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miércoles, 6 de julio de 2016

Anunciar el Reino y curar toda enfermedad y dolencia siempre han de ir unidos en el camino de la evangelización

Anunciar el Reino y curar toda enfermedad y dolencia siempre han de ir unidos en el camino de la evangelización

Oseas 10,1-3.7-8.12; Sal 104; Mateo 10,1-7

‘Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca… y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia…’ Había elegido a los doce llamándolos por su nombre y los había enviado con esa misión.
Anunciar el Reino y curar toda enfermedad y dolencia siempre han de ir unidos en el camino de la evangelización. Una buena noticia acompañada de señales. La Buena Noticia anuncia que Dios es el único Señor de nuestra vida y en consecuencia ha de ser vencido todo mal. La curación de las enfermedades y dolencias son un signo, una señal de lo que con el Reino de Dios se realiza en nuestra vida, se ha de realizar en nuestro mundo. El mal ya no ha de tener dominio sobre nosotros.
Pero es la misión que se nos confía. También nosotros hemos de ir con esa Buena Noticia a los demás y también hemos de ir curando, sanando. Son tantas las dolencias y los sufrimientos que tenemos que sanar. Fácilmente lo primero que se nos ocurre pensar es en las enfermedades como si fueran el único dolor del hombre. Pero hay tantas cosas que nos esclavizan, tantas cosas que nos producen dolor en el corazón, tantas cosas que pueden llenar de amargura la vida. ¿Seremos capaces de descubrir ese sufrimiento de los demás?
Es la tarea del día a día que tenemos que ir realizando los que creemos en Jesús poniendo amor, llevando la paz, suscitando esperanza, abriendo los corazones cerrados y encadenados en sus egoísmos e insolidaridades. Y eso hemos de hacerlo en nuestras familias creando el ambiente apropiado, poniendo de verdad paz y armonía en las relaciones entre unos y otros, haciendo que resplandezcan de verdad los lazos del amor.
Y es que ahí también tenemos el peligro y la tentación de dejarnos llevar por nuestros egoísmos, orgullos, vanidades y podemos ir creando rupturas algunas veces sin darnos cuenta. Tenemos que estrechar más y más los lazos del amor que nos darán la verdadera paz en el corazón, y nos ayudarán a acercarnos más y más los unos a los otros. Quitemos esas reacciones violentas que algunas veces nos pueden brotar; no dejemos que por nuestro orgullo humillemos a los demás o provoquemos envidias y recelos innecesarios. Cuantas dolencias podemos curarnos los unos a los otros, ahí también en ese ámbito de la familia, entre los esposos, entre padres e hijos, entre los hermanos, entre todos los que conformamos ese ámbito familiar de nuestro hogar.
He comenzado pensando en la familia porque es lo más cercano que tenemos y que algunas veces nos pudiera suceder que no cuidamos lo suficiente, pero bien sabemos que todo eso tenemos que ampliarlo a cuantos nos rodean desde los más cercanos que son nuestros convecinos hasta los que compartimos el lugar del trabajo o allí donde vamos haciendo nuestra vida social. Tenemos que ir también curando dolencias, dando señales con nuestro amor y nuestra preocupación por los demás de ese Reino que vivimos y que queremos anunciar.
Decíamos que Jesús los había llamado por su nombre. Por nuestro nombre personal nos llama a cada uno como ama de una personal también a cada uno. No podemos pensar que aquella misión que Jesús confiaba a los Doce era exclusivamente para ellos; es a nosotros a quienes sigue confiando esa misma misión del anuncio del Reino y de las señales que hemos de dar curando toda dolencia. Es lo que cada día tenemos que seguir haciendo los que nos llamamos seguidores de Jesús porque en El hemos puesto nuestra fe y es su camino el que queremos seguir.

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