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sábado, 23 de diciembre de 2017

El nacimiento de Juan es también un signo para nosotros para que no nos distraigamos con cosas superfluas y abramos las puertas a Dios que viene a visitar a su pueblo en esta Navidad

El nacimiento de Juan es también un signo para nosotros para que no nos distraigamos con cosas superfluas y abramos las puertas a Dios que viene a visitar a su pueblo en esta Navidad

Malaquías 3,1-4.23-24; Sal 24; Lucas 1, 57-66

‘¿Qué va a ser de este niño?’ se preguntan las gentes de la Montaña ante el nacimiento de Juan y todo lo sucedido en su entorno. Sus padres eran mayores y de todos era conocida la esterilidad de Isabel, que ahora aparece embarazada. Algo había sucedido en el templo, porque desde el regreso de Zacarías después de cumplir su turno no había podido articular palabra. Ahora en el momento de la circuncisión y de la imposición del nombre quieren que se llame como Zacarías, su padre, pero la madre insiste en que se ha de llamar Juan y es el nombre que el padre escribe en una tablilla cuando le preguntan. Pero lo más sorprendente es que de nuevo ha recobrado el habla y prorrumpe en un cántico de alabanza y bendición a Dios que ellos no terminan de entender. ‘¿Qué va a ser de este niño?’, se preguntaban porque era palpable que ‘la mano de Dios estaba sobre él’.
‘La mano de Dios estaba sobre él’. El ángel le había anunciado a Zacarías el nacimiento de un hijo que iba a ser un signo muy importante para la llegada del Mesías. Ahora Zacarías le llamará ‘profeta del Altísimo, porque irá delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados’. Era lo anunciado por el profeta. Vendría alguien con el espíritu y el poder de Elías para preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.
Dios visitaba a su pueblo. La misericordia de Dios se derramaba sobre su pueblo y sobre todos los hombres porque llegaban días de salvación. Era el cumplimiento de la Alianza que ahora se iba a establecer de una manera más definitiva y eterna. Y Juan había de preparar esos caminos. Será la voz que gritará en el desierto invitando a la conversión para hacerse digno de la salvación, aunque él diría que no se consideraba digno ni de desatarle la correa de la sandalia del que iba a venir. Todo aquello que ahora está sucediendo en torno al nacimiento de aquel niño era ya un signo de la salvación que llegaba.
Y nosotros, ahora, en las vísperas ya de la celebración de la Navidad recordamos y contemplamos el nacimiento de Juan que ha de ser signo también para nosotros de la salvación que llega. Como Juan, ya desde su nacimiento, fue voz que anunciaba al Mesías y Salvador para cumplimiento de las promesas, ‘todo lo predicho desde antiguo por la boca de los santos profetas’ ahora nosotros hemos de estar atentos a las señales de la llegada del Salvador a nuestra vida.
Atentos porque quizá hemos rodeado a nuestra navidad de muchas cosas superfluas y que nos distraen y pase la Navidad, entre muchas alegrías, muchas fiestas y muchos jolgorios, y no seamos capaces de darnos cuenta de cómo Dios quiere ahora también visitar a su pueblo. Celebrar la Navidad de verdad tendría que hacernos conscientes de esa visita de Dios a nuestra vida con su salvación. Claro que hemos de ser conscientes de que necesitamos de esa salvación, pues nos pudiera suceder que creyéramos que no la necesitamos.
Abramos las puertas para recibir al Señor que viene. Como escucharemos en Belén algunas puertas se cerraron y no había sitio para ellos, como nos dice el evangelio. No dejemos pasar de largo esta oportunidad de salvación y vida nueva. Cuidemos de celebrar Navidad de verdad con Jesús. Que haya sitio en nuestro corazón, en nuestro hogar, en nuestro mundo. Nuestra manera de celebrar la Navidad ha de convertirnos en signos y profetas en medio del mundo hoy.

viernes, 22 de diciembre de 2017

Hoy nosotros queremos hacer nuestro el cántico de María porque sentimos que Dios llega a nosotros y cómo se derrama la misericordia de Dios sobre nuestro mundo

Hoy nosotros queremos hacer nuestro el cántico de María porque sentimos que Dios llega a nosotros y cómo se derrama la misericordia de Dios sobre nuestro mundo

