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sábado, 7 de diciembre de 2019

La mies es mucha y los operarios son pocos no solo porque haya pocos sacerdotes o religiosos sino porque no siempre los cristianos nos tomamos en serio la tarea de la evangelización


La mies es mucha y los operarios son pocos no solo porque haya pocos sacerdotes o religiosos sino porque no siempre los cristianos nos tomamos en serio la tarea de la evangelización

Isaías 30, 19-21. 23-26; Sal 146; Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8
¡Cuánto trabajo por hacer, cuántas cosas quedan pendientes! Cosas así escuchamos muchas veces de boca de quienes quizá se sienten agobiados por el mucho trabajo, pero sobre todo de boca de aquellos que se han tomado la vida con responsabilidad; se lo toman todo muy en serio, quieren abarcar a todo y no pueden llegar; es el padre o madre de familia y no solo trabajar por traer un salario a casa con lo que pueda atender con dignidad a sus responsabilidades en el hogar y a sus responsabilidades como padre, sino que quiere llegar más allá atento siempre a la tarea educadora de sus hijos y al logro de la mejor armonía en su hogar para que sea ese recinto de amor donde todos desarrollen su vida.
Pero podemos pensar en quien tiene un proyecto para su vida, para su trabajo, queriendo lograr sus metas, queriéndolo desarrollarlo de la mejor manera no solo para lograr unos beneficios para su empresa sino porque piensa cuanto está haciendo por la sociedad. Quisiera tener más manos para poder atender a todo, que el día tuviera más horas para ver avanzar en sus proyectos, contar con más colaboradores en que todos a una pudieran lograr lo mejor.
Ya sé que luego nos encontraremos a muchos que mano sobre mano, de brazos cruzados, están sin hacer nada, porque nadie les ha ofrecido un trabajo, o porque no han sido tener las iniciativas que les lleven a emprender nuevas tareas o no encuentran la ayuda necesaria para salir de ese impase de la vida. Contamos también con la situación de crisis económica, es cierto, que se vive en nuestra sociedad, aunque también tendríamos que contar con la negatividad, la pasividad con que muchos se toman la vida sin ser capaces de intentar emprender algo nuevo. El emprendedor siempre intenta abrirse caminos en la vida.
Contemplamos hoy en el evangelio a Jesús realizando su acción evangelizadora queriendo llegar a todos, recorriendo aldeas y ciudades, enseñando a la gente, curando enfermos, acogiendo a cuantos acudían a El. Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor’. Y es entonces cuando le habla a los discípulos de que la mies es mucha, pero los obreros son pocos, invitándoles a rezar al dueño de la mies para que envíe operarios a su mies.
Luego El enviará a sus discípulos para que realicen y continúen su labor. Y los envía con unas instrucciones muy concretas, pero también con una misión y unos poderes para poder realizar su misión.
En este texto normalmente vemos unas indicaciones que nos hemos tomado muy en concreto para orar por las vocaciones; y cuando  hablamos de vocaciones pensamos siempre en aquellos llamados con una vocación especial para consagrar su vida en el sacerdocio, la vida religiosa o la vida misionera. Miramos la realidad de nuestra Iglesia y constatamos esa ausencia de vocaciones, esas carencias que se ven en nuestras comunidades que no siempre pueden contar con un sacerdote o que no tienen a su lado el testimonio de unas personas consagradas en la vida religiosa y que realicen también su valor. Y oramos por las vocaciones queriendo que haya más sacerdotes, queriendo que haya mas consagrados en la vida religiosa, o quienes sientan la vocación misionera para ir a otros lugares para el anuncio del evangelio.
Pero ¿no nos estará faltando el pensar en algo más? la misión evangelizadora en la Iglesia no tiene que ser solo de los sacerdotes o de los consagrados; la misión evangelizadora de la Iglesia nos compete a todos, también a los no consagrados, a los seglares. Cada cristiano tendría que sentirse un evangelizador, llamado también a hacer ese anuncio del evangelio allí donde realiza su vida. Creo que es algo que tenemos que despertar en la Iglesia, esa conciencia en todos los cristianos de que todos tenemos que ser evangelizadores, que todos podemos realizar una labor apostólica en la Iglesia, que todos tenemos esa misión recibida de Jesús. Mucho más tendríamos que reflexionar.
Que se despierte la vocación evangelizadora de todo cristiano. Que se despierte esa iniciativa en cada uno de nosotros. Salgamos de la pasividad. ¿No sería un buen compromiso nacido en este Adviento que vivimos para que Jesús pueda nacer en cada corazón?

