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sábado, 6 de diciembre de 2014

Como discípulos de Jesús hemos de ser signos de su amor para nuestro mundo

Como discípulos de Jesús hemos de ser signos de su amor para nuestro mundo

Is. 30, 18-21.23-36; Sal. 146; Mt. 9, 35-10, 1.6-8
Cuando nos vamos preparando a través del camino del Adviento para la celebración del misterio del nacimiento del Señor nos vamos dejando iluminar por la Palabra de Dios que cada día la liturgia nos va proponiendo; están por una parte los profetas que vamos escuchando siempre en la primera lectura, y salvo ya los días inmediatos a la Navidad en que se nos proclamará el principio del evangelio de Lucas con todos aquellos acontecimientos previos al nacimiento de Jesús, de resto acudimos a diversos textos del evangelio que en la enseñanza de Jesús ya nos van ayudando a prepararnos para la celebración de este Misterio.
Hoy el evangelio nos presenta aquel momento en que vemos no solo a Jesús predicando, anunciando el evangelio por las distintas ciudades y aldeas de Galilea, enseñando en las sinagogas pero también curando todas las enfermedades y dolencias, como un signo del Reino de Dios que estaba anunciando y que estaba haciéndose presente. Se compadece Jesús de cuantos acuden a El, porque les parecía que ‘eran como ovejas sin pastor’ que andaban extenuadas y abandonadas y a continuación llamó a doce de sus discípulos para enviarlos a realizar la misma misión que Jesús venia realizando. ‘Les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia’.
Algo bien significativo que nos puede decir mucho a nosotros también hoy. Quien es discípulo de Jesús recibe la misma misión de Jesús, porque esa Buena Nueva de Salvación que ha recibido no se puede quedar con ella para sí solo sino que ha de trasmitirla a los demás.
También nosotros contemplamos el campo de nuestro mundo hoy. Podemos pensar en la amplitud de todo el mundo con todos sus continentes y naciones, o podemos mirar más cerca y ver ese mundo cercano a nosotros y en el cual estamos inmersos,  en donde vivimos.  Un mundo, también el cercano a nosotros que se apresta también a celebrar la navidad; pero ya tendríamos que preguntarnos ¿se apresta en verdad a celebrar el nacimiento de nuestro Salvador? La pregunta hecha así puede cambiar la perspectiva y darnos otra respuesta. Para muchos celebrar la navidad puede ser simplemente celebrar unas fiestas con toda la parafernalia que rodea la manera de celebrar la navidad del mundo que nos rodea, pero quizá no estén en verdad celebrando el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador, porque quizá no se sientan necesitados de esa salvación o no miran a Jesús de esa manera. Tenemos que ser conscientes de lo que es la realidad.
Quizá a nosotros, entonces, nos pueda pasar como a Jesús cuando vio a toda aquella gente que acudía a El que sintió compasión, como decíamos, porque andaban como abandonados y extenuadas como ovejas sin pastor. ¿Será así como veremos ese mundo que nos rodea que no llega a reconocer a Jesús como su Salvador, a reconocer que Jesús es en verdad nuestra única salvación?
Aquí entramos los que nos sentimos creyentes más comprometidos con nuestra fe y con Jesús y su evangelio. Jesús envió a los discípulos a curar enfermedades y expulsar demonios para anunciar el evangelio. ¿Será eso lo que nosotros tenemos que hacer? Pero eso ¿significará que también tenemos que ir haciendo milagros por ahí para que el mundo crea?
Los milagros que tenemos que hacer son los signos y señales que nosotros tenemos que dar con nuestra manera de vivir. Claro que podemos curar y sanar, ayudar a liberar del mal o ayudar a que la gente tenga esperanza. Muchas veces hablamos de cuanto sufrimiento hay en nuestro mundo, ¿no tenemos una palabra o un gesto de consuelo y de ánimo para esas personas? Muchas veces hablamos también de cuantas cosas que no son buenas hay en tantos con sus malquerencias, sus envidias, sus orgullos, sus maldades, sus violencias ¿no puede haber por nuestra parte una palabra buena que podemos decir, unas señales de cercanía y paz que faciliten la buena convivencia, unos gestos de acogida y comprensión para esas personas que se ven envueltas en esos desencuentros o en esas violencias?
Pensemos que si nos vamos convirtiendo en instrumentos de paz y de armonía, de encuentro y de amistad, de consuelo y de esperanza para aquellos que están cercanos a nosotros, estaremos preparando esos corazones para que Cristo nazca en ellos cuando vayan aprendiendo a llenarlos también de amor. Y pensemos también que si nos convertimos así en signos del amor de Cristo es porque Cristo de verdad está naciendo en nuestros corazones. Y eso será verdadera navidad.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Aquel día oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos

Aquel día oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos

Is. 29, 17-24; Sal. 26; Mt. 9, 27-31
Desde el primer día del Adviento la figura de los profetas nos han ido acompañando en este camino que vamos haciendo llenos de esperanza; de la misma manera que acompañaban al pueblo de Israel en el duro camino de mantenerse fieles a la Alianza pero de mantener viva la esperanza en la salvación prometida por Dios desde que en la aurora de la humanidad el hombre cayó en las redes del pecado y de la muerte, también a nosotros nos acompañan en este camino de Adviento para que también mantengamos viva la esperanza en las promesas del Señor y nos preparemos a su venida.
Ha sido el profeta Isaías el que repetidamente hemos venido escuchando todos los días con los anuncios mesiánicos que nos hace llenos de bellas imágenes, no solo de lo que es nuestro camino, sino también de lo que va a ser nuestra meta, la vida nueva que en Jesús nos va a renovar totalmente. Si ponemos toda nuestra fe en Jesús y en su salvación la transformación que se va a producir en nuestra vida es grande; es la belleza de las imágenes que hoy hemos escuchado que nos llenan de alegría y de esperanza.
Lo que parecía un desierto y una tierra inhóspita se va a convertir en un vergel. ‘Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque’, nos decía. Son solo unas imágenes pero que nos anuncian y significan algo más grande y más importante que hacer reflorecer la naturaleza. Lo importante será la transformación de las personas. Volverá a darnos unas señales, unos signos que nos anuncian una transformación mayor. Nos habla de que ‘aquel día oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos’.
Importante ese milagro de comenzar a oír los sordos y a ver los ciegos, pero que también son signos de algo mayor. Porque ya nos habla de que ‘los sordos oirán las palabras del libro’ con lo que ya nos está indicando algo más grande que es cómo nuestra vida se va a abrir a la Palabra del Señor. Y cuando nos habla de que ‘los ciegos verán sin tinieblas ni oscuridad’, es algo más que se acabe la ceguera de nuestros ojos corporales; se va a despertar la fe verdadera.
Es lo que escuchamos en el evangelio. ‘Al marcharse Jesús dos ciegos le siguieron gritando: Ten compasión de nosotros, Hijo de David’. El episodio anterior al que hace referencia al decir que Jesús se marchaba había sido la resurrección de la hija de Jairo, cuando Jesús había llegado en aquella ocasión a Cafarnaún. Ahora le siguen pidiendo el milagro, como es de suponer. ‘Cuando llegaron a casa se le acercaron los ciegos’ y Jesús se pone a dialogar con ellos. Jesús, es cierto, va a abrirles los ojos a aquellos ciegos que nada veían, pero antes quiere Jesús abrirles los ojos de la fe. ‘Creéis que puedo hacerlo’, les pregunta Jesús en el sentido de que si tienen fe como para que Jesús obre el milagro. A la respuesta afirmativa de aquellos hombres - ‘sí, Señor’, contestaron - Jesús ‘les tocó los ojos diciendo: Que os suceda conforme a vuestra fe. Y se les abrieron los ojos’.
Venimos nosotros también hasta Jesús y casi de forma espontánea siempre pensamos en esas necesidades que podamos tener; carencias de nuestra vida, limitaciones que crean discapacidades en nosotros, dolores y enfermedades que nos hacen sufrir, problemas que quizá sabemos que hay en nuestras familias, otros tantos problemas que sabemos que hay en nuestro mundo que quizá hagan sufrir a muchas personas en sus necesidades y carencias básicas o en lo que sufren a causa de la injusticia con que vivimos los humanos.
También le gritamos a Jesús como aquellos ciegos del evangelio, ‘Ten compasión de nosotros, Hijo de David’. Pero ¿qué es realmente lo que nosotros buscamos en Jesús? Tenemos que reconocer que de alguna manera estamos buscando el milagro para solucionar esos problemas y necesidades. Pero quizá a nosotros también como lo hacía con aquellos ciegos del evangelio nos está preguntando Jesús nos está preguntando por nuestra fe. ¿Cómo es la fe que tenemos en Jesús? Aún más, ¿a qué nos compromete esa fe que tenemos en Jesús? Porque primero tenemos que purificar esa fe y tratar de darle hondura, reconociendo en verdad quien es Jesús para nosotros; pero quizá también nos está diciendo que desde ese compromiso de nuestra fe nosotros también tenemos que poner nuestra parte, como aquellos cinco panes de cebada que se pusieron allá en el descampado y que fue el inicio de la multiplicación de los panes.
Y será que nosotros los que creemos en Jesús vayamos poniendo por obra con nuestro compromiso la transformación de nuestro mundo. No tendríamos que hacer otra cosa que escuchar el evangelio y comenzar a obrar conforme nos enseña Jesús. ‘Los oídos que se abren a las palabras del Libro’. Y entonces sí que comenzaremos a ver un mundo nuevo de más amor, de más solidaridad, de más paz, de más justicia. Es la aridez del desierto de nuestra vida que se va a convertir en vergel.

