El Adviento cristiano ha de ser un anuncio de esperanza para un mundo envuelto en las tinieblas de la desilusión
Is. 63, 16-17.19; 64, 2-7; Sal. 79; 1Cor. 1, 3-9; Mc.13, 33-37
Comenzamos el Adviento. Una palabra que para muchos no
significará nada; una palabra que para otros significa que se acerca la navidad
y tenemos que hacer muchos preparativos, de manera que hasta el ambiente que
nos envuelve nos bombardea con múltiples ofertas para que como nos dicen
tengamos una feliz navidad; pero una palabra que para nosotros los creyentes
tiene un hondo significado que nos habla de esperanza porque nos disponemos a
celebrar la venida del Señor que es mucho más que un simple o entrañable
recuerdo.
Decir, de entrada sí, que nosotros los cristianos
vivimos en una esperanza del Señor que viene, que quiere venir a mi vida,
ofrecerme un plan, a encender mi esperanza, a despertar todas mis capacidades
para el bien y el amor que en verdad nos ayuden a construir un mundo nuevo.
Pero vayamos por partes porque cuando hablamos de
esperanza quizá no todos entienden lo mismo o también nos pueda suceder que es
de algo de lo que adolezca nuestro mundo, algo de lo que carezcan muchos de
quienes nos rodean. La Buena Nueva que los cristianos tenemos que proclamar con
nuestra vida ante el mundo que nos rodea tendría que tener en cuenta la
realidad que vive hoy nuestra sociedad. No puede ser una Buena Nueva
desencarnada de la realidad porque si fuera así incluso no llegaría a ser Buena
Nueva de salvación para ellos.
Por eso quizá tengamos que preguntarnos si en verdad la
palabra esperanza puede decirles algo. Quizá los problemas que vivimos en
nuestra sociedad les hace ver a muchos la vida como un camino de tinieblas; en
lugar de esperanza quizá lo que haya sea desaliento y desilución porque cueste
ver salidas a los problemas de todo tipo que se viven en nuestro mundo; ¿qué esperanza
podríamos anunciar a tantos que viven en la pobreza y en la miseria, a los que
no tienen trabajo para ganar para tener una vida digna para sus familias, a los
que se ven desahuciados y sin tener un techo donde vivir dignamente, a tantos
que sufren abandono y soledad, o están llenos de sufrimientos por duras
enfermedades o tantas limitaciones que les van apareciendo en la debilidad de
sus cuerpos?; cuando no ven salida a su situación y a sus problemas, a sus
necesidades o a sus sufrimientos ¿en qué pueden poner la esperanza? ¿qué
esperanza les podemos anunciar? ¿qué esperanza les puede traer la navidad?
Aunque nos parezca imposible o nos pueda parecer un
contrasentido sí podemos y tenemos que anunciar esperanza. No olvidemos que lo
que había anunciado el profeta y Jesús proclamó en la Sinagoga de Nazaret es
que la Buena Nueva se anunciaba a los pobres y para los oprimidos llegaba la
liberación con el año de gracia del Señor. Allí estaba el ungido del Señor,
lleno del Espíritu para hacer ese anuncio de gracia, ese anuncio de Buena Nueva
de salvación para todos los oprimidos y todos los que sufrían.
Y esto es lo que nosotros vamos a celebrar en la
cercana Navidad. Como ya decíamos antes no es un simple o entrañable recuerdo
que luego se nos quede reducido a una entrañable cena familiar. Tenemos que
profundizar, reflexionar mucho en su más hondo sentido para no quedarnos en
superficialidades sino que en verdad lleguemos a vivir profundamente la
presencia del Señor que viene a nuestra vida encendiendo la esperanza en
nuestro corazón porque con la venida del Señor en verdad una vida nueva
comienza para nosotros que nos compromete seriamente a hacer un mundo nuevo y
mejor.
Sí, recordamos y celebramos aquella primera venida del
Señor con su salvación y lo hacemos ademas trascendiendo nuestra vida para
pensar esa ultima venido del Señor al final de los tiempos que, como confesamos
en el Credo, vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos. Pero, en ese
tiempo que media, ¿no tenemos nada que hacer? Es por ahí por donde tenemos que
encontrar el sentido verdadero de la navidad.
