en el camino, y vamos aprendiendo unos de otros… estamos poniéndonos en camino de una forma o de otra.

Pero nos estamos haciendo todas estas consideraciones porque hemos escuchado hoy en el evangelio que Jesús nos pone en camino. Pero, tremendo desconcierto; Jesús rompe de alguna manera nuestros esquemas, porque nos dice que no llevemos nada para el camino, lo imprescindible para caminar; que no andemos buscando previamente donde quedarnos, sino allí donde vamos nos tenemos que dejar acoger por quien nos abra las puertas de su casa y comer lo que tengan y nos pongan. Pero sí nos dice que no es un camino cualquiera el que vamos a hacer, porque vamos a llevar un mensaje, vamos con unas actitudes nuevas en nuestro corazón porque es un mensaje de paz el que hemos de llevar, porque con nuestras actitudes, con nuestra manera de actuar estaremos haciendo presente el Reino de Dios.

Esa es la maravilla de este texto del evangelio, de este envío que nos hace Jesús. Ponernos en camino. Y tenemos que llevar la paz, aunque nos encontremos un mundo en guerras y divididos; tenemos que ir con disponibilidad del corazón y espíritu abierto para dejarnos acoger, pero también para ir de un sitio para otro si en algún lugar no nos reciben bien pero nunca con resentimientos en el corazón y siempre con el anuncio claro de lo que vamos a llevar, el anuncio del Reino de Dios.

Decíamos que en la vida estamos siempre de camino, ¿pero seremos conscientes del envío que nos hace Jesús y de lo que en cada momento tenemos que hacer? Nos ponemos en camino para tantas cosas, curiosidades como decíamos antes, o chismorreos los unos de los otros que más bien crean división y no fomentan la paz. Tenemos que ser conscientes de que allí donde vamos, allí donde estamos siempre hay una misión que cumplir, un anuncio que hacer, un testimonio que dar.  Cuánto de bueno podríamos estar haciendo en cada momento si fuéramos más conscientes de lo que es nuestra misión como cristianos en medio del mundo.

Allí donde estás, en los ambientes en que te mueves, con los vecinos con los que convives cada día, ¿no tenemos un anuncio que hacer? ¿Dónde está el espíritu misionero que desde que creemos en Jesús siempre tiene que haber en nuestra vida?

lunes, 17 de octubre de 2022

Cuántas cosas perdemos y no sabemos disfrutar porque vamos cegados por la ambición y la pérdida de los verdaderos valores que nos llevarían a mirar de manera distinta

 


Cuántas cosas perdemos y no sabemos disfrutar porque vamos cegados por la ambición y la pérdida de los verdaderos valores que nos llevarían a mirar de manera distinta

Efesios 2, 1-10; Sal 99; Lucas 12, 13-21

‘Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia’, se acercó uno a pedir la mediación de Jesús. ¡Qué problema el de las herencias! Entonces y en todos los tiempos. Es el problema de la ambición, son los deseos de decir esto es mío y nadie me lo quita, son los sueños de que por más cosas que tengamos seremos más felices, son las cosas que vamos acumulando, fruto de nuestros trabajos quizás, pero cosas que nos gusta tener y de las que no queremos desprendernos, es la vanagloria de querer presentarnos llenos de cosas, de joyas o de cosas de valor, porque nos parece que eso nos da grandeza, eso nos da poder, eso va a causar la admiración y - ¿por qué no? – la envidia de los demás.

No es el problema de la herencia, sino de lo que llevamos en el corazón; y parece que muchas veces lo hemos llenado de cosas y no de verdaderos valores; cuántas cosas acumulamos que ya no sabemos ni qué hacer ni como tenerlo todo limpio y ordenado. No es el desorden de las cosas que acumulamos en casa, sino es el desorden que hay en nuestro corazón cuando no hemos hecho una verdadera escala de valores. ¿Qué es lo que verdaderamente tiene importancia? Y allí donde tenemos nuestro tesoro, está nuestro corazón, están nuestras ambiciones, están las guerras que continuamente nos hacemos.

¿De que le valió a aquel hombre aquella gran cosecha que le hizo agrandar sus bodegas y sus graneros? Ya pensaba que todo lo tenía resuelto. Pero la vida no son las cosas que acumulemos. ¿Sabremos en verdad vivir? Porque nos llenamos de muchas cosas y ni vivimos; no las disfrutamos porque estamos recontándolas y recontándolas pero tenemos miedo que se gasten y no nos sirven de provecho. Nos llenamos de cosas pero no de vida.

¿Dónde tiene que estar realmente nuestro vivir? ¿Qué es vivir para nosotros? ¿Solamente trabajar y trabajar para tener más y que nuestra cuenta del banco se engorde más y más? Trabajas para tener cosas y no valoras, por ejemplo, la familia, tus hijos que buscan en ti una palabra liberadora de luz, la esposa que te espera en casa preparándote lo mejor, los amigos con quienes disfrutar de su amistad, la sonrisa de una persona que pasa a tu lado, el buen gesto que en un momento tuvo alguien contigo pero del que ni te diste cuenta tan afanado como estabas, esa palabra ‘gracias’ con la que alguien te obsequió pero que no escuchaste ni valoraste y estas tan engreído pensando que todo te lo merecías que no fuiste capaz de responder con una sonrisa, aquellos colores del sol poniente que no supiste apreciar porque solo estaban pendiente de cómo prolongar la jornada para ganar más y para tener más.

Cuántas cosas vamos perdiendo y que no sabemos disfrutar. Nos falta vivir. Y seguimos preocupándonos por la herencia que se quiere llevar mi hermano y no quiere compartir conmigo. De cuántas cosas innecesarias nos preocupamos en la vida y no le damos verdadera importancia al vivir. Que es algo más que poseer, que acumular, que darse buena vida de esa manera que entiende la mayoría, y al final se sienten hastiados y vacíos porque nada de todo aquello les satisface plenamente y dar verdadera felicidad al corazón.

Cuántas cosas tenemos que pensar y cuantas cosas tenemos que revisar para buscar los verdaderos valores, para que comencemos a pensar menos en nosotros mismos y más en los otros, para que llegamos a la satisfacción del compartir que te dará muchas más felicidad, aunque tengas que desprenderte de algo, a ser feliz de verdad cuando hacemos felices a los demás. No serán necesarias grandes cosas, grandes milagros, sino los gestos sencillos del amor.

domingo, 16 de octubre de 2022

En medio de las dificultades queremos ver el milagro de la ayuda de Dios pero no lo busques en lo externo sino allá en lo más hondo de tí mismo donde sentirás su paz

 


En medio de las dificultades queremos ver el milagro de la ayuda de Dios pero no lo busques en lo externo sino allá en lo más hondo de tí mismo donde sentirás su paz

 Éxodo 17, 8-13; Sal 120; 2Timoteo 3, 14 – 4, 2; Lucas 18, 1-8

La vida se nos convierte muchas veces en una batalla. No es fácil. Quisiéramos que se convirtiera en un camino de rosas; y cuando decimos esto estamos pensando en facilidades, suavidad en los pasos y perfumes, pero nos olvidamos que esas rosas tienen espinas; por eso aunque quisiéramos que fuera un camino de rosas tenemos que ser conscientes que las espinas no nos van a faltar en la vida.

Son las luchas en nuestra propia superación personal; es la lucha en los contratiempos que vamos encontrando porque todo no nos sale como son nuestros deseos; es el encuentro y la convivencia con los demás que se nos puede hacer costosa en ocasiones; son todos esos problemas que nos van apareciendo y que entrañan dificultad, oposición, nadar contra corriente, sueños o metas de otros que chocan con los nuestros, el egoísmo o el orgullo que se nos mete a todos por dentro y nos dificulta el camino porque nos dificulta la relación, porque nos hace tropezar tantas veces en ese camino.

¿Imposible llegar hasta una meta final, a la consecución de unos objetivos? La batalla tiene que ser perseverante, no nos pueden fallar las fuerzas; hablamos de nuestra fuerza interior, de la fuerza de nuestra voluntad nos hace conseguir aquello que nos proponemos; pero algunas veces esas fuerzas nos pueden fallar. ¿Imposible entonces? No podemos dar las cosas por imposible. ¿Con qué fuerzas vamos a contar para mantener esa necesaria perseverancia?

Nuestra riqueza y nuestra fuerza no están solo en nosotros mismos. Es cierto que tenemos que creer en nosotros mismos, tener optimismo y confianza para mantener la lucha. Pero hay algo que nos supera, algo que solo podemos conseguir con la fuerza que nos viene de lo alto. Me estoy haciendo esta reflexión, yo como creyente, y en medio de un ambiente de creyentes, como son los que siguen las reflexiones cada semana de estas semillas de cada día. Tenemos que aprender a contar con Dios.

Esto es lo que nos viene a enseñar la Palabra de Dios que en este domingo escuchamos. Tenemos que buscar la piedra en la que nos apoyemos cuando nos faltan las fuerzas, o los brazos que nos ayuden a mantener nuestros brazos en alto, siguiendo la imagen que se nos ofrece del Moisés orante en lo alto de la montaña mientras el pueblo lucha en su avance hacia la tierra prometida.

Caminaban con una esperanza, a pesar de que no faltaban dificultades en el camino que era especialmente duro por el desierto que atravesaban. Porque confiaban en la Palabra de Yahvé mantenían vivo su esfuerzo, aunque muchos fueron los momentos de flaqueza que tuvieron en aquel largo recorrido de cuarenta años. Hoy se nos habla de aquellas luchas contra los amalecitas, aquellos pueblos que se interponían en su camino, pero es imagen de todo lo que fue el recorrido por el desierto hacia la tierra prometida. Imagen también de lo que es nuestro camino en el que tantas veces nos faltan las fuerzas, nos vemos desfallecidos y poco menos que vencidos, en todos aquellos aspectos de los que ante hablamos. Pero hemos de levantar los ojos al cielo, y es una forma de hablar, para sentir como Dios está con nosotros, Dios está en nuestro corazón, Dios es que nos mantiene en nuestro camino. Es a El a quien tenemos que saber acudir, con quien saber contar.

Es la imagen que se nos ofrece en la parábola del evangelio. Ese juez que no quería escuchar las peticiones de la viuda es imagen de todo ese tropiezo que vamos a encontrar en nuestro camino. Por mucho que busquemos lo bueno, por mucho que queramos superarnos, por mucho que queramos sortear las dificultades, ahí tenemos siempre algo en contra. Pero es hermosa la imagen de la perseverancia de aquella mujer que no se cansa de pedir. Es la imagen de lo que tiene que ser nuestra perseverancia, de la confianza que hemos de tener de que podemos avanzar, de que podemos conseguir aquello que anhelamos, es la imagen de quien cree en sí mismo pero no porque se sienta autosuficiente sino porque sabe que no le faltará la fuerza del Señor. El siempre nos escucha.

Se nos está hablando de la perseverancia en nuestra oracion – ya Jesús nos dice que oremos sin desfallecer, que pidamos porque seremos escuchamos, que llamemos porque seremos atendidos – pero se nos está hablando de esa fuerza interior que con la presencia del Señor en nuestra vida vamos a sentir. Aunque todo te parezca oscuro ponte en su presencia y sentirás la paz en tu interior, habrá una luz que llegue a tu vida, habrá algo que vas a sentir que te hará vivir con confianza de una forma nueva.