jueves, 4 de diciembre de 2014

El que no cuida ni alimenta su fe es como el que edificó su casa sobre arena

El que no cuida ni alimenta su fe es como el que edificó su casa sobre arena

Is. 26, 1-6; Sal. 117; Mt. 7, 21.24-27
En los momentos difíciles y problemáticos se puede calibrar hasta donde llega la hondura y la madurez de la persona; es cuando van a aparecer los verdaderos valores de la persona o cuando vamos a ver cuales son los principios por los que nos guiamos a la hora de enfrentarnos a ese problema.
No nos gusta tener que enfrentarnos a momentos duros y quisiéramos que en la vida todo sea fácil pero reconocemos que no siempre es así, porque además en la vida de cualquier persona se concatenan muchas y diversas circunstancias ya que además estamos sujetos a las relaciones de convivencia con los están a nuestro lado, ya sea la familia, ya sea el lugar de trabajo, o ya sea simplemente el  mundo en el que vivimos donde todos no pensamos ni opinamos lo mismo y tenemos que enfrentarnos muchas veces a encontrados planteamientos.
Es ahí donde aparecerá nuestra madurez humana, donde aparecerán o deben aparecer nuestros principios, y es ahí donde también como cristianos tenemos que expresar también cual es nuestro camino.
Me hago esta reflexión porque nos puede valer para muchas situaciones en las que nos podemos encontrar en la vida, pero que además nos vale también de cara a los planteamientos cristianos que nos hagamos en la vida en el orden de nuestra fe o de nuestra vivencia cristiana.
Hoy Jesús nos propone en el evangelio la imagen de una casa que va a ser azotada por fuertes lluvias, vientos y temporales; y Jesús nos está haciendo la notar la diferencia de cimientos que puede tener esa casa; la que está edificada sobre arena sin haber preparado un adecuado cimiento se vendrá abajo también pronto la azoten los vientos y las lluvias; la que está edificada sobre roca, la que tiene un buen cimiento que la fundamente aguantará todo lo que se le venga encima y no se derrumbará.
Es lo que nos puede pasar en las diferentes situaciones de la vida, como decíamos antes, porque aparecerán nuestros valores y nuestros principios si los tenemos bien fundamentados o no; en lo que nos puede pasar en nuestra vida de fe, en nuestra vida cristiana si tenemos una fe débil, si no buscamos el verdadero apoyo que hemos de buscar para nuestro caminar cristiano en la oración, la Palabra de Dios y los Sacramentos. Es necesario fundamentar nuestra vivencia cristiana sobre roca.
Por eso Jesús comenzaba diciéndonos que no nos vale decir ‘Señor, Señor’ para vivir el Reino de Dios. Es ‘el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo’, nos viene a decir Jesús. Cuántas veces decimos, es que yo soy muy religioso; vale eres religioso, pero ¿buscas en todo lo que vives hacer la voluntad de Dios? ¿Y cómo vas a descubrir lo que es la voluntad de Dios? ¿Sólo por lo que a ti te parece o se te ocurre? ¿Eres religioso porque dices que crees mucho en los santos o que haces muchas promesas o te contentas con llevar ramos de flores a la Virgen o a los santos? Hay mucha gente que toda su religiosidad y lo que llaman su vida cristiana se queda en eso.
¿No necesitarías detenerte más a escuchar a Dios en tu corazón, a escuchar, meditar y rumiar la Palabra de Dios que se nos proclama y que tenemos contenida en la Biblia? Cuántos dicen que son muy religiosos pero ni una Biblia tienen en su casa, ni se han ocupado nunca de tomarla en sus manos para leer y meditar lo que el Señor quiere decirnos. Son preguntas que tenemos que hacernos sin miedo, con valentía y sinceridad. El camino de Adviento que estamos haciendo en esto quiere ayudarnos.
Necesitamos fundamentar bien nuestra fe y para eso es necesario también que conozcamos en lo que creemos, que no es solo sabernos el Credo de memoria, cosa que ya muchos tampoco se lo saben. Necesitamos fundamentar nuestra fe y por eso es necesario reflexionarla, buscar la manera de formarnos, alimentarla, cuidarla. Muchas veces edificamos nuestra vida cristiana sin cimientos, sobre arena como nos dice la imagen del evangelio, porque no nos hemos preocupado de crecer y madurar en nuestra fe.
Y para eso necesitamos escuchar la Palabra de Dios, escuchar a quien nos pueda ayudar a reflexionarla para conocerla más y para hacerla más profunda en nuestra vida, de manera que en ella encontremos respuesta a todos esos problemas con que tenemos que enfrentarnos en la vida y podamos dar razón de ella con nuestra manera de vivir. Así aparecerá la madurez de nuestra fe.
Mucho necesitamos reflexionar en este sentido. Mucho tenemos que alimentar nuestra fe también en la oración y la vivencia de los sacramentos.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Hacemos el camino de Adviento, pero nosotros hemos de ser Adviento para que el mundo llegue a vivir la navidad de la salvación de Dios

