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sábado, 28 de marzo de 2009

Dejémonos humildemente sorprender por Jesús

Jer. 11, 18-20
Sal.7
Jn. 7, 40-53

¿Con que actitud vamos hasta Jesús? Es bueno que nos hagamos esta pregunta para que encontremos la mejor manera de acercarnos a El y conocerle más y mejor, amarle más y vivir más intensamente su vida.
En el evangelio hoy proclamado y en los que vamos escuchando estos días encontramos distintas posturas y reacciones hasta contradictorias en torno a la figura de Jesús. Nos puede ayudar el reflexionar sobre ello para que nosotros purifiquemos nuestra manera de acercarnos a Jesús.
Está la gente humilde y sencilla, podríamos decir que con un especial olfato de Dios, capaz de admirarse ante las maravillas con las que Dios se les manifiesta y que entonces quieren ver en Jesús que es un profeta o que es el Mesías. ‘Unos decían: éste es de verdad el profeta. Otros decían: Este es el Mesías’.
Pero estaban también los que dudaban y discutían aunque también con deseos de búsqueda. Y trataban de confrontar lo que veían en Jesús con lo anunciado en la Escritura. ‘¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?’
Pero estaban también los inseguros y los indecisos, como los guardias del templo que se veían entre la espada y la pared; por un lado los sumos sacerdotes y fariseos y por otra parte el pueblo sencillo, mientras ellos también en su interior sentían una inquietud. Ante la reacción de los sumos sacerdotes y fariseos porque no lo llevaron preso ellos reconocían: ‘Jamás ha hablado nadie así’. Y a pesar de ese reconocimiento sin embargo no se atrevían a hacerse sus discípulos
Pero estaban también los maliciosos y manipuladores, los que querían de la forma que fuera quitar de en medio a Jesús. Era lo único que les importaba. Y en una actitud soberbia despreciaban incluso a quienes no pensaran como ellos. ‘Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos’.
Nosotros, ¿con qué actitud vamos o tenemos que ir a Jesús?
Apertura de corazón para conocerle, pienso que es lo primero. No cerrar los oídos del corazón. Tengamos ese olfato de Dios, que decíamos antes. Humildad para ser capaces de admirarnos en lo que vamos a encontrar. Dios nos va a manifestar algo nuevo. Nunca de antemano pensemos que ya nos lo sabemos todo y nada nuevo se nos va a enseñar, porque si con esa apertura del corazón y esa humildad acudimos siempre nos vamos a encontrar con la sorpresa de lo nuevo que nos va a manifestar el Señor.
Deseo de conocer a Dios, de búsqueda sincera, y de dejarnos conducir por el Espíritu del Señor que nos habla de mil maneras. El habla a nuestro corazón. Tenemos también que saber escuchar la Escritura Santa, ahondar en la lectura del Evangelio.
Busquemos a Jesús sin prejuicios y con sinceridad de corazón. Orando a Dios para que nos conceda la luz de su palabra para conocerlo. El gran teólogo santo Tomás de Aquino decía que estudiaba la teología de rodillas. Pues con esa actitud orante acerquémonos nosotros al evangelio para conocer a Jesús. Porque cuando leemos el evangelio o cualquier pasaje de la Escritura no vamos allí a aprender cosas como quien acude a un libro de historia o de cualquier otro humano saber. Vamos a saborear a Dios, a adquirir la sabiduría de Dios.
Escuchemos allá en lo hondo del corazón la Palabra de Dios. dejándonos conducir por la Iglesia que está asistida por el Espíritu Santo. Dejémonos sorprender por la revelación del Señor.

