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sábado, 24 de diciembre de 2016

Bendigamos al Señor que viene a visitarnos con su gracia y no cerremos las puertas de nuestra posada para recibirle y poder cantar la gloria del Señor

Bendigamos al Señor que viene a visitarnos con su gracia y no cerremos las puertas de nuestra posada para recibirle  y poder cantar la gloria del Señor

2Sam. 7, 1-5.8-11.16; Sal. 88; Lc. 1, 67-79
‘Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación según lo predicho desde antiguo por la boca de sus santos profetas…’
Así prorrumpió en alabanzas y bendiciones a Dios el anciano Zacarías en el nacimiento de Juan a quien llamaremos el Bautista. Sentía como las promesas se cumplían. ‘Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados’. Llegaba la hora de la salvación. Aquel niño era el precursor, la aurora que anuncia la luz del sol de lo alto que va a comenzar a brillar.
Su misión preparar los caminos del Señor. Porque el Señor visitaba a su pueblo; Dios para siempre iba a ser Emmanuel, Dios con nosotros. Y en esa visita de Dios nos venía la salvación, se derramaba sobre nosotros el amor, la misericordia del Señor iba a envolver la tierra para siempre.
Era el momento de un tiempo nuevo. Llegaba la plenitud de los tiempos. El Reino de Dios por fin comenzaría a implantarse sobre la tierra, porque llegaba el tiempo de la liberación anunciada por los profetas. Una luz nueva iba a brillar sobre los hombres de una vez para siempre. Juan no era la luz, sino el testigo que nos señalaba donde está la luz. Juan no era el salvador sino el que iba a señalar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ‘Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’.
Y nosotros hoy, ya en el último día de nuestro camino de Adviento, sentimos ya cercana esa presencia del Señor. Esta noche contemplaremos ya el resplandor de su luz y podremos comenzar a cantar la gloria del Señor. Viene el Señor, ya está ahí, esta noche contemplaremos su nacimiento y nos gozaremos con toda la Iglesia y con toda la humanidad. El Señor visita a su pueblo y nos llega la salvación, y los hombres de buena voluntad nos sentimos inundados de paz, y comenzaremos a gustar lo que es el amor infinito de Dios que nos entrega a su Hijo.
No nos queda sino escuchar una vez más la voz de Juan que nos invita a preparar el camino del Señor, a convertir de verdad nuestro corazón a Dios. Cuidemos que nada nos distraiga para que estemos atentos a la llegada del Señor a nuestra vida. Viene a nosotros de una forma concreta en lo que es el hoy de nuestra vida y en este mundo concreto en que vivimos.
Pero cuidado que las cosas externas y superficiales nos impidan ver la verdadera luz; cuidemos que vayamos a celebrar Navidad pero no lleguemos a sentir y vivir la presencia del Señor que nos visita y quiere aposentarse en nuestra vida. Cuidado que no andemos con las puertas de la posada de nuestra vida cerradas porque estemos entretenidos en otras cosas y el Señor pueda pasar de largo.
Como dice la liturgia de la mañana del veinticuatro de diciembre: ‘Hoy sabréis que viene el Señor y mañana contemplaréis su gloria’.

viernes, 23 de diciembre de 2016

El nacimiento de Juan nos llena de alegría porque es el Precursor del Señor y pregustamos ya los gozos de una verdadera navidad en el nacimiento del Salvador

El nacimiento de Juan nos llena de alegría porque es el Precursor del Señor y pregustamos ya los gozos de una verdadera navidad en el nacimiento del Salvador