Hacemos el camino de Adviento, pero nosotros hemos de ser Adviento para que el mundo llegue a vivir la navidad de la salvación de Dios

Is. 25, 6-10; Sal. 22; Mt. 15, 29-37
‘Jesús, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba…’ La gente acude a Jesús, vienen de todas partes y cada uno trae lo que son sus dolencias y sufrimientos, lo que son sus esperanzas y también cuanto dolor y muerte hay en sus vidas. Y Jesús a todos atendía, enseñaba, llenaba de vida y de luz sus existencias.
¿Se estaba cumpliendo en Él lo anunciado por el profeta?  ‘Aquel día se dirá: Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte’. Allí estaban todos con sus esperanzas y deseos de salvación. Pero allí estaba Jesús que respondía a las esperanzas y expectativas de aquel pueblo y mucho más de lo que ellos podían soñar y desear. ‘La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel’.
Se cumplía y mucho más lo anunciado por el profeta. ‘Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre’. ¿No era eso mismo lo que estaba sucediendo con la presencia de Jesús en medio de aquella muchedumbre que a El había acudido, que sanaba a los enfermos y al final multiplicaba el pan milagrosamente para ellos?
Cuando Jesús vio aquella multitud, le dio lástima, llevaban varios días sin comer por buscarle y por seguirle. Ya hemos escuchado muchas veces el relato de la multiplicación de los panes. Algo más que el festín de manjares suculentos que había anunciado el profeta. Porque lo que ahora Jesús estaba realizando era mucho más que dar de comer a una multitud hambrienta de pan, porque aquello iba a ser un signo de algo más grande que Jesús venía a realizar.
Se enjugan las lágrimas, se consuela a los que sufren y viven atormentados, se trae la paz que revitaliza los corazones, se arranca el velo del luto y de la muerte que era en cierto modo lo que anunciaba el profeta. ¿Qué es lo que hace Jesús? Todo es signo y señal de ese mundo nuevo que con Jesús comenzaba. ‘El Señor Dios enjugará las lagrimas de todos los ojos…’ que decía el profeta.
Todo esto lo que estamos escuchando y reflexionando en medio de este camino de Adviento que vamos haciendo. En nosotros se han de dar las mismas señales. Porque nosotros venimos hasta Jesús también con todo lo que es nuestra vida, con nuestros sufrimientos y alegrías, con nuestras esperanzas y también con nuestras expectativas. Venimos con lo que llevamos en nuestra propia vida, pero venimos también con lo que es nuestro mundo, con sus crisis y problemas, con sus miserias y muertes, con las esperanzas y también las desesperanzas, las desilusiones de tantos.
Para todos quiere Jesús ser luz. Para todos lleva la salvación de Jesús. Todos hemos de sentir de igual manera aquello que decía el profeta: ‘Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte’, la mano del Señor también está sobre nuestra vida, está sobre nuestro mundo.
Nosotros los creyentes que quizá nos estamos preparando con mayor intensidad podemos sentir de una manera más viva esa salvación que llega a nuestra vida. Pero ahí está nuestro compromiso. Nosotros hemos de ayudar a que el mundo que nos rodea pueda llegar a sentir de la misma manera que Jesús es su salvación. Es nuestra tarea; es nuestro testimonio; es la luz que nosotros hemos de dar con las obras de nuestra vida.
Nosotros estamos haciendo el camino de Adviento porque deseamos que de verdad llegue la navidad a nuestra vida; pero nosotros hemos de ser adviento para los demás para que lleguen a comprender el verdadero sentido de la navidad. Como escuchábamos que la gente se admiraba al ver los signos que Jesús hacía, así el mundo que nos rodea por los signos de nuestra vida ha de llegar también a cantar la gloria de Dios.