viernes, 27 de marzo de 2009

El Señor está cerca de los atribulados

Sab. 2, 1.12-22
Sal. 33
Jn. 7, 1-2.10.25-30


‘El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos… aunque el justo sufra muchos males, de todos los libra el Señor, no será castigado quien se acoge a El…’ hemos rezado en el salmo responsorial.
¿Por qué me sucede a mi todo esto si yo no he hecho nada malo? Una queja, una súplica, un dolor en el corazón. ¡Cuántas veces hemos pensado de manera semejante! Nos cuesta vernos envueltos en problemas, dificultades, incomprensiones, sufrimiento, enfermedad…
Nunca podemos creernos totalmente justos, porque todos somos débiles y pecadores. Pero pienso que tampoco tenemos que mirar como un castigo de Dios aquellas cosas adversas que nos suceden. Os digo que el Dios en quien creo no lo veo con su varita castigadora buscando a ver donde tropecé, cometí un error o hice algo malo para sancionarme.
Lo que muchas veces nos sucede como adverso o doloroso puede ser una prueba que aquilate y purifique nuestra fe. El dolor nos purifica, nos hace aprender a poner toda nuestra confianza en Dios, además de que puede ser una ofrenda que presentemos a Dios.
Leía anoche en Zenit una entrevista hecha a Clara Rojas, - abogada colombiana, de 45 años, secuestrada junto con Ingrid Betancourt el 23 de febrero de 2002 y liberada el 10 de enero del año pasado - donde expresaba cómo su fe en Dios le sirvió para afrontar la situación dolorosa por la que pasaba y todo ese sufrimiento fue para ella una prueba que le ayudó a sentirse más fortalecida en su fe.
Decía: “En el secuestro, cuando uno está solo, solamente le queda tocar las puertas de Dios. Me acordé de las bases católicas que tuve y a las que pude echar mano. El secuestro me permitió fortalecer mi fe en Dios y la puso a prueba a todos los niveles. Tuve muchas oportunidades de reflexionar, muchos momentos de paz y de tranquilidad, y eso me permitió orar, pedirle a mi Dios. Y creo que las oraciones tuvieron eco y llegaron a algún lado y finalmente gracias a esto se pudo hacer el milagro de encontrar la libertad y de encontrarme con mi hijo…
Cuando uno no tiene nada ni nadie que le pueda dar un apoyo, y cuando uno tiene una educación cristiana como la tuve yo, lo uno que tiene que hacer es echar mano de Dios Todopoderoso y aferrarse a esto para poder buscar una luz porque son momentos en los que uno ve total oscuridad, no sabe si lo van a liberar, no sabe si lo van a matar, y además se está solo. De alguien tiene uno que agarrarse para poder sobrevivir”.

Quienes nos miran, y más si nosotros nos presentamos como creyentes, estarán esperando a ver hasta donde llega nuestra fortaleza y si de verdad nuestra fe es firme en el Señor. Como escuchamos en la lectura del libro de la Sabiduría ‘Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es justo, hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará de sus enemigos…’
Fue lo que dijeron los judíos de Jesús cuando estaba siendo crucificado. ‘¡Que venga su Padre, y lo baje de la cruz!’
Pero no temamos porque lo que puede ser un aparente fracaso - ¿no pareció fracaso la muerte de Jesús en la Cruz? – será al final una victoria. Jesús con su muerte venció nuestra muerte, y le contemplamos, no muerto, sino resucitado, vencedor sobre la muerte.
También sucede que el testimonio del bien y de la bondad molestan al impío, al que hace el mal. El que obra rectamente, el que se presenta con altura moral siempre va a ser rechazado porque su testimonio resulta incómodo para el que no obra rectamente. ‘Acechemos al justo, que nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada, declara que conoce a Dios y se da el nombre de Hijo del Señor…’
Creo que esto que estamos reflexionando a partir de la Palabra de Dios hoy proclamada en el libro de la Sabiduría nos ilumine en las diversas situaciones que vivimos en medio del mundo. ‘Bandera discutida’, dijo Simeón de Jesús cuando la presentación en el templo.
Bandera discutida el creyente, el cristiano, la iglesia en medio del mundo de hoy. Lo vemos cada día en los medios de comunicación. No temamos. Es señal de que caminamos con la verdad. Con Cristo sabemos que el triunfo está de nuestra parte.

