Preparamos el corazón con nuestras pobrezas y nuestros gestos sencillos y Dios se posesionará de nuestro corazón
Is. 11, 1-10; Sal. 71; Lc. 10,21-24
El único camino para encontrarse con Dios es la
humildad; el reconocimiento de la gran verdad de nuestra indigencia. El Señor
se resiste a los soberbios y a los orgullosos y solo los de corazón humilde
podrán entrar en la sintonía de Dios.
Es una gran lección que tenemos que aprender. La
liturgia de la Iglesia en su sabiduría divina que se ha ido construyendo desde
la revelación de Dios y la tradición de la Iglesia a través de los siglos,
porque hemos de reconocer que está inspirada por el Espíritu, nos va
proponiendo, podríamos decir incluso que de una forma pedagógica, a través de
los textos de la Palabra que cada día se nos proponen y también de las
oraciones de cada día, todo un camino para que preparemos en verdad y de la
mejor manera nuestro corazón para acoger a Dios en nuestra vida cuando
lleguemos a la celebración de la Navidad.
¿Cómo y dónde vamos a contemplar el misterio del
nacimiento del Hijo de Dios? En la pobreza de un humilde establo, con unos
padres llenos de pobreza y podríamos decir inmigrantes o desplazados por el
capricho de un poderoso que quiere hacer un censo que ni siquiera las paredes de
un hogar le podrán ofrecer para su nacimiento y a los primeros que se les
anunciará el nacimiento del Mesías Salvador van a ser unos pobres pastores que
cuidan al raso sus rebaños en los alrededores de Belén.
Ahí se nos está describiendo la hermosura del Nacimiento
de nuestro Redentor. Normal y en esa sintonía será lo que hoy hemos escuchado
en el evangelio, que serán los humildes y los de corazón sencillo a los que se
les revela el misterio de Dios. No serán ni los poderosos ni los que se creen
sabios y entendidos; será la gente sencilla la que va a recibir esa revelación
de Dios. ‘Te doy gracias, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, y las has revelado a la gente sencilla’.
Será luego lo que a lo largo de todo el evangelio vamos
a ir viendo en la predicación de Jesús. Serán los niños los que le aclamarán en
su entrada en la ciudad santa y El nos dirá que hay que hacerse como niño para
entender y poder entrar en el Reino de los cielos. Llamará dichosos a aquellos
discípulos humildes y sencillos, que incluso tantas veces les costará entender
lo que Jesús les está enseñando, porque sus ojos pudieron contemplar lo que
tantos reyes y profetas desearon ver a lo largo de los siglos y no pudieron.
Todo esto que nos ofrece la liturgia, ya desde el
principio del Adviento, como ya decíamos antes, nos quiere ayudar para que
estemos bien preparados para recibir y acoger en nuestra vida todo ese misterio
de Dios. Será con ese espíritu de humildad,
con ese corazón pobre y sencillo como tenemos que abrirnos a Dios que
llega a nosotros. Dios quiere plantar su tienda en nuestro corazón pero esas
son las actitudes necesarias para acoger a Dios en nuestra vida. Será así cómo
no será una navidad más que no deja huella en nuestra vida. Cuántas veces hemos
celebrado navidad, pero no ha habido verdadera pascua en nuestra vida, por
muchas veces que nos digamos felices pascuas o feliz navidad.
Cuando vayamos con ese corazón humilde y sencillo
porque en verdad estemos abiertos a todos, a nadie excluyamos de nuestra vida,
sino que más bien busquemos a los más pobres o a los que más sufren para estar
a su lado, para acogerlos con amor y con nuestro compartir los hagamos un poco
más felices, entonces sí que la navidad dejará huella en nosotros, habrá
verdadera navidad porque Dios estará naciendo en nosotros.
No son grandes cosas las que se nos piden ni que
hagamos cosas extraordinarias. Lo que nos está pidiendo el Señor es que esos
pequeños detalles que hacen la convivencia de cada día entre unos y otros los
hagamos extraordinariamente bien porque en ellos pongamos mucho amor. Ese tener
paciencia los unos con los otros, esa alegría y esa sonrisa en el alma que
despertemos en los demás mostrándoles nuestro cariño de forma sencilla, esa
preocupación que podamos sentir por lo que le pasa al que está a nuestro lado,
ese quizá callarnos esas cantinelas de quejas que hacemos en cada momento cada
día para no hacer sufrir a los que están
a nuestro lado pueden ser unas muestras de esas cosas pequeñas y
humildes que podemos hacer y con lo que estaremos mejorando nuestra convivencia
de cada día.
Son las cosas pequeñas y humildes que llevamos en el
corazón, que son nuestra pobreza pero con las que nos abrimos a Dios para que
Dios se posesione de nuestro corazón y nuestra vida.
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