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sábado, 18 de mayo de 2024

También nos dice hoy a nosotros Jesús ‘tú, sígueme’, para que mantengamos nuestro camino de fe, de fidelidad y de amor que tenemos que llevar hasta el final

 


También nos dice hoy a nosotros Jesús ‘tú, sígueme’, para que mantengamos nuestro camino de fe, de fidelidad y de amor que tenemos que llevar hasta el final

Hechos de los apóstoles 28, 16-20. 30-31; Salmo 10; Juan 21, 20-25

Un día también como Pedro o como los otros discípulos nosotros también escuchamos la voz del Maestro que nos decía ‘ven y sígueme’. Cada uno tenemos nuestra propia historia, distinta y diversa fue la llamada del Señor a seguirle, bien porque en la fe cristiana fuimos educados por nuestros padres, por la influencia que recibimos de la comunidad cristiana que nos rodeaba donde se nos impartió una catequesis, recibimos quizás desde niños los sacramentos, o cualquier otra circunstancia que a lo largo de la vida hizo que nos fuéramos encontrando con el Señor y sintiéramos el amor de Dios en nuestro corazón.

Hoy estamos haciendo este camino de fe, participamos en la vida de la comunidad y de ella recibimos una inmensa riqueza espiritual que nos va haciendo crecer en nuestra fe, en nuestro amor y en nuestro compromiso. No siempre ha sido fácil ni siempre todo fue claridad; muchos momentos oscuros pueden haber ido apareciendo en nuestra vida que no nos terminan de abandonar del todo. Nuestro camino y nuestra historia hay tenido sus luces y sus sombras, sus altos y sus bajadas, sus momentos de entusiasmo y hasta de euforia espiritual, como también ha aparecido el decaimiento, la tibieza y hasta el cansancio. Pero aquí seguimos, aquí estamos hoy llegando al final del camino de la Pascua de este año, cuando mañana celebremos la Pascua de Pentecostés.

¿Habrá sido nuestro camino como el de Pedro al que tantas veces hemos contemplado a lo largo del evangelio? Cada uno hemos tenido nuestro propio camino, pero también Pedro, como el resto de los apóstoles, como el de tantos santos en la Iglesia a lo largo de la historia, han sido un estímulo para nosotros.

Un camino que hemos ido haciendo de forma personal, pero siempre acompañados de la comunidad cristiana que se manifiesta a nuestro lado de diferentes maneras. Un camino que nos exige, en nombre del amor que tiene que envolver nuestra vida, a vivir en comunión con los que están a nuestro lado. ¿Nos facilita nuestros pasos, nos facilita el camino?

Tendría que ser así, pero realmente sabes que no siempre ha sido así. Y no vamos a pesar en los malos ejemplos que hayamos podido recibir de los demás y de quienes tenían la obligación de estar especialmente a nuestro lado, sino que tenemos que pensar en las malas hierbas que muchas veces reverdecen en nuestro corazón y nos hace desconfiados y envidiosos, nos llenan de orgullos o nos envuelven en vanidades, tropiezos en nuestras pasiones que se nos desbordan y nos hacen daño, que nos pueden llevar a decaimientos y a desánimos.

Miramos demasiadas veces para detrás, para nuestro lado, nos podemos sentir incómodos con ciertas cosas que puedan haber sucedido en la vida o que aparecen en quienes nos acompañan en el camino, pero no podemos perder el animo, no podemos perder el rumbo que tenemos que seguir, no nos podemos hacer comparaciones ni para creernos mejores que los demás ni para llenarnos de envidia por lo que a ellos les esté sucediendo. Otras tienen que ser nuestras actitudes y nuestras posturas.

Estos días hemos contemplado ese momento de porfía de amor de Pedro por Jesús y esa confianza que Jesús sigue depositando en él. Pero Pedro hoy miró para detrás, y por allí andaba aquel discípulo que se decía que era el amado de manera especial por Jesús. Sabemos lo que nos puede suceder en el corazón en momentos así. Por eso Jesús parece ser cortante con Pedro como diciéndole que no se meta donde no tiene que meterse.