Malaquías 3,1-4.23-24; Sal 24; Lucas 1, 57-66
El nacimiento de un niño es siempre un motivo de alegría en un hogar. Es la alegría de los padres, de los hermanos si los hubiera, los familiares y también los vecinos y allegados comparten ese gozo y alegría.
Podemos pensar en ello en la cercanía ya inminente de la Navidad, del nacimiento del Salvador, pero la liturgia en este día nos ofrece en el evangelio el relato del nacimiento de Juan Bautista, el que iba a ser precursor del Señor. Ya celebramos con gozo y muchos signos de alegría la fiesta de su nacimiento el 24 de junio, pero en la inminencia de la navidad del Señor la contemplación de su nacimiento nos ayuda en nuestro camino de preparación.
El evangelio nos dice que cuando los vecinos y parientes se enteraron de que Isabel había dado a luz un hijo y el Señor le había hecho una gran misericordia, la felicitaban. Luego nos dirá que la noticia corrió por las montañas de Judea y ante los acontecimientos que se sucedían se preguntaban qué sería de aquel niño, pues la mano de Dios estaba con él.
Nosotros sí podemos vislumbrar la clave de cuanto sucedía, porque ya tenemos el relato completo del evangelista y sabemos cuantas cosas habían sucedido preparando su nacimiento. Fue el anuncio del ángel a Zacarías en el templo donde ya le señalaba como el que venía con el espíritu y poder de Elías para convertir los corazones y preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.
Ahora toca circuncidar al niño, como se hacia con todo varón en el pueblo de Israel como signo de la pertenencia al pueblo de la salvación. Con la circuncisión venía la imposición del nombre y cuando todos sospechaban que habría de llamarse como su padre Zacarías – era en cierto modo la costumbre y tradición – su madre dice que ha de llamarse Juan y ante las protestas de los parientes porque eso no es lo habitual al preguntarle por señas a Zacarías que desde el anuncio del ángel no había podido hablar, escribe en una tablilla ‘Juan es su nombre’.
Se sueltas las trabas de la lengua de Zacarías y comenzará un cántico de alabanza al Señor que ha obrado maravillas y ha manifestado su misericordia para con su pueblo. Mañana en la mañana escucharemos este cántico de Zacarías. Y todas las gentes se unen en coro a la alabanza al Señor aunque no comprendan aún lo que ha de significar Juan en la historia de la salvación.
Hoy contemplando el nacimiento de Juan con la liturgia también hemos de decir: ‘Mirad, levantad vuestras cabezas: se acerca la liberación’. A las puertas está la llegada del Señor, de nuestra liberación. Ya entonamos nuestros cánticos de alabanza al Señor que así manifiesta su misericordia con nosotros. Nos gozamos en la alegría del nacimiento de Juan, como lo hacemos en el nacimiento de todo niño porque es una flor que se abre a la vida, lo hacemos comprendiendo muy bien quién es este Niño que es el precursor del Señor y es motivo de alabanza al Señor, y lo hacemos pregustando ya la alegría del nacimiento del Salvador que celebraremos en la inmediata navidad.
Esos villancicos que ya en nuestros ambientes resuenen en estos días anunciando la navidad, sean expresión de esa alabanza al Señor, de ese deseo también de preparar los caminos del Señor en nuestro corazón; que encuentre en nosotros un pueblo bien dispuesto, bien dispuesto a celebrar de verdad la navidad del Señor, a celebrar la verdadera navidad, porque sintamos como Dios va a nacer en nuestros corazones y como lo vamos a hacer más presente en nuestro mundo.

jueves, 22 de diciembre de 2016

El cántico de María, agradecida a Dios por las maravillas que en ella se realizan, me está invitando a hacer también un magnificat desde mi vida para reconocer también el don de Dios en mí

El cántico de María, agradecida a Dios por las maravillas que en ella se realizan, me está invitando a hacer también un magnificat desde mi vida para reconocer también el don de Dios en mí

