2Sam. 1,1-4.11-12.19.23-27
Sal. 79;
Mc. 3, 20-21
Sal. 79;
Mc. 3, 20-21
Diversas son las reacciones que se producen ante Jesús. Y es que ante El no podemos quedar indecisos, como insensibles y sin tomar partido. Ante El hay que hacer una opción. Cuando con sinceridad nos ponemos ante El y tratamos de conocer su persona, descubrir verdaderamente su mensaje, saber bien cuál es la honda razón de su vida, hay que decidirse.
Hay personas que pasan y no dejan huella. Hay personajes de la historia ante los cuales podemos sentir admiración. Hay quien en su tiempo se le tuvo en cuenta y pudo hacer muchas cosas buenas, pero con el paso del tiempo todo parece que se borrara en el olvido. Con Jesús no puede pasar así.
En los cortos versículos del evangelio de este día vemos claramente dos opciones que pueden reflejar esas distintas posturas que se toman ante Jesús, aunque está también la del rechazo total. Por una parte nos dice el evangelista que cuando ‘Jesús volvió a casa con sus discípulos se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer’. Será algo que veremos en alguna otra ocasión del evangelio y que hará que Jesús en alguna ocasión se marche a lugares apartados con sus discípulos para descansar con ellos y para instruirlos de manera especial.
Pero hoy vemos la reacción también de algunos familiares de Jesús que ‘vinieron para llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales’. No es que realmente su familia piense que está loco, pero están viendo las reacciones que comienzan a tener algunos contra Jesús y les puede parecer que se le está poniendo en peligro. Quizá ya comenzaba a saberse lo que maquinaban los fariseos y algunos contra Jesús y loco habría que estar para seguir en la brecha haciendo el anuncio del Reino tal como lo presentaba Jesús. Además no era lo que algunos esperaban o deseaban que fuera ese Reino que Jesús anunciaba.
Nos puede recordar otros momentos del evangelio. Simeón había anunciado que Jesús sería un signo de contradicción: ‘este niño va a ser motivo de que muchos caigan o se levanten en Israel. Será un signo de contradicción…’ había anunciado cuando la presentación de Jesús en el templo a los cuarenta días de nacer.
Pero también Jesús dirá en otra ocasión que ante El hay que decantarse. ‘El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama’. Y a los que pretendían seguirle y ser sus discípulos les dirá que habrán de renunciar a todo para seguir con El, o que ‘el que quiera a su padre o a su madre, a su hermano o a su hermana, a su mujer o a sus hijos… más que a mí, no es digno de mí’.
Nosotros también tenemos que aclararnos. ¿Una lucha entre las tinieblas y la luz? Algunas veces algo así nos puede pasar en nuestro interior. Y queremos hacer componendas; y preferimos en ocasiones las mediocridades; nos queremos contentar con dar cositas, y tememos tener que darnos totalmente nosotros mismos; y el Señor nos llama a seguirle con radicalidad y queremos dejar alguna cosita para nosotros, como si de un seguro de vida se tratara. Pero Jesús nos dirá que hay que perder la vida para poder ganarla, porque el que quiera ganar su vida, la perderá.
No es fácil. Hay tantas cosas que tiran de nuestro corazón y quieren arrastrarnos. Pero sabemos bien que cuando nos decidamos por El, no nos va a dejar solos, porque siempre tendremos su presencia, la fuerza de su Espíritu con nosotros, todo el poder de la gracia que nos fortalece.
Cristo está conmigo y ya nada temeré. Yo quiero estar, entonces, también para siempre con Cristo, aunque signifique tomar la cruz para seguirle.