Es lo que nos sucede tantas veces, parece como que queremos manejar también la vida de los demás y nos olvidamos de la exigencia que tiene que haber en nuestra propia vida. Es lo que Jesús viene a decirle a Pedro, ¿Por qué tienes que andar pendiente en lo que le pueda suceder o no a Juan? Lo importante ahora es que tú me sigues. ‘Tú, sígueme’. También nos lo dice a nosotros Jesús. No olvidemos nuestra fidelidad y no olvidemos el amor que tenemos que llevar hasta el final.

viernes, 17 de mayo de 2024

El que nos ama nos busca, el que ama de verdad no dejará pasar la ocasión de buscar a aquel que ama, es lo que tiene que ser siempre nuestra relación de amor con Jesús

 


El que nos ama nos busca, el que ama de verdad no dejará pasar la ocasión de buscar a aquel que ama, es lo que tiene que ser siempre nuestra relación de amor con Jesús

Hechos de los apóstoles 25, 13b-21; Salmo 102; Juan 21, 15-19

El que nos ama nos busca; el que ama de verdad no dejará pasar la ocasión de buscar a aquel que ama. ¿No son así los corazones enamorados? Quizás algunas veces con dolor; quizás pasando por encima de momentos difíciles como pueda ser el sentirse en cierto modo humillado porque se tienen que reconocer ciertas debilidades; siempre buscando el gozo del encuentro, de la recuperación del amor debilitado, de la superación de las tinieblas pasadas.

Es Jesús el que les había salido al encuentro allá junto a la orilla del lago de Tiberíades, como en otras ocasiones. Ahora también se habían ido a pescar. ¿Aburridos quizás porque se encontraban mano sobre mano y no terminaban de creer todo lo que había pasado? ¿Con la soledad de no estar con Jesús a quien tanto habían amado, a quien habían seguido a todas partes, pero ahora pesaba como una loza cuanto había sucedido en Jerusalén?

En la orilla estaba Jesús y sin embargo les había costado reconocerle. Solo el discípulo amado – siempre por medio el amor – le había dicho al oído a Pedro que quien estaba en la orilla era el Señor. Y allí se había lanzado Pedro, porque quería estar con Jesús. Había dejado que otros fueran los que arrastraran la barca hasta la orilla cargada de peces.

Había dicho que por El todo lo daría y que estaría dispuesta a dar su vida, pero las experiencias habían sido otras. Un día lo había reconocido allá en los confines de Galilea como el Mesías y el hijo del Dios vivo, pero cuando Jesús había hablado de pasión, de entrega, de muerte, quería quitarle la idea de la cabeza. En lo alto del Tabor había querido quedarse para siempre con El disfrutando de aquella visión de Dios, pero había sido obligado a bajar a la llanura de la vida, porque había que subir a otro monte, porque había que subir a Jerusalén. Solo Jesús tenía palabras de vida eterna para él, y no tenían a quien acudir, pero no se dejaba lavar los pies por Jesús porque no había terminado de entender lo que era el servicio y el amor hasta la humildad.

Ahora, recordando, si, muchas cosas y muchos momentos pasados, unos llenos de luz, pero otros en que se habían dejado dormir en las sombras de la noche, había saltado para estar a los pies de Jesús.  ¿Cómo serían las miradas que se cruzaban uno y otro? La mirada de Jesús bien sabemos como era siempre. Era la mirada que penetraba el corazón pero que llenaba de paz, era la mirada de quien sigue confiando y sigue ofreciendo y pidiendo amor.

Por eso aquel diálogo que se había entablado después de comer el almuerzo que Jesús les había preparado. ‘¿Me amas? ¿Me amas más que estos?’ Y ya Pedro no sabía como responder. ‘Tu sabes que te amo… tú conoces todo’. No era necesario más. Jesús lo conocía todo, Jesús estaba viendo el corazón, Jesús estaba viendo la luz que se estaba encendiendo de nuevo dentro de El para disipar tinieblas para siempre. Pedro sabía que Jesús seguía confiando en El.

No temamos correr hasta Jesús, saltar las olas de la playa, o saltar las dudas que puedan aparecer en el corazón, saltar por encima de los pesares de lo pasado que no siempre fue bueno, pero queriendo llenarnos siempre de su amor y amar con un amor como el que Jesús nos tiene. No temamos reconocer que Jesús conoce las sombras de nuestro corazón, nuestras dudas o nuestras debilidades. No temamos, sino con confianza, como quien se pone totalmente en sus manos, va a porfiar una y otra vez su amor.

