Aquel amanecer en el lago había sido distinto, había sido un
nuevo amanecer, solo nos estará pidiendo amor para que tengamos una nueva
visión y una nueva mirada
Hechos de los apóstoles 4, 1-12; Sal 117;
Juan 21, 1-14
Es la vida
misma de cada día, trabajo, luchas por sacar adelante nuestras
responsabilidades, esfuerzos en los que en ocasiones no vemos el fruto del
trabajo, contratiempos que hace que las cosas no salen como quisiéramos,
momentos de satisfacción por lo hecho y lo conseguido, momentos de luz y
momentos oscuros, éxitos y fracasos, reconocimiento por parte de otros de lo
que hemos hecho o indiferencia u oposición; no siempre nos sentimos bien y
satisfechos. Pero aun así no queremos tirar la toalla, queremos seguir
adelante.
En esta
ocasión aquellos pescadores no vieron el fruto del trabajo realizado durante la
noche; aquella noche se les estaba prolongando, porque detrás venían de otros
malos momentos que habían sonado a fracasos; aunque algunos decían que
comenzaba algo nuevo, no lo terminaban de ver. Por eso aquel amanecer en el
lago de Tiberíades tuvo un significado especial.
Estamos
haciendo referencia a ese momento en que los apóstoles aún no lo tenían todo
claro; algunos hablaban de que Jesús
había resucitado, que lo habían visto, que había estado con ellos; ahora este
grupo está de nuevo en Galilea a donde al final han tenido que venirse, pero es
que a través de los mensajes que les llegaban les decían que fueran a Galilea
que allí lo verían. La tarde anterior aburridos de no hacer nada se decidieron a salir aquella noche a pescar. Pero había sido una noche infructuosa. ¿Estaban
acostumbrados a que eso les sucediera los pescadores del lago? Realmente es la
vida misma, como decíamos al principio, a todos los pescadores les pasa más de
una vez en la vida. Una noche sin coger nada.
Pero aquel
amanecer en el lago de Tiberíades tenía un significado especial. En la orilla
alguien preguntaba si habían cogido nada, y ante la respuesta negativa les
había dicho que echaran la red por el otro lado de la barca. No distinguían
quien era en la distancia y en la neblina del amanecer, pero al parecer el que
estaba en la orilla veía el cardume de peces, la redada fue grande y en el
esfuerzo estaban de sacar las redes cargadas de peces. Uno de ellos por lo
bajo le sugiere a Pedro quien es el que está en la orilla. ‘¡Es el Señor!’
Fue
suficiente para que Pedro se lanzara al agua para llegar pronto a los pies de Jesús. ‘Se
ató la túnica y se echó al agua mientras los demás discípulos se acercaron en
la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos,
remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un
pescado puesto encima y pan’. Jesús les pide ahora que trajeran de los peces que
han cogido y realizada la tarea les dice: ‘Vamos, almorzad’.
Ya no era
necesario preguntarse nada porque todos sabían que era el Señor. Aquel amanecer
en el lago había sido un nuevo amanecer; se disipaban las tinieblas y volvía de
nuevo la luz; se terminaban las sombras de muerte y reaparecía la vida; atrás
quedaban las dudas y las cobardías, los miedos y las huidas; ahora todos querían
venir corriendo para estar a los pies de Jesús. Solo les estaba pidiendo su
amor; solo les estaba pidiendo que escucharan la voz que sentían en su corazón;
solo quería que se dejaran conducir; solo les pedía que dejaran caer aquellas
escamas que velaban sus para que pudieran ver y descubrir quien siempre está al
lado en la orilla de la vida; solo quería que fueran capaces de decir también
al que está al lado, ‘¡es el Señor!’.
El trabajo
se nos puede hacer duro, la tarea que como testigos tenemos que realizar no
siempre será fácil, muchas veces parecerá que vamos adelante y atrás al mismo
tiempo porque no avanzamos como queremos; pero siempre Jesús está a nuestro
lado, siempre Jesús despertará amor en nuestro corazón para que podamos tener
una visión nueva y distinta, siempre Jesús con la fuerza de su Espíritu nos
estará enseñando el camino señalando que miremos por el otro lado de la barca,
siempre Jesús estará abriéndonos a un nuevo día y a nuevos horizontes. ‘¡Es
el Señor!’, El está con nosotros y nos está invitando a sentarnos a su mesa.
‘Vamos, almorzad’.
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