1 Samuel 1,24-28; Sal: 1S 2,1.45.6-7.8; Lucas 1,46-56
Es de ser de bien nacidos ser agradecidos. Algo así se suele decir. Cuando recibimos algo de alguien es normal que digamos gracias; cuando nos damos cuenta que no merecemos tales regalos o beneficios, nuestro corazón se llena de agradecimiento y no siempre encontramos las palabras adecuadas para manifestarlo. De cuántas cosas en la vida tenemos que dar gracias; cuánto recibimos de los demás aunque casi no nos demos cuenta; no sabemos ser en ocasiones lo suficientemente agradecidos por lo que recibimos. Se manifiesta así la nobleza de nuestro espíritu.
¿Cómo no iba a cantar María un cántico de acción de gracias al Poderoso que había hecho maravillas en ella, la que se consideraba la más pequeña y la más humildes de las siervas del Señor? El Señor había hecho en ella cosas grandes, por eso siente que su espíritu se hace grande para cantar con toda la fuerza de su amor al Señor. Pequeña y humilde sabe reconocer los dones del Señor y su corazón se llena de alegría, una alegría que nada ni nadie le podrá arrebatar porque quien se siente mirado por el amor del Señor no podrá hacer otra cosa que cantar para alabar a Dios, pero cantar para contagiar de su alegría a cuantos la rodean.
Así se había contagiado Isabel con su presencia y todo eran alabanzas, pero ahora es María la que prorrumpe en el más hermoso cántico que reconoce la misericordia del Señor. Ha llegado la hora del cumplimiento de las promesas y la descendencia de Abrahán y la humanidad toda se podrá sentir envuelta para siempre de la misericordia del Señor. ‘Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación’, y sentiremos para siempre el auxilio del Señor que tantas veces habíamos invocado.
Ha llegado la hora y un mundo nuevo va a comenzar. Todo se va a transformar con la presencia de Señor que hará dichosos con su misericordia a todos los hombres a pesar de sus sufrimientos y de su pobreza. Todo ha de cambiar, llega el Reino de Dios. Unos valores nuevos han de imponerse por la fuerza del espíritu y del amor para hacer que los hombres sean distintos. No prevalecerán los poderosos ni los que se crean afortunados en sus riquezas porque el amor nos hará entrar en una orbita nueva de paz, de justicia, de amor; la solidaridad y el compartir van a ser norma y estilo del nuevo vivir, la soberbia desaparecerá y los que son pequeños y viven con humildad serán los que van a ser exaltados. Un estilo nuevo de servicio y de generosidad habrá de imponerse en las relaciones entre todos. Así se manifiesta la misericordia del Señor siendo la misericordia y la compasión un nuevo estilo de sentir y de vivir.
María canta agradecida al Señor porque le ha permitido entrar a forma parte de ese camino nuevo cuando ha abierto su corazón a Dios para que Dios en su seno se encarnara y pudiera ser ya para siempre Emmanuel, Dios con nosotros, Dios en medio de nosotros, Dios haciendo nuestro mismo camino pero enseñándonos a seguir sus pasos.
Hoy nosotros, en estas vísperas de la Navidad queremos hacer nuestro ese cántico de María. Sentimos que Dios llega a nosotros y con nosotros también quiere contar. Sentimos cómo se derrama la misericordia de Dios sobre nosotros para quienes nos trae el perdón, y en los que quiere derramar todo su amor. Tenemos que cantar también agradecidos a Dios si en esta navidad ciertamente sentimos que todo ha de cambiar, que un mundo nuevo se tiene que vislumbrar. Haremos que sea verdadera Navidad porque sintamos ciertamente ese amor y esa misericordia que nos inunda y quiere a través nuestro inundar nuestro mundo.
Dispongámonos a celebrar de una manera auténtica nuestra navidad y no nos quedemos en superficialidades ni en luces parpadeantes de un día. Que la luz que Jesús nos trae en Belén sea una luz que ilumine nuestro mundo para siempre. 

jueves, 21 de diciembre de 2017

Que la fe de María nos ayude a vivir el amor de una autentica navidad yendo de verdad al encuentro de los demás

Que la fe de María nos ayude a vivir el amor de una autentica navidad yendo de verdad al encuentro de los demás