Detrás está nuestra historia, que también tiene sus muchas luces en tantos momentos maravillosos vividos; está nuestra historia, es cierto, que también con sus sombras porque no siempre hemos sido muy congruentes con las palabras que en otro momento hayamos pronunciado; pero detrás está la historia del amor de Dios en mi vida, con todo lo que nos ha buscado, con todo lo que nos ha ofrecido, con todo lo que nos ha regalado.

Tenemos que reavivar nuestro amor, tenemos que volver a aquel amor primero que un día nos puso en camino para seguirle, tenemos que poner toda la intensidad de ese fuego que ha ido creciendo en nuestro corazón, tenemos que clarificar esos nuevos horizontes que se abren ante nosotros porque Dios sigue confiando en nosotros, sigue regalándonos con su amor.

jueves, 16 de mayo de 2024

Jesús como buen amigo siente como suyo cuanto nos sucede en el camino, pero nos transforma por dentro llenándonos e inundándonos de su amor

 


Jesús como buen amigo siente como suyo cuanto nos sucede en el camino, pero nos transforma por dentro llenándonos e inundándonos de su amor

Hechos de los apóstoles 22, 30; 23, 6-11; Salmo 15; Juan 17, 20-26

Solo el amigo que nos ama de verdad estará junto a nosotros sean cuales sean las circunstancias de la vida en las que nos encontremos. No nos fallará, estará siempre a nuestro lado, será nuestro estímulo y nuestra fuerza, comprenderá nuestras decisiones y perdonará nuestros errores, será mano que nos levante y apoyo en nuestro camino.

Intentamos hacer las cosas bien, queremos en verdad ser agradables para los que nos rodean, tenemos buena voluntad en lo que hacemos, pero a veces renqueamos, a veces fallamos, se nos rompen los hilos que nos unen, aparecen desavenencias y contratiempos, parece que todo se nos viene abajo y fracasamos. Es entonces cuando más necesitamos ese apoyo, ese sentir que el amigo está a nuestro lado, que somos capaces de salir adelante a pesar de los nubarrones que puedan aparecer en la vida; necesitamos tener claridad de ideas y saber por donde andamos.

No olvidemos que Jesús en la misma última cena que han venido celebrando los ha llamado amigos. ‘No os llamo siervos, os llamo amigos’, nos había dicho. Ahora de nuevo necesitamos escucharlo, pero no como palabras que lleguen de forma agradable a nuestros oídos, sino como algo que palpamos en nuestra vida. Así se nos manifiesta Jesús. Todo eso que veníamos diciendo de nuestros sueños y deseos, pero también de nuestras carencias y nuestras debilidades, de esos tropiezos que nos vamos encontrando en nuestra vida, de lo que sucede en nuestro interior que hace que no siempre vivamos en el mismo amor y la misma unidad que Jesús pide y quiere para nosotros.

El está ahí. Es lo que manifiesta esa oración que Jesús está dirigiendo al Padre, una oración por sus discípulos, por sus seguidores, porque aquellos que decimos que creemos en El, pero que muchas veces nos sentimos débiles y nos rompemos por dentro. Necesitamos mantenernos en ese amor y en esa unidad. Porque además sería la señal más palpable de que Dios está con nosotros, o que nosotros no hemos abandonado el camino que nos ha señalado Jesús. Será el mejor testimonio que nosotros podamos presentar. Será la señal que demos para que el mundo comience de verdad a creer, nuestra comunión y nuestra unidad.

Es lo que Jesús está pidiendo. Que eso nos parezcamos a Dios, que en eso nos parezcamos a Jesús, que eso sea el gran signo con que manifestemos nuestra fe en El. ‘No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado’. Así ora Jesús por nosotros, por su Iglesia. ‘Que todos sean uno, como tú, Padre, en mi y yo en ti’.

No siempre damos ese testimonio. No siempre somos ese signo del amor de Dios y de su presencia en medio de nosotros. Aparecen fácilmente esas grietas que desestabilizan nuestras vidas, porque aparecen desconfianzas, porque nos llenamos de orgullo, porque nos hacemos insolidarios, porque nos encerramos en nosotros mismos. Lo estamos viendo en tantas sombras que van apareciendo en nuestra vida; nuestras comunidades se resquebrajan muchas veces, los hermanos nos distanciamos, los que parecíamos que caminábamos unidos comenzamos a ir cada uno por nuestro lado, las envidias comienzan a corroer nuestras relaciones, se nos rompe la comunión.

