Hoy nosotros queremos hacer nuestro el cántico de María porque sentimos que Dios llega a nosotros y cómo se derrama la misericordia de Dios sobre nuestro mundo
1 Samuel 1,24-28; Sal: 1S
2,1.45.6-7.8;
Lucas 1,46-56
Es de ser de bien nacidos ser agradecidos. Algo así se suele decir.
Cuando recibimos algo de alguien es normal que digamos gracias; cuando nos
damos cuenta que no merecemos tales regalos o beneficios, nuestro corazón se
llena de agradecimiento y no siempre encontramos las palabras adecuadas para manifestarlo.
De cuántas cosas en la vida tenemos que dar gracias; cuánto recibimos de los
demás aunque casi no nos demos cuenta; no sabemos ser en ocasiones lo
suficientemente agradecidos por lo que recibimos. Se manifiesta así la nobleza
de nuestro espíritu.
¿Cómo no iba a cantar María un cántico de acción de gracias al
Poderoso que había hecho maravillas en ella, la que se consideraba la más
pequeña y la más humildes de las siervas del Señor? El Señor había hecho en
ella cosas grandes, por eso siente que su espíritu se hace grande para cantar
con toda la fuerza de su amor al Señor. Pequeña y humilde sabe reconocer los
dones del Señor y su corazón se llena de alegría, una alegría que nada ni nadie
le podrá arrebatar porque quien se siente mirado por el amor del Señor no podrá
hacer otra cosa que cantar para alabar a Dios, pero cantar para contagiar de su
alegría a cuantos la rodean.
Así se había contagiado Isabel con su presencia y todo eran alabanzas,
pero ahora es María la que prorrumpe en el más hermoso cántico que reconoce la
misericordia del Señor. Ha llegado la hora del cumplimiento de las promesas y
la descendencia de Abrahán y la humanidad toda se podrá sentir envuelta para
siempre de la misericordia del Señor. ‘Su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación’, y sentiremos para siempre el auxilio del Señor
que tantas veces habíamos invocado.
Ha llegado la hora y un mundo nuevo va a comenzar. Todo se va a
transformar con la presencia de Señor que hará dichosos con su misericordia a
todos los hombres a pesar de sus sufrimientos y de su pobreza. Todo ha de
cambiar, llega el Reino de Dios. Unos valores nuevos han de imponerse por la
fuerza del espíritu y del amor para hacer que los hombres sean distintos. No
prevalecerán los poderosos ni los que se crean afortunados en sus riquezas
porque el amor nos hará entrar en una orbita nueva de paz, de justicia, de
amor; la solidaridad y el compartir van a ser norma y estilo del nuevo vivir,
la soberbia desaparecerá y los que son pequeños y viven con humildad serán los
que van a ser exaltados. Un estilo nuevo de servicio y de generosidad habrá de
imponerse en las relaciones entre todos. Así se manifiesta la misericordia del
Señor siendo la misericordia y la compasión un nuevo estilo de sentir y de vivir.
María canta agradecida al Señor porque le ha permitido entrar a forma
parte de ese camino nuevo cuando ha abierto su corazón a Dios para que Dios en
su seno se encarnara y pudiera ser ya para siempre Emmanuel, Dios con nosotros,
Dios en medio de nosotros, Dios haciendo nuestro mismo camino pero enseñándonos
a seguir sus pasos.
Hoy nosotros, en estas vísperas de la Navidad queremos hacer nuestro
ese cántico de María. Sentimos que Dios llega a nosotros y con nosotros también
quiere contar. Sentimos cómo se derrama la misericordia de Dios sobre nosotros
para quienes nos trae el perdón, y en los que quiere derramar todo su amor.
Tenemos que cantar también agradecidos a Dios si en esta navidad ciertamente
sentimos que todo ha de cambiar, que un mundo nuevo se tiene que vislumbrar.
Haremos que sea verdadera Navidad porque sintamos ciertamente ese amor y esa
misericordia que nos inunda y quiere a través nuestro inundar nuestro mundo.
Dispongámonos a celebrar de una manera auténtica nuestra navidad y no
nos quedemos en superficialidades ni en luces parpadeantes de un día. Que la
luz que Jesús nos trae en Belén sea una luz que ilumine nuestro mundo para
siempre.
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