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sábado, 9 de julio de 2022

No hemos de temer y acobardarnos; no hemos de temer y escondernos; no hemos de temer las insidias que pretenden confundirnos para que neguemos la verdad de la salvación

 


No hemos de temer y acobardarnos; no hemos de temer y escondernos; no hemos de temer las insidias que pretenden confundirnos para que neguemos la verdad de la salvación

 Isaías 6,1-8; Sal 92; Mateo 10,24-33

Algunas veces uno tiene la sensación de que la gente tiene miedo; si no, miremos en nuestras calles las puertas y las ventanas de la mayoría de las casas, cerradas, muchas con rejas, los solares vallados, las fincas con cercas, y en muchas casas las alarmas bien señalizadas para que nadie pueda entrar. Se palpa una cierta inseguridad, en algunos sitios quizás con mayor intensidad, pero en todas partes se nota eso en el ambiente.

Pero los miedos no se quedan ahí, en otras muchas más situaciones de la vida andamos con miedo, en sí mismo pensando en el futuro, por otra parte la economía que da vueltas y vueltas y no sabemos si podremos llegar a final de mes, o si el trabajo nos va a durar, o qué van a hacer nuestros jóvenes cuando terminen una carrera; miedos que se meten en la vida y nos crean cierta ansiedad, angustia de la alguna manera.

Miedos cuando tenemos que emprender una tarea y nos sentimos inseguros; cuando tenemos que afrontar responsabilidades y parece que no tenemos mecanismos en nuestro propio interior para asumir lo que tenemos que hacer; o son los interrogantes profundos que surgen en nuestro interior y que no siempre encontramos una respuesta y nos hace caminar inseguros por la vida; o será la responsabilidad o la tarea a la que tenemos que enfrentarnos para que camine la sociedad y sabemos que nos vamos a encontrar muchas dificultades; miedos en nuestra propia vida de fe, en nuestros planteamientos profundos que sabemos que van a ir a contracorriente de lo que se vive en nuestro entorno y las dificultades o la oposición que vamos a encontrar.

Pero hoy por tres veces nos dice Jesús en el evangelio que no tengamos miedo. En este corto texto nos aparece tres veces, pero si hacemos una lectura de conjunto del evangelio veremos que esa invitación a la confianza y a la paz, a no tener miedo, será algo que se repite muchas veces. Los ángeles a los pastores, el ángel de la anunciación a María, en los momentos de dudas de los que se acercaban a Jesús, en las apariciones de Cristo resucitado. Y es que la buena noticia de Jesús es una noticia de paz, una invitación a la confianza, un hacer que nos sintamos seguros porque nos sentimos amados. ¿Qué más queremos? Esto tendría que ser ya por sí mismos suficientes motivos para la esperanza y para la alegría del cristiano, superando todos los miedos.

Hoy les está hablando Jesús a los discípulos de algo muy concreto como son las situaciones en las que se van a encontrar cuando vayan anunciando el evangelio. No será fácil, habrá oposición, quien no quiera escuchar, quien se oponga incluso a que hagamos el anuncio, y vendrán las persecuciones, incluso la muerte. Pero Jesús nos dice que no tengamos miedo.

La luz del evangelio no puede taparse para dejar que el mundo siga a oscuras, incluso aquello que quieren hacer que permanezca mas oculto, se dará a conocer, se publicará, y la voz del evangelio seguirá su camino y seguirá resonando. ‘No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma’. Lo importante es que nos den muerte a nosotros mismos porque nos suman en la muerte de la negación de Cristo. Los sufrimientos corporales, nada son frente a la alegría del anuncio. Y además Dios es el Padre bueno en quien podemos confiar y con nosotros estará. Y nos recuerda lo de la providencia de Dios que si protege a los pájaros del cielo o las flores del campo, ¿qué no hará por sus hijos?