Pero Jesús seguirá estando a nuestro lado queriendo sanar esas heridas, queriendo poner remedio a esos males, curando con su amor esas enfermedades que aparecen en el alma y tanto nos debilitan. No nos dejemos arrastrar por las rutinas; no nos dejemos envolver en esas bolsas de egoísmo e insolidaridad, no nos sintamos confundidos con tantos cantos de sirena que quieren ofrecernos algo mejor, pero que no nos llevarán nunca por caminos del bien.

Dejémonos envolver por el amor de Jesús. Es el amigo que nunca nos falla, que siempre estará haciendo el camino junto a nosotros para ser luz que nos haga enderezar nuestros caminos, corregir nuestros errores, emprender caminos nuevos que nos transformen de verdad. El siente, como buen amigo, como suyo cuanto nos sucede en el camino, pero nos transforma por dentro llenándonos e inundándonos de su amor.

miércoles, 15 de mayo de 2024

Con Jesús, con su oración nos sentimos confortados, porque sabemos que no nos faltarán las fuerzas, Dios está con nosotros, seamos signo para los demás

 


Con Jesús, con su oración nos sentimos confortados, porque sabemos que no nos faltarán las fuerzas, Dios está con nosotros, seamos signo para los demás

 Hechos de los apóstoles 20, 28-38; Salmo 67; Juan 17, 11b-19

Seguramente habremos escuchado más de una vez de parte de una persona que nos tenía en gran aprecio que nos decía, ‘yo rezo por ti’. Cualesquiera que fuera la circunstancia por la que estuviéramos pasando o el momento en que nos dijeran tal cosa, seguramente sentimos una hermosa emoción interior, al ser consciente de que alguien pensara en ti y te tuviera presente en su oración delante del Señor. Es un gozo grande el que sentimos en nosotros, una gratitud espontánea se desprende del alma, nos sentimos unidos de una manera especial con personas así y seguramente será un impulso espiritual grande el que sentimos dentro de nosotros, sea cuales fuera, como decíamos, la situación o el estado de nuestro animo en esos momentos. Y si además sentíamos que se avecinaban momentos difíciles más profundo sería la esperanza que se despertaba dentro de nosotros y grande sería la fuerza espiritual que sentiríamos.

Es lo que contemplamos y escuchamos en estos textos del evangelio de Juan que se nos van a proclamar en estos días. Fue al final de la cena pascual, después de todas las emociones vividas, después de las palabras de recomendación y despedida de Jesús, tras los anuncios que se habían ido haciendo que barruntaban momentos difíciles. Y Jesús les dice que ora por ellos al Padre, es más, le contemplamos y escuchamos en esa oración que Jesús dirige al Padre.

La llamamos oración sacerdotal, porque era de alguna manera el momento en que el Pontífice estaba haciendo su ofrenda en el comienzo y consumación del sacrificio; comenzará ahora está oración que se prolongará a través de toda la pasión y entrega que se va a desarrollar y culminará con aquel ‘Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu’.

En esa oración ofrenda no podían estar ausentes aquellos que con El habían estado y cuya misión de El habían de recibir. Es consciente Jesús del momento supremo y solemne que van a vivir, pero es consciente también de lo difícil de aquel momento. La cruz y la pasión siempre asustan y aunque pongamos todo nuestro amor lágrimas no nos faltarán. Es inmensa la tarea que han de realizar y es importante la unidad que han de manifestar. No va a ser fácil.

El mismo Jesús querrá que pase de él aquel dolor y aquella pasión aunque llegará el momento de la obediencia filial y final donde todo lo deja en las manos del Padre. ‘No se haga mi voluntad sino la tuya’, como enseñándonos a decir nosotros aquello que ya nos había enseñado para nuestra oración, ‘hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo’.

Podemos tener la tentación de la huida y del escondernos, como incluso les pasaría a aquellos discípulos más fieles. Tantas veces en la vida frente a las dificultades con que tenemos que enfrentarnos queremos escondernos, queremos irnos a otra parte, pensamos que en otro lugar lo tendríamos mejor; nos sucede en muchas circunstancias de la vida.

Pero tenemos que saber cuál es nuestro momento y cual el lugar que hemos de ocupar en ese momento; aunque sea duro y doloroso, aunque nos parezca difícil superarlo. Pero con nosotros está la oración de Jesús que estamos escuchando y contemplando. Y con Jesús, con su oración nos sentimos confortados, porque sabemos que no nos faltarán las fuerzas, porque Dios está con nosotros. Seamos también signo para los demás.