jueves, 26 de marzo de 2009

Los testimonios a favor de Jesús

Ex. 32, 7-14

Sal. 105

Jn. 5, 31-37

Diatriba y oposición de los judíos contra Jesús. Será como el tema de fondo del evangelio en los días que nos restan de Cuaresma. Escucharemos principalmente el evangelio de san Juan. Nos acercamos a la pasión y muerte de Jesús que será en lo que desemboque toda esta oposición y diatribas. Nos valdrá para ir conociendo cada vez con mayor profundidad la figura de Jesús y el sentido de su pasión y muerte que se avecinan en nuestras celebraciones.

Les cuesta aceptar a Jesús, comprender que es el Mesías Salvador, el enviado del Padre. Hoy se nos habla en el evangelio de diversos testimonios que avalan la obra de Jesús.

Les habla en primer lugar del testimonio de Juan, el Bautista, el que vino a preparar los caminos del Señor; aquel que le señala como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo – recordemos los primeros discípulos de Jesús, Juan y Andrés, que escucharon esa indicación del Bautista y se fueron tras Jesús -; aquel que fue testigo en la orilla del Jordán de la manifestación de la gloria de Dios sobre Jesús a la hora de su bautismo.

Además los judíos de Jerusalén habían enviado mensajeros a Juan para saber si él era el Mesías, por que bautizaba si no era el Mesías ni un profeta, y Juan les había hablado claramente del que estaba en medio de ellos y no lo conocían. ‘Enviásteis mensajeros a Juan y él ha dado testimonio a la verdad’, les dice ahora Jesús.

Pero Jesús les ofrece un testimonio mayor. ‘Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mi: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, El mismo ha dado testimonio de mí’, les dice Jesús.

Recordamos que Nicodemo cuando fue a ver a Jesús reconoce que es un hombre que viene de Dios, porque si no viniera de Dios y Dios no estuviera con El, no podría realizar las obras que hace.

Y finalmente Jesús les habla de lo anunciado en las Escrituras, que tiene pleno cumplimiento en Jesús. ‘Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna: pues ellas dan testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida!... si creyerais a Moisés, me creeríais a mí porque de mí escribió él…’

Decir Moisés en esa referencia a las Escrituras es estar haciendo referencia a la Ley y a los profetas. La Torá, la ley es atribuida a Moisés. Recordamos cómo en el Tabor aparecieron Moisés y Elías en el momento de la transfiguración de Jesús, para significar la Ley y los Profetas que habían hablado de Jesús, del Mesías que iba a venir como Salvador.

Nosotros queremos conocer a Jesús, reafirmar nuestra fe en Jesús, fortalecer y profundizar en nuestra fe en Jesús. Es lo que hemos ido queriendo hacer de manera especial en este tiempo de Cuaresma, porque en verdad queremos llenarnos de la vida eterna. Queremos ir sin titubeos hasta Jesús para tener vida. Ahondemos, pues, en las Escrituras. La Biblia tiene que ser nuestro vademécum cada día.

Si un cristiano que quiere en verdad seguir a Jesús ha de alimentarse diariamente de la Palabra del Señor, escuchándola en su corazón, meditándola y haciéndola oración, con mayor intensidad tenemos que hacerlo en este tiempo de gracia y de salvación que tiene que significar para nosotros la Cuaresma. Como hemos dicho en otra ocasión es nuestra sabiduría y nuestra inteligencia.

