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martes, 19 de diciembre de 2017

Abramos nuestro corazón a Dios, a su Palabra, a su revelación, a su presencia, a su amor porque a pesar de las turbulencias que nos hacen dudar se sigue haciendo presente en nosotros

Abramos nuestro corazón a Dios, a su Palabra, a su revelación, a su presencia, a su amor porque a pesar de las turbulencias que nos hacen dudar se sigue haciendo presente en nosotros

Jueces 13, 2-7. 24-25; Sal 70; Lucas 1, 5-25

‘Para Dios nada hay imposible’, le dirá el ángel a María cuando le anuncie a ella también lo que le está sucediendo a su prima Isabel. Los misterios de Dios, los caminos de Dios, las maravillas que Dios quiere hacer en nosotros. Necesitamos fe para descubrirlos, para decir sí, para aceptar el plan de Dios, para que así se realicen también en nosotros maravillas.
El evangelista nos da detalles. Zacarías e Isabel no tenían hijos; Isabel era estéril y ambos eran ya de edad avanzada. Para Dios nada es imposible. Y allí está el ángel que viene de parte del Señor. La oración de aquellos ancianos ha sido escuchada. Han encontrado gracia ante Dios. Y dentro del plan de salvación de Dios iban a ocupar un lugar, el hijo que nacería en la ancianidad de aquel matrimonio iba a tener un lugar importante.
Grande va a ser la alegría de aquellos ancianos, pero que será alegría para todo el pueblo. Mas tarde nos dirá el evangelista que cuando corrió la noticia por la Montaña primero del embarazo de Isabel y luego del nacimiento del niño todos se llenarán de inmensa alegría y darán gloria al Señor.
Pero allí está la fe de Zacarías a pesar de sus dudas. Todos tenemos dudas en la vida muchas veces; en ocasiones parece que se tambalea nuestra fe cuando los tiempos se nos ponen difíciles, cuando no vemos realizados nuestros sueños, cuando parece que no somos atendidos, cuando creemos que ni Dios nos escucha en nuestras peticiones. Pero como bien nos enseñará Jesús en el evangelio hemos de ser perseverantes en nuestra oración; perseverantes pero con confianza, con la confianza de los hijos que saben que Dios es su Padre que los ama. No nos faltará nunca el amor del Señor.
Zacarías tendrá que pasar por otra dolorosa prueba por no haber dado fe a las palabras del ángel. No podrá expresarse. Son cosas muy grandes las que les han sucedido. Nos quedamos mudos de admiración en muchas ocasiones y no sabemos como manifestar con palabras aquello maravilloso que nos ha sucedido.
Pero en nuestro corazón hemos de saber ser agradecidos, sentir lo que es la maravilla de lo que el Señor realiza en nuestra vida, de aquellas cosas de las que podemos ser partícipes también de lo bueno que realizan los demás y de lo que nos vemos beneficiados. Ojos de fe, ojos de creyente, ojos para saber admirar lo bueno, venga de donde venga, ojos atentos para ver lo bueno de los demás, ojos agradecidos por la riqueza que recibimos de los otros.
Nos hacemos esta reflexión en estos últimos pasos que estamos dando ya en nuestra preparación para la celebración del nacimiento del Señor. Queremos recibir a Dios en nuestra vida, que eso viene a significar la vivencia que hacemos de la navidad. No es solo un recuerdo, que también es y se vuelve acción de gracias. Queremos hacerlo con toda intensidad y por eso cantaremos la gloria del Señor.
Pero es saber descubrir cómo el Señor sigue llegando a nuestra vida. Necesitamos ojos de fe, aunque por las turbulencias de la vida algunas veces nos llenemos de duda. Dios sigue manifestándose, haciéndose presente en nuestro camino, viene a nuestro encuentro a través de tantas cosas. Abramos nuestro corazón a Dios, a su Palabra, a su revelación, a su presencia, a su amor. No lo olvidemos, ‘para Dios nada hay imposible’. Sepamos descubrir las maravillas del Señor.

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