Y a pesar de todos los pesares queremos seguir adelante, asumimos en nuestras manos y en nuestro corazón la tarea que se nos va a confiar. Queremos caminar al paso de Jesús. Y de Jesús aprenderemos también a rezar por los demás.


martes, 14 de mayo de 2024

Repasemos alguna vez la historia de nuestra vida para reconocer una historia de amor de Dios para con nosotros y volvamos sobre nuestros pasos para dar gracias

 


Repasemos alguna vez la historia de nuestra vida para reconocer una historia de amor de Dios para con nosotros y volvamos sobre nuestros pasos para dar gracias

Hechos de los apóstoles 1, 15-17. 20-26; Salmo 112; Juan 15, 9-17

Ser elegido para desempeñar una función, para una responsabilidad importante es considerado todo un honor; más aún cuando no ha sido algo deseado o buscado por nuestra parte sino que aparece como un don gratuito hacia nosotros de aquel que nos ha elegido; con qué empeño y responsabilidad asumiremos ese honor queriendo hacernos dignos de esa confianza que han tenido con nosotros. No se trata en este caso de una elecciones que llamamos democráticas en las que nos presentamos como candidatos ofreciendo de nuestra parte nuestro curriculun para hacernos merecedores de tal elección. Hablamos, en este caso, de la generosidad de quien ha pensado en nosotros y nos ha elegido para desempeñar tales funciones.

Me estoy haciendo esta consideración en la fiesta del Apóstol que hoy nos propone la liturgia de la Iglesia, san Matías, elegido como se nos relata en el libro de los Hechos de los Apóstoles en sustitución de Judas que había traicionado al Señor. Y es también el texto que en esta liturgia hoy se nos ofrece en la que Jesús, recogiendo palabras de la cena pascual, que hemos venido considerando en días pasados, nos llama sus elegidos. ‘No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca’.

Soy yo quien os he elegido’, nos dice Jesús. Y no hay otra razón que su amor. ‘Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor’. Como hemos considerado tantas veces recordamos aquello que nos dice san Juan en sus cartas. ‘El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó  y nos eligió para regalarnos con su amor. Por eso no nos queda otra que responder nosotros con el mismo amor. ‘Permaneced en mi amor’.

Creo que es algo que no hemos considerado lo suficiente. Tenemos que dejarnos sorprender por el amor del Señor. No son nuestros merecimientos cuando nuestra vida está llena de debilidades y pecados. Y Dios sigue amándonos, sigue confiando en nosotros, sigue regalándonos su amor para que al final nosotros aprendamos también a amar y amemos con su mismo amor, a su medida. Por eso nos dice que nos ha destinado para que demos fruto y nuestro fruto permanezca.

Ha sido Dios ese buen viñador que ha cuidado de su viña, ha cuidado de nosotros. La historia de nuestra vida es una historia de lo que es el amor de Dios para con nosotros. Alguna vez tenemos que detenernos a pensarlo, a considerarlo bien. Cada uno tenemos nuestra historia personal, que no es solo lo que nosotros hayamos podido construir, también tenemos que considerarlo y reconocerlo, pero por encima de todo eso están todas esas señales del amor que Dios ha ido poniendo a la vera del camino de nuestra vida. Sería bueno que alguna vez nos detuviéramos a pensarlo y reconocerlo, porque es reconocer el amor de Dios, dar gracias por ese amor que Dios nos ha tenido.

Cuántas veces en la historia de nuestra vida nos hemos visto envueltos en mil turbulencias y como personas de fe hemos acudido al Señor para que nos ayude a atravesar esos malos momentos y podamos salir de esas situaciones; pero qué pronto lo olvidamos cuando volvemos de nuevo a la calma o a la vida rutinaria de cada día. Nos pasa muchas veces como aquellos leprosos del evangelio que se vieron curados y corrieron para buscar los papeles que les permitieran ir al encuentro de los suyos; solo uno volvió sobre sus pasos para llegar a los pies de Jesús y dar gracias. Tenemos que hacerlo.

lunes, 13 de mayo de 2024

Nos recuerda Jesús que, aunque tengamos luchas, estará con nosotros siempre, que para eso nos deja la fuerza de su Espíritu y en El encontraremos siempre nuestra paz

