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miércoles, 6 de julio de 2022

El Reino de Dios no es una procesión muy esplendorosa que podamos hacer, sino hacer que los hombres nos amemos más y reflejemos en nuestra vida los valores del Reino

 


El Reino de Dios no es una procesión muy esplendorosa que podamos hacer, sino hacer que los hombres nos amemos más y reflejemos en nuestra vida los valores del Reino

Oseas 10, 1-3. 7-8. 12; Sal 104; Mateo 10, 1-7

En nuestras sistemas de estudio de hoy, sobre todo en determinadas carreras, hay algo por lo que todos tienen que pasar antes de que se les considere unos verdaderos profesionales; son los llamados becarios, los años de prácticas que tiene que pasar quien ha estudiado derecho para poder ser admitido como verdadero abogado y así en muchas profesiones, que como unos auténticos aprendices, a pesar de los estudios realizados tienen que realizar.

Pudiera parecer que es algo así lo que Jesús está haciendo con los discípulos y en especial a aquellos que escoge como apóstoles. El envío que realiza Jesús y que hoy escuchamos, son como unos tiempos de prácticas pensamos. Por supuesto, fueron unos momentos de auténtica maduración de los escogidos por Jesús, pero no era enviarlos como unos alumnos en prácticas, aunque pasado el tiempo volvieran a estar con Jesús, sino un autentico envío ahora solamente dentro de Israel pero premonitorio del envío universal que Jesús hará al final del evangelio.

Era un auténtico envío, porque quien está disfrutando de lo bueno, tiene que hacer partícipe de ello a los demás. Disfrutaban de la presencia y de la enseñanza de Jesús quienes un día le habían seguido y ahora estaban siempre con El. Aquello había de compartirlo con los demás. Jesús escoge a doce entre todos los discípulos que le seguían a los que va a constituir apóstoles, sus enviados.

Serán los que estarán siempre con Jesús siendo testigos de sus enseñanzas y de la construcción del Reino de Dios, como han de ser luego testigos de su Pascua y de su resurrección. Recordemos que cuando hay que sustituir al hijo de la perdición que lo había traicionado, el criterio que van a tener el resto de los apóstoles allá en el Cenáculo antes de Pentecostés, es que sea uno que haya sido testigo desde el principio de la obra y de la vida de Jesús.

Ahora han de salir a hacer el mismo anuncio de Jesús. Desde el comienzo ésa había sido la gran noticia, se hacía presente, estaba cerca el Reino de Dios. Es lo que ellos han de manifestar y no solo con sus palabras sino con los signos que ellos también van a realizar. ‘Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia’. Así ha comenzado diciéndonoslo el texto del Evangelio de hoy antes de darnos los nombres de los Doce. ‘Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos’.

Es el anuncio del Reino de Dios que llega, es la buena noticia del Reino de Dios que se va a proclamar no solo con la palabra de los enviados sino con los signos que van realizando. Sentir que en verdad Dios es el único Señor de nuestra vida, significará la destrucción de todo vestigio del mal. Allí donde está Dios no podemos permitir el mal, allí donde reina el amor no se puede hacer presente el egoísmo y el desamor, allí donde se proclama el Reino de Dios tiene que brillar el amor y la paz.

Tienen autoridad para expulsar espíritus inmundos, nos dice el evangelista; tenemos que hacer que desaparezca de nuestra vida ese espíritu del mal. Las curaciones y milagros van a ser una señal, pero no solo de que se acaba ese sufrimiento físico de la enfermedad, sino que arrancamos el mal y el pecado de lo más hondo de nosotros mismos, de nuestros corazones.

Es la misión que a nosotros se nos ha confiado, es la tarea que nosotros hemos de realizar, son las señales que tenemos que ir mostrando al mundo, es la lucha por la transformación de nuestros corazones, es la obra de ir haciendo que cada día más resplandezca el amor.

¿Estaremos dando señales de todo eso nosotros los cristianos? ¿En nosotros, en nuestra vida de cristianos, en la obra de la Iglesia se manifiesta de verdad que vivimos el Reino de Dios? Y el Reino de Dios no es una procesión muy esplendorosa que podamos hacer, el Reino de Dios es hacer que los hombres nos amemos más y expresemos reflejados en nuestras vida esos valores del Reino de Dios.

No son unas prácticas que realizamos sino una vida que hemos de vivir.

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