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miércoles, 20 de septiembre de 2023

Que Dios ponga luz en nuestro corazón y en nuestra mente para captar esas señales para descubrir lo que son los mejores anhelos de los que nos rodean



 Que Dios ponga luz en nuestro corazón y en nuestra mente para captar esas señales para descubrir lo que son los mejores anhelos de los que nos rodean

1 Timoteo 3, 14-16; Sal 110; Lucas 7,31-35

Vamos por la vida demasiado absortos en nosotros mismos, en nuestras cosas, en nuestras preocupaciones y perdemos la capacidad de entrar en sintonía con los demás, captar lo que en verdad sucede a nuestro alrededor, ver tantas señales de cosas buenas de las que incluso podríamos disfrutar, o también darnos cuenta del sufrimiento de los que están a nuestro lado y podríamos consolar.

Y lo que acontece a nuestro alrededor son llamadas que hemos de escuchar qué pueden decirnos muchas cosas, pueden ser toques de atención que nos tendrían que hacer que andemos precavidos para no caer quizás en los mismos errores, o caminos nuevos que se abren ante nosotros que podrían llevarnos a algo grande.

Muchas veces nos habla jesús de los signos de los tiempos a los que hemos de estar atentos; claro que no se trata de asuntos de metereología si va a llover o a hacer viento, pero sí del tiempo que vivimos, del estado de nuestra sociedad y de los derroteros por donde caminamos, donde tenemos nuestra parte, en cuanto que por lo que hacemos o dejamos de hacer llegamos a las situaciones en que nos encontramos y no tendríamos que volver a los mismos errores porque nos llenemos de confianza en que no nos pasa nada, o porque también tenemos que comprometernos positivamente en hacer que las cosas sean distintas.

Quizás nos viene bien una vida cómoda y sin preocupaciones simplemente dejándonos llevar por lo que va saliendo, pero como seres humanos y que vivimos en una sociedad no podemos desentendernos y enredarnos en nosotros mismos sin hacer nada positivo. Mejor supiéramos abrir los ojos. Pero ahí vamos sin darnos cuenta de lo que nos puede venir en el futuro.

Hoy hemos escuchado a Jesús en el evangelio qué es lo que va a ser de aquella generación en la que vive. ¿En que va a terminar todo? Y hace una comparación muy curiosa. Los compara con los niños que juegan en la plaza, donde en ocasiones parece que no se saben poner de acuerdo. Unos quieren danzar y cantar, pero los otros pasan de todo y no entran a participar en la fiesta; por otra parte andan algunos preocupados, pero los que están a su lado no se dan cuenta de su situación y también pasan de ellos. Como dice Jesús en una frase que se ha convertido en proverbial: 'Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado'.

Pero Jesús no se queda en el proverbio, sino que les va a hablar de algo concreto haciendo una referencia a Juan el Bautista y a sí mismo. Juan les parecía duro y exigente y por eso no querían escucharlo, porque los invitaba a la conversión y al cambio de vida. La austeridad de Juan les asustaba. Ahora está Jesús en medio de ellos, se manifiesta con su cercanía a todos, comparte con todos, vive la vida de ellos y con ellos participa incluso en los banquetes a los que le invitan, por una parte recordamos la invitación de Simón el fariseo, pero también comía con los publicanos y pecadores cuando quiso comer en casa se Zaqueo, o fue invitado por Mateo en el momento de comenzar a seguirle. Y ahora a Jesús lo consideran un comilón y un borracho, lo consideran un pecador porque se acerca a los pecadores para llevarlos por nuevos caminos.

Tenemos que saber descubrir los caminos del Señor, su presencia entre nosotros, su palabra que nos habla también a través de esos acontecimientos de la vida, de eso que cada uno le está pasando allá en lo profundo de su corazón, o de aquello que contempla en los demás. Hay una sintonía de Dios que hemos de saber captar. Y la llamada de Dios es siempre para la esperanza y para la vida, hemos de saber confiar si con sinceridad le escuchamos y le abrimos el corazón.

Pero hemos de saber abrir tambien el corazon a los demás, saber descubrir los mejores anhelos del mundo que nos rodea, como ser sensible también a los sufrimientos de tantos, que quizás lo llevan oculto en el corazón, pero que andan con pasos cansinos por la vida en medio de los tormentos que llevan por dentro. Que Dios ponga luz en nuestro corazón y en nuestra mente para captar esas señales, que sintamos la fuerza de su Espíritu para emprender su camino que nos llevará siempre a una cercanía de los que nos rodean.


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