 




Nos recuerda Jesús que, aunque tengamos luchas, estará con nosotros siempre, que para eso nos deja la fuerza de su Espíritu y en El encontraremos siempre nuestra paz

Hechos de los apóstoles 19, 1-8; Salmo 67; Juan 16, 29-33

Aunque los discípulos aquella noche en la cena pascual seguían confusos; eran signos distintos los que Jesús estaba realizando aquella noche con ellos, desde el mismo comienzo de la cena con el hecho de Jesús haberse puesto a lavarles los pies; lo que intuían que podía pasar por el sentido de las palabras de Jesús que por una parte les sonaba a despedida y recomendaciones como de quien se va a marchar y dejarlos solos; aquella intimidad que Jesús estaba mostrando haciendo como un desahogo de su corazón era algo que antes que tranquilizarles como Jesús pretendía sin embargo abría más interrogantes en sus corazones. Ahora parece que van comprendiendo algunas cosas.

Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios’, se atreven a decir. Pero esto provocará que Jesús les haga más anuncios en cierto modo desalentadores, aunque Jesús quiera de alguna manera levantarles la moral. ‘¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre’.

Pero Jesús trata de que mantengan el ánimo pase lo que pase, porque aquello nunca será una derrota, aunque lo pueda parecer.  ‘Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo’. Han de tener puesta la mirada en la victoria final; claro que no lo comprenderán hasta que no haya vivido la totalidad de aquella pascua, no lo entenderán hasta la resurrección y cuando reciban la fuerza del Espíritu que Jesús les ha prometido. ‘Tened valor, yo he vencido al mundo’.

Necesitaban escucharlo y asimilarlo, como lo necesitamos nosotros también. Muchas veces nos sentimos desalentados de igual manera, tampoco terminamos de entender. Nos cuesta ese testimonio que tenemos que dar, pero nos cuesta dentro de nosotros mismos superarnos cada día y mantener ese espíritu de superación. El enemigo lo tenemos muchas veces dentro de nosotros mismos, porque nos cuesta amar, nos cuesta desprendernos de nosotros mismos, nos cuesta dar pasos adelante, nos cuesta esa mirada nueva que hemos de tener a los que nos rodean. Y aparece la tentación y aparece el desaliento cuando nos sentimos débiles y no somos capaces de superarnos.

También nos vamos a la desbandada muchas veces, como les sucedió a los discípulos aquella noche a partir del prendimiento de Jesús. Nos sentimos débiles y nos sentimos sucios, porque nos decaemos, porque no damos el testimonio que tendríamos que dar, porque nos quedamos demasiado en palabras y no llegamos a hacer nada, porque nos entran miedos a la hora de hacer un anuncio y nos acobardamos.

Pero nos dice Jesús que nos está diciendo todas estas cosas para que nos mantengamos firmes, que sabemos de nuestra debilidad como El también cuenta con nuestra debilidad porque nos conoce, y luego lo único que nos va a preguntar una y otra vez es que si lo amamos. Como hizo con Pedro que lo había negado; y aquella negación aparentemente una derrota, puesto que fue caer en una debilidad, como nosotros tantas veces, fue un punto de partida para Pedro levantarse y porfiarle una vez su amor a Jesús.

Es lo que tenemos que hacer, porque con Jesús sabemos que podemos alcanzar esa victoria. El ya nos lo ha dicho y nos ha prevenido; El nos recuerda que estará con nosotros siempre, que para eso nos deja la fuerza de su Espíritu. En Jesús encontraremos siempre nuestra paz.

domingo, 12 de mayo de 2024

Con la ascensión recibimos la misión de ir a todo el mundo y anunciar a toda la creación la buena nueva de la salvación

 


Con la ascensión recibimos la misión de ir a todo el mundo y anunciar a toda la creación la buena nueva de la salvación

Hechos de los Apóstoles 1, 1-11; Sal. 46; Efesios 1, 17-23; Marcos 16, 15-20

‘A Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo constituyó Señor y Mesías por su resurrección de entre los muertos’. Así anunciará Pedro en el día de Pentecostés la Buena Nueva del Evangelio de Jesús. Así lo hemos venido celebrando intensamente nosotros en esta Pascua desde el día de la resurrección del Señor; así lo proclamamos hoy cuando celebramos su Ascensión al cielo.