martes, 2 de diciembre de 2014

Preparamos el corazón con nuestras pobrezas y nuestros gestos sencillos y Dios se posesionará de nuestro corazón

Preparamos el corazón con nuestras pobrezas y nuestros gestos sencillos y Dios se posesionará de nuestro corazón

Is. 11, 1-10; Sal. 71; Lc. 10,21-24
El único camino para encontrarse con Dios es la humildad; el reconocimiento de la gran verdad de nuestra indigencia. El Señor se resiste a los soberbios y a los orgullosos y solo los de corazón humilde podrán entrar en la sintonía de Dios.
Es una gran lección que tenemos que aprender. La liturgia de la Iglesia en su sabiduría divina que se ha ido construyendo desde la revelación de Dios y la tradición de la Iglesia a través de los siglos, porque hemos de reconocer que está inspirada por el Espíritu, nos va proponiendo, podríamos decir incluso que de una forma pedagógica, a través de los textos de la Palabra que cada día se nos proponen y también de las oraciones de cada día, todo un camino para que preparemos en verdad y de la mejor manera nuestro corazón para acoger a Dios en nuestra vida cuando lleguemos a la celebración de la Navidad.
¿Cómo y dónde vamos a contemplar el misterio del nacimiento del Hijo de Dios? En la pobreza de un humilde establo, con unos padres llenos de pobreza y podríamos decir inmigrantes o desplazados por el capricho de un poderoso que quiere hacer un censo que ni siquiera las paredes de un hogar le podrán ofrecer para su nacimiento y a los primeros que se les anunciará el nacimiento del Mesías Salvador van a ser unos pobres pastores que cuidan al raso sus rebaños en los alrededores de Belén.
Ahí se nos está describiendo la hermosura del Nacimiento de nuestro Redentor. Normal y en esa sintonía será lo que hoy hemos escuchado en el evangelio, que serán los humildes y los de corazón sencillo a los que se les revela el misterio de Dios. No serán ni los poderosos ni los que se creen sabios y entendidos; será la gente sencilla la que va a recibir esa revelación de Dios. ‘Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla’.
Será luego lo que a lo largo de todo el evangelio vamos a ir viendo en la predicación de Jesús. Serán los niños los que le aclamarán en su entrada en la ciudad santa y El nos dirá que hay que hacerse como niño para entender y poder entrar en el Reino de los cielos. Llamará dichosos a aquellos discípulos humildes y sencillos, que incluso tantas veces les costará entender lo que Jesús les está enseñando, porque sus ojos pudieron contemplar lo que tantos reyes y profetas desearon ver a lo largo de los siglos y no pudieron.
Todo esto que nos ofrece la liturgia, ya desde el principio del Adviento, como ya decíamos antes, nos quiere ayudar para que estemos bien preparados para recibir y acoger en nuestra vida todo ese misterio de Dios. Será con ese espíritu de humildad,  con ese corazón pobre y sencillo como tenemos que abrirnos a Dios que llega a nosotros. Dios quiere plantar su tienda en nuestro corazón pero esas son las actitudes necesarias para acoger a Dios en nuestra vida. Será así cómo no será una navidad más que no deja huella en nuestra vida. Cuántas veces hemos celebrado navidad, pero no ha habido verdadera pascua en nuestra vida, por muchas veces que nos digamos felices pascuas o feliz navidad.
Cuando vayamos con ese corazón humilde y sencillo porque en verdad estemos abiertos a todos, a nadie excluyamos de nuestra vida, sino que más bien busquemos a los más pobres o a los que más sufren para estar a su lado, para acogerlos con amor y con nuestro compartir los hagamos un poco más felices, entonces sí que la navidad dejará huella en nosotros, habrá verdadera navidad porque Dios estará naciendo en nosotros.
No son grandes cosas las que se nos piden ni que hagamos cosas extraordinarias. Lo que nos está pidiendo el Señor es que esos pequeños detalles que hacen la convivencia de cada día entre unos y otros los hagamos extraordinariamente bien porque en ellos pongamos mucho amor. Ese tener paciencia los unos con los otros, esa alegría y esa sonrisa en el alma que despertemos en los demás mostrándoles nuestro cariño de forma sencilla, esa preocupación que podamos sentir por lo que le pasa al que está a nuestro lado, ese quizá callarnos esas cantinelas de quejas que hacemos en cada momento cada día para no hacer sufrir a los que están  a nuestro lado pueden ser unas muestras de esas cosas pequeñas y humildes que podemos hacer y con lo que estaremos mejorando nuestra convivencia de cada día.
Son las cosas pequeñas y humildes que llevamos en el corazón, que son nuestra pobreza pero con las que nos abrimos a Dios para que Dios se posesione de nuestro corazón y nuestra vida.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Anhelamos la vida eterna y deseamos ese encuentro en plenitud y para siempre con el Señor

