Hacemos el camino de Adviento, pero nosotros hemos de ser Adviento para que el mundo llegue a vivir la navidad de la salvación de Dios
Is. 25, 6-10; Sal. 22; Mt. 15, 29-37
‘Jesús, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y
muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba…’ La gente
acude a Jesús, vienen de todas partes y cada uno trae lo que son sus dolencias
y sufrimientos, lo que son sus esperanzas y también cuanto dolor y muerte hay
en sus vidas. Y Jesús a todos atendía, enseñaba, llenaba de vida y de luz sus
existencias.
¿Se estaba cumpliendo en Él
lo anunciado por el profeta? ‘Aquel día se dirá: Aquí está nuestro Dios,
de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La
mano del Señor se posará sobre este monte’. Allí estaban todos con sus
esperanzas y deseos de salvación. Pero allí estaba Jesús que respondía a las
esperanzas y expectativas de aquel pueblo y mucho más de lo que ellos podían
soñar y desear. ‘La gente se admiraba al
ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista
a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel’.
Se cumplía y mucho más lo
anunciado por el profeta. ‘Aquel día, el
Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un
festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares
enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a
todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte
para siempre’. ¿No era eso mismo lo que estaba sucediendo con la presencia
de Jesús en medio de aquella muchedumbre que a El había acudido, que sanaba a
los enfermos y al final multiplicaba el pan milagrosamente para ellos?
Cuando Jesús vio aquella
multitud, le dio lástima, llevaban varios días sin comer por buscarle y por
seguirle. Ya hemos escuchado muchas veces el relato de la multiplicación de los
panes. Algo más que el festín de manjares suculentos que había anunciado el
profeta. Porque lo que ahora Jesús estaba realizando era mucho más que dar de
comer a una multitud hambrienta de pan, porque aquello iba a ser un signo de
algo más grande que Jesús venía a realizar.
Se enjugan las lágrimas, se
consuela a los que sufren y viven atormentados, se trae la paz que revitaliza
los corazones, se arranca el velo del luto y de la muerte que era en cierto
modo lo que anunciaba el profeta. ¿Qué es lo que hace Jesús? Todo es signo y
señal de ese mundo nuevo que con Jesús comenzaba. ‘El Señor Dios enjugará las lagrimas de todos los ojos…’ que decía
el profeta.
Todo esto lo que estamos
escuchando y reflexionando en medio de este camino de Adviento que vamos
haciendo. En nosotros se han de dar las mismas señales. Porque nosotros venimos
hasta Jesús también con todo lo que es nuestra vida, con nuestros sufrimientos
y alegrías, con nuestras esperanzas y también con nuestras expectativas.
Venimos con lo que llevamos en nuestra propia vida, pero venimos también con lo
que es nuestro mundo, con sus crisis y problemas, con sus miserias y muertes,
con las esperanzas y también las desesperanzas, las desilusiones de tantos.
Para todos quiere Jesús ser
luz. Para todos lleva la salvación de Jesús. Todos hemos de sentir de igual
manera aquello que decía el profeta: ‘Aquí
está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos
con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte’, la mano
del Señor también está sobre nuestra vida, está sobre nuestro mundo.
Nosotros los creyentes que
quizá nos estamos preparando con mayor intensidad podemos sentir de una manera
más viva esa salvación que llega a nuestra vida. Pero ahí está nuestro
compromiso. Nosotros hemos de ayudar a que el mundo que nos rodea pueda llegar
a sentir de la misma manera que Jesús es su salvación. Es nuestra tarea; es
nuestro testimonio; es la luz que nosotros hemos de dar con las obras de
nuestra vida.
Nosotros estamos haciendo el
camino de Adviento porque deseamos que de verdad llegue la navidad a nuestra
vida; pero nosotros hemos de ser adviento para los demás para que lleguen a
comprender el verdadero sentido de la navidad. Como escuchábamos que la gente
se admiraba al ver los signos que Jesús hacía, así el mundo que nos rodea por
los signos de nuestra vida ha de llegar también a cantar la gloria de Dios.
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