El nacimiento de Juan nos llena de alegría porque es el Precursor del Señor y pregustamos ya los gozos de una verdadera navidad en el nacimiento del Salvador
Malaquías
3,1-4.23-24; Sal 24; Lucas 1, 57-66
El nacimiento de un niño es siempre un motivo de alegría en un hogar.
Es la alegría de los padres, de los hermanos si los hubiera, los familiares y
también los vecinos y allegados comparten ese gozo y alegría.
Podemos pensar en ello en la cercanía ya inminente de la Navidad, del
nacimiento del Salvador, pero la liturgia en este día nos ofrece en el
evangelio el relato del nacimiento de Juan Bautista, el que iba a ser precursor
del Señor. Ya celebramos con gozo y muchos signos de alegría la fiesta de su
nacimiento el 24 de junio, pero en la inminencia de la navidad del Señor la
contemplación de su nacimiento nos ayuda en nuestro camino de preparación.
El evangelio nos dice que cuando los vecinos y parientes se
enteraron de que Isabel había dado a luz un hijo y el Señor le había hecho una
gran misericordia, la felicitaban. Luego nos dirá que la noticia corrió
por las montañas de Judea y ante los acontecimientos que se sucedían se
preguntaban qué sería de aquel niño, pues la mano de Dios estaba con él.
Nosotros sí podemos vislumbrar la clave de cuanto sucedía, porque ya
tenemos el relato completo del evangelista y sabemos cuantas cosas habían
sucedido preparando su nacimiento. Fue el anuncio del ángel a Zacarías en el
templo donde ya le señalaba como el que venía con el espíritu y poder de Elías
para convertir los corazones y preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.
Ahora toca circuncidar al niño, como se hacia con todo varón en el
pueblo de Israel como signo de la pertenencia al pueblo de la salvación. Con la
circuncisión venía la imposición del nombre y cuando todos sospechaban que
habría de llamarse como su padre Zacarías – era en cierto modo la costumbre y
tradición – su madre dice que ha de llamarse Juan y ante las protestas de los
parientes porque eso no es lo habitual al preguntarle por señas a Zacarías que
desde el anuncio del ángel no había podido hablar, escribe en una tablilla ‘Juan
es su nombre’.
Se sueltas las trabas de la lengua de Zacarías y comenzará un cántico
de alabanza al Señor que ha obrado maravillas y ha manifestado su misericordia
para con su pueblo. Mañana en la mañana escucharemos este cántico de Zacarías.
Y todas las gentes se unen en coro a la alabanza al Señor aunque no comprendan
aún lo que ha de significar Juan en la historia de la salvación.
Hoy contemplando el nacimiento de Juan con la liturgia también hemos
de decir: ‘Mirad, levantad vuestras cabezas: se acerca la liberación’. A
las puertas está la llegada del Señor, de nuestra liberación. Ya entonamos
nuestros cánticos de alabanza al Señor que así manifiesta su misericordia con
nosotros. Nos gozamos en la alegría del nacimiento de Juan, como lo hacemos en
el nacimiento de todo niño porque es una flor que se abre a la vida, lo hacemos
comprendiendo muy bien quién es este Niño que es el precursor del Señor y es
motivo de alabanza al Señor, y lo hacemos pregustando ya la alegría del
nacimiento del Salvador que celebraremos en la inmediata navidad.
Esos villancicos que ya en nuestros ambientes resuenen en estos días
anunciando la navidad, sean expresión de esa alabanza al Señor, de ese deseo
también de preparar los caminos del Señor en nuestro corazón; que encuentre en
nosotros un pueblo bien dispuesto, bien dispuesto a celebrar de verdad la
navidad del Señor, a celebrar la verdadera navidad, porque sintamos como Dios
va a nacer en nuestros corazones y como lo vamos a hacer más presente en
nuestro mundo.
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