Anhelamos la vida eterna y deseamos ese encuentro en plenitud y para siempre con el Señor

Is. 2, 1-5; Sal. 121; Mt. 8, 5-11
‘Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob… ve, caminemos a la luz del Señor’. Hermosa invitación que escuchamos ya desde el inicio del Adviento. ‘Caminemos a la luz del Señor… El nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas…’ ¡Qué mejor invitación podemos escuchar!
Como reflexionamos desde el primer momento del Adviento, es una invitación a la esperanza. Hemos de estar preparados porque viene el Señor y como tenemos la seguridad de su venida estamos alertas y atentos con esperanza, y con el gozo que nos da la esperanza cuando sabemos que lo que esperamos es bueno. El que espera no vive con tristeza y amargura; está pregustando la paz que va a encontrar. En la esperanza ya vamos pregustando el gozo y la alegría de lo bueno que vamos a encontrar. Como el que sabe que le van a ofrecer una suculenta y gustosa comida, que de solo pensarlo se le hace la boca agua.
¿No tendría que hacérsenos la boca agua y hasta, como se suele decir, derretirnos por dentro por el gozo y la dicha que vamos a encontrar en el Señor? Ese momento final no es la puerta de un abismo que se abre en el que vamos a caer sin saber donde; ese momento final sí es una puerta que se abre pero para el encuentro con Dios en plenitud, porque estamos llamados a la resurrección y a la vida eterna.
Claro que eso tiene unas exigencias para nosotros, estar preparados. Es en lo que la liturgia de la Iglesia nos quiere preparar de manera especial en este tiempo de Adviento. Algunas veces cuando hablamos de preparación pensamos solo en lo más inmediato; claro que eso tenemos que prepararlo, pero pongamos las luces largas para poder ver más allá de eso inmediato del ahora. Es por lo que decimos que los cristianos desde nuestra fe le damos trascendencia a nuestra vida. Sin dejar de hacer el recorrido de cada día pensamos en la eternidad, anhelamos la vida eterna, tenemos el deseo de Dios y de que en un día podamos vivir en plenitud con El.
Por eso este tiempo del Adviento no es solo la navidad ya cercana que hemos de aprender a vivir con verdadero sentido en lo que pensamos y para lo que queremos prepararnos; también lo haremos en su momento; en el Adviento estamos pensando en esa segunda venida del Señor, en ese final de los tiempos y de la historia, en ese encuentro pleno y definitivo con el Señor; para ello queremos prepararnos de verdad. Y queremos que nos encuentre en vela, vigilantes, preparados. Por eso, decía, hemos de poner las luces largas para vislumbrar esa resurrección y vida eterna a la que estamos llamados.
Cuando el camino que ahora vamos haciendo en el día a día de nuestra vida lo vamos haciendo en fidelidad y en amor, no tememos ese momento final aunque reconozcamos también nuestras debilidades y limitaciones. Si vamos poniendo fe y amor significará que queremos hacer ese camino unido a Cristo y todo eso bueno que vayamos haciendo sabemos que en el Señor va a alcanzar plenitud.
De todas maneras el verdadero creyente, el auténtico cristiano sabe vivir su vida queriendo mantener siempre la gracia del Señor, por eso acude continuamente no solo a la oración diaria y a la escucha diaria de la Palabra de Dios como verdadero alimento de su vida, sino que también acudirá a la celebración de los sacramentos que renuevan y alimentan la gracia.
En la vida de un buen cristiano siempre está presente la Eucaristía, pero siempre estará presente también el Sacramento de la Penitencia para ir renovando su vida, reconciliándonos con el Señor, alcanzando ese don del perdón de sus pecados que tanto necesita. Un verdadero cristiano es alguien que ama y desea continuamente los sacramentos.
Lo que hemos escuchado en el evangelio, ¿no lo podemos ver como una imagen del sacramento en el que nos acercamos al Señor, sintiendo que no somos dignos, para que nos sane y para que nos haga llegar su salvación? Aquel hombre quería, aunque no se sentía digno, de que Jesús llegara hasta donde estaba su criado enfermo para que lo curara. ¿No es eso lo que hace el Señor a través del sacramento cuando recibimos el perdón de nuestros pecados?

