Vistas de página en total

martes, 1 de julio de 2025

Hemos de saber ver y reconocer cuántas veces Jesús se ha levantado en medio de nuestras tormentas – reconozcamos los recorridos de nuestra vida - para traernos la paz

 

Hemos de saber ver y reconocer cuántas veces Jesús se ha levantado en medio de nuestras tormentas – reconozcamos los recorridos de nuestra vida - para traernos la paz

Génesis 19,15-29; Salmo 25; Mateo 8,23-27

Son cosas que escuchamos con frecuencia cuando los pueblos pasan por situaciones difíciles o incluso catastróficas que pronto surge la queja por parte de la población de que las autoridades correspondientes no supieron estar con el pueblo en aquellos momentos difíciles, que no dieron quizás la respuesta adecuada con la celeridad y prontitud que exigía la gravedad de lo sucedido y cosas así; en nuestro país después de meses de la DANA que azotó Valencia aún se siguen escuchando las quejas y la petición de responsabilidades. Nos sentimos solos y como abandonados cuando suceden cosas así y esa es una de las peores angustias, más que incluso lo que se haya perdido. No entramos en el juicio de los sucedido en el hecho comentado, que por otra parte fue hermosa la respuesta solidaria de la gente, sino que lo estamos comentando como testimonio de lo que ahora vamos a comentar del evangelio.

Los discípulos que Jesús había ido reuniendo en torno así, pescadores conocedores de aquellos lagos, estaban atravesando con Jesús Tiberíades cuando se desató una tormenta, algo que era muy habitual en aquel lago por todas las circunstancias geográficas que lo rodean, su depresión al principio del valle del Jordán más baja que el nivel del mar, los altos del Golán que lo rodean en parte, los cambios de temperatura tanto del agua como del ambiente, precisamente por esa situación de depresión.

En aquella ocasión parece que la tempestad iba a mayores; aquellos pescadores habituados a andar en aquellas aguas se veían en el peligro de que la barca se hundiera. Pero lo insólito era que impertérrito ante todo lo que estaba sucediendo, la tempestad que los envolvía y la angustia de los que iban en la barca, Jesús dormía allá por un rincón de la misma. Era la indefinición y la soledad en la que sentían los discípulos, porque no echara una mano, porque con aquel que había manifestado en los signos que realizaba ahora les dejara que se enfrentaran solo ante aquella tempestad.

¿Será la imagen de las luchas y las tempestades en que tenemos que enfrentarnos en la vida? Dificultades no nos faltan, problemas nos aparecen por doquier, en nuestro interior también sentimos los embates cuando queremos ser mejores pero las pasiones nos dominan, la convivencia no siempre es fácil y nos encontraremos quien siempre nos va a la contra, mantener el ritmo de nuestra fe y el testimonio que tenemos que dar de nuestra vida cristiana no siempre es fácil, la semilla de evangelio que queremos sembrar se ve amenazada por muchas cizañas que al mismo tiempo se están sembrando en nuestro mundo.

Y mientras algunas veces parece que nos sentimos solos y abandonados, nos sentimos sin fuerzas, no sabemos como afrontar todas esas tormentas que se nos vienen encima; a nivel de nuestra fe en ocasiones nos sentimos débiles y aunque pedimos y rogamos a Dios pareciera que no nos escucha, o al menos no nos da las cosas como nosotros se las pedimos. Este texto del evangelio de hoy viene a ser un reflejo de nuestras situaciones, pero es también una señal, un signo para nosotros de que ahí está Dios, aunque parezca que está durmiendo, ahí está Jesús que nos ha prometido estar con nosotros siempre, ahí está la fuerza de su Espíritu, nuestra luz y nuestro guía. Sepamos sentir su presencia, su gracia, su vida.

‘¿Por qué dudáis?, hombres de poca fe’, les dice Jesús. Nos dice Jesús. ‘Y levantándose increpó a los vientos y al mar, y vino la calma’. Al final todos daban gracias, al final todo eran reconocimientos del actuar de Jesús. ¿Sabremos ver también nosotros y reconocer cuántas veces Jesús se ha levantado en medio de nuestras tormentas para traernos la paz?

lunes, 30 de junio de 2025

Seguir a Jesús algo más que buena voluntad, una búsqueda de compensaciones, o unos compromisos con condiciones

 


Seguir a Jesús algo más que buena voluntad, una búsqueda de compensaciones, o unos compromisos con condiciones

Génesis, 18, 16-33; Salmo 102; Mateo, 8, 18-22

Hemos oído muchas veces aquello de nadar y guardar la ropa; es una imagen que solemos emplear para manifestarnos algo que si no imposible sí que resulta bien difícil, porque mientras nadamos nos despojamos de la ropa, que se queda abandonada en la orilla a merced de quien quiere adueñarse de ella; pero sin embargo queremos expresar actitudes de cierta doblez con las que actuamos muchas veces en la vida, aparentamos una lealtad que luego interiormente no tenemos, queremos contentar algunas cosas como para prevenir y salvarnos luego cuando las cosas se vuelvan en contra, porque siempre tenemos algo de lo que agarrarnos.