1Samuel 1,24-28; Sal.: 1S 2,1.45.6-7.8abcd; Lucas 1,46-56
¿Sabemos ser agradecidos en la vida? ¿Cuáles son las señales, los signos con los que mostramos nuestra gratitud? La palabra ‘gracias’ tendría que ser una palabra que saliera espontánea de nuestros labios ante cualquier gesto generoso que seamos capaces de apreciar en los demás. Manifiesta la nobleza de nuestro corazón.
Sin embargo reconocemos que no siempre es así, hay ocasiones en que nos cuesta. Ser agradecidos conlleva una gran dosis de humildad para reconocer que lo que recibimos no es por nuestros merecimientos. Hablamos tanto de justicia que creemos que en justicia los demás tienen necesariamente que ser generosos con nosotros. Y eso nos puede hacer soberbios y orgullosos. Hemos de reconocer que en lo que recibimos hay una carga honda de gratuidad por parte de quien nos lo ofrece.
Y esto que nos sucede o nos puede suceder en nuestras relaciones humanas con nuestros semejantes nos sucede en nuestra relación con nuestro Creador, nuestro Padre Dios y el amor misericordioso que El continuamente derrama sobre nosotros. Utilizamos tanto la palabra gracia para referirnos al don de Dios que tenemos el peligro de gastarla y hacerle perder su significado. Gracia es lo gratuito y gratuito es el amor que Dios nos tiene y se manifiesta y derrama sobre nuestra vida de tantas maneras. Es así el amor que Dios nos tiene, no por nuestro merecimiento cuanto estamos tan llenos de pecado sino porque el amor de Dios es primero, como nos dice san Juan en sus cartas.
Me surgen estos pensamientos que guían mi reflexión cuando escuchamos en el evangelio el Cántico de María. Es el cántico de la acción de gracias; es el cántico del reconocimiento de la obra de Dios en María, pero que repercute para toda la humanidad, es el cántico de la humildad de María, pero que manifiesta toda la grandeza de su corazón. Mucho podríamos decir de este cántico de María, el Magnificat como es conocido por todos por su primera palabra en latín.
Se van concatenando los hechos desde el anuncio primero de una buena nueva a Zacarías con la Buena Nueva del Ángel de la Anunciación en Nazaret a María. Allí se manifiesta la pequeña, la humilde esclava del Señor en quien Dios se ha fijado, que ha encontrado gracia ante Dios para hacerla su madre; pero más que en ello, por lo que también da gracias, piensa María en que ha sido escogida por el Señor como un eslabón importante para la salvación de la humanidad.
El sí humilde y confiado de María al misterio de Dios abre las puertas para que se derrame para siempre la misericordia de Dios para toda la humanidad. Una nueva revolución va a comenzar en la medida en que el Reino de Dios avance en medio del mundo, porque todo va a ser nuevo y distinto. Van a ser engrandecidos los humildes, mientras los poderosos serán despojados de sus soberbias; los que nada tienen y viven su vida entre la pobreza y el sufrimiento van a comenzar a vislumbrar un nuevo día, es un aurora de salvación la que se les ofrece, porque todo se va a transformar y comenzará un mundo nuevo donde no habrá ni luto, ni llanto ni dolor, como se proclamará luego en el Apocalipsis.
María canta agradecida a Dios porque ella y a través de ella se va a derramar la gracia de la misericordia divina para crear una humanidad nueva. María se ha comprometido en ese camino, por eso la hemos visto marchar presurosa hasta las montañas donde sabe que alguien la necesita. Cuánto nos enseña María.
Leyendo un comentario sobre este pasaje del evangelio el autor se preguntaba ¿y cómo será el Magnificat que cantes desde tu vida? Es la pregunta con la que quiero terminar y me hago a mi mismo. ¿Cuál es el Magnificat que voy a cantar agradecido a Dios desde mi vida concreta?

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Atentos y con ojos de fe, como Isabel, tendríamos que estar a la acción del Espíritu Santo que nos inspira, nos guía y nos fortalece en el camino de nuestra vida

Atentos y con ojos de fe, como Isabel, tendríamos que estar a la acción del Espíritu Santo que nos inspira, nos guía y nos fortalece en el camino de nuestra vida