Cantar de los Cantares 2,8-14; Sal 32; Lucas 1,39-45

‘Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá’. Fue la alabanza de Isabel a María. Había venido desde la lejana Galilea al enterarse que su prima esperaba un hijo. Todo fueron parabienes y alegría a la llegada a la casa de Zacarías e Isabel en la Montaña. La sorpresa de un visita inesperada, la llegada de una ayuda en momentos importantes en la vida de aquella familia de ancianos en una cercana maternidad, pero era algo más grande lo que sentía en su corazón Isabel. Quien llegaba a ella no era solamente la prima que venia de la lejana Galilea sino que allí ella estaba reconociendo a la madre de Dios.
‘¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?’ En cuanto el saludo llegó a sus oídos con la presencia de María todo fueron saltos de alegría. Alegría de Isabel por la llegada de María, pero la alegría se sentía también en su seno donde la criatura daba saltos de alegría. Isabel se llenó del Espíritu Santo, por eso podía reconocer lo que también sucedía en María; era la madre de su Señor porque María portaba ya en su seno al Hijo del Altísimo.
E Isabel alaba la fe de María. ‘¡Dichosa!’, le dice. María había creído en el Misterio que se desarrollaba en ella. Dichosa se sentía Isabel por poder participar también de aquella misma fe y de aquella misma alegría, porque era la alegría para todo el mundo.
Es importante la fe en estos momentos. Tenemos que testimoniarla. Y no podemos perder de vista la fe en estas celebraciones que vivimos en estos días; no podemos perder de vista el misterio que celebramos. Muchos lo olvidan, tratan incluso de disimularlo, transforman estas fiestas que tienen su razón de ser en el nacimiento del Hijo de Dios en Belén en otra cosa. Algunos se refugian tras muchos artilugios que disimulen u oculten la navidad cuando en estos días se cruzan felicitaciones. Hoy mismo ha aparecido la noticia de quien felicita la navidad y en las imágenes del video que ha hecho público en lugar de aparecer el signo de la navidad, simplemente ha puesto una plantita. ¿Qué es lo que está ese personaje felicitando?
Nos decimos muchas cosas hermosas estos días, deseamos la paz y la felicidad y no sé cuantas cosas más. Es cierto que tenemos que desear la paz y que todos seamos felices, pero eso todos los días del año, no solo en estas fechas. Quizá haya mucha solidaridad estos días y repartimos abrazos, compartimos con los que no tienen, nos acordamos de los que no están, hacemos muchos encuentros familiares, pero a alguien le escuchaba preguntarse que quedará de todo eso después del seis de enero. ¿Al día siguiente ya no nos deseamos la paz, nos olvidamos de ser solidarios, no nos acordamos de los que no tienen donde cobijarse o qué comer, ya no necesitamos de ese calor familiar?
Todo eso, es cierto son valores muy importantes y son valores que nos enseña Jesús en el evangelio. Pero ¿qué lugar está ocupando Jesús de verdad en nuestra vida en estos días que celebramos navidad y en todos esos buenos deseos? No nos suceda que queramos hacer todas esas cosas sin Jesús.
Por eso decía que es importante que tengamos en cuenta nuestra fe en todo esto que celebramos estos días. No olvidemos que celebramos que Dios viene a nosotros, quiere ser nuestro Emmanuel, y en El es donde podremos encontrar todo el sentido y toda la fuerza que necesitamos para construir esa paz, para vivir una autentica solidaridad, para que los lazos familiares se anuden fuertemente y no se vuelvan a romper. Que sea en verdad Jesús el centro de toda nuestra vida, de todo lo que hacemos, y de nuestras celebraciones de Navidad para que haya una verdadera Navidad.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Aprendamos de María lo que es la prontitud y la generosidad del amor y de quien sabe ponerse siempre en las manos de Dios

Aprendamos de María lo que es la prontitud y la generosidad del amor y de quien sabe ponerse siempre en las manos de Dios