viernes, 6 de diciembre de 2019

Que salga a flote nuestra fe para tener la confianza de que el Señor que viene renueva nuestra vida y nos hace salir de nuestras limitaciones y debilidades


Que salga a flote nuestra fe para tener la confianza de que el Señor que viene renueva nuestra vida y nos hace salir de nuestras limitaciones y debilidades

 Isaías 29, 17-24; Sal 26;  Mateo 9, 27-31
Afrontar las dificultades de la vida es algo que en muchas ocasiones nos cuesta y casi preferiríamos evadirnos, no querer ver ni saber para no tener que pasar por ese esfuerzo, repito, muchas veces costoso y que nos podría acarrear también en ocasiones muchos sufrimientos. Huimos de aquello que nos hace ver la realidad, que nos puede hacer sufrir, preferimos, repito, cerrar los ojos.
Pero no quiero pensar en este momento en las dificultades que podamos encontrar, por así decirlo, enfrente, sino quiero pensar en lo que encontramos en nosotros mismos, nuestras limitaciones, o las malas costumbres que se convierten en vicio y que tenemos que esforzarnos por superar. No queremos reconocer nuestras limitaciones, o los errores que hayamos podido cometer en la vida; queremos creernos perfectos, fuertes y poderosos e incluso cuando la enfermedad nos toca por algún lado no queremos pensar en ello o tardamos en ocasiones en dar pasos por superar esa situación. Enfermedades que se vuelven crónicas con todos sus inconvenientes, o malas costumbres que se convierten no solo en rutinas sino también en vicios en nuestra vida.
Pero bien sabemos que la solución no pasa por cerrar los ojos, sino por afrontar la realidad, reconocer eso que nos limita o que nos hace daño, para encontrar caminos luego de solución, de reparación o de encuentro con una vida renovada. No es la actitud pasiva, de esperar a ver si por si mismo se solucionan las cosas la que nos puede ayudar sino una actitud positiva de caminar y de dar pasos hacia delante buscando camino y solución.
Creo que es el estilo de esperanza activa que hemos de vivir en este tiempo de Adviento. No podemos simplemente dejar pasar el tiempo. No es decir, viene la navidad y ya vivimos en esos momentos la alegría de la fiesta o nos llenaremos de nostalgias y tristezas como les sucede a muchos. Es otra la manera de celebrar el nacimiento del Señor, pero haciendo de verdad que el Señor venga a nuestra vida con su salvación. Claro que necesitamos reconocer que estamos necesitados de esa salvación. Y para ello tenemos que mirarnos frente a frente a nosotros mismos para reconocer cómo somos, qué es lo que hay en nuestra vida que necesita la renovación de esa salvación que nos trae el Señor.
Hoy vemos a dos ciegos en búsqueda de Jesús. Le siguen aunque pueda parecer que Jesús no los escucha, insisten y llegan incluso a las puertas de la casa donde está Jesús. Reconocen su ceguera y esperan la compasión y el amor del Señor. Seguramente se habrán valido incluso de alguien que les lleve y les conduzca hasta Jesús porque en su ceguera les sería difícil seguir el camino. Pero allí están.
¿Puede Jesús curarles? ¿Puede el Señor renovar de verdad nuestra vida tan llena de limitaciones, de errores, de pecados? Ahí tiene que estar nuestra fe que nos da seguridad. Ahí tiene que estar nuestra fe para dejarnos curar por Jesús. Porque algunas veces no nos dejamos curar, preferimos quizá seguir cómo estamos o sean otros los remedios que se nos ofrezcan. Pero dejar que el Señor llegue a nuestra vida tiene que ser algo radical, en una disponibilidad total para recibir y aceptar la gracia que el Señor nos ofrece y comenzar luego a vivir con un sentido nuevo, con una vida nueva. Que no queramos seguir como antes, como tantas veces hacemos.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Necesitamos ser cristianos maduros, reflexivos, abiertos siempre a la escucha de la Palabra, que siembra en su corazón para tener buenas raíces como cimientos de vida