Ya decimos que el juego de la política es ese en cierto modo, porque para sacar nuestros proyectos adelante tenemos que negociar con quien sea para cediendo en algunas cosas poder conseguir aquello que aspiramos; lo que nos sucede con frecuencia es que ese juego se vuelve sucio, muchas veces injusto, y donde se oculta mucho la identidad de lo que realmente nosotros queremos. Así andamos en muchas cosas de la vida con politiqueos.

Pero hay cosas que son mucho más serias y que realmente nos piden una autenticidad verdadera y una congruencia entre palabras y acciones. Nuestro camino de seguimiento de Jesús no puede andar con esos politiqueos. Ya veremos que muchas veces Jesús nos pide radicalidad hasta el punto de que nos arranquemos un ojo o una mano si nos hacen pecar.

En el caso del evangelio de hoy se trata del seguimiento de Jesús, de lo que podíamos llamar vocación a la vida cristiana en todas sus consecuencias. La Palabra que va anunciando Jesús llama la atención y entusiasma a las gentes; ‘nadie ha hablado como El’, se dicen las gentes, ‘habla con autoridad’, lo que da una garantía de veracidad; pero además sus palabras van acompañadas de numerosos signos, como cumplimiento de lo anunciado por los profetas y que Jesús recordó en la sinagoga de Nazaret. ‘los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados…’ Eso hará que muchos quieran seguirlo, o aquellos a los que Jesús va llamando desde esos signos que va realizando quieran en verdad seguirle, aunque muchas veces se sientan inseguros y pongan por así decirlo sus condiciones.

Uno se ofrece a seguirle a donde quiera que vaya con todo el impulso y vehemencia de su buena voluntad. Pero Jesús lo hace pensar, le hace ver que hay unas exigencias, que va a haber un nuevo estilo de vida, que seguirle a El no es para conseguir unos beneficios o privilegios. ‘Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’, le dice Jesús.

¿Estaremos dispuestos a esa disponibilidad total? ¿Estaremos a hacernos pobres así, a vivir con esa pobreza de no tener ni siquiera un techo donde cobijarnos cuando llegue la noche? ¿Seguiremos aun hoy en el siglo XXI buscando esos privilegios, esos puestos de honor, esa placa de reconocimiento  porque un día hicimos una cosa buena y trabajos quizás en la Iglesia?

A otro es al que Jesús directamente le invita a seguirle. Parece que al hombre le agrada, le parece bien y estaría dispuesto, pero está pidiendo que le den un tiempo, que tiene que hacer unas cosas en la familia, que tiene que atender porque se le ha muerto un familiar. ‘Tú sígueme y deja que los muertos entierren a los muertos’, le dice Jesús.

Queremos la luz, pero aún queremos permanecer en las sombras un ratito más por si acaso luego fuera demasiado el calor. Y nuestros arreglos siguen retrasando nuestros pasos, porque tenemos que dejarlo todo atado y bien atado. Y los apegos de los que tenemos que arrancarnos nos duelen, el cambiar nuestras costumbres nos parece imposible y decimos que tenemos que darle tiempo al tiempo, las rutinas van ralentizando nuestros pasos que no nos dejan actuar con la autentica libertad que en Jesús vamos a encontrar. Y tenemos que dejar las cosas bien arregladas en casa, por si acaso no resulte y tener donde volver a refugiarnos. ¿Nos seguirán sucediendo cosas así también hoy?

Tú, sígueme’, nos está diciendo Jesús. ¿Qué haremos? ¿También queremos nadar y guardar la ropa?

domingo, 29 de junio de 2025

Seguridad de la piedra sobre la que está fundamentada la Iglesia que es nuestra fe en Jesús y que vivimos en torno a Pedro en comunión de toda la Iglesia

 


Seguridad de la piedra sobre la que está fundamentada la Iglesia que es nuestra fe en Jesús y que vivimos en torno a Pedro en comunión de toda la Iglesia

Hechos 12, 1-11; Salmo 33; 2Timoteo 4, 6-8. 17-18; Mateo 16, 13-19

Todos queremos tener un piso firme bajo nuestros pies mientras caminamos; si es inestable, si se mueve o fluctúa parece que no nos da seguridad y nos entra el miedo y la desconfianza. Valgan esos puentes flotantes para un juego como vemos muchas veces en actividades recreativas, nosotros queremos pisar firmes y no nos falle bajo nuestros pies. Ya sabemos quienes no se sienten seguros en un barco y se marean con el balanceo del barco como consecuencia del movimiento de las aguas; hay quien no se siente seguro en las alturas en que vuela un avión porque nos parece que hay mucho vacío bajo nuestros pies.

