Hoy es día de silencio junto al sepulcro en la espera de la resurrección que queremos vivir con María, la Madre, a nuestro lado y con su misma fe y esperanza
Hoy es día de silencio. Tras el grito de Jesús en la cruz en la tarde
del viernes entregando su espíritu al Padre, tras rasgarse el velo del templo y
al temblar la tierra resquebrajarse las piedras, la tierra quedó en silencio.
La Iglesia quedó en silencio. Nosotros quedamos también en silencio, en
contemplación, en oración.
Es el tiempo del silencio y de la espera. Es el tiempo, sí, del dolor
y del duelo, pero no lo es el de la amargura sin esperanza porque creemos en la
Palabra de Jesús. en los momentos de duelo no queremos que nadie nos hable,
preferimos el silencio; en silencio queremos rumiar muchas cosas, muchos
recuerdos, las palabras que escuchamos, el amor que vivimos, la vida que compartimos,
las luchas y sufrimientos que pasamos junto al ser querido, pero también
revivimos los momentos de paz, de amor, de alegría, de convivencia. No hagamos
ruido, no convirtamos este día de duelo en lo que muchas veces convertimos los
duelos de nuestros tanatorios llenos de demasiado bullicio, demasiadas palabras
y demasiados ruidos.
Lo queremos hacer en este día de duelo que hoy vive la Iglesia, pero
con la esperanza puesta en las palabras de Jesús. Recordamos lo más inmediato
como la pasión y muerte que vivimos en la tarde de ayer, pero seguimos
ahondando en la vida y serán muchos los recuerdos, las experiencias profundas,
los gozos del alma que nos ha dado nuestra fe en Jesús y que hemos revivido y
compartido en tantas celebraciones, las más inmediatas en el tiempo o las que
han sido en los años o tiempos pasados. Hay tantas experiencias que revivir,
cada uno ha de tener su recuerdo, hacer memoria.
Y junto a nosotros hoy tenemos a María. Ya estaba en silencio al pie
de la cruz, solo escuchamos las palabras que le dirigió Jesús confiándole
nuevos hijos. En silencio caminaría hasta el sepulcro y volvería con los discípulos
al cenáculo o donde ella habitaría en esos días. En silencio la sentimos
nosotros en este día de soledad, pero que no, repito, de amargura, aunque
tantas veces la hayamos mencionado a ella con ese calificativo.
En María no faltó nunca ni el amor ni la esperanza. Ella había
plantado la Palabra en su corazón y sabía hacer para hacerla fructificar.
Aunque el evangelio no nos diga nada, allí estaría con los discípulos cuando además
Jesús se la había confiado a Juan. Así está María hoy con la Iglesia en este
día de silencio, pero en este día de espera. Con nosotros quiere llegar a la
mañana gloriosa de la resurrección; ella nos enseñará a recorrer ese camino.
No decimos mas, no queremos ahora sino pensar y reflexionar y cada uno
tiene que hacerlo en su propio interior. En silencio, con fe, con confianza,
con esperanza ya nos preparamos el momento de gozo de la resurrección. La
Iglesia espera en silencio, pero no dejamos que el dolor nos abrume. Tenemos la
certeza de que Cristo resucitará. Así lo cantaremos esta noche. Así lo
proclamaremos mañana en esa alborada gozosa del día de la Resurrección. Va
tener culminación la Pascua.