No hemos de temer y acobardarnos; no hemos de temer y escondernos; no hemos de temer las insidias que puedan hacer contra nosotros que lo que pretenden es confundirnos para que neguemos la verdad que es nuestra salvación. No hemos de temer porque el Espíritu del Señor estará siempre con nosotros. Es una valentía nueva que sentiremos en nuestro interior; es la valentía con que vamos a afrontar la vida, y las responsabilidades, y la tarea que tenemos que hacer en nuestro mundo para que sea mejor. Con nosotros está el Señor.

viernes, 8 de julio de 2022

La fortaleza del amor y de la esperanza con la fuerza del Espíritu nos hará perseverantes, porque solo el que persevere hasta el final podrá disfrutar de los laureles de la victoria

 


La fortaleza del amor y de la esperanza con la fuerza del Espíritu nos hará perseverantes, porque solo el que persevere hasta el final podrá disfrutar de los laureles de la victoria

Oseas 14, 2-10; Sal 50; Mateo 10, 16-23

Mantener a todo trance la fidelidad a una misión, a una responsabilidad o a unos valores y principios, aunque tendría que ser lo que expresara y manifestara la madurez de una persona, hemos de reconocer que no siempre es tarea fácil. Hay ocasiones en que se nos pone cuesta arriba, porque ser fiel a una misión podrá significar tener un mundo adverso y en contra que nos pone dificultades; son muchas las cosas que nos pueden distraer de nuestra responsabilidad y cuando decimos distraer podemos pensar en cosas que nos atraen, que nos ofrecen otros contravalores, que nos tientan de alguna manera para hacer dejación de aquello que es nuestra responsabilidad; no siempre vamos a ser bien entendidos por los que están en nuestro entorno o muchas veces aquello que pretendemos desarrollar nos hace caminar como a contracorriente de lo que habitualmente se hace o se vive.

El camino de maduración de la persona ha de prepararlo para enfrentarse a esas diversas situaciones y ha de hacerlo sentirse fuerte para desarrollar su responsabilidad o su misión. Es lo que Jesús va haciendo con el grupo de los discípulos más cercanos, aquellos que un día han de recibir la misión de continuar la obra de Jesús. Aquella Buena Nueva que Jesús está anunciando ha de ser Buena Nueva para todos, para las gentes de todos los lugares y de todos los tiempos. Y Jesús les está diciendo que no es fácil, que incluso van a tener que sufrir por mantener aquella fidelidad, por hacer ese anuncio que el mundo no siempre comprenderá y se va a poner enfrente.

Van a ser enviados como ovejas en medio de lobos; y han de saber enfrentarse a esa situación, pero el estilo no va a ser utilizar las mismas armas que el mundo utiliza. Se ha de estar, sí, con el ojo avizor, pero caminamos desde la sencillez y la humildad del amor, que es toda nuestra fortaleza. Esa fortaleza del amor y de la esperanza que nos hará perseverantes, porque solo el que persevere hasta el final podrá ver los laureles de la victoria.

¿Dónde encontrar esa fuerza para la perseverancia, lo que nos va a hacernos mantener en la esperanza a pesar de todas las turbulencias que en el mundo podamos encontrar? No nos deja solos. Nos promete la fuerza de su Espíritu. Aquel Espíritu divino del que estaba lleno Jesús para anunciar esa buena nueva en aquel mundo que para El también fue tan adverso. Aquel Espíritu que un día le condujera al desierto antes de comenzar su actividad apostólica para comprender lo que iba a ser la tentación, pero también lo que era la fortaleza que le venía del cielo para alcanzar la victoria; aquel Espíritu que conducía a Jesús por aquellos caminos haciendo siempre el bien y anunciando la alegría y la esperanza de la salvación de un mundo nuevo; aquel Espíritu en cuyas manos se pondría en la hora de la victoria final, aunque para el mundo pudiera parecer la hora de la derrota y de la muerte.

Es el Espíritu que nos conduce, que conduce a su Iglesia, que nos inspira, que nos da fortaleza, que pone palabras en nuestros labios y fortaleza en el corazón, que nos libera de todo mal y de toda esclavitud, que nos libera de cegueras y de esclavitudes, que abre nuestros oídos para escuchar en el corazón la voz de Dios y nuestros labios para hacer valientes el anuncio de la Buena Nueva.

Es el Espíritu que ha conducido a la Iglesia de todos los tiempos y a pesar de las tormentas por las que ha tenido que pasar, sigue ahora en pleno siglo XXI haciendo el mismo anuncio del Evangelio; es el Espíritu que dio fortaleza a los mártires o puso la sabiduría de Dios en cuantos confesaban con valentía su fe; es el Espíritu que sigue haciendo resplandecer la santidad de la Iglesia aunque todos seamos pecadores.