¿Será así como queremos andar en la vida? Las fluctuaciones en la vida social parece que crean inestabilidad, y de ahí surge toda una lucha política porque siempre el adversario ve inseguridad que crea inestabilidad en lo que propone el gobernante y de ahí ya sabemos las consecuencias para toda la sociedad. Pero queremos estabilidad en las familias, queremos estabilidad allí donde realizamos la vida, queremos estabilidad en nuestros trabajos porque eso nos da seguridad y nos puede hacer pensar en un posible futuro mejor.

Aunque tenemos en cuenta estos aspectos de la vida, porque también son cosas que nos preocupan, hoy desde la Palabra de Dios en esta solemnidad que estamos celebrando de los Apóstoles san Pedro y san Pablo se nos está hablando de la seguridad sobre la que queremos fundamentar nuestra vida de fe, todo lo que atañe a nuestra vida cristiana. El evangelio nos habla de piedra y de fundamento de nuestra fe y de la Iglesia de manera que el poder del enemigo no la derrotará.

No puede ser una piedra inestable. Todo ha partido de una confesión de fe de Pedro; más bien con la pregunta que hace Jesús tomando el pulso de lo que le gente opinaba de él, pero fundamentalmente de lo que ellos, los discípulos más cercanos, sentían sobre Jesús. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Era necesaria aquella clarividencia de los que le seguían más de cerca, aquellos que un día había escogido, no solo los había ido llamando por los caminos, sino que en un momento determinado los había llamado por su nombre para que estuvieran con El, porque iban a ser como el principio de aquella Iglesia. De ahí la importancia de la fe de los apóstoles.

Es Pedro el que se ha adelantado para confesar su fe. ¿Era consciente totalmente de lo que estaba diciendo? Como le dirá Jesús no lo dice por si mismo, sino porque el Padre del cielo se lo ha revelado en su corazón. Por eso les dice que ese va a ser el fundamento de la Iglesia, la piedra sobre la que se edificará la Iglesia, en la que va a tener seguridad, que no se mueva bajo los pies, como hemos comenzado diciendo. La imagen de ello va a ser Pedro, le ha cambiado el nombre de Simón por piedra, por Pedro, que es lo que viene a significar la palabra. En otro momento le dirá a Pedro que cuando pasen los momentos de zozobra, él tendrá que mantenerse firme para que confirme en la fe a los hermanos.

Este es el sentido bonito que tiene la fiesta de este día; decimos normalmente de san Pedro y san Pablo y así es, pero tenemos que decir que es la fiesta de la Iglesia, de la proclamación del fundamento de la Iglesia. Qué bonito es lo que hemos vivido recientemente con la muerte del Papa Francisco, con la expectativa de quien iba a ser el nuevo Papa, y la elección de León XIV.

En estos momentos hemos visto de forma palpable de lo que nos ha hablado hoy la primera lectura. Mientras Pedro estaba en la cárcel, la comunidad entera oraba al Señor por Pedro; es lo que hemos visto en aquellos momentos de oración intensa en la enfermedad del Papa y en su muerte, pero luego pidiendo por la elección del nuevo Pontífice. Los medios de comunicación hacían sus cábalas, quien tenía más probabilidades y quien no, pero la Iglesia oraba con esperanza, aunque de eso no hablaban los medios ni les interesaba.

Y Dios nos ha dado el Papa que necesita hoy la Iglesia; no podemos hablar ni de continuidades ni de rupturas, porque esas no son las formas del actuar de Dios y ese no puede ser el verdadero sentimiento de los cristianos. Es lo que Dios quiere hoy para su Iglesia, con sus matices y con peculiaridades, porque no tiene que haber mimetismos que son monstruosos. 

Son los caminos de Dios que con fe nosotros hemos de caminar. Son los caminos en los que nos sentimos seguros porque Jesús nos prometió que estaría siempre con nosotros, y la fuerza de su Espíritu se manifestando en cada momento según lo que la Iglesia va necesitando. Es la seguridad de esa piedra sobre la que está fundamentada la Iglesia que es nuestra fe en Jesús y que vivimos en torno a Pedro sintiendo la comunión de toda la Iglesia.