Necesitamos ser cristianos maduros, reflexivos, abiertos siempre a la escucha de la Palabra, que siembra en su corazón para tener buenas raíces como cimientos de vida

Isaías 26, 1-6; Sal 117; Mateo 7, 21. 24-27
Es duro y es triste que continuamente estemos oyendo sonidos que llegan a nuestros oídos, pero poco escuchemos y poco entendamos de lo que se nos dice. Es uno de los problemas que van apareciendo en aquellos cuyos oídos van perdiendo la sensibilidad para escuchar. No pueden estar en un ambiente ruidoso porque los sonidos se confunden en sus oídos y en su mente y poco podrán entender de lo que se les dice. Por eso diferenciamos entre oír y escuchar, porque la escucha necesita una mayor atención y una mejor sensibilidad.
Pero si estamos hablando de uno de esos problemas, llamémoslo fisiológicos, que nos van apareciendo en la vida, por el contrario tenemos que reconocer que aunque tengamos los oídos con la sensibilidad suficiente, sin embargo en la vida vamos muchas veces como sordos; vamos a lo nuestro y no prestamos atención, escuchamos aquello que nos interesa, vamos descartando pensamientos e ideas que pudieran ser una interpelación dentro de nosotros para llevarnos a cosas de mayor profundidad. Muchas veces vamos por la vida con mucha superficialidad y nos vamos haciendo un mundo ficticio, irreal, superficial, lleno de sueños y de pocas realidades que centren de verdad nuestra vida.
Nos sucede en nuestras mutuas relaciones en que poco nos escuchamos y quizá demasiado nos enfrentamos sin conocer realmente el pensamiento del que tenemos enfrente o a nuestro lado. Nos dejamos seducir y arrastrar por prejuicios que tengamos nosotros mismos, que nacen la mayoría de las veces de un desconocimiento, o por lo que puedan influir otros en nosotros. Vamos de flor en flor seducidos por colores llamativos pero no buscando aquella flor que nos puede dar un fruto hermoso para la vida.
De eso se vale la publicidad para inducirnos a coger unos productos o para llevarnos según unos intereses determinados, pero también muchas veces dirigentes interesados para hacernos ver sus ideas o su política llena de falacias y de tópicos. Así nos va en la vida, así van los derroteros de nuestra sociedad.
Necesitamos ser más críticos, pero para eso tenemos que darle una mayor profundidad a la vida, para eso tenemos que aprender también a escuchar y escuchar con deseos de aprender pero también con un sentido critico ante lo que se nos pueda ofrecer.
La persona madura ha sabido ir cultivando estos valores en si mismo. La persona madura es reflexiva, sabe escuchar y sabe discernir, tiene la curiosidad de la búsqueda porque siempre aspira a algo más y mejor, pero tiene el valor de ir rumiando todo cuanto va llegando a su mente o a su corazón para encontrar el jugo bueno que puede alimentar bien su vida.
Necesitamos ser cristianos maduros, reflexivos, abiertos siempre a la escucha de la Palabra de Dios, que quiere ir sembrando de forma honda en su corazón para que tenga buenas raíces como cimientos de su vida. Un árbol bien enraizado es más difícil que el viento lo arranque o se lo lleve, se verá zarandeado por las tormentas, pero permanece firme y pronto reverdece después de la pérdida de sus hojas o sus ramas. Es lo que necesitamos ser los cristianos que nos vemos sometidos a muchas tormentas en la vida y que no nos queremos quedar en palabras bonitas o palabras de una emoción pasajera que serán flor de un día. Es el cristiano que da frutos y que contagia con su vida a cuantos le rodean porque siempre será un interrogante y una interpelación para los demás.
Hoy nos habla Jesús de edificar la casa sobre roca, no sobre arena. Ya sabemos cómo tenemos que hacer.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

No hacen falta muchas cosas sino mucho amor. ¿Seremos capaces de ponerlo para que se realicen también hoy las señales del Reino?