Isaías 7,10-14; Sal 23; Lucas 1,26-38

‘María se turbó ante las palabras del ángel y se preguntaba el sentido de aquel saludo’. No era para menos. Nos sucede también a nosotros. Un encuentro inesperado, unas palabras amables y laudatorias de alguien que no esperábamos y que no creemos merecer, alguien a quien no conocemos pero que sin nosotros esperarlo tiene un detalle con nosotros… cosas nos suceden así en ocasiones que nos dejan descolocados, sin saber qué hacer o qué decir, asoma quizá el rubor a nuestras mejillas, en nuestro interior nos sentimos como desazonados y con inquietud y preguntas sin responder.
María estaba en su hogar de Nazaret, en medio de sus quehaceres o un momento de paz y de reflexión cuando siente una presencia celestial junto a ella. A su corazón van llegando aquellas palabras de saludo que van mucho más allá de lo que era el saludo habitual. La llama la agraciada del Señor porque Dios está con ella. Solían expresarse en el saludo palabras de buenos deseos y sentimientos hacia la persona saludada que crecían en afecto según fuera la relación entre los que se encontraban. Pero aquí había afirmaciones grandes, ‘llena de gracia, el Señor está contigo’. Surge la turbación en el espíritu de María y claro ‘se preguntaba qué saludo era aquel’.
Aunque se siente turbada ante tal saludo y tales palabras la paz del corazón no la abandona. Ella siempre se ha puesto en las manos del Señor. No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante Dios’ le sigue diciendo el ángel. El Señor ha vuelto su rostro sobre ella para llenarla de bendiciones; algo más, el Señor se ha fijado en ella porque para ella tiene una misión. ‘Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin’
Le es difícil comprender todo el sentido de aquellas palabras o quizá siente que es algo más grande de lo que pudiera esperar o soñar. Como cuando nos confían una misión importante para la que no nos sentimos capaces. ¿Por qué yo? ¿por qué me han escogido a mí, si yo soy tan poca cosa? Soy incapaz de asumir esa responsabilidad. Sentimos quizá miedo por nuestras inseguridades o porque no nos sentimos capaces. Tratamos acaso de rehuir aquella responsabilidad y nos hacemos y hacemos muchas preguntas a quien nos quiere confiar ese encargo.
María se siente pequeña, ahora se pregunta como será eso porque ella quizá tiene otros planes. Cuesta muchas veces descubrir y aceptar lo que es la voluntad de Dios, lo que Dios quiere de nosotros, lo que nos pide. Por eso las preguntas de María, como las preguntas de cualquiera de nosotros. Pero en ella hay otra disponibilidad, hay otra generosidad en su corazón, se ha confiado plenamente a Dios y está dispuesta a aceptar lo que Dios le pida porque ella se siente así pequeña en las manos de Dios, es su esclava para lo que Dios quiera de ella. ‘Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra’.
‘Hágase’, decir sí, nos cuesta, nos lo pensamos antes de tomar una decisión cuando el futuro de nuestra vida depende de esa decisión, o se pueda implicar a otras personas, a los nuestros en la realización de esos nuevos compromisos, cuando quizá nuestra vida se puede complicar a partir de ese momento; queremos estar seguros, buscamos certezas y seguridades. Es normal. Pero ahí está la prontitud de María, la que se había puesto totalmente en las manos de Dios. Más tarde incluso le dirán que como consecuencia una espada va a atravesar su alma en un anuncio de calvario. Pero ella está en las manos de Dios, se siente a humilde esclava del Señor.
El sí de María fue decisivo y trascendental en la obra de nuestra salvación. Gracias tenemos que darle a Dios por esa generosidad de María que además nos sirve de ejemplo para tantas cosas de nuestra vida como lo son siempre las madres. Pero con la trayectoria de María en aquel momento de Nazaret hemos ido queriendo ponernos a su lado con cosas que a nosotros nos suceden. Es que tenemos que aprender de María, es que hemos de saber ponernos como ella en las manos de Dios, en que tenemos que aprender lo que es la prontitud y la generosidad del amor.

martes, 19 de diciembre de 2017

Abramos nuestro corazón a Dios, a su Palabra, a su revelación, a su presencia, a su amor porque a pesar de las turbulencias que nos hacen dudar se sigue haciendo presente en nosotros

Abramos nuestro corazón a Dios, a su Palabra, a su revelación, a su presencia, a su amor porque a pesar de las turbulencias que nos hacen dudar se sigue haciendo presente en nosotros

