La
mies es mucha y los operarios son pocos no solo porque haya pocos sacerdotes o
religiosos sino porque no siempre los cristianos nos tomamos en serio la tarea
de la evangelización
Isaías 30, 19-21. 23-26; Sal 146; Mateo 9,
35-10, 1. 5a. 6-8
¡Cuánto trabajo por hacer, cuántas
cosas quedan pendientes! Cosas así escuchamos muchas veces de boca de quienes
quizá se sienten agobiados por el mucho trabajo, pero sobre todo de boca de
aquellos que se han tomado la vida con responsabilidad; se lo toman todo muy en
serio, quieren abarcar a todo y no pueden llegar; es el padre o madre de
familia y no solo trabajar por traer un salario a casa con lo que pueda atender
con dignidad a sus responsabilidades en el hogar y a sus responsabilidades como
padre, sino que quiere llegar más allá atento siempre a la tarea educadora de
sus hijos y al logro de la mejor armonía en su hogar para que sea ese recinto
de amor donde todos desarrollen su vida.
Pero podemos pensar en quien tiene un
proyecto para su vida, para su trabajo, queriendo lograr sus metas, queriéndolo
desarrollarlo de la mejor manera no solo para lograr unos beneficios para su
empresa sino porque piensa cuanto está haciendo por la sociedad. Quisiera tener
más manos para poder atender a todo, que el día tuviera más horas para ver
avanzar en sus proyectos, contar con más colaboradores en que todos a una
pudieran lograr lo mejor.
Ya sé que luego nos encontraremos a
muchos que mano sobre mano, de brazos cruzados, están sin hacer nada, porque
nadie les ha ofrecido un trabajo, o porque no han sido tener las iniciativas
que les lleven a emprender nuevas tareas o no encuentran la ayuda necesaria
para salir de ese impase de la vida. Contamos también con la situación de
crisis económica, es cierto, que se vive en nuestra sociedad, aunque también tendríamos
que contar con la negatividad, la pasividad con que muchos se toman la vida sin
ser capaces de intentar emprender algo nuevo. El emprendedor siempre intenta
abrirse caminos en la vida.
Contemplamos hoy en el evangelio a Jesús
realizando su acción evangelizadora queriendo llegar a todos,
recorriendo aldeas y ciudades, enseñando a la gente, curando enfermos,
acogiendo a cuantos acudían a El. ‘Al
ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y
abandonadas, como ovejas que no tienen pastor’. Y es entonces cuando le habla a los discípulos
de que la mies es mucha, pero los obreros son pocos, invitándoles a rezar al
dueño de la mies para que envíe operarios a su mies.
Luego El enviará a sus discípulos para que
realicen y continúen su labor. Y los envía con unas instrucciones muy
concretas, pero también con una misión y unos poderes para poder realizar su misión.
En este texto normalmente vemos unas indicaciones
que nos hemos tomado muy en concreto para orar por las vocaciones; y
cuando hablamos de vocaciones pensamos
siempre en aquellos llamados con una vocación especial para consagrar su vida
en el sacerdocio, la vida religiosa o la vida misionera. Miramos la realidad de
nuestra Iglesia y constatamos esa ausencia de vocaciones, esas carencias que se
ven en nuestras comunidades que no siempre pueden contar con un sacerdote o que
no tienen a su lado el testimonio de unas personas consagradas en la vida
religiosa y que realicen también su valor. Y oramos por las vocaciones
queriendo que haya más sacerdotes, queriendo que haya mas consagrados en la
vida religiosa, o quienes sientan la vocación misionera para ir a otros lugares
para el anuncio del evangelio.
Pero ¿no nos estará faltando el pensar en algo
más? la misión evangelizadora en la Iglesia no tiene que ser solo de los
sacerdotes o de los consagrados; la misión evangelizadora de la Iglesia nos
compete a todos, también a los no consagrados, a los seglares. Cada cristiano tendría
que sentirse un evangelizador, llamado también a hacer ese anuncio del
evangelio allí donde realiza su vida. Creo que es algo que tenemos que
despertar en la Iglesia, esa conciencia en todos los cristianos de que todos
tenemos que ser evangelizadores, que todos podemos realizar una labor apostólica
en la Iglesia, que todos tenemos esa misión recibida de Jesús. Mucho más tendríamos
que reflexionar.
Que se despierte la vocación evangelizadora de
todo cristiano. Que se despierte esa iniciativa en cada uno de nosotros. Salgamos
de la pasividad. ¿No sería un buen compromiso nacido en este Adviento que
vivimos para que Jesús pueda nacer en cada corazón?