Sofonías 3, 14-18ª; Sal 32; Lucas 1,39-45
Cuántas veces sentimos en nuestro interior deseos de hacer algo bueno que quizá incluso no lo habíamos planeado, sino que nos surgió de improviso allá dentro de nosotros; es la bondad innata de nuestro corazón, quizá pensamos y es cierto porque todos en el fondo tenemos buenos sentimientos aunque algunas veces los maleemos; pero desde una mirada creyente en eso bueno que deseamos hacer y que nos sentimos quizás fuertemente impulsados a hacerlo tendríamos que descubrir la moción de la gracia, la fuerza del Espíritu del Señor que también obra en nuestro interior inspirándonos lo bueno y queriendo apartarnos del camino malo. Atentos tendríamos que estar y con ojos de fe a esa acción del Espíritu Santo en nosotros que a todos  se nos manifiesta e inspira.
¿Por qué Isabel a la llegada de su prima María que ha venido desde la lejana Galilea para atenderla y ayudarla es capaz de prorrumpir en tales alabanzas reconociendo en ella a la madre de su Señor?
Es cierto que es el corazón bueno y agradecido de aquella mujer que ve en la llegada de su joven prima una ayuda inestimable en las circunstancias en que vive en su embarazo en su vejez. Pero ya el evangelio nos sugiera algo más. Con la presencia de María, y nosotros ya podemos decir mucho más porque sabemos a quien María llevaba en su seno, nos dice el evangelista que Isabel se llenó del Espíritu Santo; nos dice más el evangelista porque Isabel luego expresará como sintió en su seno como la criatura se revolvía y daba saltos por la presencia de María, queriendo expresarnos esto también cómo Juan quedaba santificado en aquel momento de gracia.
Es con esa inspiración del Espíritu cómo Isabel podrá proclamar: ‘¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá’.
Alaba a María pero reconoce al mismo tiempo el fruto del vientre de María. Reconoce en María a la Madre de Dios y eso en su humildad le hace reconocer las maravillas del Señor. Comienza con Isabel la letanía inacabable de alabanzas y bienaventuranzas en honor de María que se prolongará por todos los siglos. ‘¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá!’ Es la primera alabanza en honor de María salida de labios humanos llamándola dichosa y bienaventurada por su fe. Es la certeza del cumplimiento de la Palabra del Señor que se le ha manifestado a María, porque en ella esa Palabra se hace carne para hacerse Dios con nosotros.
Cuántas lecciones nos da este episodio del evangelio en este camino de Adviento que estamos haciendo. Comencemos por reconocer la presencia y la acción del Espíritu Santo en nosotros tantas veces en nuestra vida. Es quien nos inspira, nos guía y nos fortalece. Dejémonos conducir por el Espíritu que así actúa en nuestro corazón. Ahora mismo cuando estamos a las puertas de la navidad es probable que en algún momento de interiorización y de silencio en nosotros hayamos sentido el impulso de hacer algo bueno, algo distinto quizá, que nos ayude en esta preparación para la celebración del misterio de la Navidad. No lo echemos en saco roto. Sigamos esa inspiración que hayamos podido sentir del Espíritu aunque nos pueda parecer costosa.
Ojalá nosotros también nos hagamos merecedores de la alabanza de Isabel a María y podamos escuchar en nosotros esa bienaventuranza por nuestra fe. Sintamos, sí, la dicha de la fe; expresemos con alegría, con coraje, con valentía nuestra fe. 

martes, 20 de diciembre de 2016

El anuncio del Ángel a María no solo fue una buena noticia para ella que la convertía en la Madre del Señor, sino evangelio de salvación para toda la humanidad

El anuncio del Ángel a María no solo fue una buena noticia para ella que la convertía en la Madre del Señor, sino evangelio de salvación para toda la humanidad