Durante cuarenta días, nos dirá san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, los discípulos de Jesús fueron viviendo intensamente la experiencia de Jesús resucitado en medio de ellos. Pero El nos había anunciado que del Padre venía y al Padre volvía; es lo que hoy estamos viviendo, estamos experimentando, estamos celebrando. Pero su vuelta al Padre no es dejarnos huérfanos, no es dejarnos solos, porque prometió que estaría con nosotros siempre, hasta el fin de los tiempos. Y vamos a seguir sintiendo y viviendo la presencia de Jesús. La señal la tendremos cuando el próximo domingo celebremos Pentecostés donde de manera especial se va a hacer presente el Espíritu de Dios con nosotros. Pero será una vivencia que hemos de tener y de sentir para siempre.

Pero nos deja con una misión. Lo que vivimos y sentimos no nos lo podemos guardar para nosotros. Como se dice en un dicho filosófico el bien por si mismo se difunde. El bien que tenemos en nosotros con nuestra fe en Jesús no lo podemos encerrar, se ha de difundir, se ha de expandir, no lo podemos callar ni contener, tenemos que llevar ese mensaje a todos, somos unos testigos que tenemos que dar testimonio de lo que vivimos.

Cuando somos conscientes de la realidad de nuestro mundo, cuando contemplamos tantas sombras, tantas amarguras, tanto sufrimiento, tenemos que ser luz, tenemos que ser consuelo y palabra de esperanza, tenemos que ser paño de lágrimas, pero también quienes lleven la medicina que cure y que sane, que llene de vida y que ponga salvación. No nos podemos cruzar de brazos, no podemos quedarnos impasibles sin poner esa mano que levante, sin poner ese aliento que llene de vida, sin contagiar con esa medicina maravillosa del amor que llevamos en nosotros, que llevamos con nosotros.

No bastan los buenos deseos sino que tenemos que poner la efectividad de nuestro amor y nuestro compromiso; frente al error y la confusión tenemos que encender la luz de la verdad; en medio de la violencia de todo tipo que todo lo destruye, tenemos que ser instrumentos de paz. Ahí tienen que estar nuestros gestos sencillos pero comprometidos, nuestro nuevo estilo de vida que tiene que convertirse en signo de que algo nuevo es posible, ahí tiene que hacerse presente nuestro amor expresado de mil maneras para contagiar una nueva manera de ver las cosas que nos haga entrar a todos en caminos de solidaridad.

No es solo la palabra valiente que proclamamos anunciando a Jesús como nuestro camino de salvación y única salvación para nuestro mundo, que también tenemos que decir aunque muchos traten de silenciarla, sino que será también ese testimonio de fe que se va a reflejar en lo que hacemos para llenar de sentido espiritual nuestra existencia y hacer que nos elevemos por encima de ese materialismo que nos pueda hacer arrastrarnos por los caminos de la vida sin altas metas que eleven nuestro espíritu. No podemos permitir que se silencie el nombre de Dios por una imposición del ateísmo con que muchos quieren vivir su vida y poco menos que convertirlo en ley para nuestra sociedad.

Los discípulos, nos dicen los Hechos de los Apóstoles, se quedaron mirando a lo alto mientras Jesús ascendía al cielo. Los ángeles que se les manifiestan les dicen que tienen que volver a caminar sobre aquella tierra que tienen bajo sus pies, pero les anuncian que Jesús volverá, que Jesús estará con ellos en ese camino, que no pueden olvidar esa mirada al cielo, pero que tendrá que ser ahora una mirada que se ha llenado de luz para iluminar esos caminos de nuestro mundo.

Desde ese contemplar la glorificación de Jesús sentado a la derecha del Padre en el cielo tiene que comenzar a realizarse un nuevo camino ahora muy lleno de esperanza, ahora muy iluminado por esa luz que viene de lo alto, porque estamos comprendiendo la esperanza a la que nos llama, como nos decía san Pablo, cual es la riqueza de gloria que nos da en herencia y cual es la extraordinaria grandeza que Dios pone en nuestra vida cuando nos ha hecho sus hijos.

Y eso no lo podemos callar, eso tenemos que proclamarlo para que todos puedan conocer y vivir esa dignidad grande que Dios nos concede. Es la misión que pone en nuestra manos para que vayamos a todo el mundo y que tenemos que anunciar a toda la creación para que alcance la salvación.