No temamos que Jesús siempre nos llenará de su paz, que es un fruto de la pascua
Isaías 6,1-8; Sal 92; Mateo
10,24-33
‘No tengáis miedo…’ repetidamente nos lo dice Jesús hoy en el
texto de este sábado. En contrapartida repetidamente también el saludo de Jesús
es la paz; será el saludo pascual en el cenáculo cuando están todos los
apóstoles reunidos, como el de Jesús resucitado en las diversas apariciones,
como también veremos despedir con la paz a los enfermos o pecadores que se han
encontrado con El. Igualmente hemos escuchado estos días que será el saludo con
que vayan los discípulos enviados al encuentro con las gentes para el anuncio
de la Buena Noticia del Reino.
‘No tengáis miedo…’ nos dice a nosotros hoy. Sí, a nosotros que
también muchas veces nos vemos turbados en nuestras dudas, cuando reconocemos
nuestros pecados y nos falta paz en nuestro interior porque la conciencia nos
remuerde; a nosotros que vamos con cierto temor al encuentro con los demás
porque no sabemos si nos van a aceptar o nos van a entender; el encuentro con
el otro en cierto modo está siempre lleno de misterio porque cada persona es un
mundo, cada uno tiene su manera de ser o de pensar, porque al llegar al otro en
cierto modo nos vamos a introducir en su intimidad y no sabemos si seremos
aceptados, nos van a abrir el corazón o tenemos cabida en el otro.
‘No tengáis miedo…’ nos dice porque tememos dar el paso, dar el
‘sí’ que nos va a comprometer y no sabemos a donde nos llevará; porque amar es
vaciarnos de nosotros mismos y siempre queremos tener nuestras reservas para
nosotros y eso es comprometido y arriesgado; porque tememos el mañana que no
sabemos lo que nos deparará; porque tememos la soledad, no nos agrada quizá el
vernos en boca de los otros, porque somos desconfiados y le ponemos pegas a las
personas con las que nos encontramos y no llegamos a una autentica sinceridad
en nuestras vidas…
Son tantos los miedos porque cada uno tenemos nuestros secretos en ese
sentido y no queremos que descubran nuestra debilidad y damos largas a esa
apertura de corazón que tendríamos que hacer, o damos por callada la respuesta
a preguntas que nos puedan comprometer a descubrir esa nuestra intimidad tan
guardada.
Y es que con Jesús a nuestro lado no nos faltará la paz; y Jesús nos
habla del amor del Padre que nos cuida y nos protege en su providencia amorosa
e infinita; y Jesús nos dice de esa valentía con que hemos de ir a hacer ese
anuncio del Reino porque no nos faltará nunca la fuerza y la asistencia del
Espíritu; y Jesús quiere que tengamos esa apertura del corazón para ir con
sinceridad a los demás, para aceptarnos mutuamente y comprendernos, para que
vayamos llevando siempre ese anuncio de la paz; y Jesús inunda nuestra vida
para que siempre sintamos paz en el corazón y con esa paz vayamos al encuentro
con los demás sin desconfianzas, sin reservas, con generosidad, repartiendo la
ternura del amor.
No nos dice que el camino sea fácil, porque andamos como ovejas entre
lobos y el discípulo no es más ni mayor que su maestro, y ya sabemos cual fue su
camino que le llevó a la cruz. Pero sabemos que su Pascua termina siempre en
vida, en resurrección, porque el amor nos llena de vida, porque el amor tiene
asegurada la victoria.
No temamos que El siempre nos llenará de su paz, que es un fruto de la
pascua.