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miércoles, 20 de diciembre de 2017

Aprendamos de María lo que es la prontitud y la generosidad del amor y de quien sabe ponerse siempre en las manos de Dios

Aprendamos de María lo que es la prontitud y la generosidad del amor y de quien sabe ponerse siempre en las manos de Dios

Isaías 7,10-14; Sal 23; Lucas 1,26-38

‘María se turbó ante las palabras del ángel y se preguntaba el sentido de aquel saludo’. No era para menos. Nos sucede también a nosotros. Un encuentro inesperado, unas palabras amables y laudatorias de alguien que no esperábamos y que no creemos merecer, alguien a quien no conocemos pero que sin nosotros esperarlo tiene un detalle con nosotros… cosas nos suceden así en ocasiones que nos dejan descolocados, sin saber qué hacer o qué decir, asoma quizá el rubor a nuestras mejillas, en nuestro interior nos sentimos como desazonados y con inquietud y preguntas sin responder.
María estaba en su hogar de Nazaret, en medio de sus quehaceres o un momento de paz y de reflexión cuando siente una presencia celestial junto a ella. A su corazón van llegando aquellas palabras de saludo que van mucho más allá de lo que era el saludo habitual. La llama la agraciada del Señor porque Dios está con ella. Solían expresarse en el saludo palabras de buenos deseos y sentimientos hacia la persona saludada que crecían en afecto según fuera la relación entre los que se encontraban. Pero aquí había afirmaciones grandes, ‘llena de gracia, el Señor está contigo’. Surge la turbación en el espíritu de María y claro ‘se preguntaba qué saludo era aquel’.
Aunque se siente turbada ante tal saludo y tales palabras la paz del corazón no la abandona. Ella siempre se ha puesto en las manos del Señor. No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante Dios’ le sigue diciendo el ángel. El Señor ha vuelto su rostro sobre ella para llenarla de bendiciones; algo más, el Señor se ha fijado en ella porque para ella tiene una misión. ‘Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin’
Le es difícil comprender todo el sentido de aquellas palabras o quizá siente que es algo más grande de lo que pudiera esperar o soñar. Como cuando nos confían una misión importante para la que no nos sentimos capaces. ¿Por qué yo? ¿por qué me han escogido a mí, si yo soy tan poca cosa? Soy incapaz de asumir esa responsabilidad. Sentimos quizá miedo por nuestras inseguridades o porque no nos sentimos capaces. Tratamos acaso de rehuir aquella responsabilidad y nos hacemos y hacemos muchas preguntas a quien nos quiere confiar ese encargo.
María se siente pequeña, ahora se pregunta como será eso porque ella quizá tiene otros planes. Cuesta muchas veces descubrir y aceptar lo que es la voluntad de Dios, lo que Dios quiere de nosotros, lo que nos pide. Por eso las preguntas de María, como las preguntas de cualquiera de nosotros. Pero en ella hay otra disponibilidad, hay otra generosidad en su corazón, se ha confiado plenamente a Dios y está dispuesta a aceptar lo que Dios le pida porque ella se siente así pequeña en las manos de Dios, es su esclava para lo que Dios quiera de ella. ‘Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra’.
‘Hágase’, decir sí, nos cuesta, nos lo pensamos antes de tomar una decisión cuando el futuro de nuestra vida depende de esa decisión, o se pueda implicar a otras personas, a los nuestros en la realización de esos nuevos compromisos, cuando quizá nuestra vida se puede complicar a partir de ese momento; queremos estar seguros, buscamos certezas y seguridades. Es normal. Pero ahí está la prontitud de María, la que se había puesto totalmente en las manos de Dios. Más tarde incluso le dirán que como consecuencia una espada va a atravesar su alma en un anuncio de calvario. Pero ella está en las manos de Dios, se siente a humilde esclava del Señor.
El sí de María fue decisivo y trascendental en la obra de nuestra salvación. Gracias tenemos que darle a Dios por esa generosidad de María que además nos sirve de ejemplo para tantas cosas de nuestra vida como lo son siempre las madres. Pero con la trayectoria de María en aquel momento de Nazaret hemos ido queriendo ponernos a su lado con cosas que a nosotros nos suceden. Es que tenemos que aprender de María, es que hemos de saber ponernos como ella en las manos de Dios, en que tenemos que aprender lo que es la prontitud y la generosidad del amor.

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