No hacen falta muchas cosas sino mucho amor. ¿Seremos capaces de ponerlo para que se realicen también hoy las señales del Reino?

Isaías 25, 6-10ª; Sal 22;  Mateo 15, 29-37
Comer, alimentarnos es una de las necesidades básicas de la vida. Necesitamos del alimento porque es la energía que nos hace mantenernos vivos. Y no vamos a abundar aquí y ahora en lo de la alimentación adecuada y equilibrada que tanto se nos repite por todas partes, pero aquel que tiene carencias en su vida en sus necesidades básicas buscará el alimento que sea donde pueda encontrarlo. Poder alimentarnos es una satisfacción importante de la que todos tendríamos que poder disfrutar.
Pero bien sabemos que la comida puede significar mucho más, porque es ocasión de encuentro con los otros y algo que nos motiva y nos lleva a la unión y a la comunión cuando hacemos la comida en común y puede ser signo de alegría y de fiesta; cuando celebramos algo que nos llena de alegría y queremos compartir esa alegría con los demás comemos juntos y la comida se convierte en fiesta. Muchas más cosas podríamos reflexionar siguiendo por ese camino.
Entre los anuncios que se hacen para los tiempos mesiánicos están precisamente los signos del festín, de la comida de fiesta a la que todos están invitados, como nos habla hoy el profeta. En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados’. Se acabarán los lutos y los sufrimientos, todo será alegría y fiesta en una vida nueva. Es el encuentro, es la nueva comunión entre todos, es el signo de ese mundo nuevo que se llamará el Reino de Dios.
Y Jesús realiza esos signos con todo su sentido profético, pero también como señal de que ese mundo nuevo ha llegado. Hoy el evangelio habla de las multitudes hambrientas que siguen a Jesús; hambrientas de su Palabra, acuden a escucharle de todas partes porque en Jesús renace la esperanza en los corazones; hambrientos con sus necesidades y problemas, siempre vemos en esas multitudes corazones atormentados, cuerpos rotos, sufrimiento y dolor desde sus imposibilidades físicas, pero también desde la insatisfacción que hay en sus corazones.
‘Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel’, nos dice el evangelio.
Pero Jesús realiza un nuevo signo también de profundo sentido mesiánico. La multitud está hambrienta porque llevan muchos días con Jesús, están en descampado, no tienen que comer. ‘Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino’.
Allí en despoblado no hay donde buscar panes para tantos, como dicen sus discípulos ante el comentario de Jesús pero aparecerá alguien que tiene cinco panes y dos peces y que los pone a disposición. ‘¿Qué es eso para tantos?’ Cuando hay amor no importa lo pequeño sino la disponibilidad que nace de ese amor. Y el milagro se realiza. Comerán todos y sobrará.
Es la señal del Reino. Es el encuentro y el compartir que al final se convertirá en fiesta. Ojalá supiéramos irlo haciendo por la vida. No hace falta mucho, no hacen falta muchas cosas sino lo que hace falta es mucho amor. ¿Seremos capaces nosotros de ponerlo para que se realicen también entre nosotros las señales del Reino? Un buen pensamiento que nos puede ir acompañando en este camino de Adviento que estamos haciendo. Y la vida será un festín.




martes, 3 de diciembre de 2019

Actitudes nuevas, valores nuevos, vestidura de hombre nuevo de la que tenemos que revestirnos para conocer y vivir de verdad a Dios


Actitudes nuevas, valores nuevos, vestidura de hombre nuevo de la que tenemos que revestirnos para conocer y vivir de verdad a Dios

