Ez. 47, 1-9.12
Sal. 45
Jn. 5, 1-3.5-16
‘¿Quieres quedar sano?’ Es la pregunta que Jesús hace al paralítico de la piscina probática. ¿Será también una pregunta que nos quiere hacer a nosotros? Puede ser muy significativo.
Ya el evangelista nos explica la situación. ‘Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda…’ Los enfermos se apiñan allí esperando el movimiento del agua para introducirse en la piscina y curarse. No todos lo consiguen. Aquel hombre llevaba allí treinta y ocho años postrado en su camilla.
Esta piscina cuyas aguas dan salud está haciendo una referencia clara a lo anunciado proféticamente por Ezequiel, y que hemos escuchado en la primera lectura. Los ríos de agua que ‘manaban por debajo del umbral de la puerta del templo y que corrían hasta oriente hasta el mar de las agua pútridas’, salobres. Una agua viva que por donde pasa va llenando de vida y salud, los árboles vuelven a florecer, los ríos y los mares se llenan de seres vivientes, todo se va haciendo nuevo, renovado al paso del agua que manaba del templo.
Es una imagen que se repite en el Antiguo Testamento y que también en el nuevo tiene se aparición y su significado. Una imagen tipo del agua viva nueva que se nos dará en el Nuevo Testamento también para significar esa vida nueva que en Cristo vamos a encontrar. En el Antiguo Testamento es tipo y figura de lo que en el nuevo se realizará en plenitud con la presencia de Cristo.
Es lo que Jesús dice junto al pozo de Jacob a la samaritana que allí iba a buscar agua y también Cristo le pide de beber, aunque sea El quien prometa una agua viva que calmará para siempre la sed y nos dará vida. ‘Si conocieras el don de Dios le pedirías tú agua viva…’
Será lo que Jesús grite un día también en el templo: ‘El que tenga sed que venga a mí y beba, y haré surgir dentro de él un surtidor de agua viva que le dará vida eterna’.
Ahora Jesús está junto a aquel hombre que se queja que no puede llegar hasta el agua que sana en el momento oportuno. ‘Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado’.
Pero ya no necesitará introducirse en el agua de aquella piscina porque allí está el que es el agua viva. No necesitará del signo porque allí está Jesús mismo. Nosotros seguimos necesitando y utilizando el signo en las aguas bautismales y también nos llenamos de vida. Ahora junto a la piscina está Jesús mismo, el que es prefigurado en esta agua que se mueve y que sana. Allí está Cristo con su salvación, con su vida.
‘Levántate, toma la camilla y echa a andar’. Y así lo hizo aquel hombre. Y emprendió el camino nuevo al que Jesús le había conducido, aunque aún le faltara conocer muchas cosas de Jesús. Lo había visto, lo había curado, pero no lo conocía. ‘Mira, has quedado sano, no peques más, no te suceda algo peor…’
‘¿Quieres quedar sano?’, nos dice a nosotros también Jesús. También Cristo nos manda levantarnos de nuestra postración; nos da vida nueva para que nos levantemos, librándonos de tantas ataduras, esclavitudes, pecados.
Bebamos esa agua viva que es Cristo. Llenémonos de su gracia. Comencemos a andar de una vez por todas por esa vida nueva que Jesús nos da liberados de nuestro pecado. Y miremos quien puede haber a nuestro lado que necesite quien le ayude a levantarse. Es algo bueno que podemos hacer cuando Cristo nos ha liberado y puesto en camino de vida nueva.
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