En
medio de las dificultades queremos ver el milagro de la ayuda de Dios pero no
lo busques en lo externo sino allá en lo más hondo de tí mismo donde sentirás
su paz
Éxodo 17, 8-13; Sal 120; 2Timoteo 3,
14 – 4, 2; Lucas 18, 1-8
La vida se
nos convierte muchas veces en una batalla. No es fácil. Quisiéramos que se
convirtiera en un camino de rosas; y cuando decimos esto estamos pensando en
facilidades, suavidad en los pasos y perfumes, pero nos olvidamos que esas
rosas tienen espinas; por eso aunque quisiéramos que fuera un camino de rosas
tenemos que ser conscientes que las espinas no nos van a faltar en la vida.
Son las
luchas en nuestra propia superación personal; es la lucha en los contratiempos
que vamos encontrando porque todo no nos sale como son nuestros deseos; es el
encuentro y la convivencia con los demás que se nos puede hacer costosa en
ocasiones; son todos esos problemas que nos van apareciendo y que entrañan
dificultad, oposición, nadar contra corriente, sueños o metas de otros que
chocan con los nuestros, el egoísmo o el orgullo que se nos mete a todos por
dentro y nos dificulta el camino porque nos dificulta la relación, porque nos
hace tropezar tantas veces en ese camino.
¿Imposible
llegar hasta una meta final, a la consecución de unos objetivos? La batalla
tiene que ser perseverante, no nos pueden fallar las fuerzas; hablamos de
nuestra fuerza interior, de la fuerza de nuestra voluntad nos hace conseguir
aquello que nos proponemos; pero algunas veces esas fuerzas nos pueden fallar.
¿Imposible entonces? No podemos dar las cosas por imposible. ¿Con qué fuerzas
vamos a contar para mantener esa necesaria perseverancia?
Nuestra
riqueza y nuestra fuerza no están solo en nosotros mismos. Es cierto que
tenemos que creer en nosotros mismos, tener optimismo y confianza para mantener
la lucha. Pero hay algo que nos supera, algo que solo podemos conseguir con la
fuerza que nos viene de lo alto. Me estoy haciendo esta reflexión, yo como
creyente, y en medio de un ambiente de creyentes, como son los que siguen las
reflexiones cada semana de estas semillas de cada día. Tenemos que aprender a
contar con Dios.
Esto es lo
que nos viene a enseñar la Palabra de Dios que en este domingo escuchamos.
Tenemos que buscar la piedra en la que nos apoyemos cuando nos faltan las
fuerzas, o los brazos que nos ayuden a mantener nuestros brazos en alto,
siguiendo la imagen que se nos ofrece del Moisés orante en lo alto de la
montaña mientras el pueblo lucha en su avance hacia la tierra prometida.
Caminaban con
una esperanza, a pesar de que no faltaban dificultades en el camino que era
especialmente duro por el desierto que atravesaban. Porque confiaban en la
Palabra de Yahvé mantenían vivo su esfuerzo, aunque muchos fueron los momentos
de flaqueza que tuvieron en aquel largo recorrido de cuarenta años. Hoy se nos
habla de aquellas luchas contra los amalecitas, aquellos pueblos que se
interponían en su camino, pero es imagen de todo lo que fue el recorrido por el
desierto hacia la tierra prometida. Imagen también de lo que es nuestro camino
en el que tantas veces nos faltan las fuerzas, nos vemos desfallecidos y poco
menos que vencidos, en todos aquellos aspectos de los que ante hablamos. Pero
hemos de levantar los ojos al cielo, y es una forma de hablar, para sentir como
Dios está con nosotros, Dios está en nuestro corazón, Dios es que nos mantiene
en nuestro camino. Es a El a quien tenemos que saber acudir, con quien saber
contar.
Es la imagen
que se nos ofrece en la parábola del evangelio. Ese juez que no quería escuchar
las peticiones de la viuda es imagen de todo ese tropiezo que vamos a encontrar
en nuestro camino. Por mucho que busquemos lo bueno, por mucho que queramos
superarnos, por mucho que queramos sortear las dificultades, ahí tenemos
siempre algo en contra. Pero es hermosa la imagen de la perseverancia de
aquella mujer que no se cansa de pedir. Es la imagen de lo que tiene que ser
nuestra perseverancia, de la confianza que hemos de tener de que podemos
avanzar, de que podemos conseguir aquello que anhelamos, es la imagen de quien
cree en sí mismo pero no porque se sienta autosuficiente sino porque sabe que
no le faltará la fuerza del Señor. El siempre nos escucha.
Se nos está
hablando de la perseverancia en nuestra oracion – ya Jesús nos dice que oremos
sin desfallecer, que pidamos porque seremos escuchamos, que llamemos porque
seremos atendidos – pero se nos está hablando de esa fuerza interior que con la
presencia del Señor en nuestra vida vamos a sentir. Aunque todo te parezca
oscuro ponte en su presencia y sentirás la paz en tu interior, habrá una luz
que llegue a tu vida, habrá algo que vas a sentir que te hará vivir con
confianza de una forma nueva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario