Cristo
resucitado de una forma o de otra nos saldrá al encuentro, no perdamos los
ánimos ni desistamos de nuestra búsqueda para seguirle con fidelidad
Hechos de los apóstoles 4, 13-21; Sal 117;
Marcos 16, 9-15
En la vida
nos aparecen momentos de desaliento en que perdemos los ánimos y algunas veces
terminamos en la huida como defensa frente a ese desaliento; algo que no nos
sale como nosotros queremos, un fracaso de algo que teníamos muy soñado y
planeado, contratiempos que nos aparecen que nos hacen cambiar de rumbo, y
parece que todo se nos viene abajo, no tenemos fuerzas para seguir y una de las
formas de huida en encerrarnos quizás en nosotros mismos no queriendo saber
nada de lo que pudiera levantarnos el ánimo e incluso huimos del contacto con
los demás; todo lo que nos puedan decir de comenzar de nuevo, o de que todo no
está acabado no nos lo creemos. Son momentos difíciles.
Fueron los
momentos difíciles por los que pasaron los apóstoles con el prendimiento de
Jesús y su posterior muerte en la cruz después de la dura y dolorosa pasión que
tuvo que sufrir. No nos extraña la desbandada desde un primer momento en el
prendimiento en Getsemaní, y aunque alguno intentó acercarse a donde juzgaban a
Jesús, salió con el rabo entrepiernas, como se suele salir, cuando incluso las
criadas lo reconocieron como discípulo, que tuvo que estar negando. Se
encerraron en el Cenáculo; el miedo se les había metido en el cuerpo porque a
ellos como seguidores les podía pasar lo mismo. Ya no recordaban los anuncios
de Jesús, o no podían ni querían recordarlos porque todo porque menos que les
parecía un fracaso.
En la mañana
de aquel primer día las mujeres les vienen diciendo que el sepulcro está vacío,
algunos incluso lo comprueban, más incertidumbre se ponía sobre ellos; comenzaban
a llegar noticias de que alguien lo había visto vivo y resucitado como aquellos
que se habían marchado también desalentados a Emaús, pero ya no podían creer a
pesar del entusiasmo con que lo contaban; fue necesario que Jesús mismo se
manifestara en medio de ellos, que estaban allí encerrados en el Cenáculo sin
que se abrieran las puertas para Jesús entrar.
Ahora, con la
presencia de Jesús en medio de ellos, comienzan a creer, comienzan a ver las
cosas distintas, aunque Jesús les recrimina que no hayan creído ni lo que El
había anunciado, ni lo que decían las Escrituras, ni a aquellos que venían con
la noticia que lo habían visto resucitado. Pero Jesús sigue confiando en ellos,
porque ahora los envía para que ellos hagan el anuncio que no habían creído y
lleven la noticia por todas partes, a todo el mundo. Así son las cosas de Dios
frente a las indecisiones, reservas y miedos con que andamos los hombres por
aquí abajo.
Estamos
culminando la octava de Pascua donde hemos venido contemplando esos diversos
momentos de los encuentros de Cristo resucitado con los discípulos. Hoy hemos
escuchado el breve relato que nos hace el evangelista Marcos de la Resurrección
del Señor – es el más escueto – pero donde aparece esa incredulidad de los discípulos.
Fue un camino duro que tuvieron que recorrer pero al final se encontraron con
la luz, se encontraron con la verdad de su fe en Jesús. Y de ello habían de ser
testigos. Hasta los confines del mundo.
Duro se nos
hace el camino en la vida muchas veces, como reflexionábamos al principio. Nos
sentimos tentados muchas veces al desaliento cuando se nos van metiendo
oscuridades en la vida. Pero tiene que ser todo un proceso en el que tenemos
que luchar por una meta, en el que tenemos continuar en la búsqueda de eso
bueno que pretendemos, en que no nos podemos dejar vencer por el desaliento.
Nos sucede en
todas las facetas de la vida; será ese crecimiento personal que hemos de ir
realizando día a día buscando superarnos aunque nos cueste; será todo lo que
significa relación con los demás que muchas veces se nos puede hacer
dificultosa; será en el cumplimiento de nuestras responsabilidades, del
desarrollo de nuestras cualidades, el logro de nuestras metas en nuestro
trabajo, el alcanzar aquellas facetas más bellas de la vida en las que nos
sentimos creadores.
Caminamos,
caminamos con esperanza, con ilusión, con determinación. Será el camino de
nuestra fe y de nuestro compromiso cristiano, nuestra vivencia eclesial que
algunas veces cuando vemos sombras nos puede desalentar, será todo lo que sea
nuestra búsqueda de Dios y nuestra relación con El, será el empeño por seguir
el camino de Jesús. Cristo resucitado de una forma o de otra nos saldrá al
encuentro.