domingo, 30 de noviembre de 2014

El Adviento cristiano ha de ser un anuncio de esperanza para un mundo envuelto en las tinieblas de la desilusión

El Adviento cristiano ha de ser un anuncio de esperanza para un mundo envuelto en las tinieblas de la desilusión

Is. 63, 16-17.19; 64, 2-7; Sal. 79; 1Cor. 1, 3-9; Mc.13, 33-37
Comenzamos el Adviento. Una palabra que para muchos no significará nada; una palabra que para otros significa que se acerca la navidad y tenemos que hacer muchos preparativos, de manera que hasta el ambiente que nos envuelve nos bombardea con múltiples ofertas para que como nos dicen tengamos una feliz navidad; pero una palabra que para nosotros los creyentes tiene un hondo significado que nos habla de esperanza porque nos disponemos a celebrar la venida del Señor que es mucho más que un simple o entrañable recuerdo.
Decir, de entrada sí, que nosotros los cristianos vivimos en una esperanza del Señor que viene, que quiere venir a mi vida, ofrecerme un plan, a encender mi esperanza, a despertar todas mis capacidades para el bien y el amor que en verdad nos ayuden a construir un mundo nuevo.
Pero vayamos por partes porque cuando hablamos de esperanza quizá no todos entienden lo mismo o también nos pueda suceder que es de algo de lo que adolezca nuestro mundo, algo de lo que carezcan muchos de quienes nos rodean. La Buena Nueva que los cristianos tenemos que proclamar con nuestra vida ante el mundo que nos rodea tendría que tener en cuenta la realidad que vive hoy nuestra sociedad. No puede ser una Buena Nueva desencarnada de la realidad porque si fuera así incluso no llegaría a ser Buena Nueva de salvación para ellos.
Por eso quizá tengamos que preguntarnos si en verdad la palabra esperanza puede decirles algo. Quizá los problemas que vivimos en nuestra sociedad les hace ver a muchos la vida como un camino de tinieblas; en lugar de esperanza quizá lo que haya sea desaliento y desilución porque cueste ver salidas a los problemas de todo tipo que se viven en nuestro mundo; ¿qué esperanza podríamos anunciar a tantos que viven en la pobreza y en la miseria, a los que no tienen trabajo para ganar para tener una vida digna para sus familias, a los que se ven desahuciados y sin tener un techo donde vivir dignamente, a tantos que sufren abandono y soledad, o están llenos de sufrimientos por duras enfermedades o tantas limitaciones que les van apareciendo en la debilidad de sus cuerpos?; cuando no ven salida a su situación y a sus problemas, a sus necesidades o a sus sufrimientos ¿en qué pueden poner la esperanza? ¿qué esperanza les podemos anunciar? ¿qué esperanza les puede traer la navidad?
Aunque nos parezca imposible o nos pueda parecer un contrasentido sí podemos y tenemos que anunciar esperanza. No olvidemos que lo que había anunciado el profeta y Jesús proclamó en la Sinagoga de Nazaret es que la Buena Nueva se anunciaba a los pobres y para los oprimidos llegaba la liberación con el año de gracia del Señor. Allí estaba el ungido del Señor, lleno del Espíritu para hacer ese anuncio de gracia, ese anuncio de Buena Nueva de salvación para todos los oprimidos y todos los que sufrían.
Y esto es lo que nosotros vamos a celebrar en la cercana Navidad. Como ya decíamos antes no es un simple o entrañable recuerdo que luego se nos quede reducido a una entrañable cena familiar. Tenemos que profundizar, reflexionar mucho en su más hondo sentido para no quedarnos en superficialidades sino que en verdad lleguemos a vivir profundamente la presencia del Señor que viene a nuestra vida encendiendo la esperanza en nuestro corazón porque con la venida del Señor en verdad una vida nueva comienza para nosotros que nos compromete seriamente a hacer un mundo nuevo y mejor.
Sí, recordamos y celebramos aquella primera venida del Señor con su salvación y lo hacemos ademas trascendiendo nuestra vida para pensar esa ultima venido del Señor al final de los tiempos que, como confesamos en el Credo, vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos. Pero, en ese tiempo que media, ¿no tenemos nada que hacer? Es por ahí por donde tenemos que encontrar el sentido verdadero de la navidad.
