Cuanto nos sucede puede convertirse para nosotros en una
verdadera pascua si somos capaces de verlo con ojos de fe y escuchar ese paso
de Dios y esa Palabra de vida
Hechos 6, 1-7; Sal 32; 1Pedro 2, 4-9; Juan
14, 1-12
En los tiempos de
aflicción y desconsuelo es cuando más necesitamos una palabra de ánimo y de
esperanza. Todos pasamos o hemos pasado por momentos así y cuanto agradecemos
esa palabra de consuelo, esa palabra de ánimo que en aquel momento recibimos de
alguien. Es amargo el sufrimiento en soledad, sin una mirada de comprensión,
sin una mano que se pose sobre nuestro hombro, sin una palabra que nos haga
confiar en que aunque sean negras las sombras algún rayo de luz nos puede
aparecer.
Turbulencias nos
aparecen en la vida para las que necesitamos serenidad y fortaleza interior. Si
en medio de la turbulencia aérea el piloto se pone nervioso y pierde la
serenidad no podrá tener esa mano firme que empuñe el timón y haga mantener el avión
en su rumbo. Así nosotros en la vida; nos aparecen turbulencias en algo
inesperado que nos llega y nos hace sufrir, una enfermedad, una muerte de un
ser cercano a nosotros, un accidente que lo pone todo patas arriba.
Turbulencias son las
que vivimos muchas veces en un mundo revuelto en que parece que se han perdido
los valores fundamentales que como carriles nos ayudaban a tener motivos para
la lucha y para levantarnos cuando nos encontrábamos derrotados; turbulencias
cuando vemos que la sociedad se desestabiliza y todo aquello que antes parecía
que tenia tanta importancia para nosotros, ahora vemos que de nada nos sirve y
buscamos de qué agarrarnos, en qué apoyarnos y no terminamos de hacer pie;
turbulencias cuando se han perdido los valores espirituales y lo que ha sido
nuestra fe tradicional nos parece que no da respuesta a los problemas y a las
inquietudes del hombre y mujer de hoy, y eso nos llena de dudas e interrogantes
que no sabemos cómo resolver.
Son algunas de las
cosas que ahora mismo vivimos buscando salidas, buscando respuestas, buscando
apoyos que desde dentro nos hagan sentirnos fuertes y que algunas veces no
sabemos cómo encontrar. ¿No es así como nos encontramos o aún peor en esa
crisis sanitaria que vive nuestra sociedad y que nos ha puesto todo patas
arriba?
Muchas veces en
momentos de sensatez en medio de esa carrera loca en la que vivíamos pensábamos
que nuestra sociedad no podía seguir así; augurábamos que quizá por alguna
parte todo tendría que explotar, pero muchas veces se nos quedaba en teoría en
nuestras cabezas que no llegaban a lo hondo de nosotros para hacer que
hiciéramos un parón para tratar de poner orden a nuestro mundo antes de que
sucediera lo peor; siempre habían mentes como proféticas que nos pedían un
cambio antes de que todo se destruyese pero quizá costaba escuchar o lo veíamos
como un catastrofismo sin una verdadera salida. Ha bastado un simple virus para
que nuestro mundo se paralice y ahora no sabemos ni qué hacer.
Lección deberíamos de
aprender para darnos cuenta de que ahora hemos comenzado a darle importancia a
cosas que estaban ahí pero a las que no prestábamos atención, familia,
silencios y soledades, parón de tanta carrera, momentos de austeridad, el deseo
de un encuentro con los otros que ahora no podemos tener como quisiéramos y así
tantas cosas que tendrían que hacernos reflexionar. Pueden ser pequeños o
grandes ráfagas de luz que nos hagan mirar de otra manera; pensando en lenguaje
cristiano quizá podríamos pensar que esto es una pascua, lo que estamos
viviendo, y podríamos descubrir ahí un nuevo paso de Dios por nuestra historia
que nos está haciendo una profunda llamada a nuestros corazones.
Hoy escuchamos en el
evangelio unas palabras de Jesús que nos invitan al ánimo y a la esperanza, a
la confianza y a la fe. Palabras que Jesús dirigía a aquellos discípulos que lo
estaban pasando mal en aquellos momentos por lo que intuyan que iba a suceder,
conforme también a lo que Jesús les había anunciado. Todo lo que había sucedido
aquella noche en la cena pascual había sido desconcertante y eran nuevos los
signos que Jesús estaba realizando que aun no terminan de llegar a comprender.
Pero Jesús les dice: ‘No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también
en mí’. Una invitación a la serenidad y a
la confianza, una invitación a creer de verdad en El, que se nos presentará
como camino, verdad y vida. Una invitación a poner toda su confianza en El para
llegar a ver en El y en sus obras la obra de Dios, para poder llegar al
conocimiento del misterio de Dios precisamente a través de El. Jesús les está
revelando a un Dios Padre que les ama y que la señal la tienen en El, que es el
rostro misericordioso de Dios. ‘Nadie va al Padre sino por mí. Si me
conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre’. Miramos a Jesús y
conoceremos a Dios. Miramos a Jesús y encontramos el camino que hemos de hacer
para que se realice el plan de Dios.
Y es que Jesús está
abriendo caminos nuevos a los que El llama el Reino de Dios. Son nuevas las
actitudes, son nuevos los valores, es nuevo el modo de actuar porque todo tiene
que estar guiado por otro interés, la motivación del amor. Y eso tenemos que
seguirlo escuchando hoy, cuando quizá nos habíamos hecho un mundo demasiado
motivado por lo material, por el bienestar que decíamos que era más bien una posesión
incontrolada de cosas con las que ya no sabíamos ni qué hacer.
Nos damos cuenta que
el bienestar no lo dan las cosas, que ahora podemos tenerlas incluso
amontonadas y de nada nos sirven, sino que hemos redescubierto quizás lo que
significa un encuentro humano, un detenerse de nuevo quizás los padres al lado
de los hijos para jugar con ellos o simplemente para hablar, ahora sentimos de
nuevo necesidad de ese encuentro humano con el otro no simplemente por el
pasarlo bien en la diversión, sino en el compartir nuestras experiencias,
nuestras vivencias, lo que llevamos dentro, el hablar y escucharnos de nuevo
serenamente sabiendo dedicarnos tiempo los unos a los otros. Y así tantas cosas
que son las que verdaderamente nos hacen humanos y mantener unas relaciones
llenas de humanidad con lo que en verdad seríamos más felices.
Antes decíamos que
todo esto que nos sucede puede convertirse verdaderamente para nosotros en una
verdadera pascua si todo somos capaces de verlo con ojos de fe para entonces
escuchar ese paso de Dios por nuestra vida, para escuchar esa palabra que nos
anima y nos llena de nueva vida. Es el consuelo de Dios para nosotros.
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