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miércoles, 13 de mayo de 2020

Porque nos sentimos amados de Dios, a El permanecemos unidos para siendo en verdad así discípulos de Jesús para dar en abundancia los frutos del amor



Porque nos sentimos amados de Dios, a El permanecemos unidos para siendo en verdad así discípulos de Jesús para dar en abundancia los frutos del amor

Hechos 15, 1-6; Sal 121;  Juan 15, 1-8
Unidos venceremos, es una expresión que como un slogan quizás habremos escuchado más de una vez en distintas manifestaciones de la vida social queriendo expresar como entendemos bien en la frase que la unión hace la fuerza en otra expresión presentada como un principio y un valor para la vida de la sociedad. No pretendo hacerme portavoz de ningún tipo de reivindicación social pero con toda libertad creo que podemos usar esta expresión que nos viene a resumir lo que Jesús hoy nos quiere presentar en el evangelio.
Y no se trata ya de la unión entre unos y otros donde sintamos el apoyo de los otros en nuestras luchas o en nuestro camino de superación, sino que Jesús quiere hablarnos de otra muy necesaria unión para poder realizar el camino de la vida cristiana. Un camino como llevamos bien experimentado en la vida que no siempre es fácil, un camino con obstáculos y tropiezos, un camino en cuyo entorno nos pueden aparecer en muchas ocasiones tantas cosas que nos atraen y nos distraen de esa meta a la que queremos llegar; un camino de exigencias dentro de nosotros mismos en ese crecimiento humano y personal, pero en ese camino de crecimiento espiritual que tenemos que realizar; un camino en el que sentimos la tentación, porque el enemigo como león rugiente anda a nuestro acecho, como nos dirá la carta del apóstol san Pedro.
Otra dificultad que podemos encontrar en el camino y que está en nosotros mismos es la autosuficiencia. Nos creemos capaces de hacer el camino por nosotros mismos, sin darnos cuenta de que no es solo la voluntad o la decisión que tomemos por nosotros mismos, sino que también es puro asunto de gracia. No se trata de vivir nuestra vida; no se trata de hacer nuestros esfuerzos personales porque queremos cultivar esta virtud o aquella otra; no se trata de ese deseo de superación por nuestra parte en que queremos ir haciendo una ascesis como si solo se tratara de un programa que nos trazamos y que nos proponemos cumplir.
Y es que todo parte del regalo del amor de Dios; nos sentimos amados por Dios, nos sentimos inundados y nuestra vida se transforma como hemos dicho en más de una ocasión recientemente. No es que nosotros hayamos amado a Dios y por eso tratamos de hacer méritos cumpliendo con esto o con aquello, sino que el amor consiste en que Dios nos amó primero, como nos enseña san Juan en sus cartas. Esa es la grandeza y la maravilla de nuestra vida cristiana.
Y aquí viene lo que nos dice Jesús hoy. Tenemos que estar unidos a El como el sarmiento a la vid, porque el sarmiento que se desgaja no dará fruto, se secará y poco más servirá que para el fuego. Esa es la unión que nos hace fuertes, nuestra unión con El, porque sin El nada podemos hacer, como nos dice hoy. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí’.
Podrán venirnos tormentas, momentos oscuros y de tensión, tentaciones y cosas que nos pueda distraer, pero nada podrá apartarnos del amor de Cristo, como nos dice san Pablo. Y es ese amor, y esa unión la que tenemos que mantener; unidos, pero no es una unión cualquiera, es nuestra unión con el Señor, venceremos. No nos faltará su gracia, como la savia que corre por los sarmientos que están unidos a la vid.
Claro que nuestra unión con el Señor nos hace mantenernos unidos también con los demás hermanos, porque formamos como un gran racimo, como una piña, porque somos una familia, porque vivimos la comunión del amor que parte y arranca del amor que el Señor nos tiene. Y con ese amor amaremos a los demás, cumpliremos el mandamiento del Señor, el mandamiento del amor. Unidos venceremos, como decíamos al principio que es mucho más que un slogan para nuestras relaciones o reivindicaciones sociales, porque la unión importante es la que mantenemos con el Señor.
Como termina diciéndonos Jesús hoy, ‘con esto recibe gloria mi Padre, daréis fruto abundante y seréis discípulos míos’.

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