Jueces 13, 2-7. 24-25; Sal 70; Lucas 1, 5-25

‘Para Dios nada hay imposible’, le dirá el ángel a María cuando le anuncie a ella también lo que le está sucediendo a su prima Isabel. Los misterios de Dios, los caminos de Dios, las maravillas que Dios quiere hacer en nosotros. Necesitamos fe para descubrirlos, para decir sí, para aceptar el plan de Dios, para que así se realicen también en nosotros maravillas.
El evangelista nos da detalles. Zacarías e Isabel no tenían hijos; Isabel era estéril y ambos eran ya de edad avanzada. Para Dios nada es imposible. Y allí está el ángel que viene de parte del Señor. La oración de aquellos ancianos ha sido escuchada. Han encontrado gracia ante Dios. Y dentro del plan de salvación de Dios iban a ocupar un lugar, el hijo que nacería en la ancianidad de aquel matrimonio iba a tener un lugar importante.
Grande va a ser la alegría de aquellos ancianos, pero que será alegría para todo el pueblo. Mas tarde nos dirá el evangelista que cuando corrió la noticia por la Montaña primero del embarazo de Isabel y luego del nacimiento del niño todos se llenarán de inmensa alegría y darán gloria al Señor.
Pero allí está la fe de Zacarías a pesar de sus dudas. Todos tenemos dudas en la vida muchas veces; en ocasiones parece que se tambalea nuestra fe cuando los tiempos se nos ponen difíciles, cuando no vemos realizados nuestros sueños, cuando parece que no somos atendidos, cuando creemos que ni Dios nos escucha en nuestras peticiones. Pero como bien nos enseñará Jesús en el evangelio hemos de ser perseverantes en nuestra oración; perseverantes pero con confianza, con la confianza de los hijos que saben que Dios es su Padre que los ama. No nos faltará nunca el amor del Señor.
Zacarías tendrá que pasar por otra dolorosa prueba por no haber dado fe a las palabras del ángel. No podrá expresarse. Son cosas muy grandes las que les han sucedido. Nos quedamos mudos de admiración en muchas ocasiones y no sabemos como manifestar con palabras aquello maravilloso que nos ha sucedido.
Pero en nuestro corazón hemos de saber ser agradecidos, sentir lo que es la maravilla de lo que el Señor realiza en nuestra vida, de aquellas cosas de las que podemos ser partícipes también de lo bueno que realizan los demás y de lo que nos vemos beneficiados. Ojos de fe, ojos de creyente, ojos para saber admirar lo bueno, venga de donde venga, ojos atentos para ver lo bueno de los demás, ojos agradecidos por la riqueza que recibimos de los otros.
Nos hacemos esta reflexión en estos últimos pasos que estamos dando ya en nuestra preparación para la celebración del nacimiento del Señor. Queremos recibir a Dios en nuestra vida, que eso viene a significar la vivencia que hacemos de la navidad. No es solo un recuerdo, que también es y se vuelve acción de gracias. Queremos hacerlo con toda intensidad y por eso cantaremos la gloria del Señor.
Pero es saber descubrir cómo el Señor sigue llegando a nuestra vida. Necesitamos ojos de fe, aunque por las turbulencias de la vida algunas veces nos llenemos de duda. Dios sigue manifestándose, haciéndose presente en nuestro camino, viene a nuestro encuentro a través de tantas cosas. Abramos nuestro corazón a Dios, a su Palabra, a su revelación, a su presencia, a su amor. No lo olvidemos, ‘para Dios nada hay imposible’. Sepamos descubrir las maravillas del Señor.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Aprendamos a reaccionar con una actitud creyente ante las incertidumbres de la vida, ante las dudas que se nos presentan y que nos inquietan angustian


Aprendamos a reaccionar con una actitud creyente ante las incertidumbres de la vida, ante las dudas que se nos presentan y que nos inquietan angustian