miércoles, 25 de marzo de 2009

El ‘si’ de Dios al hombre en la Encarnación

Is. 7, 10-14
Sal. 39
Hebreos 10, 5-10
Lc. 1, 26-38





Me atrevo a llamar, y no por querer ser original, la fiesta que celebramos en este día la fiesta del ‘si’.
Primero y lo más importante es el ‘si’ de Dios al hombre, al que ama y al que ofrece su salvación. ‘Si’ del amor de Dios que se nos revela y manifiesta en Jesús y que es correspondido por el ‘si’ de la humanidad, cuyo primer ejemplo tenemos en María, la que se llamó a sí misma la humilde esclava del Señor.
Vayamos por partes para ordenar mejor nuestra reflexión. El ‘si’ más importante y más grandioso es el de Dios. Dios sigue amando al hombre a pesar de nuestra infidelidad y pecado. Dios quiere seguir contando con el hombre y le ofrece la salvación, un Salvador. De tal manera es este ‘si’ de Dios que nos envía a su Hijo para que se encarne y se haga hombre para así llenarnos de su salvación, con ese amor total de Dios con nosotros.
‘Pide una señal al Señor tu Dios en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo’, le dijo a Acaz. ‘No, no la pido, respondió Acaz, no quiero tentar al Señor’. Pero el profeta de parte de Dios le anuncia que la señal se dará y será una señal salvadora. ‘Escucha, casa de David… pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal. Mirad la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel (que significa Dios con nosotros)’. Es el ‘si’ de Dios que quiere acercarse al hombre y nos está anunciando al Salvador.
Y ahí contemplamos el ‘si’ de Jesús: el ‘si’ de Jesús, Dios verdadero; el ‘si’ de Jesús verdadero hombre. ‘Cuando Cristo entró en el mundo dijo: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas; pero me has preparado un cuerpo… entonces yo dije… Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad… y conforme a su voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre’.
Al ‘si’ de Dios se corresponde el ‘si’ del hombre. El primer 'si' enlo humano fue el de María y que es como modelo y ejemplo de todo nuestro ‘si’. Lo hemos escuchado en el evangelio. ‘Fiat… hágase en mí según tu palabra…’
‘Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió su mensaje a la tierra y la Virgen creyó el anuncio del ángel: que Cristo encarnado en su seno por obra del Espíritu Santo iba a hacerse hombre por salvar a los hombres’.
Así diremos en el prefacio.
Es el misterio de la Encarnación de Dios que hoy celebramos. Hemos escuchado el anuncio del ángel a María en el Evangelio y en ese momento del ‘si’ de María Dios se encarnó en sus entrañas. ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra: por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios’. Admirable misterio el que hoy celebramos.
Un misterio de amor de Dios, que reconocemos, que adoramos. Un misterio de amor de Dios que nos impulsa a la alabanza y a la acción de gracias. Un misterio de amor de Dios que nos está invitando a dar también nuestro ‘si’.
Como María nos postramos ante la voluntad de Dios. Como María abrimos nuestro corazón a Dios para dejar que su amor actúe en nosotros, nos llene y nos inunde. Como María plantamos la Palabra de Dios en nuestra vida y nuestro corazón.
‘Concédenos en tu bondad que cuantos confesamos a nuestro Redentor como Dios y como hombre verdadero, lleguemos a hacernos semejantes a El en su naturaleza divina’. Así rezamos y pedimos en la oración litúrgica de esta fiesta.
El ‘si’ que damos como respuesta al plan de Dios sobre nuestra vida nos eleva y engrandece, nos hace semejantes a Dios, porque nos hace partícipes de su vida divina. Por ese ‘si’ de nuestra respuesta en el Hijo nos hacemos hijos. Con ese ‘si’ de nuestra respuesta emprendemos un camino de gracia y santidad al que estamos llamados.
Que María nos alcanza esa gracia de aprender a decir ‘si’, a no reservarnos más para nosotros sino estar siempre disponibles para Dios como lo estuvo María.

martes, 24 de marzo de 2009

¿Quieres quedar sano?

Ez. 47, 1-9.12

Sal. 45

Jn. 5, 1-3.5-16

‘¿Quieres quedar sano?’ Es la pregunta que Jesús hace al paralítico de la piscina probática. ¿Será también una pregunta que nos quiere hacer a nosotros? Puede ser muy significativo.

