Cuidado con las proclamas que nos dicen que tenemos que
modernizarnos porque es una forma sutil de embaucarnos para hacer rebajas en el
espíritu del Evangelio
Hechos 16, 1-10; Sal 99; Juan 15,
18-21
Sin querer llegar a
sincretismos estériles donde todo nos pueda parecer igual de bueno haciendo una
mezcolanza imposible de lo bueno y de lo malo, sin embargo tendríamos que saber
vivir en una sociedad plural en que por encima de todos nos respetemos y el
hemos de que pensemos de forma distinta incluso sobre algo tan fundamental como
el sentido de la vida sin embargo no tratemos de destruirnos unos a otros en razón
de nuestro pensamiento o incluso nuestra manera de presentar el sentido de la
sociedad.
Hay que reconocer que
es difícil porque cada uno se siente seguro de su verdad y tratará de imponerla
a los demás, cuando lo que tendría que haber simplemente es una oferta generosa
en que respetándonos sepamos caminar juntos a pesar incluso de nuestras
diferencias. Y la historia está llena de estas intransigencias que nos hacen la
vida imposible en verdadera paz y donde seguimos tratando de destruirnos unos a
otros.
Y no son cosas del
pasado, sino cosas que día a día estamos viendo en nuestra sociedad en que
empezamos por desprestigiarnos por pensar de manera distinta pero que muchas
veces se llega a una autentica dictadura aun en tiempos que decimos de
democracia, y no me meto solo en el sentido de lo político, sino en todo lo que
hace referencia a la sociedad sus valores.
Hoy en el evangelio
que me ha dado pie a esta reflexión inicial sobre algo que seguimos viviendo en
nuestra sociedad, y no hace falta poner nombres que todos conocemos, Jesús
quiere prevenir a sus discípulos, a los que le siguen de las dificultades que
en este orden van a tener que sufrir como así ha sido a lo largo de los
tiempos.
‘Si el
mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del
mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que
yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia’.
No
temamos. Pero tampoco nos camuflemos. Tenemos con nosotros la fortaleza del
Espíritu. Es cierto que algunas veces nos va a costar. Y no hablo solamente de
las grandes persecuciones como a lo largo de la historia hasta nuestros tiempos
han sufrido los cristianos, ha sufrido la Iglesia. Hablo del día a día de
nuestra vida donde nos cuesta dar testimonio, donde somos rechazados y se
querrá evitar que en nuestra sociedad resalten los valores cristianos, donde se
busca el desprestigio, la burla, la ridiculización de lo que suene a espiritual
o religioso. Y eso se hace en muchas ocasiones de forma sutil, con la
manipulación de medios, con el engaño de los más sencillos e ingenuos. Con la verborrea
sofista de los que tratan de imponer sus ideas.
Y algunas
veces los cristianos tratamos de disimular, no damos valientemente la cara,
queremos en ocasiones acomodarnos, incluso llegamos a imponernos normas para
contentar a la sociedad que nos rodea. Nos falta coraje a los cristianos, creer
más en lo que es nuestra fe, presentar con claridad nuestro mensaje aunque no
sea comprendido por muchos desde sus intereses o incluso sea rechazado. Nos
hablan de que tenemos que modernizarnos y queremos cambiar nuestra moral y
nuestros principios. Son tentaciones que sufrimos que son mayores que las
propias persecuciones de que seamos objeto.
‘Recordad
lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido,
también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también
guardarán la vuestra’. Seamos valientes en proclamar con todo respeto a los demás
lo que son nuestros principios y lo que es nuestra fe. Con nosotros, no lo
olvidemos, está la fuerza del espíritu del Señor.