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domingo, 16 de octubre de 2022

En medio de las dificultades queremos ver el milagro de la ayuda de Dios pero no lo busques en lo externo sino allá en lo más hondo de tí mismo donde sentirás su paz

 


En medio de las dificultades queremos ver el milagro de la ayuda de Dios pero no lo busques en lo externo sino allá en lo más hondo de tí mismo donde sentirás su paz

 Éxodo 17, 8-13; Sal 120; 2Timoteo 3, 14 – 4, 2; Lucas 18, 1-8

La vida se nos convierte muchas veces en una batalla. No es fácil. Quisiéramos que se convirtiera en un camino de rosas; y cuando decimos esto estamos pensando en facilidades, suavidad en los pasos y perfumes, pero nos olvidamos que esas rosas tienen espinas; por eso aunque quisiéramos que fuera un camino de rosas tenemos que ser conscientes que las espinas no nos van a faltar en la vida.

Son las luchas en nuestra propia superación personal; es la lucha en los contratiempos que vamos encontrando porque todo no nos sale como son nuestros deseos; es el encuentro y la convivencia con los demás que se nos puede hacer costosa en ocasiones; son todos esos problemas que nos van apareciendo y que entrañan dificultad, oposición, nadar contra corriente, sueños o metas de otros que chocan con los nuestros, el egoísmo o el orgullo que se nos mete a todos por dentro y nos dificulta el camino porque nos dificulta la relación, porque nos hace tropezar tantas veces en ese camino.

¿Imposible llegar hasta una meta final, a la consecución de unos objetivos? La batalla tiene que ser perseverante, no nos pueden fallar las fuerzas; hablamos de nuestra fuerza interior, de la fuerza de nuestra voluntad nos hace conseguir aquello que nos proponemos; pero algunas veces esas fuerzas nos pueden fallar. ¿Imposible entonces? No podemos dar las cosas por imposible. ¿Con qué fuerzas vamos a contar para mantener esa necesaria perseverancia?

Nuestra riqueza y nuestra fuerza no están solo en nosotros mismos. Es cierto que tenemos que creer en nosotros mismos, tener optimismo y confianza para mantener la lucha. Pero hay algo que nos supera, algo que solo podemos conseguir con la fuerza que nos viene de lo alto. Me estoy haciendo esta reflexión, yo como creyente, y en medio de un ambiente de creyentes, como son los que siguen las reflexiones cada semana de estas semillas de cada día. Tenemos que aprender a contar con Dios.

Esto es lo que nos viene a enseñar la Palabra de Dios que en este domingo escuchamos. Tenemos que buscar la piedra en la que nos apoyemos cuando nos faltan las fuerzas, o los brazos que nos ayuden a mantener nuestros brazos en alto, siguiendo la imagen que se nos ofrece del Moisés orante en lo alto de la montaña mientras el pueblo lucha en su avance hacia la tierra prometida.

Caminaban con una esperanza, a pesar de que no faltaban dificultades en el camino que era especialmente duro por el desierto que atravesaban. Porque confiaban en la Palabra de Yahvé mantenían vivo su esfuerzo, aunque muchos fueron los momentos de flaqueza que tuvieron en aquel largo recorrido de cuarenta años. Hoy se nos habla de aquellas luchas contra los amalecitas, aquellos pueblos que se interponían en su camino, pero es imagen de todo lo que fue el recorrido por el desierto hacia la tierra prometida. Imagen también de lo que es nuestro camino en el que tantas veces nos faltan las fuerzas, nos vemos desfallecidos y poco menos que vencidos, en todos aquellos aspectos de los que ante hablamos. Pero hemos de levantar los ojos al cielo, y es una forma de hablar, para sentir como Dios está con nosotros, Dios está en nuestro corazón, Dios es que nos mantiene en nuestro camino. Es a El a quien tenemos que saber acudir, con quien saber contar.

Es la imagen que se nos ofrece en la parábola del evangelio. Ese juez que no quería escuchar las peticiones de la viuda es imagen de todo ese tropiezo que vamos a encontrar en nuestro camino. Por mucho que busquemos lo bueno, por mucho que queramos superarnos, por mucho que queramos sortear las dificultades, ahí tenemos siempre algo en contra. Pero es hermosa la imagen de la perseverancia de aquella mujer que no se cansa de pedir. Es la imagen de lo que tiene que ser nuestra perseverancia, de la confianza que hemos de tener de que podemos avanzar, de que podemos conseguir aquello que anhelamos, es la imagen de quien cree en sí mismo pero no porque se sienta autosuficiente sino porque sabe que no le faltará la fuerza del Señor. El siempre nos escucha.

Se nos está hablando de la perseverancia en nuestra oracion – ya Jesús nos dice que oremos sin desfallecer, que pidamos porque seremos escuchamos, que llamemos porque seremos atendidos – pero se nos está hablando de esa fuerza interior que con la presencia del Señor en nuestra vida vamos a sentir. Aunque todo te parezca oscuro ponte en su presencia y sentirás la paz en tu interior, habrá una luz que llegue a tu vida, habrá algo que vas a sentir que te hará vivir con confianza de una forma nueva.

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