Ojalá hoy esta semilla que nos está ofreciendo el evangelio no caiga en tierra baldía sino que sepamos abonarla para que dé buenos frutos
1 Timoteo 6,13-16; Sal 99; Lucas 8, 4-15
Se había reunido una gran muchedumbre venida de la ciudad. ¿Estaban en el campo? ¿Estaban en la orilla del lago, como expresa el otro evangelista en este mismo episodio? La gente que le escuchaba, aunque venida de la ciudad, entendían también de las labores del campo; además el episodio se sitúa en Galilea acostumbrados a ver en aquellas llanuras y valles los extensos campos de mieses, tan esencial su cultivo para poder tener la harina con que elaborar el pan.
Y es a ellos a los que Jesús les habla del sembrador que sale a sembrar la semilla. como estaba ahora Jesús en medio de aquel variado campo de personas venidas de diferentes lugares para escucharle. También sembraba la semilla sobre esa variedad de personas, cada una con sus problemas, con sus angustias, con sus pobrezas, con sus sufrimientos, pero también con sueños y ambiciones, con sus esperanzas de algo nuevo, con sus corazones atormentados, también con la indiferencia y la desgana, cansados quizás por tantas frustraciones, o también con su ideas preconcebidas que hacen mantener la distancia. ¿Cómo recibirán la semilla aquellas personas tan diversas?
Jesús habla de esa semilla sembrada a voleo, porque se quiere que llegue a todas partes, pero que va a encontrar la dureza de los caminos trillados con tantas pisadas, de los pedregales que no se han labrado o de los campos llenos de abrojos y malas hierbas; alguna semilla podrá caer en tierra buena y labrada con lo que el fruto sería más factible.
Los que pasan por el camino en nada se fijan donde pisan porque van a lo propio y la semilla será pisoteada y convertida en inservible, solo valdrá para que los pajarillos que revolotean en aquellos campos se la coman; donde la tierra no está labrada sino llena de pedruscos, no podrá enraizarse para encontrar la conveniente humedad que la haga germinar y crecer; las malas hierbas se la comerán y ahogarán las tiernas plantas que puedan surgir impidiendo que puedan llegar a dar buena cosecha; será necesario una tierra buena.
¿Los problemas en los que se ven envueltos todos aquellos que allí están escuchando a Jesus permitirán que el pensamiento se dirija a esa palabra nueva que se les está anunciando? Quienes andan con sus ambiciones y sus sueños sin poner los pies en la realidad del suelo serán incapaces de concentrar su mente en algo que les tendría que hacer despertar; a quienes les guía simplemente la curiosidad o la novedad de algo con lo que entretenerse en sus vidas aburridas poco serán capaces de escuchar lo que están oyendo, o de ver lo que está claro delante de sus ojos, porque serán quizás otros los intereses que los guían.
Estamos pensando en la situación de aquella gente que allí se había reunido en torno a jesús para escucharle sin quizás oirle de verdad, pero nos damos cuenta que es mucho de lo que sucede en nuestro entorno, o acaso en nuestros propios corazones. También andamos afanados con nuestras preocupaciones o nuestras ambiciones que no nos dejan pensar en otra cosa, prestar atención y ser capaces de llevar esa palabra a nuestra vida. Son otros los intereses que guían nuestra vida, son otras las ambiciones que tenemos en el corazón, es mucha también la superficialidad con la que vivimos pensando solo en cómo vamos a pasarlo mejor. Es fuerte el materialismo en que hemos encerrado nuestra vida que nos impide mirar a lo alto, buscar otros valores, elevar nuestro espíritu para saber encontrar lo que puede llenar de verdad nuestro espíritu y dar plenitud a nuestra vida.
¿Cómo tenemos que hacernos hoy tierra buena? Necesitamos detenernos, comenzar a tener otra vida, ser capaces de escuchar otras sintonías, buscar lo que de más profundidad a nuestra vida, hacer silencio de tantos ruidos que nos aturden en la sociedad en la que vivimos, saber encontrar paz en el corazón a pesar de tantas turbulencias que nos ofrece la vida, labrar la tierra de nuestra vida, para arrancar de nosotros tantos apegos y esclavitudes en las que vamos cayendo, abrir de verdad nuestro espíritu para encontrar esa luz que de verdad nos ilumine por dentro.
Ojalá hoy esta semilla que nos está ofreciendo el evangelio no caiga en tierra estéril sino que sepamos abonar para que dé buenos frutos.