‘Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará’.

jueves, 7 de julio de 2022

Cuando Jesús nos envía a anunciar el Reino nos está diciendo que el anuncio que hacemos es el del regalo de Dios y que como regalo hemos de saber ofrecer

 


Cuando Jesús nos envía a anunciar el Reino nos está diciendo que el anuncio que hacemos es el del regalo de Dios y que como regalo hemos de saber ofrecer

Oseas 11, 1-4. 8c-9; Sal 79; Mateo 10, 7-15

¿Qué beneficio tengo yo de todo esto que estoy haciendo? ¿Cuánto gano? Son preguntas que nos hacemos, son preguntas que nos pueden definir por dentro. ¿Seremos capaces de hacerlo de forma gratuita sin ganar nada? Hemos mercantilizado demasiado la vida, lo que hacemos, aquello por lo que nos movemos; siempre aparecen unos intereses por medio, intereses que muchas veces se quedan en lo material o lo económico.

Queremos que nos paguen, o queremos pagar cuando alguien nos hace algo con lo que nos puede ayudar. Nos parece que pagando ya no quedamos en deuda por algo que gratuitamente se nos ha dado o regalado; no nos queda la deuda de que tengamos nosotros que actuar de la misma manera con esa persona. Hasta los favores se pagan o queremos pagar con favores. Es la espiral en la que nos vemos envueltos. Algunos no llegan a entender que se hagan las cosas gratuitamente, porque todo ha de tener su pago. Nos cuesta entender lo gratuito.

Y cuidado que esto se nos puede meter hasta en lo más sagrado. Tenemos que pagar nuestras promesas, porque lo que hacemos muchas veces con Dios se parece más a un contrato de compraventa que a una relación de amor. Si me concedes esto – y vaya ahí la curación de un dolor o una enfermedad, tener suerte en un examen, que gane nuestro equipo, o sacarnos la lotería… - yo te prometo que… y vienen las promesas, los regalos que le tenemos que hacer a Dios, y lo en deuda que nos sentimos y que tenemos que pagar.

Y hoy viene y nos dice Jesús ‘lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis’. Es el envió que Jesús hace de sus discípulos, a aquellos doce apóstoles que había escogido, para que vayan a anunciar el Reino. Y es cuando Jesús habla de esa gratuidad. Es ese nuevo estilo y sentido de hacer las cosas. Les ha dado, es cierto, autoridad para curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos y expulsar demonios. Como ya hemos expresado en más de una ocasión son los signos con los que se ha de manifestar que ha llegado el Reino de Dios. Y es que todo aquello que han sentido en sus vidas cuando se han puesto a seguir a Jesús y han ido viendo como sus vidas se transformaban, es lo que ahora tienen que ir realizando con los demás. Es el regalo de Dios.

Por eso no han de ir apoyándose en lo material, en su poder particular o en su propia sabiduría, no van a ir comprando voluntades con lo que tienen, sino que han de ir, por así decirlo, con las manos vacías de cosas materiales. Ni dinero en la bolsa, ni túnicas ni sandalias de repuesto, ni previsiones de riquezas para tener donde hospedarse. Solo un bastón para el camino. Por eso se hospedarán donde los acojan y los reciban, porque siempre se han de manifestar como mensajeros de paz, no mensajeros de ningún otro poder humano. Ellos simplemente van a repartir el regalo de Dios porque se sienten regalados por Dios. Y es que lo gratuito es una señal precisamente de esa llegada del Reino de Dios.

Escuchemos lo que nos dice Jesús y nosotros seguimos con nuestras aspiraciones y sueños de grandezas, nuestras manifestaciones de poder, nuestro apoyo en lo material para todo lo que hagamos, nuestra poca confianza en la Providencia divina, nuestras búsquedas de seguridades y garantías. ¿Dónde estamos confiando en la gratuidad de lo que Dios nos ofrece y que de la misma manera nosotros tenemos que hacerlo? Muchas veces la Iglesia también se ha dejado seducir por la manera de obrar de nuestro mundo y pareciera que confiamos más en los medios que podamos tener que en la acción del Espíritu que es el que guía en verdad la Iglesia.

