Con Jesús tienen que acabarse nuestros miedos, El está ahí y no nos deja solos, con nosotros va en esa barca de la vida y en medio de esas tormentas
2 Samuel 12, 1-7a. 10-17; Sal 50; Marcos 4, 35-41
Seguramente que nos habrá sucedido alguna vez, que nos hemos visto con el agua al cuello, sin saber como salir de esa situación y donde lo vemos todo perdido. Problemas no nos faltan en la vida; quizás situaciones que ahora nos aparecen como consecuencia de algo que no hicimos bien; los mismos avatares de la vida que van y vienen y hay momentos de calma en que parece que todo va bien, pero de pronto se nos viene el mundo abajo; contratiempos y tropiezos con la gente con la que convivimos, situaciones inexplicables en que todo cambia a nuestro alrededor; mal entendidos que nos llenan de desconfianzas y se producen distanciamientos… muchas cosas podemos pensar.
Pero ¿cómo reaccionamos? ¿Nos dejamos morir porque no vemos solución y todo nos parece un fracaso? ¿Luchamos buscando medios, buscando ayudas, amarrándonos de lo que sea – un clavo ardiendo, decimos tantas veces – para ver como salimos, como nos levantamos, como las cosas vuelven a la calma de siempre? ¿Nos entra la desesperación, aparece la soledad que nos turba, nos llenamos de angustia? ¿Seremos capaces de mirar hacia lo alto buscando esa fortaleza que nos viene de arriba y tanto necesitamos?
La imagen que nos ofrece hoy el evangelio puede ser muy iluminadora para esas situaciones por las que pasamos. Jesús había estado predicando allí en la orilla del lago; cuando termina su predicación les dice a los discípulos más cercanos que ya comienzan a estar de una forma más estable con El de ir a la otra orilla.
Atravesar el lago, puede ser algo apacible y agradable, y bueno es hasta echarse una siesta por algún rincón de la barca. Pero también es frecuente, como consecuencia de las variaciones de los vientos que bajan de las montañas vecinas, estando el lago además en una depresión – está a un nivel más bajo que el nivel del mar Mediterráneo – que surjan sorpresivamente tormentas que puedan poner en peligro las barcas que se encuentren atravesando el lago.
Y es lo que sucedió. Y mientras los pescadores luchaban contra las inclemencias del tiempo, Jesús dormía plácidamente en un rincón de la barca. No saben qué hacer. Al final despertarán a Jesús, ‘¿no te importa que nos hundamos?’ Ellos habían hecho lo posible por salir de aquella situación. Ahora acuden a Jesús y con Jesús vuelve la calma. ‘Increpó al viento y al mar… y vino la calma’, nos narra el evangelista.
Pero es entonces cuando surge la pregunta. ‘¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?’ Habían ido conociendo a Jesús, escuchando sus enseñanzas, también comenzaban a ser testigos de los signos que realizaba cuando curaba a los enfermos e iban descubriendo también cómo los milagros no se quedaban reducidos a la curación de unas enfermedades, unas cegueras o unas parálisis, porque además se sentían transformados por dentro cuando de nuevo renacían en ellos las esperanzas. Pero ahora estaban contemplando algo nuevo. ‘¿Quién es este?’ se preguntaban.
¿Qué necesitamos descubrir en Jesús? ¿Qué es lo nuevo que nos está ofreciendo para la vida? Decimos que Jesús es evangelio, es buena noticia para nuestra vida. ¿Cuál es esa buena noticia que nosotros necesitamos escuchar, descubrir en Jesús?
Pensemos en esas situaciones que describíamos antes en las que nos encontramos tantas veces en la vida. ¿Jesús tendrá algo que decirnos para todo eso por lo que pasamos? ¿La liberación que Jesús nos está ofreciendo responderá a esos momentos duros que pasamos tantas veces en la vida en que nos parece que andamos en un callejón oscuro y sin salida?
Jesús les recriminó a los que iban en la barca, ‘¿por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?’ Pensemos que es lo que Jesús nos está diciendo también a nosotros ahora, mientras quizás escuchamos este trozo de evangelio y no sabemos cómo interpretarlo o qué lección sacar para nuestra vida. Nos lo está diciendo cuando en la vida tantas veces nos sentimos angustiados, amargados, agobiados por los problemas sin saber cómo salir adelante. ‘¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?’
Con Jesús tienen que acabarse nuestros miedos. Sabemos que El está ahí y no nos deja solos porque con nosotros va en esa barca de la vida y en medio de esas tormentas de la vida. Sintamos la seguridad de su presencia, dejémonos envolver por la paz con la que quiere llenar nuestro espíritu.