Isaías 11, 1-10; Sal 71; Lucas 10, 21-24
Bueno es que cuando emprendemos un camino sepamos cómo es el camino que vamos a recorrer y podamos hacer los correspondientes preparativos para poder afrontarlo con alguna garantía de éxito; así no cargaremos cosas innecesarias, nos liberaremos de pesos muertos que van a ser un obstáculo en la dureza del camino y para poder llegar de la mejor manera a la meta.
Cuantas cosas metemos tantas veces en la mochila de la vida por aquellas precauciones por no saber lo que nos vamos a encontrar ni lo que vamos a necesitar, como cuando hacemos un viaje y recargamos y recargamos la maleta con pesos de cosas que no vamos a necesitar; que si puedo necesitar aquel traje, si aquellos zapatos nos vendrán bien si vamos a asistir a una gala en combinación con no sé que conjunto y al final pareciera que vamos a un desfile donde vamos a lucirnos y no a hacer un camino que nos conduce a una meta determinada. Lujos, vanidades, orgullos, apariencias que realmente nos van a hacer tropezar e impedir alcanzar no solo lo bueno sino lo mejor.
Alguno me podría preguntar y donde nos habla Jesús hoy en el evangelio o en la palabra proclamada de todas esas cosas. Mirémoslo desde otra perspectiva o perfil. ¿Por qué da gracias hoy Jesús en el evangelio? Porque el Padre se ha revelado a los que son humildes y sencillos de corazón. No se necesitaban tantas alforjas para escuchar y acoger la revelación de Dios. Aquellos que iban cargados con sus orgullos y vanidades no fueron capaces de entender el misterio de Dios, no comprendieron el misterio de Dios que en Jesús se revelaba, solo aquellos que habían liberado su corazón porque a nada se apegaban ni nada ambicionaban podían tener un corazón sensible para sintonizar con el misterio de Dios.
Por eso decía que teníamos que liberarnos de pesos muertos, de nuestras ideas preconcebidas que serán como un velo que nos impide ver con nitidez el misterio del amor de Dios; liberarnos de nuestras apetencias manipuladoras, de nuestros afanes de sobresalir, de los deseos que aparecen tantas veces en el corazón de grandezas humanas que al final se nos quedan en vanidades, de nuestros prejuicios porque son barreras que ponemos y que nos impedirán descubrir donde se hace presente Dios, de los castillos y las torres que nos edificamos que nos encierran en nosotros mismos o nos elevan tanto que no llegaremos a ver como en lo pequeño y en lo que parece insignificante  Dios también se hace presente.
Ya sabemos como tiene que ser el camino que nos lleve a conocer a Dios. Da gracias Jesús al Padre que se ha querido revelar a los pequeños y a los sencillos, a los que son humildes de corazón y a los que quitan toda maldad de su corazón; serán los que en verdad verán a Dios. Un camino como nos decía el profeta en que siempre tenemos que ser instrumentos de paz, de concordia, de encuentro, de armonía de los unos con los otros.
Cuando estamos entretenidos en nuestras guerras porque nuestras personales apetencias las hemos puesto por delante no podremos sentir la paz de Dios en el corazón.
Tenemos que aprender a controlar esa pequeña fiera que llevamos tantas veces en nuestro corazón que nos hace violentos, que nos enfrenta los demás, que nos hace estar buscando siempre como echar la zancadilla para que el otro no camine ni avance.
Parecen idílicas las imágenes que nos ofrece el profeta pero es lo que nosotros tenemos que ser y que hacer. Por eso nos habla del lobo, del carnero, del cabrito, de la oveja, de león que pacerán juntos. Y sin embargo los hombres tantas veces nos convertimos en lobos para el otro hombre. Qué bello el texto de Isaías que yo diría que inspiraría el cántico de las criaturas de san Francisco de Asís.
Qué diferencia y qué cambio. Qué actitudes nuevas tienen que haber en nuestro corazón. Cuántos valores tenemos que desarrollar en nosotros,  lealtad, fidelidad, confianza, verdad, sinceridad, apertura, deseos de bien y de justicia, autenticidad, cercanía… Qué distintas serian nuestras relaciones.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Tenemos que sacar a flote nuestra fe, nuestra fe humilde porque reconocemos nuestra pequeñez y también tantas cosas y complejos que nos distraen