Jeremías 23,5-8; Sal 71; Mateo 1,18-24
Un hombre justo pero un hombre de fe. Así tenemos que decir de san José, cuya figura se nos presenta hoy en el evangelio ya en la cercanía del nacimiento de Jesús. José dudaba, había cosas que no comprendía y se convertían como en un misterio en su corazón que al mismo tiempo por la duda se llenaba de dolor.
Nos sucede también a nosotros. En la vida en ocasiones se nos presentan hechos o acontecimientos que un poco nos descolocan en el camino que estamos siguiendo en la vida; cosas imprevisibles a las que nos cuesta dar respuesta. Nos angustiamos ante el futuro que se nos presenta, sufrimos en nuestro interior en nuestro desconcierto, nos vemos desorientados porque la duda nos llena de sospechas, nos duelen cosas que suceden a personas cercanas a nosotros en que también nos vemos implicados, no lo esperábamos.
Sentimos la tentación de tirar la toalla, como suele decirse, romper con todo para olvidar lo que nos sucede, sentimos desesperación en nuestra impotencia, nos hacemos preguntas en nuestro interior para las que no encontramos respuesta. Alguna vez en la vida pasamos por situaciones así o somos testigos de cómo eso le puede pasar a personas que están a nuestro lado. ¿Qué hacer?
Nos estamos mirando en esas situaciones por las que podemos pasar y lo hacemos partiendo de la duda por la que vemos en el evangelio que esta pasando José. Estaba desposado con María  ‘y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo’. Era lo que no comprendía José, y podemos imaginar todo el dolor humano que rompería su corazón, todo lo que veníamos reflexionando de lo que sucede en nuestro interior ante las dudas e incertidumbres que se nos presentan en la vida que igual sucedía en el corazón de José.
Pero ya nos dice el evangelista que José era un hombre justo. Una hermosa alabanza que nos habla de la madurez humana de aquel hombre. El evangelio es muy escueto para hablarnos de José, pero cada vez que lo hace es para hablarnos de los problemas que se le iban presentando, pero también de cómo iba afrontándolos. Era un hombre justo que no quería hacer daño, aunque sufriera mucho por dentro. Ya sabemos como suelen ser nuestras reacciones tantas veces.
Pero José era un hombre abierto a Dios, un verdadero creyente para saber escuchar en su corazón lo que Dios quería manifestarle y lo que le iba pidiendo. Era importante el lugar de José en la historia de la salvación. Importante fue el Sí de María en Nazaret ante el anuncio del ángel, pero estamos bien qué importante es este Sí de José ante todo lo que está sucediendo donde él sabe descubrir los designios de Dios.
El evangelio nos habla con el lenguaje de la Escritura y de su tiempo para decirnos como Dios se le manifiesta en sueños. Imaginemos nosotros como queramos la forma, pero él ha sentido la voz de Dios en su corazón. Un ángel, nos dice el evangelista, se le manifestó en sueño para explicarle el sentido de todo. Lo que sucede en María es obra de Dios, es obra del Espíritu divino. El debe aceptar aquel misterio divino que se está realizando ante sus ojos porque de allí nos viene la salvación. ‘La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados’.
Y nos recuerda el evangelista, lo recuerda José lo anunciado en la Escritura, ‘lo que había dicho el Señor por el Profeta: Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros’. Y José, el hombre justo y el hombre de fe, dice Sí.
¿No tendríamos nosotros también ante la incertidumbre de lo que se nos presenta en la vida, ante esas preguntas sin respuesta que sentimos tantas veces, ante esas dudas que se nos presentan y que nos inquietan y hasta angustian, tratar de responder desde una actitud creyente? ¿Somos en verdad esas personas de fe que intentan descifrar la voz de Dios en los acontecimientos que nos suceden?

domingo, 17 de diciembre de 2017

El mundo, la sociedad entera que está ahí a nuestro alrededor, está esperando una respuesta con sentido que dé razón de nuestra fe y de nuestra esperanza cuando celebramos navidad

El mundo, la sociedad entera que está ahí a nuestro alrededor, está esperando una respuesta con sentido que dé razón de nuestra fe y de nuestra esperanza cuando celebramos navidad

