Como José y como María, a pesar de
nuestras dudas y oscuridades, nos abrimos al misterio del Emmanuel que vamos a
celebrar para hacer presente la salvación de Dios hoy para todos los hombres
Isaías 7, 10-14; Sal 23; Romanos 1,1-7;
Mateo 1,18-24
Nos suceden en ocasiones cosas que nos cuesta entender por muchas
vueltas que le demos al asunto, o vemos acontecimientos ante nosotros que nos
resultan indescifrables porque no entendemos el por qué de esas cosas que
suceden, nos vienen quizá de improviso cuando quizá teníamos otras cosas
planeadas y nos vemos envueltos en las sombras de la duda, de la incertidumbre,
del no saber qué va a pasar o como vamos a resolverlas. Nos cruzamos de brazos,
tratamos quizá de desentendernos del asunto, buscamos una salida que sea lo más
honrosa posible, o podemos también emprender el camino de la huida o como hacen
tantos de echarle la culpa a los demás. En nuestra honradez y responsabilidad
tratamos de buscarle quizá el lado menos malo o con el que menos daño podamos
hacer a los demás.
Es a lo que se estaba enfrentando José y no sabia qué sucedía ni como
actuar. Buscaba quizá una solución lo más honrosa posible y donde menos daño
pudiera hacer, pero no comprendía lo que sucedía en María. Como nos dice el
evangelista ‘María estaba
desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo
por obra del Espíritu Santo’.
Este último apunte – ‘por obra del Espíritu Santo’ – ya nos lo adelanta el
evangelista como narrador a posteriori de los hechos, pero José de esto no
sabía nada.
Pero como nos adelanta también
el evangelista ‘José era bueno’, no quería hacer daño a nadie. José se
nos manifiesta además un hombre profundamente reflexivo, pero también de
espíritu creyente muy grande. Era hombre abierto al Espíritu y bueno sería
reflexionar también sobre la espiritualidad de José. Y Dios se le manifiesta
allá en su corazón, en sueños que es una manera muy bíblica de expresar
esa apertura a Dios pero también cómo Dios se nos manifiesta allá en lo más hondo
de nosotros mismos.
Y el ángel del Señor se lo
explica todo con claridad. ‘José, hijo de David, no tengas reparo en
llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del
Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él
salvará a su pueblo de los pecados’. Y ya el evangelista seguirá explicándonos
cómo así se cumplen las Escrituras; nos recuerda lo de Isaías cuando también a
un hombre lleno de dudas y que no se atreve a tentar a Dios pidiéndole pruebas
el profeta también le anuncie: ‘Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un
hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros’.
Y continuará diciéndonos el evangelista que José se llevó a María, su mujer, a
su casa. Aceptó el plan de Dios que se le revelaba.
Escuchamos este evangelio cuando estamos ya a las puertas de la
Navidad, estamos en el cuarto domingo de Adviento. Es ya como el pregón
inmediato que nos anuncia lo que va a suceder. Pero los pregones se nos hacen
para anunciarnos lo que va a suceder pero para que estemos preparados, para que
demos los últimos toques, para que entremos ya en el ambiente de lo que ya
cercano va a suceder. Un pregón y un anuncio que escuchamos no como algo fuera
de nosotros o que nos pareciera extraterrestre sino como algo que tenemos que
escuchar aquí y ahora, en el momento que vivimos, con sus luces y con sus
sombras.
Se nos anuncia que viene el Emmanuel, que Dios estará y está con
nosotros, que es Jesús porque el viene como Salvador, que eso es lo que
significa su nombre. Y esa presencia de Dios es ahora y en este mundo en el que
vivimos; y esa salvación que nos llega con Jesús es para nosotros, para los
hombres de hoy, envueltos en nuestras luchas y problemas, y para este mundo
nuestro tan crucificado por tantos sufrimientos, guerras, violencias,
injusticias, vanidades, orgullos, indiferencia religiosa, pérdida de valores,
tan materialista y tan amante de sensualidades y así tantas cosas más que nos
lo llenan de sombras.
Para muchos quizá llega una navidad más y se hace fiesta porque hay
que hacer fiesta, y se reúnen las familias porque está bien que al menos una
vez al año nos reunamos aunque luego no nos volvamos a ver hasta no sabemos
cuando, y se llena todo de luces y se hacen regalos y felicitaciones porque
todo el mundo lo hace y nos dejamos llevar por la corriente. Pero ya vemos como
incluso algunos quieren desterrar todo sentimiento o manifestación religiosa en
las fiestas de estos días, de manera que incluso hasta ya quieren cambiarle el
nombre.
Pero quizá algunos queremos pensar en serio en lo que verdaderamente
es la navidad, pero viendo el ambiente y la manera de celebrarlo en tantos que
nos rodean nos sentimos abrumados, confusos, sin saber quizá qué hacer porque
no vamos a nadar contra corriente de lo que todo el mundo hace y tenemos la
tentación de dejarnos llevar, porque total con estas fiestas así a nadie
molestamos y alguna cosa buena tienen.
Son las dudas de José ante el misterio que estaba ante sus ojos y no
terminaba de comprender. Son las dudas que también pueden envolvernos pero a
las que hemos de hacer frente sacando lo más hondo de nuestra espiritualidad
cristiana y no olvidar de ninguna manera el misterio que celebramos.
También quizá nos preguntamos si esa salvación que nos trae Jesús
puede decir algo a la gente de nuestro mundo de hoy y si en verdad con el
mensaje de Jesús podemos hacer algo para que nuestro mundo sea mejor. Y es ahí
donde tenemos que sacar la firmeza y la fortaleza de nuestra fe. Sí necesita
nuestro mundo de la salvación que nos ofrece Jesús. Necesita nuestro mundo, es
cierto, esa presencia del Emmanuel, para sentir que en verdad Dios está con
nosotros y con Dios podemos hacer que nuestro mundo sea mejor.
José se abrió al misterio de Dios y se dejó inundar por su Palabra.
Tomemos ejemplo para estos días que nos quedan antes de la celebración del
misterio de la Navidad. José se llevó a María, su mujer a su casa, como le había
dicho el ángel. Traigamos nosotros también a nuestra casa, a la casa de nuestra
vida, a María, la Madre del Señor que es también nuestra madre.
De ella aprendamos a prepararnos abriendo nuestro corazón al misterio
de Dios, para que así hagamos presente de verdad al Emmanuel, no solo porque
cantemos bonitos cánticos y villancicos, porque llenemos de luces nuestras
casas o nuestras calles, porque tengamos hermosos encuentros familiares y con
los amigos en estos días, sino porque en verdad no solo sintamos esa presencia
salvadora del Señor en nuestro corazón sino porque también sepamos hacerlo
presente a los demás en medio del mundo por nuestros actos, por nuestro amor,
por nuestro compromiso, por los gestos que podamos realizar o tener con los
demás.
Así haremos autentica navidad haciendo más presente a Dios – el
Emmanuel - en nuestro mundo.