Un mundo que necesita ser fermentado por la levadura del evangelio y en el que hemos de ser verdaderos testigos de la luz de Jesús
Oseas 8,4-7.11.13; Sal 113; Mateo
9,32-38
‘Jesus recorría todas las ciudades y aldeas… Al ver a las gentes, se compadecía
de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen
pastor… rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies…’
Cuando voy caminando en medio de
la ciudad o por las calles de nuestros pueblos en cierto modo recuerdo este
pasaje del evangelio. Casas y casas pero en las que habitan muchas personas que
diríamos, al menos en nuestros ambientes, son cristianos que han sido
bautizados pero en los que muchas veces no vemos ninguna otra referencia a una
vida de creyentes o de cristianos miembros vivos de unas comunidades cristianas
que son nuestras parroquias.
Son cristianos pero ¿sus vidas están
fermentadas con la levadura del evangelio? Son cristianos pero ¿Cristo
significa de verdad algo en sus vidas? Quizá reducen su vida cristiana a una
asistencia de forma esporádica a unos actos religiosos, pero sin que en verdad
cale en sus vidas la semilla del evangelio. Son personas buenas con toda
seguridad porque seguramente querrán llevar una vida recta a su manera, pero
quizá no han encontrado esa luz de Jesús y su evangelio que transforme sus
vidas. Como todos tendrán sus problemas y sus necesidades, se harán preguntas
en su interior que muchas veces no sabrán contestar, quizá tienen hambre o
deseos de más pero no han encontrado el camino por donde dar satisfacción a
esos buenos deseos.
Quisiera tener la mirada de Jesús y
siento en mi corazón la desazón de cuanto se podría hacer y no se hace, o de la
imposibilidad quizá de poder llegar a toda esa gente con el mensaje del
evangelio. Como decíamos ahí están esas multitudes que no han encontrado
respuestas para los interrogantes profundos de su vida, porque quizá nadie ha
llegado hasta ellos para ayudarles a encontrar esa luz. Y he de confesar que
eso me hace sentir inquietud en mi interior porque quizá yo tampoco he sabido
ser esa luz que ayude a encontrar la verdadera luz.
Hoy la iglesia está sintiendo un
nuevo impulso misionero en ese deseo de salir al encuentro de tantos que buscan
la luz y no la encuentran. Los planes pastorales de nuestras parroquias y
nuestras diócesis van por ese camino. Pero como nos decía Jesús hoy en el
evangelio ‘La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos…’ Necesitamos
en verdad comprometernos en esa tarea evangelizadora de la Iglesia; tenemos que
aprender a ser luz para los demás y convertirnos en testigos del evangelio con
nuestra vida. Es inmenso ese mundo que nos rodea que necesita esa luz, que
necesita esos testigos y no podemos defraudarles.
Roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies; pidamos con
intensidad al Señor para que surjan muchas vocaciones al apostolado y en verdad
la Iglesia sea verdadero anuncio y signo de salvación en medio del mundo.
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