¿No necesitaremos ponernos con sinceridad ante Dios y ante su Palabra para aprender a actuar a la manera de Jesús, a la manera del evangelio?

miércoles, 6 de julio de 2022

El Reino de Dios no es una procesión muy esplendorosa que podamos hacer, sino hacer que los hombres nos amemos más y reflejemos en nuestra vida los valores del Reino

 


El Reino de Dios no es una procesión muy esplendorosa que podamos hacer, sino hacer que los hombres nos amemos más y reflejemos en nuestra vida los valores del Reino

Oseas 10, 1-3. 7-8. 12; Sal 104; Mateo 10, 1-7

En nuestras sistemas de estudio de hoy, sobre todo en determinadas carreras, hay algo por lo que todos tienen que pasar antes de que se les considere unos verdaderos profesionales; son los llamados becarios, los años de prácticas que tiene que pasar quien ha estudiado derecho para poder ser admitido como verdadero abogado y así en muchas profesiones, que como unos auténticos aprendices, a pesar de los estudios realizados tienen que realizar.

Pudiera parecer que es algo así lo que Jesús está haciendo con los discípulos y en especial a aquellos que escoge como apóstoles. El envío que realiza Jesús y que hoy escuchamos, son como unos tiempos de prácticas pensamos. Por supuesto, fueron unos momentos de auténtica maduración de los escogidos por Jesús, pero no era enviarlos como unos alumnos en prácticas, aunque pasado el tiempo volvieran a estar con Jesús, sino un autentico envío ahora solamente dentro de Israel pero premonitorio del envío universal que Jesús hará al final del evangelio.

Era un auténtico envío, porque quien está disfrutando de lo bueno, tiene que hacer partícipe de ello a los demás. Disfrutaban de la presencia y de la enseñanza de Jesús quienes un día le habían seguido y ahora estaban siempre con El. Aquello había de compartirlo con los demás. Jesús escoge a doce entre todos los discípulos que le seguían a los que va a constituir apóstoles, sus enviados.

Serán los que estarán siempre con Jesús siendo testigos de sus enseñanzas y de la construcción del Reino de Dios, como han de ser luego testigos de su Pascua y de su resurrección. Recordemos que cuando hay que sustituir al hijo de la perdición que lo había traicionado, el criterio que van a tener el resto de los apóstoles allá en el Cenáculo antes de Pentecostés, es que sea uno que haya sido testigo desde el principio de la obra y de la vida de Jesús.

Ahora han de salir a hacer el mismo anuncio de Jesús. Desde el comienzo ésa había sido la gran noticia, se hacía presente, estaba cerca el Reino de Dios. Es lo que ellos han de manifestar y no solo con sus palabras sino con los signos que ellos también van a realizar. ‘Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia’. Así ha comenzado diciéndonoslo el texto del Evangelio de hoy antes de darnos los nombres de los Doce. ‘Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos’.

Es el anuncio del Reino de Dios que llega, es la buena noticia del Reino de Dios que se va a proclamar no solo con la palabra de los enviados sino con los signos que van realizando. Sentir que en verdad Dios es el único Señor de nuestra vida, significará la destrucción de todo vestigio del mal. Allí donde está Dios no podemos permitir el mal, allí donde reina el amor no se puede hacer presente el egoísmo y el desamor, allí donde se proclama el Reino de Dios tiene que brillar el amor y la paz.

Tienen autoridad para expulsar espíritus inmundos, nos dice el evangelista; tenemos que hacer que desaparezca de nuestra vida ese espíritu del mal. Las curaciones y milagros van a ser una señal, pero no solo de que se acaba ese sufrimiento físico de la enfermedad, sino que arrancamos el mal y el pecado de lo más hondo de nosotros mismos, de nuestros corazones.

Es la misión que a nosotros se nos ha confiado, es la tarea que nosotros hemos de realizar, son las señales que tenemos que ir mostrando al mundo, es la lucha por la transformación de nuestros corazones, es la obra de ir haciendo que cada día más resplandezca el amor.

¿Estaremos dando señales de todo eso nosotros los cristianos? ¿En nosotros, en nuestra vida de cristianos, en la obra de la Iglesia se manifiesta de verdad que vivimos el Reino de Dios? Y el Reino de Dios no es una procesión muy esplendorosa que podamos hacer, el Reino de Dios es hacer que los hombres nos amemos más y expresemos reflejados en nuestras vida esos valores del Reino de Dios.