El Señor vino, pero viene también aquí y ahora en el hoy de nuestra historia. Y en ese hoy de nuestra historia nosotros tenemos que aprender a vivir y a poner en práctica el espíritu del Evangelio, el sentido del Reino de Dios anunciado por Jesús. El Reino de Dios tenemos que seguir haciendolo presente en nuestra vida y en nuestro mundo. Y todos aquellos valores que aprendimos en el evangelio tienen que ser los que sigan impregnando el mundo de hoy, empezando porque vayan impregnando nuestros corazones y nuestra vida.
Terrible sería que pretendiéramos celebrar Navidad sin Evangelio; incongruente sería que quisiéramos celebrar la navidad pero no viviéramos los valores del Reino de Dios; un sin sentido sería que celebráramos Navidad sin Jesús. Esa es una gran tentación que tenemos hoy cuando nos dejamos llevar por el ambiente del mundo. Son tantos los que celebran navidad sin Jesús porque se quedan en unas simples fiestas, en unos regalos cuanto más costosos mejor dejándonos llevar así por el consumismo y el materialismo reinante, o en una simple cena familiar que no es tan simple porque en su derroche está bien lejos de aquel portal de Belén donde nació Jesús o de aquellos pobres pastores que al raso cuidaban su rebaño en la fría noche de Belén.
Claro que, cuando queremos celebrar la navidad en su hondo sentido, sin separarla del Evangelio como decíamos antes, entonces sí que estaremos en disposición de hacer ese anuncio de esperanza que necesita nuestro mundo. Vamos a anunciar a Jesús, a celebrar a Jesús verdadera buena nueva de salvación para nuestro mundo; vamos a anunciar y a celebrar a Jesús que nos anuncia el Reino de Dios, que quiere constituir el Reino de Dios en nuestro mundo, que nos está poniendo a nosotros los que creemos en El en camino para construir ese Reino de Dios; desde El nos sentimos comprometidos a vivir esos valores nuevos del Evangelio y con nuestra vida y con nuestro amor, con nuestra solidaridad y nuestro trabajo por la paz y la justicia seremos signos de ese Reino de Dios sembrando esa semilla buena en nuestro mundo para hacerlo mejor.
La celebración de la venida del Señor nos impulsará y nos comprometerá a estar más al lado del que sufre para ofrecerle consuelo y esperanza; estaremos más junto al que se siente solo y abandonado para que llegue a descubrir que Dios está en su vida; trabajaremos de forma más comprometidos por hacer ese mundo nuevo y mejor donde con solidaridad y en justicia haremos que nadie pase necesidad y para todos brille una luz que despierte en ellos también la esperanza de que los problemas tienen solución. Se van a despertar en nosotros todas esas capacidades que quizá llevábamos ocultas, pero que por la fuerza del amor que renace en nuestro corazones van de nuevo a reaparecer en nosotros para ponerlas al servicio de los demás.
Nos preguntábamos al principio si la palabra esperanza podía tener sentido para todos, pero ahora podemos reafirmarnos en que sí tiene sentido y significado cuando nosotros celebremos verdadero y evangelico sentido la navidad y con ese sentido la proclamemos ante el mundo.
Viene el Señor y viene con su salvación proclamando el año de gracia del Señor. ‘Vuelvete por amor a tu pueblo’, le pedimos con el profeta. ‘Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve’,como repetíamos en el salmo.Viene el Señor y nos trae la Buena Noticia del perdón y de la gracia porque viene a manifestarnos lo que es su amor y su misericordia infinita. Quizá abrumados por nuestros fallos y pecados también habíamos perdido la paz y el sentido de la esperanza porque nos veníamos en las tinieblas de nuestro pecado, pero el Señor viene haciendo anuncios de paz y de perdón y para nosotros y para todos hay misericordia y hay gracia.
Que sepamos llenarnos de su paz; que sintamos su paz allá en lo más hondo de nuestro corazón. Estemos vigilantes y atentos como nos dice Jesús en el Evangelio.