El
Reino de Dios no es una procesión muy esplendorosa que podamos hacer, sino
hacer que los hombres nos amemos más y reflejemos en nuestra vida los valores
del Reino
Oseas 10, 1-3. 7-8. 12; Sal 104; Mateo 10,
1-7
En nuestras
sistemas de estudio de hoy, sobre todo en determinadas carreras, hay algo por
lo que todos tienen que pasar antes de que se les considere unos verdaderos
profesionales; son los llamados becarios, los años de prácticas que tiene que
pasar quien ha estudiado derecho para poder ser admitido como verdadero abogado
y así en muchas profesiones, que como unos auténticos aprendices, a pesar de
los estudios realizados tienen que realizar.
Pudiera
parecer que es algo así lo que Jesús está haciendo con los discípulos y en
especial a aquellos que escoge como apóstoles. El envío que realiza Jesús y que
hoy escuchamos, son como unos tiempos de prácticas pensamos. Por supuesto,
fueron unos momentos de auténtica maduración de los escogidos por Jesús, pero
no era enviarlos como unos alumnos en prácticas, aunque pasado el tiempo
volvieran a estar con Jesús, sino un autentico envío ahora solamente dentro de
Israel pero premonitorio del envío universal que Jesús hará al final del
evangelio.
Era un auténtico
envío, porque quien está disfrutando de lo bueno, tiene que hacer partícipe de
ello a los demás. Disfrutaban de la presencia y de la enseñanza de Jesús
quienes un día le habían seguido y ahora estaban siempre con El. Aquello había
de compartirlo con los demás. Jesús escoge a doce entre todos los discípulos que
le seguían a los que va a constituir apóstoles, sus enviados.
Serán los que
estarán siempre con Jesús siendo testigos de sus enseñanzas y de la construcción
del Reino de Dios, como han de ser luego testigos de su Pascua y de su
resurrección. Recordemos que cuando hay que sustituir al hijo de la perdición
que lo había traicionado, el criterio que van a tener el resto de los apóstoles
allá en el Cenáculo antes de Pentecostés, es que sea uno que haya sido testigo
desde el principio de la obra y de la vida de Jesús.
Ahora han de
salir a hacer el mismo anuncio de Jesús. Desde el comienzo ésa había sido la
gran noticia, se hacía presente, estaba cerca el Reino de Dios. Es lo que ellos
han de manifestar y no solo con sus
palabras sino con los signos que ellos también van a realizar. ‘Jesús llamó
a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y
curar toda enfermedad y toda dolencia’. Así ha comenzado diciéndonoslo el
texto del Evangelio de hoy antes de darnos los nombres de los Doce. ‘Id y
proclamad que ha llegado el reino de los cielos’.
Es el anuncio del Reino de Dios que
llega, es la buena noticia del Reino de Dios que se va a proclamar no solo con
la palabra de los enviados sino con los signos que van realizando. Sentir que
en verdad Dios es el único Señor de nuestra vida, significará la destrucción de
todo vestigio del mal. Allí donde está Dios no podemos permitir el mal, allí
donde reina el amor no se puede hacer presente el egoísmo y el desamor, allí
donde se proclama el Reino de Dios tiene que brillar el amor y la paz.
Tienen autoridad para expulsar espíritus
inmundos, nos dice el evangelista; tenemos que hacer que desaparezca de nuestra
vida ese espíritu del mal. Las curaciones y milagros van a ser una señal, pero
no solo de que se acaba ese sufrimiento físico de la enfermedad, sino que
arrancamos el mal y el pecado de lo más hondo de nosotros mismos, de nuestros
corazones.
Es la misión que a nosotros se nos ha
confiado, es la tarea que nosotros hemos de realizar, son las señales que
tenemos que ir mostrando al mundo, es la lucha por la transformación de
nuestros corazones, es la obra de ir haciendo que cada día más resplandezca el
amor.
¿Estaremos dando señales de todo eso
nosotros los cristianos? ¿En nosotros, en nuestra vida de cristianos, en la
obra de la Iglesia se manifiesta de verdad que vivimos el Reino de Dios? Y el
Reino de Dios no es una procesión muy esplendorosa que podamos hacer, el Reino
de Dios es hacer que los hombres nos amemos más y expresemos reflejados en nuestras
vida esos valores del Reino de Dios.
No son unas prácticas que realizamos
sino una vida que hemos de vivir.
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