Tenemos que sacar a flote nuestra fe, nuestra fe humilde porque reconocemos nuestra pequeñez y también tantas cosas y  complejos que nos distraen

Isaías 2, 1-5; Sal 121; Mateo 8, 5-11
Quizá por aquello de que nos gusta relacionarnos con la gente, que quizás entablamos conversación con facilidad con la gente con las que nos vamos encontrando, se pueda llegar a un cierto grado de comunicación y principio de amistad con esos personas con las que nos vamos encontrando; pero nuestras conversaciones son casuales, allí donde nos encontremos, en el parque, la calle o aquellos lugares que frecuentamos para nuestra vida social, y puede darse que esa amistad maya en cierto modo creciendo y esa persona con la que nos relaciones quizá quiera conocernos más, o hacer que la amistad sea más profunda y quizá nos  habla de visitarnos mutuamente, él nos ofrece su casa para lo que necesitemos y ya ahí nos quedamos un tanto parados porque ya no sabemos qué hacer.
¿Voy a abrir las puertas de mi casa a esa persona que quizá no conozca tanto? Pero si mi casa es un desastre porque soy un desordenado y no está como para recibir visitas, nos buscamos unas disculpas; yo soy una persona humilde y quien soy yo para recibir a esa persona en mi casa que se ve que el tiene otro porte, otro señorío, y seguimos dando largas, quizá no nos consideramos dignos de que personas así vengan a mi casa a visitarme y probablemente nos frenemos.
¿Nos pueden suceder cosas así? ¿Podemos pensar nosotros que nuestra casa no está preparada para recibir el regalo de la visita de esa persona? ¿Es realmente humildad, o puede ser que escondamos algunos miedos allá en lo más hondo de nosotros mismos?
Estamos dando los primeros pasos de este camino de Adviento. Y decimos con toda normalidad y naturalidad que el Señor viene a visitarnos, porque de alguna manera ¿qué significa el misterio de la navidad que vamos a celebrar sino que Dios quiso hacerse hombre para no venir solo a visitarnos, sino para vivir en nosotros y con nosotros? ¿Seremos en verdad conscientes de lo que eso significa?
La conciencia que tengamos de ello será lo que en verdad va a motivar nuestra mejor preparación. Dios ha visitado a su pueblo, fue una de las exclamaciones de la gente sencilla cuando veían las obras de Jesús. Nos visitará el sol que nace de lo alto, cantará Zacarías en alabanza al Señor en el nacimiento del Juan. Dios viene a poner su tienda entre nosotros reflexionará el evangelio de Juan en su inicio. Y también dirá vino a los suyos y los suyos no lo recibieron.
En este primer lunes de Adviento la liturgia nos propone un texto en el evangelio que quizás más de una vez nos habremos preguntado por qué ese texto precisamente cuando estamos iniciando el Adviento. Le veo todo su sentido. Nos habla del centurión que tenía criado enfermo al que miraba casi como un hijo. Y no sabiendo ya a quien acudir, aunque era pagano acude a Jesús. Hay por medio unos intermediarios que suplican en su nombre y quizá hasta hacen valer sus méritos para ser atendido por lo bueno que había sido con los judíos, por los que se había preocupado hasta de arreglarles la sinagoga. Y Jesús decide ir a la casa del centurión.
Quizá asombro entre los mismos que hacían de intermediarios, pero lo más grandioso es la reacción de aquel soldado romano. ‘Yo no soy digno de que vengas a mi casa…’ Y no es solo el considerar su indignidad sino también aparece la confianza absoluta que había puesto en Jesús. ‘Basta tu palabra y mi criado quedará sano’, ya sabemos de las alabanzas de Jesús que ni en todo Israel había encontrado una fe así. Pero es una fe enraizada en la humildad. Jesús quiere ir a su casa, pero él no se siente digno, pero aun así pone a juego a tope toda su fe, Se fía de la palabra de Jesús que es poderosa.
¿No será lo que nosotros necesitamos? Como reflexionábamos al principio quizá somos un desastre, es un desorden grande el que hay en nuestra casa, en nuestro corazón, porque al final no sabemos ni lo que queremos ni lo que buscamos. Pero sí tenemos que sacar a flote nuestra fe, nuestra fe humilde porque reconocemos nuestra pequeñez y también tantas cosas que nos distraen de lo que tendría que ser lo fundamental.
Y aquí, aunque nos consideremos indignos sí que tenemos que abrir las puertas, dejar que el Señor venga a visitarnos, venga a morar en nuestra tienda, en nuestra casa, en nuestro corazón. Su presencia va a ser presencia de vida, de gracia, de salvación. Pero tenemos que dejarle entrar, no poner obstáculos en la puerta porque estemos pensando o distrayéndonos con otras cosas, hacer desaparecer también nuestros miedos, complejos y rutinas. Cuantas cosas nos distraen estos días de preparación para la vida yéndonos por cosas accesorias, secundarias; vayamos a lo principal, y para eso dejémonos conducir por el Espíritu que gime en nuestro interior.
¿Qué será lo principal que tendría que buscar para celebrar hoy la navidad?