Isaías 7,10-14 / Sal 23 / Lucas 1,26-38

Evangelio para María, gran evangelio para nosotros. Una buena noticia, evangelio, traía el ángel para María, iba a ser Madre. Era una gran noticia, una buena nueva, aunque María seguro que lo intuía en su corazón. Era amada de Dios; ‘llena de gracia’, la llama el ángel, sobre ella se derrochaba el amor de Dios inundando su vida y su corazón; ‘has encontrado gracia ante Dios’, continuará diciéndole el ángel, y el Señor se había fijado en ella.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin’. Es la Buena Nueva que recibe María, pero que al mismo tiempo es gran Buena Nueva, evangelio, para toda la humanidad. De María había de nacer el Hijo del Altísimo, el Emmanuel anunciado por los profetas. De María había de ser el que nos trajera la salvación. ‘Le pondrás por nombre Jesús porque el salvará a muchos de sus pecados’, le diría el ángel ahora a María, como más tarde se lo anunciaría también a José.
Aunque María se había sentido turbada en un principio por la sorpresa de la gran noticia que recibía, María abrió su corazón a Dios, como siempre ella sabia hacerlo. Era la que plantaba la Palabra de Dios que escuchaba en su corazón para ponerlo por obra. Merecía la alabanza de su prima – ‘dichosa tú que has creído’ – como merecería la alabanza de Jesús para cuantos escuchan la Palabra y la plantan en su corazón. Aquí esta la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra, terminaría respondiendo al ángel.
Fue evangelio para María y es evangelio para nosotros. Llega también la Buena Noticia para nosotros. Con el Si de María se abrían las puertas de la salvación para toda la humanidad. Se cumplían todas las promesas anunciadas por los profetas, se cumplía el designio de Dios desde toda la eternidad, eran colmadas todas las esperanzas de los hombres.
Como María tenemos que aprender a acoger también esa Buena Noticia, como María tenemos que abrir también nuestro corazón a Dios, como María hemos de saber hacer cuna en nuestra vida para el Emmanuel que viene a nosotros. Será la humildad de nuestro corazón pobre y también lleno de las telarañas de nuestro pecado, como era aquel establo de Belén.
Allí en la noche de la Navidad vamos a ver resplandecer la gloria del Señor, de la misma manera hemos de hacerlo resplandecer en nuestro corazón cuando llegue la navidad porque si le demos posada en nuestra vida. Hemos de cuidar que no nos distraigamos con tantas cosas que dejemos pasar de largo la presencia salvadora del Señor como le sucedió a tantos en el pueblo de Belén. Estemos atentos a las señales, atentos al Dios que llega a nuestra vida. Escuchemos hoy esa gran noticia que nos anuncia la venida del Emmanuel.

lunes, 19 de diciembre de 2016

El anuncio del nacimiento de Juan nos ayuda a descubrir cuales han de ser las cosas que han de tener verdadera importancia para nosotros en la preparación de la Navidad

El anuncio del nacimiento de Juan nos ayuda a descubrir cuales han de ser las cosas que han de tener verdadera importancia para nosotros en la preparación de la Navidad

Jueces 13, 2-7. 24-25; Sal 70; Lucas 1, 5-25
Las sorpresas nos sobresaltan porque son cosas que no esperamos. Ahí está la sorpresa, algo que no esperamos, y que puede ser grato, que nos puede dar una gran alegría, que quizá pueda trastocar nuestros planes o nuestros deseos, o quizá son deseos que teníamos pero que no estábamos tan seguros de que los pudiéramos conseguir; claro que también hay sorpresas que no son agradables y que pudieran poner tristeza o dolor en nuestra vida, pero de todo podemos aprender, de todo podemos sacar una lección. Ahí está también nuestra madurez para saber afrontar con serenidad las sorpresas que nos va dando la vida.