Ya el evangelista nos explica la situación. ‘Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda…’ Los enfermos se apiñan allí esperando el movimiento del agua para introducirse en la piscina y curarse. No todos lo consiguen. Aquel hombre llevaba allí treinta y ocho años postrado en su camilla.

Esta piscina cuyas aguas dan salud está haciendo una referencia clara a lo anunciado proféticamente por Ezequiel, y que hemos escuchado en la primera lectura. Los ríos de agua que ‘manaban por debajo del umbral de la puerta del templo y que corrían hasta oriente hasta el mar de las agua pútridas’, salobres. Una agua viva que por donde pasa va llenando de vida y salud, los árboles vuelven a florecer, los ríos y los mares se llenan de seres vivientes, todo se va haciendo nuevo, renovado al paso del agua que manaba del templo.

Es una imagen que se repite en el Antiguo Testamento y que también en el nuevo tiene se aparición y su significado. Una imagen tipo del agua viva nueva que se nos dará en el Nuevo Testamento también para significar esa vida nueva que en Cristo vamos a encontrar. En el Antiguo Testamento es tipo y figura de lo que en el nuevo se realizará en plenitud con la presencia de Cristo.

Es lo que Jesús dice junto al pozo de Jacob a la samaritana que allí iba a buscar agua y también Cristo le pide de beber, aunque sea El quien prometa una agua viva que calmará para siempre la sed y nos dará vida. ‘Si conocieras el don de Dios le pedirías tú agua viva…’

Será lo que Jesús grite un día también en el templo: ‘El que tenga sed que venga a mí y beba, y haré surgir dentro de él un surtidor de agua viva que le dará vida eterna’.

Ahora Jesús está junto a aquel hombre que se queja que no puede llegar hasta el agua que sana en el momento oportuno. ‘Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado’.

Pero ya no necesitará introducirse en el agua de aquella piscina porque allí está el que es el agua viva. No necesitará del signo porque allí está Jesús mismo. Nosotros seguimos necesitando y utilizando el signo en las aguas bautismales y también nos llenamos de vida. Ahora junto a la piscina está Jesús mismo, el que es prefigurado en esta agua que se mueve y que sana. Allí está Cristo con su salvación, con su vida.

‘Levántate, toma la camilla y echa a andar’. Y así lo hizo aquel hombre. Y emprendió el camino nuevo al que Jesús le había conducido, aunque aún le faltara conocer muchas cosas de Jesús. Lo había visto, lo había curado, pero no lo conocía. ‘Mira, has quedado sano, no peques más, no te suceda algo peor…’

‘¿Quieres quedar sano?’, nos dice a nosotros también Jesús. También Cristo nos manda levantarnos de nuestra postración; nos da vida nueva para que nos levantemos, librándonos de tantas ataduras, esclavitudes, pecados.

Bebamos esa agua viva que es Cristo. Llenémonos de su gracia. Comencemos a andar de una vez por todas por esa vida nueva que Jesús nos da liberados de nuestro pecado. Y miremos quien puede haber a nuestro lado que necesite quien le ayude a levantarse. Es algo bueno que podemos hacer cuando Cristo nos ha liberado y puesto en camino de vida nueva.