Is. 61, 1-2a. 10-11; Sa.: Lc 1, 46-54; 1s, 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28
Sea cual sea la situación en la que vivamos pero sobre todo cuando las cosas no nos son fáciles, hay momentos de tensión y preocupación por lo que nos está pasando, los problemas van produciendo en nosotros una crisis interior que nos desasosiega y nos hace sufrir porque quizá vemos que lo que nos está pasando puede estar afectando a los seres que amamos o a los que nos rodean, si tenemos alguna expectativa de que todo eso puede cambiar, que podremos encontrar momentos de luz frente a esas turbulencias que soportamos en la vida, esas mismas expectativas crean en nosotros esperanza y eso de alguna manera parece que nos hace renacer de nuestras cenizas y deseando que llegue ese momento parece que hay como una nueva alegría en el corazón.
Pero ¿vemos expectativas de un mundo mejor? ¿de verdad estamos esperando algo? Si no hay verdadera esperanza en nosotros de que eso puede cambiar podríamos tener muchas reacciones bastante negativas. Una fácil pudiera ser quizá dejarnos llevar por la corriente, por lo que sucede o por lo que vemos que otros hacen, pero realmente nuestras fuerzas para luchar y desear algo nuevo parece que se nos acaban.
¿Qué esperanzas hay en nuestra vida? porque si no esperamos nada caemos en ese dejarnos llevar, como decíamos, y trataremos quizá de disfrutar de las pocas mieles que estén a nuestro alcance o nos busquemos algo que nos valga como sustitutivo. Cuantos sustitutivos nos buscamos en la vida, el alcohol, la droga, las pasiones descontroladas en un bárbaro sensualismo, los brillos de las vanidades de la riqueza o del poder… y así podríamos pensar en tantas cosas.
Pero sigo preguntándome y no como una pregunta retórica que me haga por los demás, sino que me la hago por mí mismo. ¿Qué esperanzas tenemos, hay en nuestra vida? y me hago esta pregunta en el marco del tiempo en el que estamos, el Adviento, las vísperas de una navidad ya cercana. Cuando hablamos del Adviento la palabra que brota casi de forma espontánea por el mismo significado de la palabra es la esperanza. ¿Qué esperamos? ¿cuál es nuestra esperanza de cara a la Navidad, para la que decimos que nos preparamos y en lo que vemos que tanta gente de prepara de una forma o de otra? ¿Qué esperamos, pues, que sea la navidad para nosotros?
Es importante la pregunta porque eso va a expresar cuál es nuestra esperanza y cual será el verdadero sentido que le demos tanto ahora a este tiempo de Adviento como luego a la celebración de la Navidad
El pueblo de Israel vivía con una gran expectativa la llegada del Mesías. Sería el salvador que diera respuesta con su presencia a todos aquellos anhelos que llevaban desde siglos en su corazón. Era todo lo anunciado por los profetas que les hacía esperar un mundo nuevo donde todo en verdad fuera distinto.
El que vendría lleno del Espíritu del Señor traería la paz para los pueblos y naciones, pero haría que se implantara un mundo de verdad y de justicia para hacer desaparecer tanto sufrimiento como embargaba el corazón de los hombres. Es cierto que en sus expectativas estaba también el contemplar a ese Mesías como el liberador de toda la opresión que sufría el pueblo y cómo se restauraría la soberanía de Israel, como un día le manifestaran los propios discípulos a Jesús.
Creo que mucho de todo eso tendríamos nosotros que recoger de la experiencia de fe vivida por el pueblo de Israel, para saber hacer también una lectura creyente de la situación del mundo en que vivimos donde todos ansiamos y deseamos un mundo verdaderamente mejor. Ahí están los anhelos más profundos de todos los hombres que nosotros sentimos también en nuestro interior; ahí está esa inquietud que sentimos dentro de nosotros cuando contemplamos tantos sufrimientos como tanto mal que se va inoculando como veneno en el corazón de los hombres.
¿Qué contemplamos a nuestro alrededor? ¿qué contemplamos en nuestro mundo? Violencias, guerras, injusticias, discriminación, pobreza, corrupción desde la ambición de los que se creen o quieren ser poderosos, hipocresías y vanidades, soberbia opresiva de los poderosos y resentimientos de tantos que llevan a los rencores y al odio que termina destruyendo todo lo que encuentra a su alcance, indiferencia e insolidaridad porque aunque empleemos muchas veces la palabra solidaridad seguimos pensando primero en nosotros mismos, sufrimientos, rupturas, enfrentamientos…
Y ahora nosotros decimos que vamos a celebrar navidad y trataremos de maquillarnos con nuestras cenas familiares, con nuestros buenos deseos y felicitaciones, con nuestras fiestas donde todos brindaremos por la navidad y por la paz, pero ¿dejaremos que el mundo siga siendo de la misma manera? ¿Navidad, la celebración tan gozosa y festiva que hacemos de la venida de Jesús, no va a ser un punto de arranque para que todo eso que describíamos comience a cambiar?
Cuando le preguntaban a Juan, el Bautista, si él era el Mesías y lo negaba le hicieron también una pregunta que nos puede valer para que nosotros nos la hagamos también. ‘Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?’ ¿Qué podemos decir de nosotros mismos para que demos una respuesta convincente de nuestra fe y del sentido que le damos a nuestra navidad?
El mundo, la sociedad entera que está ahí fuera, a nuestro alrededor, está esperando una respuesta con sentido a quienes queremos vivir seriamente la navidad. Tenemos que dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza, como nos dice el apóstol. 
Y no nos valen palabras bonitas o aprendidas de memoria, no nos valen parches que podamos poner para remediarnos en un momento o para paliar momentáneamente algunas situaciones, tenemos que ofrecer las obras de nuestra vida para que haga creíble ante el mundo esa fe que decimos que profesamos en Jesús como nuestro Mesías Salvador y nuestro Señor. Muchas preguntas que esperan respuesta.