No son unas prácticas que realizamos sino una vida que hemos de vivir.

martes, 5 de julio de 2022

Hemos de caminar también en medio de nuestro mundo realizando los signos del Reino de Dios para que alcance esa luz y encuentre de nuevo el sabor del evangelio

 


Hemos de caminar también en medio de nuestro mundo realizando los signos del Reino de Dios para que alcance esa luz y encuentre de nuevo el sabor del evangelio

 Oseas 8, 4-7. 11. 13; Sal 113; Mateo 9, 32-38

Los signos del Reino de Dios se van prodigando en la medida en que avanzamos por las páginas del evangelio. Aquellas señales anunciadas por los profetas y que Jesús mismo nos recuerda cuando proclama la profecía de Isaías en la Sinagoga de Nazaret se van cumpliendo. Escuchamos el relato de la resurrección de la hija de Jairo, como la curación de la hemorroísa que se había acercado con fe a Jesús queriendo tocarle al menos la orla de su manto; se van sucediendo relatos de curaciones de ciegos a los que se les devuelve la vista o como es el caso que escuchamos hoy en el evangelio será un hombre atenazado por el espíritu del maligno y que no podía hablar el que ahora es curado por Jesús para que pueda manifestarse y expresarse con entera libertad.

Son los signos que nos liberan, y no solo de enfermedades o limitaciones físicas, sino de ese mal que más hondo mora en nosotros y del que Jesús quiere liberarnos. Son muchos los que acercan hasta Jesús para ver la liberación y la salvación en sus vidas. Es el signo y señal de que algo nuevo está comenzando, que una nueva primavera de vida va brotando con el paso y la presencia de Jesús. Será clara la liberación que Jesús quiere hacer en nosotros y van brotando semillas nuevas de ese Reino de Dios que abre horizontes, en encamina para un mundo nuevo.

La gente decía admirada que nunca había visto cosas igual, aunque por otra parte haya algunos que quieren negar lo evidente y lo que quieren es socavar los cimientos de la confianza que la gente sencilla y humilde ha puesto en Jesús. Siempre estarán al acecho los fariseos y maestros de la ley para hacernos su interpretación, que lo que Jesús hace no es con el dedo de Dios, con el poder de Dios, sino con el poder del príncipe de los demonios. Como Jesús les hará ver en alguna ocasión, todo reino dividido se destruye a sí mismo, luego son incomprensibles y sin sentido las palabras de los que quiere enturbiar la acción de Jesús que va así realizando el Reino de Dios.

Hoy le contemplamos recorriendo las ciudades y las aldeas de Galilea anunciando la llegada del Reino de Dios y realizando esos signos que nos manifiesta que ya el Reino de Dios está entre nosotros. ‘Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor’. Pero realizaba los signos, curaba de toda clase de enfermedad, iba transformando el corazón de los hombres y mujeres que le rodeaban y le escuchaban, porque algo nuevo, una vida nueva iba brotando en ellos.

¿Cómo estamos haciendo presente el Reino de Dios hoy en este mundo concreto que nos ha tocado vivir? ¿Estaremos haciendo resplandecer de verdad esos signos del Reino de Dios que se han de ir manifestando en nuestra vida? Tenemos que ser un signo bien palpable en medio de nuestro mundo, donde también muchos se sienten extenuados, desorientados, abandonados. Es nuestra tarea.

Hemos de caminar también en medio de nuestro mundo, como Jesús caminaba en medio de aquellos pueblos de Galilea y toda Palestina, realizando de la misma manera esos signos del Reino de Dios para que el mundo alcance esa luz, para que tantos se dejen iluminar y renovar por esa luz y encuentren de nuevo el sabor del evangelio. Por eso nos ha dicho Jesús que tenemos que ser luz del mundo y sal de la tierra. No lo podemos olvidar. Un amplio campo que se abre ante nosotros y por el que también debemos orar, como nos está pidiendo hoy Jesús. ‘La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies’.

Estemos atentos a esto que nos dice Jesús hoy en el evangelio. También tenemos que orar, por la abundancia de trabajadores, pero también por la realidad de ese mundo en medio del cual estamos. Será nuestra oración lo que lo vivificará porque hará que se derrame el Espíritu del Señor sobre él.

lunes, 4 de julio de 2022

Dejémonos tomar de la mano de Jesús para levantarnos de nuestras posturas de muerte y aprender a ofrecer nuestra mano generosa en abrazo de amistad para todos

 


Dejémonos tomar de la mano de Jesús para levantarnos de nuestras posturas de muerte y aprender a ofrecer nuestra mano generosa en abrazo de amistad para todos

Oseas 2, 16. 17b-18. 21-22; Sal 144; Mateo 9, 18-26

Una mano tendida puede tener diversos significados; puede ser la mano que con violencia viene en mi contra para hacerme daño, o puede ser la mano pacífica que viene en sones de paz con su saludo; puede ser la mano desconfiada y que está a la defensiva, ocultando negruras interiores, o puede ser la mano dadivosa en el compartir y en el dar generosamente.