El Señor vino, pero viene también aquí y ahora en el
hoy de nuestra historia. Y en ese hoy de nuestra historia nosotros tenemos que
aprender a vivir y a poner en práctica el espíritu del Evangelio, el sentido
del Reino de Dios anunciado por Jesús. El Reino de Dios tenemos que seguir
haciendolo presente en nuestra vida y en nuestro mundo. Y todos aquellos
valores que aprendimos en el evangelio tienen que ser los que sigan impregnando
el mundo de hoy, empezando porque vayan impregnando nuestros corazones y
nuestra vida.
Terrible sería que pretendiéramos celebrar Navidad sin
Evangelio; incongruente sería que quisiéramos celebrar la navidad pero no
viviéramos los valores del Reino de Dios; un sin sentido sería que celebráramos
Navidad sin Jesús. Esa es una gran tentación que tenemos hoy cuando nos dejamos
llevar por el ambiente del mundo. Son tantos los que celebran navidad sin Jesús
porque se quedan en unas simples fiestas, en unos regalos cuanto más costosos
mejor dejándonos llevar así por el consumismo y el materialismo reinante, o en
una simple cena familiar que no es tan simple porque en su derroche está bien
lejos de aquel portal de Belén donde nació Jesús o de aquellos pobres pastores
que al raso cuidaban su rebaño en la fría noche de Belén.
Claro que, cuando queremos celebrar la navidad en su
hondo sentido, sin separarla del Evangelio como decíamos antes, entonces sí que
estaremos en disposición de hacer ese anuncio de esperanza que necesita nuestro
mundo. Vamos a anunciar a Jesús, a celebrar a Jesús verdadera buena nueva de
salvación para nuestro mundo; vamos a anunciar y a celebrar a Jesús que nos anuncia
el Reino de Dios, que quiere constituir el Reino de Dios en nuestro mundo, que
nos está poniendo a nosotros los que creemos en El en camino para construir ese
Reino de Dios; desde El nos sentimos comprometidos a vivir esos valores nuevos
del Evangelio y con nuestra vida y con nuestro amor, con nuestra solidaridad y
nuestro trabajo por la paz y la justicia seremos signos de ese Reino de Dios
sembrando esa semilla buena en nuestro mundo para hacerlo mejor.
La celebración de la venida del Señor nos impulsará y
nos comprometerá a estar más al lado del que sufre para ofrecerle consuelo y
esperanza; estaremos más junto al que se siente solo y abandonado para que
llegue a descubrir que Dios está en su vida; trabajaremos de forma más
comprometidos por hacer ese mundo nuevo y mejor donde con solidaridad y en
justicia haremos que nadie pase necesidad y para todos brille una luz que
despierte en ellos también la esperanza de que los problemas tienen solución.
Se van a despertar en nosotros todas esas capacidades que quizá llevábamos
ocultas, pero que por la fuerza del amor que renace en nuestro corazones van de
nuevo a reaparecer en nosotros para ponerlas al servicio de los demás.
Nos preguntábamos al principio si la palabra esperanza
podía tener sentido para todos, pero ahora podemos reafirmarnos en que sí tiene
sentido y significado cuando nosotros celebremos verdadero y evangelico sentido
la navidad y con ese sentido la proclamemos ante el mundo.
Viene el Señor y viene con su salvación proclamando el
año de gracia del Señor. ‘Vuelvete por
amor a tu pueblo’, le pedimos con el profeta. ‘Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve’,como
repetíamos en el salmo.Viene el Señor y nos trae la Buena Noticia del perdón y
de la gracia porque viene a manifestarnos lo que es su amor y su misericordia
infinita. Quizá abrumados por nuestros fallos y pecados también habíamos
perdido la paz y el sentido de la esperanza porque nos veníamos en las
tinieblas de nuestro pecado, pero el Señor viene haciendo anuncios de paz y de
perdón y para nosotros y para todos hay misericordia y hay gracia.
Que sepamos llenarnos de su paz; que sintamos su paz
allá en lo más hondo de nuestro corazón. Estemos vigilantes y atentos como nos
dice Jesús en el Evangelio.
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