Hoy el evangelio nos habla de unos ancianos, Zacarías e Isabel, como dice el evangelista ‘buenos y justos en la presencia del Señor’, y Zacarías era sacerdote del templo del Señor donde ahora le tocaba por turno oficiar el culto con la presentación del incienso en el Santuario y las ofrendas de cada día. Acostumbrado estaba por oficio a entrar en el Santuario para hacer la ofrenda del incienso, pero lo que sucede aquel día fue algo sorprendente, se le apareció a la derecha del altar del incienso el ángel del Señor. Como dice el evangelista ‘Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor’.
Pero más sorpresivas iban a ser las palabras del ángel. Aquello que tanto ansiaban Zacarías e Isabel se iba a cumplir, tendrían un hijo. Quizá por tanto ansiarlo y dada la edad que ambos tenían se habrían apagado sus esperanzas. De ahí la respuesta de Zacarías lleno de dudas, él era mayor y su esposa era estéril. Pero como le diría el mismo ángel a María ‘para Dios nada hay imposible’.
No temas, Zacarías, le había dicho el ángel, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacía los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto’.
Algo especial iba a haber en aquel niño. No solo está en lo maravilloso de su nacimiento sino será la misión que ha de realizar en la vida. ‘Será grande a los ojos del Señor… convertirá a muchos israelitas al Señor, su Dios… irá delante del Señor… preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto’. Será un motivo de alegría para él pero también para todo el pueblo. Nos anuncia ahora cómo muchos se alegrarán de su nacimiento y luego el evangelista nos dirá que la noticia corrió por todas las montañas de Judea. Una alegría y una fiesta que con el paso de los siglos nosotros también tenemos cuando celebramos su nacimiento.
Ahora escuchamos este evangelio en estos momentos en que nos acercamos ya a la celebración inmediata de la navidad del Señor. Durante estos días seguiremos escuchando paso a paso estos primeros capítulos del evangelio de san Lucas en esa preparación que ahora queremos nosotros hacer para la celebración del nacimiento de Jesús. Y de aquí hemos de ir tomando nota de cuales han de ser las principales cosas que vayamos haciendo estos días de preparación. No solo hemos de preocuparnos de preparativos externos, todos ellos muy buenos también si no nos alejan de lo que tiene que ser lo principal que celebremos, sino que hemos de prepararnos nosotros desde nuestro interior para vivir hondamente este misterio de la Navidad.
¿Podemos aprender algo de la hondura espiritual de Zacarías, de su apertura a Dios y de la escucha de su Palabra para en ese mismo camino prepararnos nosotros también? Que la alegría que vivimos en estos días nazca en verdad desde lo más hondo de nosotros porque nos sepamos llenar de este misterio de Dios que celebramos.
Contemplamos el anuncio del nacimiento de Juan, el que venia a convertir a muchos israelitas al Señor, su Dios ¿no tendría que haber en nosotros ese deseo de darle la vuelta totalmente a nuestra vida para centrarla de verdad en el Señor que sea el único Dios de nuestra vida? Analicemos cuantos apegos de cosas materiales tendremos que arrancar de nuestro corazón. ¿Qué cosas son las que tienen verdadera importancia para mí en la preparación de la navidad? Muchas cosas tendríamos que revisarnos quizá.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Como José y como María, a pesar de nuestras dudas y oscuridades, nos abrimos al misterio del Emmanuel que vamos a celebrar para hacer presente la salvación de Dios hoy para todos los hombres