A manera de anécdota puedo decir que mi perrito es muy sensible ante la mano que se le acerca; si viene de un desconocido desconfía y se pone en guardia para la defensa o para el ataque, pero si es una mano que se deja caer pacíficamente la lame como señal de amistad dándole permiso, por decirlo así, para que le acaricie. ¿Desconfiamos nosotros también y nos ponemos a la defensiva ante una mano que se nos acerca? ¿Ofrecemos generosamente nuestra mano como signo de amistad y de paz y como señal de la vida que queremos también compartir?

En el evangelio de hoy aparece repetidamente la señal de la mano. ‘Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá’, le suplica aquel jefe de los judíos que acude a Jesús desde la desesperación y la angustia de su niña que está en las ultimas. Al final, cuando llegue Jesús a la casa de Jairo, mientras aparta a las plañideras y todos lo que hacían llanto diciendo que la niña no está muerta sino dormida, la tomará de la mano y se la dará a sus padres llena de vida.

Pero en medio aparece otro personaje mientras van de camino. Será una mujer la que tenderá su mano para tocar al menos la orla del manto de Jesús también desde la angustia de su enfermedad que la volvía impura y que con su gesto podía hacer incluso impuro a Jesús, por dejarse tocar por una mujer que sufre de fuertes hemorragias.

Es la mano de la súplica llena de esperanza que se salta todas las barreras porque quiere llegar hasta donde está la vida, donde pueda encontrar la salud y la salvación. ‘Tu fe te ha salvado’, le dice Jesús cuando rebuscando entre la multitud que lo apretujaba quien lo había tocado aquella mujer se atreverá a decir que ha sido ella quien ha tocado el borde de su manto para encontrar la salvación.

Ahí está la mano tendida de Jesús que nos trae vida y salvación, que nos libera de todas las impurezas y ataduras, que nos resucita y nos levanta de todos nuestros sueños oscuros para que podamos tener nueva vida, nos pone en camino de vida y de salvación.

Mucho tendríamos que aprender de este evangelio para el signo de nuestras manos, para el actuar de nuestras manos como señal de lo que hacemos y somos con nuestra vida. muchas veces nuestras manos han marchado ensombrecidas por sueños de muerte y de violencia; muchas veces nuestras manos han sido puños cerrados que no quieren dejar escapar nada de lo que pueden contener; muchas veces nuestras manos se han convertido en barreras que separan y apartan, que aíslan, que ponen a un lado, que discriminan porque no se quien juntar con las de otro color o las de otra raza; muchas veces nuestras manos se ocultan porque encierran negruras impuras de los malos deseos y son muestras de la ambición que todo lo quiere acaparar, llevan escondidas los cuchillos de la traición y de la violencia, no quieren ofrecerse limpias como signos de paz.

Que nuestras manos sean siempre de bendición y de vida, de consuelo para los que sufren y paño que limpie las lágrimas de los que lloran, muestren la cercanía de nuestro corazón y el valor que le damos a todo el que está a nuestro lado o se acerca a nosotros, están siempre abiertas y limpias de toda malicia, y sean cauces generosos de nuestro compartir, se cogerse de la manos de los demás para sentir y expresar la comunión que entre todos queremos construir, y se extiendan ampliamente para acoger a todos en un abrazo de paz.

domingo, 3 de julio de 2022

Somos testigos y misioneros de la buena noticia de la paz que tenemos que anunciar para conseguir un mundo de justicia y de paz desde la transformación de nuestros corazones

 


Somos testigos y misioneros de la buena noticia de la paz que tenemos que anunciar para conseguir un mundo de justicia y de paz desde la transformación de nuestros corazones

Isaías 66, 10-14c; Sal 65; Gálatas 6, 14-18; Lucas 10, 1-12. 17-20

En todos los ámbitos de la sociedad nos solemos encontrar con semejantes problemas; aunque a veces pueda dar la sensación de que la gente tiene ganas de participar en la vida de la sociedad y nos encontramos con variadas iniciativas en el movimiento social, sin embargo en la general a la gente le cuesta implicarse, participar, formar parte de grupos de trabajo en el ámbito social; como se suele decir muchas, somos siempre los mismos. Y sin embargo tendríamos que ser conscientes de que la sociedad la constituimos todos y todos tendríamos que implicarnos más en su construcción.