domingo, 1 de diciembre de 2019

Cuando iniciamos hoy el adviento ¿cómo le vamos a decir a nuestro mundo que Jesús es la verdadera Buena Noticia de salvación para nuestro mundo de hoy?


Cuando iniciamos  hoy el adviento ¿cómo le vamos a decir a nuestro mundo que Jesús es la verdadera Buena Noticia de salvación para nuestro mundo de hoy?

 Isaías 2, 1-5; Sal 121; Romanos 13, 11-14ª; Mateo 24, 37-44
Cuando llega este momento en que litúrgicamente la Iglesia comienza el tiempo de Adviento, que decimos preparación para la navidad y visto el ambiente que nos rodea en que parece que ya estuviéramos en navidad, iluminación extraordinaria y especial – navideña decimos aunque algunas veces no termino de entender la imágenes y los símbolos de los adornos luminosos - , las ‘campañas navideñas’ – y lo pongo también entre comillas - que se realizan por todas partes, las felicitaciones de navidad que ya se cruzan hoy no tanto por el correo postal cuanto por las redes sociales e Internet, el ambiente de fiesta y de preparativos con sus comidas, regalos con sus correspondientes compras y no sé cuantas cosas más, me surgen muchas dudas e interrogantes en mi interior sobre lo que realmente la gente busca en estos momentos y lo que nosotros decimos que le queremos ofrecer en esta fiesta que tendría que ser profundamente cristiana que es la navidad.
Decimos con facilidad Navidad, nacimiento de Cristo, venida del Señor, ¿realmente qué es lo que la gente busca y desea desde lo más hondo? Decimos Navidad, repito, como celebración de la venida del Señor – ahora Adviento como preparación para esa celebración – y en verdad ¿habremos despertado en ese mundo que nos rodea y que dice que celebra la navidad un deseo de esa venida del Señor? ¿Para qué? Y no quiero ser aguafiestas, pero si creo que tendríamos que buscar un verdadero y profundo sentido.
Si pensamos en aquella primera venida del Señor, el pueblo de Israel tenia detrás toda una historia, una historia de salvación, con unas esperanzas suscitadas desde antiguo y alimentadas por los profetas, que además en aquel momento histórico se traducían en unas apetencias y deseos de la llegada de un Mesías libertador que incluso devolviese su soberanía al pueblo de Israel. Desde sus situaciones de opresión, de falta de libertad, de carencia de paz, de pobreza en todos los sentidos que vivían, ansiaban y deseaban esa liberación. Es cierto que muchos no llegaron a entender la llegada del Mesías en Jesús y se vieron en cierto modo desbordados con su mensaje, que le llevaría incluso a la muerte.
Y nosotros hoy, nuestro mundo de hoy, ¿Cómo se encuentra en este sentido? ¿Qué expectativas tiene el hombre y la mujer de nuestro tiempo, del siglo XXI, de algo que les libere y les conduzca a un mundo futuro mejor? ¿Se encuentra concretado en la navidad que vamos a celebrar?
La problemática que vive nuestro mundo, las situaciones sociales que se viven en los distintos lugares, la misma destrucción que incluso vamos haciendo de nuestro mundo y nuestro planeta que tan a la orden del día está con lo del cambio climático, las crisis, los descontentos, las manifestaciones, las luchas que vemos aflorar en tantas personas, pero también en tantos lugares a lo largo y a lo ancho de nuestro mundo, ¿nos pueden hacer pensar que en la Navidad que celebramos vamos a encontrar una respuesta, vamos a encontrar una luz, se nos va a ofrecer un camino de salvación? Con nuestra navidad ¿tenemos una buena noticia que ofrecer a ese nuestro mundo concreto con su problemática tan concreta?
