Cuando
Jesús nos envía a anunciar el Reino nos está diciendo que el anuncio que
hacemos es el del regalo de Dios y que como regalo hemos de saber ofrecer
Oseas 11, 1-4. 8c-9; Sal 79; Mateo 10, 7-15
¿Qué
beneficio tengo yo de todo esto que estoy haciendo? ¿Cuánto gano? Son preguntas
que nos hacemos, son preguntas que nos pueden definir por dentro. ¿Seremos
capaces de hacerlo de forma gratuita sin ganar nada? Hemos mercantilizado
demasiado la vida, lo que hacemos, aquello por lo que nos movemos; siempre aparecen
unos intereses por medio, intereses que muchas veces se quedan en lo material o
lo económico.
Queremos que
nos paguen, o queremos pagar cuando alguien nos hace algo con lo que nos puede
ayudar. Nos parece que pagando ya no quedamos en deuda por algo que
gratuitamente se nos ha dado o regalado; no nos queda la deuda de que tengamos
nosotros que actuar de la misma manera con esa persona. Hasta los favores se
pagan o queremos pagar con favores. Es la espiral en la que nos vemos
envueltos. Algunos no llegan a entender que se hagan las cosas gratuitamente,
porque todo ha de tener su pago. Nos cuesta entender lo gratuito.
Y cuidado que
esto se nos puede meter hasta en lo más sagrado. Tenemos que pagar nuestras
promesas, porque lo que hacemos muchas veces con Dios se parece más a un
contrato de compraventa que a una relación de amor. Si me concedes esto – y
vaya ahí la curación de un dolor o una enfermedad, tener suerte en un examen,
que gane nuestro equipo, o sacarnos la lotería… - yo te prometo que… y vienen
las promesas, los regalos que le tenemos que hacer a Dios, y lo en deuda que
nos sentimos y que tenemos que pagar.
Y hoy viene y
nos dice Jesús ‘lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis’. Es el envió
que Jesús hace de sus discípulos, a aquellos doce apóstoles que había escogido,
para que vayan a anunciar el Reino. Y es cuando Jesús habla de esa gratuidad.
Es ese nuevo estilo y sentido de hacer las cosas. Les ha dado, es cierto,
autoridad para curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos y expulsar
demonios. Como ya hemos expresado en más de una ocasión son los signos con los
que se ha de manifestar que ha llegado el Reino de Dios. Y es que todo aquello
que han sentido en sus vidas cuando se han puesto a seguir a Jesús y han ido
viendo como sus vidas se transformaban, es lo que ahora tienen que ir
realizando con los demás. Es el regalo de Dios.
Por eso no
han de ir apoyándose en lo material, en su poder particular o en su propia
sabiduría, no van a ir comprando voluntades con lo que tienen, sino que han de
ir, por así decirlo, con las manos vacías de cosas materiales. Ni dinero en la
bolsa, ni túnicas ni sandalias de repuesto, ni previsiones de riquezas para
tener donde hospedarse. Solo un bastón para el camino. Por eso se hospedarán
donde los acojan y los reciban, porque siempre se han de manifestar como
mensajeros de paz, no mensajeros de ningún otro poder humano. Ellos simplemente
van a repartir el regalo de Dios porque se sienten regalados por Dios. Y es que
lo gratuito es una señal precisamente de esa llegada del Reino de Dios.
Escuchemos lo
que nos dice Jesús y nosotros seguimos con nuestras aspiraciones y sueños de
grandezas, nuestras manifestaciones de poder, nuestro apoyo en lo material para
todo lo que hagamos, nuestra poca confianza en la Providencia divina, nuestras
búsquedas de seguridades y garantías. ¿Dónde estamos confiando en la gratuidad
de lo que Dios nos ofrece y que de la misma manera nosotros tenemos que
hacerlo? Muchas veces la Iglesia también se ha dejado seducir por la manera de
obrar de nuestro mundo y pareciera que confiamos más en los medios que podamos
tener que en la acción del Espíritu que es el que guía en verdad la Iglesia.
¿No
necesitaremos ponernos con sinceridad ante Dios y ante su Palabra para aprender
a actuar a la manera de Jesús, a la manera del evangelio?
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