lunes, 23 de marzo de 2009

Con Jesús siempre nos llega la vida

Isaías, 65, 17-21
Sal. 29
Jn. 4, 43-54

Con Jesús siempre nos llega la vida, nos arranca de la muerte. Con esta frase quiero resumir el mensaje que nos ofrece hoy la Palabra de Dios, en especial el evangelio.
‘Señor, baja antes de que se muera mi niño’, suplicaba una y otra vez aquel hombre a Jesús. Había vuelto Jesús desde Judea atravesando Samaria hasta Galilea. ‘Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún… y le pedía a Jesús que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose…’ Jesús andaba por Caná ‘donde había convertido el agua en vino’ en el primer signo que Jesús realizó en Galilea.
Como no veáis signos y prodigios, no creéis’, le dice Jesús. El hombre pedía la curación de su hijo. ¿Cuál fue el gran prodigio que allí se realizará? Es cierto que el niño del funcionario se restablecerá, pero tenemos que reconocer que el gran prodigio fue la fe que se despertó en aquella gente, comenzando por aquel funcionario real que pedía la salud de su hijo.
Fe en que Jesús podía curar a su hijo tenía aquel hombre cuando acude a Jesús. Es la necesidad, la amargura de su corazón al ver morir a su hijo lo que le hace acudir a Jesús. Pero esa fue se transformó en algo más hondo. ‘Jesús le dice: Anda, tu hijo está curado. Y el hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino’. Finalmente cuando todo está comprobado con los criados que vienen a trasmitirle la buena noticia ‘creyó él y toda su familia’. Una lección para nuestra vida.
¿Qué buscamos nosotros cuando vamos hasta Jesús? Algunas veces vamos muy preocupados por nuestros afanes humanos, por nuestros dolores o nuestros achaques, por los problemas que podamos tener. Queremos el milagro de la salud o la solución de nuestros problemas. Pero ¿es sólo eso lo que viene a ofrecernos Jesús?
Jesús viene a traernos vida, pero es necesario que creamos en El y nos pongamos en camino, aunque nuestros problemas no se soluciones, los dolores no desaparezcan o no nos recuperemos en nuestra salud como pedimos y deseamos. Creer y ponernos en camino. Creer en la Palabra de Jesús con todo lo que pueda ofrecernos, decirnos o pedirnos esa Palabra y ponernos en camino. Porque la Palabra nos levanta, no nos deja quietos o impasibles. La Palabra nos pone en caminos a una vida nueva y distinta. La Palabra pone inquietud en nuestro corazón y deseo de cosas mejores.
Pero ¿seremos capaces de darnos cuenta de la fe que Jesús suscita en nuestro corazón? ¿Seremos capaces de darnos cuenta de la vida que Jesús nos ofrece? ¿No necesitaríamos ponernos en camino descubriendo o reconociendo esa presencia de Jesús a nuestro lado?
No siempre reconocemos o apreciamos su presencia. Muchas veces nos falta fe o nos llenamos de dudas. Aunque escuchamos la Palabra o la invitación de Jesús no terminamos de oírla en el corazón, creerla de verdad que se va a realizar en nuestra vida y no nos decidimos a dar el paso hacia delante que nos pide el Señor.
Que nos arranque el Señor de esas brumas de duda, de desconfianza, de incredulidad, de frialdad que muchas veces no nos dejan terminar de ver la presencia del Señor. Y el Señor está ahí y quiere darnos vida. Levantarnos de nuestra postración. Darnos su vida y salvación.
Señor, aumenta mi fe. Quiero creer. Lléname de tu vida.