Alguno me puede decir, bueno, ya el ambiente de fiesta hogareña con que celebramos la navidad, los buenos deseos que nos tenemos en esos días con las felicitaciones, los encuentros familiares y de amigos con sus comidas y con sus regalos, ese ambiente al menos en lo externo de paz del que queremos rodearnos, ya son cosas buenas que hacemos y ya eso es navidad. ¿Solo eso? ¿Pero ese mensaje va a calar hondo de nosotros de manera que no sean cosas de unos días sino que de alguna manera va a ser principio de una transformación que hagamos en nosotros y que ayudemos a hacer a los demás? Porque quizá cuando pasen estos días luego seguiremos diciendo ‘como era en el principio, ahora y siempre’, porque nada va a cambiar ni en mi vida ni en el mundo.
Algunos también me podrían objetar, bueno el mundo es el mundo y sigue sus ritmos y sus altibajos, y seguirán las ambiciones de tantos y la pobreza de muchos con las injusticias que siguen, pero en eso la navidad no tiene nada que hacer porque eso se queda en otro ámbito, son caminos distinto, son cosas de la vida. Eso es lo triste que podamos llegar a pensar así, que a los cristianos que celebramos el nacimiento del Salvador nos den igual esas situaciones y esa problemática de nuestro mundo y no seamos capaces de llevar a ese mundo que sufre con todas esas cosas una buena noticia que despierte la esperanza de que podemos hacer un mundo mejor.
Quizá los cristianos que queremos vivir con un poco más de intensidad la navidad nos llenamos la boca de palabras bonitas pero no hemos terminado de saber cómo llevar la Buena Noticia de Jesús al mundo que nos rodea. Y aunque quizá en muchos lugares la inmensa mayoría esté inclusos bautizados, el evangelio no ha llegado a calar en sus vidas, no se termina ni de entender ni de desear esa salvación que Jesús nos viene a traer que camuflamos quizá en algunas cosas bonitas que podamos hacer en momentos determinados.
No es solo un recuerdo lo que es la Navidad. Celebramos la venida del Señor, y del Señor que viene hoy a mi vida y a mi mundo, a esta sociedad en la que vivimos con sus problemas y sus anhelos. ¿Cómo le vamos a decir a nuestro mundo que Jesús es la verdadera Buena Noticia de salvación para nuestro mundo de hoy?
Este ha de ser el camino de Adviento que tenemos que emprender, despertando una auténtica esperanza en nosotros y en los corazones de los hombres y mujeres que nos rodean. No nos preparamos solamente para una fiesta con unas tradiciones que no queremos perder; cuidado que nos quedemos a veces solo en nostalgias de los que ya no están con nosotros; nos preparamos para algo más, es un anuncio más profundo el que tenemos que realizar y es también la esperanza del mundo futuro, de la venida del Señor también al final de los tiempos. Que nos mantengamos alerta, atentos, vigilantes, como tantas veces se nos va a decir en estos días, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.