Hoy el evangelio nos está invitando a esa implicación, a esa generosidad y disponibilidad por nuestra parte para ofrecer nuestro tiempo, nuestra presencia, nuestro trabajo, nuestras iniciativas en ese camino. Aunque el evangelio incide principalmente en ese anuncio del evangelio al que Jesús envía a aquellos setenta y dos discípulos escogidos de entre todos los seguidores de Jesús, creo que entendemos que tiene que ser la implicación que en todos los ámbitos de la sociedad hemos de tener todos.

Jesús en su subida a Jerusalén, en la que está inmerso el relato del evangelio de Lucas que vamos escuchando, va enseñando a sus discípulos cuál ha de ser su tarea, la respuesta que han de aprender a dar a la misión que Jesús a todos les va a confiar. Parece este pasaje como un adelanto del envío final que Jesús hará en su Ascensión de sus discípulos por todo el mundo para el anuncio del evangelio. Ahora les envía a aquellos lugares cercanos en donde Jesús ha de ir presentarse como buena noticia y que ahora a sus discípulos les toca abrir caminos.

Pero antes del envío Jesús hace una constatación para lo que invita también a orar a sus  discípulos. La tarea es inmensa, ‘la mies es mucha pero los obreros son pocos, rogad al dueño de la mies para que envíe operarios a su mies’.

La tarea es inmensa constatamos nosotros hoy también; pero no solo pensamos quizás en esa falta de sacerdotes, de vocaciones especiales a esa tarea misionera en la Iglesia y en el mundo, tantos agentes de pastoral – catequistas, agentes de cáritas, visitadores de enfermos, agentes de movimientos cristianos de la familia, de la juventud… - tan necesarios en nuestras comunidades, sino que constatamos quizás también que falta la presencia de cristianos auténticos ahí en medio de esa sociedad, testigos en nuestras familias, en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, en la diferentes profesiones donde es necesario que brille la luz del evangelio; serán médicos cristianos, serán maestros cristianos, serán periodistas cristianos, serán empresarios cristianos, serán profesionales bien marcados por el sentido cristiano que ahí en su medio y en su lugar sean testigos, den testimonio del nombre de Jesús para hacer brillar la luz del evangelio, el Reino de Dios.

‘Poneos en camino’. Es la buena noticia de la paz que tenemos que anunciar. ¿No fue ese el primer anuncio que hicieron los ángeles allá en los campos de Belén a la hora del nacimiento de Jesús? y es que quienes nos vamos a sentir envueltos por el mensaje de Jesús un mundo nuevo tenemos que construir donde brilla paz porque brille el amor y la justicia; un mundo donde brille la paz porque desaparecen las vanidades y las falsedades de la vida para vivir en autenticidad nuestro ser humano como personas; un mundo donde brille la paz porque desterramos las violencias y los odios para vivir una auténtica reconciliación.

Nos pide Jesús que vayamos con la pobreza de nuestros pobres medios porque nada vamos a imponer sino a contagiar desde la autenticidad de nuestras vidas. Algunas veces pensamos que desde la imposición de unas leyes o de unos preceptos vamos a conseguir un mundo de justicia y de paz, pero es desde la transformación de nuestros corazones desde podemos lograrlos en verdad. Vamos a ofrecer no solo una palabra, sino el testimonio de una vida; vamos con el anuncio de la paz, pero no vamos a imponer la paz; vamos con la disponibilidad de nuestro corazón donde también sabremos aceptar lo bueno que recibamos de los demás.

‘Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: El reino de Dios ha llegado a vosotros’.

¿Sentiremos en verdad la urgencia del anuncio del Evangelio en nuestro mundo? ¿En qué medida somos capaces de comprometernos? ¿Somos conscientes de que tenemos que ser una Iglesia misionera en medio del mundo hoy también? ‘Poneos en camino’, nos está pidiendo Jesús hoy.