Como José y como María, a pesar de nuestras dudas y oscuridades, nos abrimos al misterio del Emmanuel que vamos a celebrar para hacer presente la salvación de Dios hoy para todos los hombres

Isaías 7, 10-14; Sal 23; Romanos 1,1-7; Mateo 1,18-24
Nos suceden en ocasiones cosas que nos cuesta entender por muchas vueltas que le demos al asunto, o vemos acontecimientos ante nosotros que nos resultan indescifrables porque no entendemos el por qué de esas cosas que suceden, nos vienen quizá de improviso cuando quizá teníamos otras cosas planeadas y nos vemos envueltos en las sombras de la duda, de la incertidumbre, del no saber qué va a pasar o como vamos a resolverlas. Nos cruzamos de brazos, tratamos quizá de desentendernos del asunto, buscamos una salida que sea lo más honrosa posible, o podemos también emprender el camino de la huida o como hacen tantos de echarle la culpa a los demás. En nuestra honradez y responsabilidad tratamos de buscarle quizá el lado menos malo o con el que menos daño podamos hacer a los demás.
Es a lo que se estaba enfrentando José y no sabia qué sucedía ni como actuar. Buscaba quizá una solución lo más honrosa posible y donde menos daño pudiera hacer, pero no comprendía lo que sucedía en María. Como nos dice el evangelista María estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo’. Este último apunte – ‘por obra del Espíritu Santo’ – ya nos lo adelanta el evangelista como narrador a posteriori de los hechos, pero José de esto no sabía nada.
Pero como nos adelanta también el evangelista ‘José era bueno’, no quería hacer daño a nadie. José se nos manifiesta además un hombre profundamente reflexivo, pero también de espíritu creyente muy grande. Era hombre abierto al Espíritu y bueno sería reflexionar también sobre la espiritualidad de José. Y Dios se le manifiesta allá en su corazón, en sueños que es una manera muy bíblica de expresar esa apertura a Dios pero también cómo Dios se nos manifiesta allá en lo más hondo de nosotros mismos.
Y el ángel del Señor se lo explica todo con claridad. ‘José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados’. Y ya el evangelista seguirá explicándonos cómo así se cumplen las Escrituras; nos recuerda lo de Isaías cuando también a un hombre lleno de dudas y que no se atreve a tentar a Dios pidiéndole pruebas el profeta también le anuncie: ‘Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros’. Y continuará diciéndonos el evangelista que José se llevó a María, su mujer, a su casa. Aceptó el plan de Dios que se le revelaba.
Escuchamos este evangelio cuando estamos ya a las puertas de la Navidad, estamos en el cuarto domingo de Adviento. Es ya como el pregón inmediato que nos anuncia lo que va a suceder. Pero los pregones se nos hacen para anunciarnos lo que va a suceder pero para que estemos preparados, para que demos los últimos toques, para que entremos ya en el ambiente de lo que ya cercano va a suceder. Un pregón y un anuncio que escuchamos no como algo fuera de nosotros o que nos pareciera extraterrestre sino como algo que tenemos que escuchar aquí y ahora, en el momento que vivimos, con sus luces y con sus sombras.
Se nos anuncia que viene el Emmanuel, que Dios estará y está con nosotros, que es Jesús porque el viene como Salvador, que eso es lo que significa su nombre. Y esa presencia de Dios es ahora y en este mundo en el que vivimos; y esa salvación que nos llega con Jesús es para nosotros, para los hombres de hoy, envueltos en nuestras luchas y problemas, y para este mundo nuestro tan crucificado por tantos sufrimientos, guerras, violencias, injusticias, vanidades, orgullos, indiferencia religiosa, pérdida de valores, tan materialista y tan amante de sensualidades y así tantas cosas más que nos lo llenan de sombras.
Para muchos quizá llega una navidad más y se hace fiesta porque hay que hacer fiesta, y se reúnen las familias porque está bien que al menos una vez al año nos reunamos aunque luego no nos volvamos a ver hasta no sabemos cuando, y se llena todo de luces y se hacen regalos y felicitaciones porque todo el mundo lo hace y nos dejamos llevar por la corriente. Pero ya vemos como incluso algunos quieren desterrar todo sentimiento o manifestación religiosa en las fiestas de estos días, de manera que incluso hasta ya quieren cambiarle el nombre.
Pero quizá algunos queremos pensar en serio en lo que verdaderamente es la navidad, pero viendo el ambiente y la manera de celebrarlo en tantos que nos rodean nos sentimos abrumados, confusos, sin saber quizá qué hacer porque no vamos a nadar contra corriente de lo que todo el mundo hace y tenemos la tentación de dejarnos llevar, porque total con estas fiestas así a nadie molestamos y alguna cosa buena tienen.
Son las dudas de José ante el misterio que estaba ante sus ojos y no terminaba de comprender. Son las dudas que también pueden envolvernos pero a las que hemos de hacer frente sacando lo más hondo de nuestra espiritualidad cristiana y no olvidar de ninguna manera el misterio que celebramos.
También quizá nos preguntamos si esa salvación que nos trae Jesús puede decir algo a la gente de nuestro mundo de hoy y si en verdad con el mensaje de Jesús podemos hacer algo para que nuestro mundo sea mejor. Y es ahí donde tenemos que sacar la firmeza y la fortaleza de nuestra fe. Sí necesita nuestro mundo de la salvación que nos ofrece Jesús. Necesita nuestro mundo, es cierto, esa presencia del Emmanuel, para sentir que en verdad Dios está con nosotros y con Dios podemos hacer que nuestro mundo sea mejor.
José se abrió al misterio de Dios y se dejó inundar por su Palabra. Tomemos ejemplo para estos días que nos quedan antes de la celebración del misterio de la Navidad. José se llevó a María, su mujer a su casa, como le había dicho el ángel. Traigamos nosotros también a nuestra casa, a la casa de nuestra vida, a María, la Madre del Señor que es también nuestra madre.
De ella aprendamos a prepararnos abriendo nuestro corazón al misterio de Dios, para que así hagamos presente de verdad al Emmanuel, no solo porque cantemos bonitos cánticos y villancicos, porque llenemos de luces nuestras casas o nuestras calles, porque tengamos hermosos encuentros familiares y con los amigos en estos días, sino porque en verdad no solo sintamos esa presencia salvadora del Señor en nuestro corazón sino porque también sepamos hacerlo presente a los demás en medio del mundo por nuestros actos, por nuestro amor, por nuestro compromiso, por los gestos que podamos realizar o tener con los demás.
Así haremos autentica navidad haciendo más presente a Dios – el Emmanuel - en nuestro mundo.