domingo, 22 de marzo de 2009

La ternura y el amor de Dios gracia salvadora en nuestra vida




2Cron. 36. 14-16.19-23;
Sal. 136.
Ef. 2, 4-10;
Jn. 3, 14-21


Nicodemo había ido de noche a conocer a Jesús. Lo que hemos escuchado hoy en el evangelio es parte de aquella larga conversación en la que se viene a concluir lo que es el amor que Dios nos tiene. ¿Qué descripción se nos hace de ese amor divino? Enlos distintos textos de la Palabra de Dios de la liturgia de este domingo se nos responde.
Es un amor hasta la entrega y la muerte. El amor más grande. El Hijo del hombre, Jesús, ha de ser levantado en alto, clara referencia a la crucifixión de Jesús, como la serpiente en el desierto para que todo el que cree en El se salva. ‘Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en El tenga vida eterna’, proclama Jesús anunciando su entrega y su muerte, su amor hasta el límite de entregar la vida.
Es un derroche de amor gratuito lo que Dios nos ofrece. No son nuestros merecimientos, pues por medio está nuestra infidelidad y pecado. Sin embargo ahí está el amor de Dios que nos perdona y nos llena de vida. Es gracia, es un don gratuito, es un regalo que en su amor Dios nos hace. De eso nos ha hablado san Pablo. ‘Por pura gracia estáis salvados…estáis salvados por su gracia y mediante la fe…’ No por nosotros, entonces, sino como regalo de Dios. No terminamos de considerarlo lo suficiente y mostrar nuestra respuesta agradecida.
Amor y misericordia de Dios tan grande que nos da a su propio Hijo, para que ‘muertos por el pecado… nos hace vivir en Cristo… nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con El’, como nos dice el apóstol. Tanto nos amó ‘tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en El’.
¿Qué nos pide a nosotros? Que creamos en El y así no perezcamos, como hemos escuchado, aunque muchos sean nuestros pecados. ‘El que cree en El no será juzgado… el que no cree en El ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre de su Hijo único’. La respuesta de nuestra fe. Una fe sincera. Una fe agradecida. Una fe transformadora de nuestra vida por la gracia que recibimos del Señor.
Que aceptemos la luz y nos dejemos iluminar por El. No rehuyamos la luz como aquellos cuyas obras son perversas, que nos dice el evangelio. ‘La luz vino al mundo, pero los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas… el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras’.
Busquemos la luz que es buscar a Cristo, que es despertar nuestra fe adormecida, que es buscar su gracia, que es caminar por el camino de los obras buenas. ‘El que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’.
Cuando estamos haciendo este camino de cuaresma estamos siendo llamados continuamente a la conversión. Es la invitación que hemos escuchado desde el primer día y que casi día a día se nos ha ido repitiendo. Llamada a la conversión porque a pesar de que Cristo ha muerte por nosotros para que tengamos vida, para redimirnos y perdonarnos, sin embargo nosotros muchas veces hemos preferido la tiniebla a la luz, el pecado a la gracia.
Queremos hacer un camino de purificación interior y de renovación de nuestra vida. Es que, como el pueblo de Israel en la situación de la que nos habla la primera lectura, nos dejamos arrastrar por el mal, no escuchamos debidamente los mensajeros que Dios nos envía, multiplicamos nuestras infidelidades y pecados. Dejamos debilitar nuestra fe y nuestro amor. caemos en una frialdad e indiferencia espiritual. Dejamos apagar muchas veces la llama de nuestro amor. Como Nicodemo andamos a oscuras y de noche, llenos de tentaciones y de dudas. Pueden sobre nosotros mucho las influencias del mundo que nos rodea. Pero que como Nicodemo vayamos a buscar la luz, vayamos al encuentro de Jesús que nos ofrece su salvación.
¡Qué importante que nos vayamos enfrentando cara a cara con la Palabra de Dios cada domingo cuando nos reunimos para la asamblea eucarística y si tenemos ocasión también cada día de la semana! En el proyecto que la Iglesia nos ofrece en este camino de la cuaresma o en ese proyecto de renovación espiritual que nos trazamos desde el principio de este tiempo cuaresmal la Palabra de Dios escuchada en la sinceridad de nuestro corazón ha de ocupar un lugar importante, junto a la intensificación de la oración y del ofrecimiento de nuestros sacrificios o penitencias.
Una Palabra que nos está recordando, como lo hace hoy, esta iniciativa de amor que cada día el Señor tiene para nosotros, para llamarnos e invitarnos a su amor y a su gracia. Siempre la iniciativa parte de Dios, de nosotros depende nuestra respuesta.
Que no nos hagamos oídos sordos. Que abramos los oídos y los ojos del corazón y nos dejemos mover por esa ternura de amor que Dios nos tiene. Según la respuesta que vayamos dando, en todo este proceso de conversión que tiene que ser este tiempo de gracia, llegaremos a vivir intensamente su Pascua; podremos cantar con verdadera alegría el aleluya de la resurrección.
Recordemos lo que le pedíamos al Señor hoy en la oración litúrgica. ‘Que el pueblo cristiano se apresure con fe viva y con entrega generosa a celebrar las próximas fiestas pascuales’.