El
mundo, la sociedad entera que está ahí a nuestro alrededor, está esperando una
respuesta con sentido que dé razón de nuestra fe y de nuestra esperanza cuando
celebramos navidad
Is. 61, 1-2a. 10-11; Sa.: Lc 1, 46-54; 1s, 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28
Sea cual sea la situación en la que vivamos pero sobre todo cuando las
cosas no nos son fáciles, hay momentos de tensión y preocupación por lo que nos
está pasando, los problemas van produciendo en nosotros una crisis interior que
nos desasosiega y nos hace sufrir porque quizá vemos que lo que nos está
pasando puede estar afectando a los seres que amamos o a los que nos rodean, si
tenemos alguna expectativa de que todo eso puede cambiar, que podremos
encontrar momentos de luz frente a esas turbulencias que soportamos en la vida,
esas mismas expectativas crean en nosotros esperanza y eso de alguna manera
parece que nos hace renacer de nuestras cenizas y deseando que llegue ese
momento parece que hay como una nueva alegría en el corazón.
Pero ¿vemos expectativas de un mundo mejor? ¿de verdad estamos
esperando algo? Si no hay verdadera esperanza en nosotros de que eso puede
cambiar podríamos tener muchas reacciones bastante negativas. Una fácil pudiera
ser quizá dejarnos llevar por la corriente, por lo que sucede o por lo que
vemos que otros hacen, pero realmente nuestras fuerzas para luchar y desear
algo nuevo parece que se nos acaban.
¿Qué esperanzas hay en nuestra vida? porque si no esperamos nada
caemos en ese dejarnos llevar, como decíamos, y trataremos quizá de disfrutar
de las pocas mieles que estén a nuestro alcance o nos busquemos algo que nos
valga como sustitutivo. Cuantos sustitutivos nos buscamos en la vida, el
alcohol, la droga, las pasiones descontroladas en un bárbaro sensualismo, los
brillos de las vanidades de la riqueza o del poder… y así podríamos pensar en
tantas cosas.
Pero sigo preguntándome y no como una pregunta retórica que me haga
por los demás, sino que me la hago por mí mismo. ¿Qué esperanzas tenemos, hay
en nuestra vida? y me hago esta pregunta en el marco del tiempo en el que
estamos, el Adviento, las vísperas de una navidad ya cercana. Cuando hablamos
del Adviento la palabra que brota casi de forma espontánea por el mismo
significado de la palabra es la esperanza. ¿Qué esperamos? ¿cuál es nuestra
esperanza de cara a la Navidad, para la que decimos que nos preparamos y en lo
que vemos que tanta gente de prepara de una forma o de otra? ¿Qué esperamos,
pues, que sea la navidad para nosotros?
Es importante la pregunta porque eso va a expresar cuál es nuestra
esperanza y cual será el verdadero sentido que le demos tanto ahora a este
tiempo de Adviento como luego a la celebración de la Navidad
El pueblo de Israel vivía con una gran expectativa la llegada del Mesías.
Sería el salvador que diera respuesta con su presencia a todos aquellos anhelos
que llevaban desde siglos en su corazón. Era todo lo anunciado por los profetas
que les hacía esperar un mundo nuevo donde todo en verdad fuera distinto.
El que vendría lleno del Espíritu del Señor traería la paz para los
pueblos y naciones, pero haría que se implantara un mundo de verdad y de
justicia para hacer desaparecer tanto sufrimiento como embargaba el corazón de
los hombres. Es cierto que en sus expectativas estaba también el contemplar a
ese Mesías como el liberador de toda la opresión que sufría el pueblo y cómo se
restauraría la soberanía de Israel, como un día le manifestaran los propios discípulos
a Jesús.
Creo que mucho de todo eso tendríamos nosotros que recoger de la
experiencia de fe vivida por el pueblo de Israel, para saber hacer también una
lectura creyente de la situación del mundo en que vivimos donde todos ansiamos
y deseamos un mundo verdaderamente mejor. Ahí están los anhelos más profundos
de todos los hombres que nosotros sentimos también en nuestro interior; ahí
está esa inquietud que sentimos dentro de nosotros cuando contemplamos tantos
sufrimientos como tanto mal que se va inoculando como veneno en el corazón de
los hombres.
¿Qué contemplamos a nuestro alrededor? ¿qué contemplamos en nuestro
mundo? Violencias, guerras, injusticias, discriminación, pobreza, corrupción
desde la ambición de los que se creen o quieren ser poderosos, hipocresías y
vanidades, soberbia opresiva de los poderosos y resentimientos de tantos que
llevan a los rencores y al odio que termina destruyendo todo lo que encuentra a
su alcance, indiferencia e insolidaridad porque aunque empleemos muchas veces
la palabra solidaridad seguimos pensando primero en nosotros mismos,
sufrimientos, rupturas, enfrentamientos…
Y ahora nosotros decimos que vamos a celebrar navidad y trataremos de
maquillarnos con nuestras cenas familiares, con nuestros buenos deseos y
felicitaciones, con nuestras fiestas donde todos brindaremos por la navidad y
por la paz, pero ¿dejaremos que el mundo siga siendo de la misma manera?
¿Navidad, la celebración tan gozosa y festiva que hacemos de la venida de
Jesús, no va a ser un punto de arranque para que todo eso que describíamos
comience a cambiar?
Cuando le preguntaban a Juan, el Bautista, si él era el Mesías y lo
negaba le hicieron también una pregunta que nos puede valer para que nosotros
nos la hagamos también. ‘Para que
podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?’ ¿Qué podemos decir de nosotros mismos
para que demos una respuesta convincente de nuestra fe y del sentido que le
damos a nuestra navidad?
El mundo, la sociedad
entera que está ahí fuera, a nuestro alrededor, está esperando una respuesta
con sentido a quienes queremos vivir seriamente la navidad. Tenemos que dar razón
de nuestra fe y de nuestra esperanza, como nos dice el apóstol.
Y no nos valen palabras
bonitas o aprendidas de memoria, no nos valen parches que podamos poner para
remediarnos en un momento o para paliar momentáneamente algunas situaciones,
tenemos que ofrecer las obras de nuestra vida para que haga creíble ante el
mundo esa fe que decimos que profesamos en Jesús como nuestro Mesías Salvador y
nuestro Señor. Muchas preguntas que esperan respuesta.
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